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PRIMERA PARTE Šipan » CAPÍTULO 32 Bolonia, 2 de abril

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CAPÍTULO 32
Bolonia, 2 de abril

El crombie[17] gris le llegaba un poco por debajo de las rodillas y lo distinguía de todos los boloñeses que, embutidos en largos abrigos o en gabardinas cruzadas con el cinturón bien apretado, habían salido a dar un paseo. También había gente de edad con esclavina negra, pero esos no contaban.

Fanti llevaba guantes de piel negra y un característico, muy británico bowler hat, un bombín. Pantalones grises de pana y, de calzado, unas botas bajas. En la ciudad nadie más vestía como el profesor, lo que no bastaba para hacerle parecer un excéntrico, por lo menos a ojos de quienes no conocían su way of life. Se le habría tomado por un distinguido extranjero de paso, o incluso por un oficial aliado vestido de paisano. Pero cuando subía al palomar todo acicalado, y se lo veía en el tejado, desde la calle o desde el edificio frontero, entrar en la gran jaula con el abrigo inglés, exponer a las cagadas su caro sombrero e introducir la mano en el cajón del pienso con aquellos guantes de por lo menos cinco mil liras, pues sí, uno pensaba que era an odd geezer, un tipo extraño.

Había terminado el invierno, y para dar de beber a las palomas ya no era necesario romper la capa de hielo. El profesor hizo pasar a las aves del cubículo a la jaula, abrió la portezuela, liberó a la bandada y comenzó a agitar el banderín para dirigirla en su vuelo, con movimientos de director de orquesta en un andante maestoso.

¡Qué espectáculo aquel! En los virajes cada paloma exhibe primero el dorso y a continuación el vientre, de colores completamente distintos. Multiplíquese el efecto por decenas y decenas de ejemplares, y se obtendrá una leve ola tornasolada, sobre la que rompe la luz y los rayos se difunden en mil direcciones. En la bandada había plumajes simples y glaucos, negros, rojos, «piedra oscura», «piedra mármol», «fangosos», «caldosos»…

Fanti era un colombófilo, uno de los más de tres mil de la Emilia Romagna. Tenía cincuenta ejemplares entre triganos modeneses, palomas de familias escogidas (selecciones Manicardi y Corradini) y palomas mensajeras. Cada día los alimentaba con un kilo de veza mezclada con trigo, maíz y mijo.

Había sido colombófilo desde muchacho. Al trasladarse a Inglaterra no había renunciado a su hobby, sino que más bien se había convertido en un importante miembro de la federación internacional de palomas mensajeras, fundada en el lejano 1881.

En la última feria celebrada en Bolonia, había cometido una verdadera locura, gastándose trescientas mil liras en la compra de una hembra delgada, con el dorso gris claro tirando a índigo, una especie de color «fangoso». Elegante. Se llamaba Eloisa, y había hecho el recorrido de Indochina a Italia en dos meses. Doscientos kilómetros al día, a remarkable accomplishment. Ocurría esto el 6 de febrero —es decir, la adquisición, no la travesía, esta había tenido lugar algunos meses antes—. Fanti estaba en correspondencia vía homing pigeon[18] con distintos amigos en Inglaterra, Francia e Irlanda, pero a Eloisa no la había puesto todavía a prueba.

Siempre que estaba en el palomar, Fanti caía en una especie de trance. A su lado, en el tejado, se encontraba Robespierre Capponi. Discípulo prometedor, inquieto… Le estaba diciendo algo… Zarabicicleta… ¿A Zara en bicicleta? No, figúrate… el relojdiez millas… No, «diez mil». Fanti asentía, emitía algún «hum» de vez en cuando, pero pensaba en otra cosa: con los ojos ligeramente entornados, miraba fijamente un puntito negro al noroeste, en el centro de un retazo de cielo no ocupado por la bandada. Un objeto pequeño, con forma de globo, luego, a medida que se acercaba, se hacía más grande y con forma de arco. Préstame… El objeto que se acercaba era Bertram, una de sus palomas mensajeras. Pierre se interrumpió. Fanti extendió las manos hacia delante, el animalito se dejó atrapar.

¿Cómo hacen las palomas para volver a casa? Muchos piensan que se guían de algún modo por el sol, pero vuelven a casa sin problemas también los días nublados o con niebla. Según algunos, la paloma es sensible a los campos geomagnéticos, confía en ellos para orientarse cuando el cielo está cubierto. Una hipótesis interesante. Probablemente era una combinación de magnetismo, posición del sol y paisajes familiares. Pretty impressive for such a small bird, don’t you think? [19]

Un mensaje del amigo McCullock, que lo invitaba a pasar el verano en su residencia de Arklow, Irlanda, en el canal de San Jorge.

Pierre reanudó la charla, dos frases, de nuevo silencio. A Fanti le pareció que el signo de interrogación lanzado por Pierre se agarraba como un gancho a las fantasías célticas en las que él estaba a punto de perderse.

—¿Perdona?

—Decía que ya que está de acuerdo, es más, que me incita a que vaya, ¿me presta las treinta mil liras? Se las pagaré poco a poco, little by little, pero se las pagaré.

—¿Que te he incitado a hacer qué? —Fanti creyó que había hablado en voz alta, y tal vez Pierre había interpretado mal su stream of consciousness, imaginando que estaba relacionado con lo que él mismo decía.

—¿Cómo que a hacer qué, profesor? ¡Pues a irme a Yugoslavia, para buscar a mi padre! Acaba de decir que es importante atreverse, partir, liberarse, si fuera necesario «abrirse paso en la niebla» con tal de llegar a destino. He vendido la bicicleta y el reloj, he ahorrado diez mil liras. Me faltan treinta mil para llegar al otro lado del Adriático. ¿Ha oído lo que le he dicho?

Fanti suspiró, se quitó el bombín y se arregló el pelo. Cuando hizo volver a las palomas y las encerró de nuevo en la jaula, se volvió hacia Pierre, con las manos en los bolsillos y la expresión meditabunda:

—Ten paciencia, hijo. Tendrás que volver a explicármelo todo.

Bajemos a casa. Fancy a cup of tea? [20]

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