54

54


SEGUNDA PARTE McGuffin Electric » CAPÍTULO 25 Niza, 3 de junio

Página 93 de 136

C

A

P

Í

T

U

L

O

2

5

Niza, 3 de junio

Por las curvas entre Cannes y Niza iba Zollo pasando revista a las últimas cuarenta y ocho horas.

Era como si hubiera subido a un autochoque y se viera obligado a conducir y mientras tanto a meter anillas en el cuello de las ocas.

Difícil saber qué cariz tomarían las cosas. Solo dos días antes habían hecho una escapada a Marsella, por cuenta de Luciano. Luego el papel más difícil: la cita con Toni el Lionés en el casino de Cannes. Negociar

su partida de droga. La droga de Stefano Zollo dando vueltas por Italia dentro de un televisor. Un escondite temerario. El todo por el todo.

Cabezademierda había montado aquel numerito con el chino. Y había ganado una porrada de dinero, que ahora estaba a buen recaudo dentro de la rueda de recambio. Aquel capullo de Pagano.

Todos los ojos pendientes de ellos: hasta los de Cary Grant, Alfred Hitchcock y la gran hembra, Grace Kelly. Para no hacerse notar. ¡Joder, rubias así había visto pocas! Dos ojos que te fulguraban. Si conseguía recuperar la heroína se buscaría una así. No dejaría que le faltara nunca nada, la mimaría con todo lo mejor. La trataría como a una reina y la amaría con locura. Se acabaron las órdenes o el llevar por ahí a gilipollas en coche, se acabaron las gilipolleces, solo buenos restaurantes y baños de sol. El retiro de Steve Cemento. Un nombre nuevo, una vida nueva, hasta una cara nueva si hiciera falta. Con dinero se puede conseguir todo.

Tenía que encontrar ese televisor.

Se cerró en una curva, dos ruedas terminaron en la gravilla, dio un volantazo y siguió por el firme. Llevaba prisa. Tenía que recoger a Cabezademierda y llevárselo antes de que armara más pitotes.

Había aceptado la oferta de dejarle actuar en aquella escena solo porque esa mañana tenía que verse con monsieur Alain y no quería tenerlo por medio.

El comprador de

su droga era un gordinflón importante. Una ballena sudada con un traje blanco. Moby Dick, así lo llamaban. Se lo había dicho Toni. Un amanerado, un marica con pasta, sinceramente interesado. La había probado. Había asentido.

C’est bon, hecho. Zollo había dicho: «Un mes».

No más. Tenía que recuperar el televisor. Tenía que trabajar para Luciano. Un mes y volvería con toda la partida.

Había estrechado una mano sudada. Había ido al restaurante.

Había visto a Toni y pactado la comisión.

Y enseguida para Niza, a recoger a la nueva promesa del cine.

—Por favor, ¿quieres explicarle al chico que no debe pegarle de verdad?

El jefe del equipo acabó de taponar la nariz al actor y le puso en manos de la maquilladora para que hiciera desaparecer la rojez.

—El chaval dice que solo se ha defendido —dijo el intérprete.

—¿Defenderse? ¡Pero si le ha dado un cabezazo en la nariz! ¡Explícale que la escena debe ser realista, no verdadera!

—Ya lo he hecho, jefe, pero el chaval dice que lo estaba ahogando y ha tenido que golpearle para liberarse.

El jefe del equipo se secó el sudor de debajo del sombrero y lanzó una mirada a Hitchcock, que estaba plácidamente sentado tras la cámara con aire divertido.

¿Qué le hacía tanta gracia?

Se acercó:

—Mister Hitchcock, este italiano es un salvaje, casi tumba a uno de los actores.

—Bien, bien. La escena ha salido perfecta.

—¿Cómo? ¿No la repetimos?

—Por supuesto, mejor tener un par, pero por mí es excelente. ¡El chico es ágil! ¿Has visto qué salto? ¡Excepcional!

—Pero…

Hitchcock despidió al jefe del equipo con un gesto de ya basta. Hizo una seña al protagonista, al que estaban retocando el pelo.

Grant se puso en pie y se le acercó.

—Entonces, ¿qué te parece, la repetimos?

—¿Por qué no? Es la escena más divertida de la película.

Hitchcock se dirigió al jefe del equipo:

—Más flores, quiero más flores, tienen que hundirse en flores, ¿comprendido? Y dile a la vieja que ponga más energía en esos golpes. Está furiosa, le han estropeado el banquete.

Grant le lanzó una ojeada.

—¿Quieres esconder un palo de béisbol en ese ramillete de flores, amigo? ¿Quién va a terminar la película si me rompen la cabeza?

