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SEGUNDA PARTE McGuffin Electric » CAPÍTULO 23 Cannes, 2 de junio

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Cary miró a la encantadora

leading lady,[54] sus andares, su cabeza que oscilaba elegante sobre un cuello magnífico… y de nuevo el

déjà vu, como un fogonazo. Puso un pie delante del otro, la siguió, y mientras tanto se preguntaba qué…

—Más que un emperador es una interesante caricatura —masculló Hitch—. Y sus acompañantes, ya los habrás visto. Estrambóticos como él, e incluso más llamativos.

—¿Los dos dandis? No cabe duda, viejo amigo —repuso Cary—. Y sin embargo tienen una cierta, sarcástica, coherente elegancia.

El muchacho italiano, en cambio, parecía tener

otro estilo. Alguien (¿la novia?, ¿los padres?) lo había vestido y acicalado, el traje parecía una prótesis, empleada más con entusiasmo que con desenvoltura. Resoplaba, se complacía, profería extraños juramentos, se pasaba el pañuelo por la frente, se hacía traducir los comentarios de los presentes por uno de los dos acompañantes de Bao Dai, al que llamaba «señor Azzoni».

Azzoni resoplaba, se complacía, profería extraños juramentos y se pasaba el pañuelo por la frente.

El emperador resoplaba, profería exóticos juramentos, se pasaba el pañuelo por la frente y se hacía traducir los comentarios del muchacho por el segundo acompañante, al que llamaba «monsieur Mariani».

Mariani resoplaba, se reía de los juramentos de Azzoni y se pasaba el pañuelo por la frente.

El muchacho ganaba y reía desorbitando los ojos. El emperador perdía y repartía sonrisas corteses.

Las furcias mandaban besos al uno y al otro.

A cada jugada ganada el muchacho se levantaba y abrazaba a las furcias, que lo adoraban. Azzoni lo arrastraba de nuevo a la mesa.

Salvatore Pagano, alias Kociss, alias Salva el de la Virgen, alias Cabezademierda, se inclinó hacia Jean Azzoni y preguntó:

—¿No es ese un actor americano? ¿No es Gary Cooper?

—No, paisano. Ese es el más grande, te lo garantizo yo. Es Cary Grant, y antes de nombrarle deberíamos lavarnos todos la boca con jabón.

—¿Y la rubia quién es? ¿Marilyn Monroe?

—No, mi ignorante y desastrado amigo: se llama Grace Kelly. Se habla mucho de ella.

—¿Y el gordinflas ese? ¿Es Winston Churchill?

Azzoni se quedó callado durante dos segundos.

—Sí, el mismo.

—Es increíble la suerte del italiano. ¿Cuánto tiempo más continuará ganando? —preguntó Cary a Hitch.

—Durante toda la velada, diría yo.

—Pero no es posible…

—¿Apostamos algo a que no pierde ni una mano mientras el emperador no se retire?

—Pero vamos, hombre.

—Lo digo en serio. Si gano, le propondré salir en la película, y tú llevarás sombrero en una escena. ¿Aceptas?

—Acepto. ¿Salir en qué escena?

—En el mercado de las flores.

—Brillante. ¿Y el sombrero?

—John Robie bajo orden de busca y captura, sentado en el muelle. Finge ser un pescador.

—Una idea genial. Pero resígnate, no ganarás, es una simple cuestión de probabilidades, además Dios no quiere verme con sombrero, ¡sabe que no me sienta bien!

Al cabo de media hora Azzoni y Mariani estaban casi borrachos y cada vez más inconvenientes. Incitaban a los jugadores como si se tratara de una corrida, se gritaban comentarios en un argot incomprensible, provocando la hilaridad de los presentes.

Azzoni daba grandes palmadas en la espalda a su protegido.

Mariani consolaba al emperador diciendo que al fin y al cabo no era dinero suyo.

El emperador reía y decía:

J’en ai rien à foutre! J’en ai rien à foutre!

Cary y Grace reían. Hitch digería la escena.

Cary se inclinó sobre Hitch y preguntó:

—¿Qué está diciendo el emperador?

—Su consejero le hace notar que no es dinero suyo, no sé muy bien a qué se refiere. El emperador confirma y repite: Me importa un carajo.

—¡Cuida ese lenguaje, viejo mío! ¿Qué diría Su Majestad?

—Pero ¿cómo puede decir una cosa así? —preguntó Grace, con una voz un tanto demasiado alta.

He’s the fucking emperor, madam, and he may say whatever the fuckhe pleases, if you’ll excuse my saying so! [55] —vociferó Mariani en un inglés plebeyo pero pasable, los ojos reducidos a rendijas por una sonrisa incontenible.

Grace enrojeció y sonrió. Azzoni y el chico italiano le dirigieron un aplauso.

