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I
París, 14 de julio

Setenta y cinco por ciento de nitrato de potasio. Quince de carbón vegetal, de madera, con poca glucosa. Diez de azufre puro, no ácido; puede ser sustituido o acompañado por almidón, goma, glucosa. La composición del polvo pírico, o negro.

Pólvora.

El perclorato de potasio desprende oxígeno y genera la combustión.

Es casi seguro que fue un monje chino, en el siglo VIII, quien dio origen a la era del bum-bum y a sus incalculables consecuencias. Fue Roger Bacon, filósofo del siglo XIII, quien transmitió la fórmula tal como se conoce actualmente, en esta parte del mundo, mientras que Berthold Schwarz, monje alemán del siglo XVI, fue el primero en utilizarla para disparar un proyectil.

En cualquier caso, el arte del fuego data de muy antiguo, denso de zonas de sombra y por lo general desconocido. También en China tenemos noticias de ejercicios pirotécnicos desde el siglo II y III d.C. Casi inexistentes las publicaciones detalladas sobre la materia: el texto de un italiano del siglo XVI, Vannoccio Biringuccio, De la pirotecnia, en 1540, un tratado de química técnica. Luego nada hasta un denso manual de finales del siglo XIX. A continuación, poco más.

La fascinación de los humanos por las infinitas variantes del arte del fuego sigue siendo, sin embargo, inmensa, hasta el punto de hacer pensar que es tal precisamente por la aureola de secretismo que lo rodea. Por no hablar más que de su aspecto lúdico y popular, no hay verbena, fiesta patronal o feria, aldea de montaña o metrópolis internacional que no tenga algún festejo amenizado con resplandecientes luminarias pirotécnicas, para maravilla de los niños y sincera admiración de los mayores.

París no podía ser menos. Y con más razón en una festividad como la del 14 de julio, a pesar de que el orgullo francés se viera seriamente puesto a prueba por los acontecimientos de Indochina, y los festejos fuesen de tono menor.

Los fuegos de artificio se obtienen mezclando metales con polvos explosivos. Carbonatos y óxidos de metales distintos que, al arder, producen las diferentes tonalidades y colores de cada fuego. Hay cohetes llamados «alcachofas» o «torbellinos» que giran sobre sí mismos y salen disparados hacia lo alto, dejando una estela luminosa. Las «bombas» o «granadas», en cambio, requieren morteros de hierro fijados en el suelo por medio de listones. Cada fuego es un cartucho relleno de fuegos más pequeños que, una vez alcanzada una cierta altura, explotan en todas las direcciones. Modificando la disposición de las cargas en el interior del fuego principal se obtienen formas e intensidades distintas.

Toni estas cosas las sabía porque desde siempre admiraba los juegos pirotécnicos. Se había informado, era un entendido. Había dicho a menudo que le gustaría acabar precisamente de ese modo. Un buen estallido variopinto que llena de color el cielo. Ahora le tocaba el turno a las Estrellas de Oriente, sus preferidas. Lágrimas doradas que invaden el cielo. Toni observaba el espectáculo sentado dentro del coche, mirando a través del parabrisas.

1954, un año de mierda para Francia. A quién le importa, pensó Toni.

Pensó que les había dado por saco como es debido. Les había dado por saco dos veces. A los marselleses. Bastardos.

Pero los estaba esperando. Ojomortecino desde Nápoles siempre ajustaba las cuentas.

Había mandado a tres con el Creador. Toni pensó en la otra utilización, menos coreográfica, de la pólvora.

El alborozo de las Estrellas de Oriente estaba en su apogeo, Toni las veía por todas partes, cada vez más desenfocadas. Sintió el sabor de la sangre invadirle la boca.

Toni no pudo dejar de notar que era distinto de como se lo había imaginado. Un bonito estallido variopinto que llena de color el cielo. El intestino que le salía del vientre reventado era distinto a las coloreadas figuras geométricas. Y las lágrimas doradas de las Estrellas de Oriente que inundaban el cielo eran distintas a la sangre que ahora ya impregnaba el hueco delantero del automóvil y chorreaba copiosamente afuera, en la acera, tiñéndola de rojo oscuro. A tomar por culo la tuberculosis, pensó.

Toni pensó en todas estas cosas. Mientras moría.

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