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PRIMERA PARTE Šipan » CAPÍTULO 43 Nápoles, 19 de abril

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CAPÍTULO 43
Nápoles, 19 de abril

Algo había cambiado en su interior. Estaba descompuesto, hinchado, sin perspectiva. Ciego. Y también mudo. Sordo no, aún oía bien. Tal vez la humedad acumulada en aquel tugurio polvoriento, o el mismo polvo, o incluso las manos férreas de aquel tipo que le habían dado una buena sacudida. Tal vez los efectos de un estado depresivo causado por la escasa consideración que le rodeaba. Pero arreglando las cosas, se pondría de nuevo en funcionamiento. Salir de aquel lugar malsano e indigno de su valía: eso era lo que contaba, había que tener confianza. Y punto.

¿Qué les decía siempre el presidente a sus hombres? «En alas de nuestros productos y del progreso técnico las fronteras quedarán abolidas: ¡Estaréis en Vuestra Casa en Todo el Mundo!»

Exactamente. Así sería. Aunque, lógicamente, había que prever el inicial retraso de los pueblos a los que habían llegado los nuevos modelos. Una simple cuestión de tiempo, de costumbre.

Se sentía un pionero. La ruta de los misioneros, recorrida en sentido inverso para dispensar un nuevo Verbo, mostrar la nueva maravilla. Arriesgar un poco la propia integridad por las manos incautas de cuatro trogloditas era lo mínimo para una partida tan importante.

Decía bien el presidente: «Cuando vayáis por el mundo sentíos orgullosos de ser occidentales. Llevad con orgullo el mensaje de vuestro país. Encontraréis vuestro lugar».

Era un McGuffin. Tenía una misión.

—Gigino, se ha pasado Ciro Mondadientes, y dice que su novia se muere de ganas de tener uno, que viene mañana a hablar del precio, guárdalo, guárdalo aparte, lo quiere sin falta.

¿Habéis visto?

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