Cary rompió a reír y les dio ánimos alzando la copa para simbolizar un brindis.

El chico correspondió al gesto y gritó:

I washing my mouth with the soap, mister Grent!

—¿Qué quiere decir? —preguntó Cary a Hitch.

—No tengo la más remota idea.

Zollo regresó a la sala y oyó, nítidamente, la palabra

fuck.

¿En un lugar semejante? ¿Era posible? Luego aplausos, carcajadas desaforadas. ¡Y la voz de Pagano! Quieres ver que ese gran capullo…

—¡Stiiiiiv! —oyó aullar. Llegaba de las mesas del

chemin. Sintió que le hervía la sangre y le silbaban los oídos, como una olla a presión.

No te acerques a las mesas. ¿Has comprendido? Nada de mesas. No mehagas arrepentirme. Necesitaré una hora como mucho.

—¡Stiiiiiv! ¡Ven a ver el dinero que he ganado! —Y otro aplauso.

Dio algunos pasos hacia las mesas del

chemin de fer.

Cary Grant. Él nada menos.

Y Alfred Hitchcock.

Y la rubia de

La ventana indiscreta.

Sentado, rodeado de su corte de rameras y lacayos, ese enanito oriental de los cojones.

De pie, con los puños sobre la cabeza en señal de alborozo, Cabezademierda. Delante, una montaña de

fiches.

—¡Mira esto, Stiv! ¡He ganado una porrada de dinero! ¡El chino se rinde, y Winston Churchill me quiere en una película suya!

¿Winston Churchill? Pero ¿qué gilipollez era aquella?

* * * * *

—¿Qué te parece el italiano, Jo?

—No sé. Alguien con huevos. Veremos.

—¿En qué estás pensando?

—Me he puesto un poco triste, Toni. Me pasa cuando veo fuegos de artificio. Mira qué esplendor, allí sobre el mar.

—También a mí me gustan,

cough!,

cough!,

cough! Vuelan hacia lo alto, nadie puede pararlos, luego explotan y llenan de color el cielo, todos los miran. Una bonita manera de acabar: volar y llenar de color el cielo. ¿Sabes qué, Jo?

—¿Qué?

—Yo no quiero morir de tisis.

—Pero ¿qué dices? Tú solo necesitas curas y reposo.

—¡Qué reposo ni qué leches! Pero ¿a quién queremos engañar? Si no me quedan ya casi pulmones, y tengo la boca llena de sangre. El mal me está consumiendo, y yo no quiero morir así. Quiero morir en acción.

—¿En acción?

—Sí, Cristo bendito, en acción. Contra los

flics, contra los magrebíes, contra los marselleses o los italianos, contra cualquiera, ¿eso qué importa? Pero quiero morir como un jodido fuego de artificio, compadre. No he elegido esta vida para luego apagarme como una cerilla, no he pasado años en la cárcel para morir como un imbécil.

—¿Quieres morir como Jean Fraiger? ¿Asaltar una comisaría, echarte tú solo contra una muralla de polis?

—¡Cristo, Jean Fraiger!

Cough! Cough! Ese sí que era un atracador que los tenía bien puestos. Hace mucho tiempo que no he oído hablar de él. ¿Cuándo fue, en el cuarenta y nueve?

—Sí, irrumpió él solo en una comisaría y abrió fuego contra los polis, gritando «¡Disparadle a esta polla!». Y le hicieron caso, le dispararon a la polla, dos o tres veces.

—Pero ¿por qué entró así?

—Por un asunto de faldas, una historia larga y complicada. Me la contaron hasta en sus mínimos detalles, pero la he olvidado. En fin, Toni, ¿quieres que te disparen en la polla como a Fraiger?

—¡Bueno, en la polla exactamente no! Pero quiero morir como un fuego de artificio.

* * * * *

Esa sensación de

déjà vu… Ese pensamiento que no has logrado aferrar. Frances. Frances Stevens. El personaje interpretado por Grace. Una rubia de nombre Frances. Frances Farmer. El fantasma que te atormenta a ti y a Archie. Tu amigo Clifford. Joe McCarthy. La guerra fría. Una misión. Tu madre. Tu madre en el manicomio. Frances Farmer en el manicomio. Bristol. De paso por Bristol. Directo a Yugoslavia. Tito. La isla. El tiroteo.

The world has gone madtoday. No te hagas demasiadas preguntas, Archie. No rumies. Has vuelto, Cary. El sueño está a punto de cubrirlo todo y mañana tienes que rodar. Irás al plató silbando. Esta Frances no es aquella Frances. Este Cary no es aquel Cary. Este mundo está cambiando pero te quiere consigo. Los estallidos del último espectáculo pirotécnico, remotos, amortiguados. El sueño está a punto de cubrirlo todo. Has vuelto.

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