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SEGUNDA PARTE McGuffin Electric » CAPÍTULO 32

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CAPÍTULO 32

Acta de declaración del interrogatorio de Stefano Zollo, realizado por el comisario de la policía nacional Pasquale Cinquegrana, en fecha 15 de junio, redactada por el agente Francesco Di Gennaro para uso exclusivo de Charles Siragusa, US Bureau of Narcotics.

—Señor Zollo, ¿es verdad que…?

—¡Un momento, comisario, ya empieza usted con las preguntas! El abogado Schifanoia me ha dicho que las acusaciones por el homicidio de ese individuo carecen de fundamento y que sin embargo hay nuevas acusaciones más graves. ¿Quiere explicarme de qué se trata?

—A su debido tiempo, señor Zollo. Primero responda a las preguntas, luego será usted informado. ¿Puedo proceder?

—Responderé solo en presencia de mi abogado.

—Señor Zollo, ¿no ha estado usted en ningún momento este año en Roma?

—Ya le he dicho que no tengo intención…

—¿No se vio, en Nápoles o en alguna otra parte, con el señor Ugo Montagna?

—Comisario, pero qué cojones…

—Señor Zollo, en su trabajo de chófer del señor Luciano, ¿entra también el reparto de droga?

—Oiga, comisario…

—No, oiga usted, señor Zollo. Su situación no es muy halagüeña que digamos, yo en su lugar me esforzaría por colaborar: es cierto que las acusaciones por el homicidio de Chiofano no han podido ser probadas, pero yo estoy lo suficientemente convencido de que a ese pobre desgraciado se lo cargó usted, y si es así, le prometo que haré todo lo posible para hacer que acabe en la cárcel. Por si fuera poco se le acusa de haber suministrado al falso marqués Ugo Montagna grandes partidas de heroína, entre febrero y abril de mil novecientos cincuenta y tres. Ahora bien: sabemos perfectamente que el cerebro del tráfico es la persona que le da a usted trabajo, el señor Luciano, al que, no le quepa duda, tarde o temprano mandaremos a prisión. Por el momento, sin embargo, no tenemos pruebas suficientes, y le estaríamos muy agradecidos a la persona razonable que quiera salir de un buen aprieto y nos aclare las ideas sobre un par de situaciones.

—No sé de qué me está hablando. Encuentre a esa persona y déjeme en paz.

—Pero ¿cómo no se da cuenta, señor Zollo? El barco se está hundiendo: salte a esta chalupa, mientras esté usted a tiempo, abandone al almirante a su destino. En el fondo, no es usted más que un simple marinero.

—Simple marinero lo será su abuela. Ya le he dicho que responderé a las preguntas solo en presencia de mi abogado. Lo único que me interesa saber es de qué se me acusa. ¿De vender heroína a ese Montagna? Prepárese a soltarme, comisario.

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