—No te quejes. La gente se mondará de risa, ya verás. En una escena como esta está todo: desde Laurel y Hardy a Charlot, desde Keaton a Douglas Fairbanks. Pero sobre todo está el Cary Grant de los orígenes, el acróbata, su alma juglaresca. Es tu

rentrée, demostraremos a todos esos novatos que aún formamos un tándem formidable.

—Se me saltan las lágrimas, amigo —dijo Grant con una sonrisa irónica.

—¡Al trabajo, antes de que se haga de noche! Y dile al muchacho que vaya con cuidado.

La escena era convulsa, una pelea en medio de las flores, de entre las que asomó la cabeza de Cary Grant, camiseta a rayas y bufanda roja al cuello.

Una vieja comenzó a gritarle algo en francés y a darle una tunda con un ramo de flores.

Zollo llegó justo a tiempo de ver a Salvatore Pagano, alias Kociss, enzarzarse con otros dos tipos en la refriega.

Pagano maltrataba a su adversario sin ningún miramiento.

—¡Alto! Perfecto. ¡Basta así, que alguien le diga al italiano que pare, eh, tú, para! ¡La escena ha terminado! ¿Quieres soltarle? ¡Dios santo, llamad al intérprete!

El actor se liberó del apretón de Kociss y se alejó tosiendo.

Zollo se acercó al jefe de equipo:

—¿Puedo llevármelo ya?

Debe llevárselo, amigo. Casi me lisia a un actor. ¿Sabe a cuánto asciende la póliza del seguro?

Zollo no se quedó a oírlo, se acercó a Pagano y le puso una mano en el hombro.

—Nos vamos.

—¡Stiv! ¡Hubieras tenido que verme, Stiv! Ese bestia quería hacerme papilla, y yo le he dado un cabezazo.

—Sí, sí, ahora recoge tus andrajos y deprisa.

—He de recibir mi paga. ¿No voy a cobrar cuando ese casi me destroza? Espera…

Zollo empezaba a impacientarse. Le esperaba una buena tirada hasta Nápoles. ¿Cuántos kilómetros había hecho en aquellos dos días? Conducir. Mierda, cuando tuviera el dinero en el bolsillo lo primero que haría sería romper el carnet. No quería volver a ver un volante en la vida.

Se encendió un cigarrillo y observó a Grant que repasaba el guión.

Eso era clase. Bastaba con mirar la raya de los pantalones, que ni siquiera se le habían arrugado. Y no llevaba cinturón, se aguantaban solos. Parecía que nada le costase el menor esfuerzo. Había leído algo en la barbería, en una revista, sobre la película que Hitchcock estaba rodando. La historia de un ladrón retirado, obligado a volver a la actividad porque alguien le quería colocar el muerto sirviéndose de su misma técnica en los robos. Una bonita metáfora del regreso de Cary Grant a la gran pantalla.

Se acercó.

—¿Puedo felicitarle, mister Grant?

Cary alzó los ojos de las hojas y estrechó la mano de Zollo.

—Ah, usted es el acompañante de ese simpático muchacho italiano. Estaban en el casino ayer noche…

—Stefano Zollo, es un placer conocerle. Y ver que ha decidido no tirar la toalla.

—¿Perdón?

—Verle de nuevo en la palestra. Se ha hablado mucho de que había dejado el cine.

Grant mostró una amplia sonrisa.

—Me he hecho desear un poco, en efecto.

—Ha hecho bien en cambiar de opinión. Sin usted Hollywood no sería ya lo mismo, créame. Usted mantiene alto el nivel.

—Bien, se lo agradezco, son cosas que siempre gusta oír.

—Quería decírselo. No abandone usted por esos chulos de tres al cuarto que hacen enloquecer a las jovencitas. Dean y Brando subidos a hombros de sus padres no llegarían a besarle el culo, dicho sea con todo el respeto.

Grant enrojeció y rió a gusto.

—Está muy claro lo que quiere decir, mister Zollo. Yo no habría sabido expresarlo mejor. Sin embargo, no puedo hablar mal de mis colegas.

—Por supuesto, tiene demasiado estilo incluso para eso. Pero los dos sabemos que ese Dean es un drogadicto. Y Brando es un gordinflón. Cuando llegue a su edad habrá superado el quintal de peso.

Grant rió de nuevo.

—Es usted de verdad un tipo increíble, amigo.

—¿Puedo hacerle una pregunta?

—Por supuesto.

—¿Ha estado alguna vez en Yugoslavia?

El actor tuvo un sobresalto, carraspeó y le lanzó una mirada extraña.

—¿Yugoslavia? No, diría más bien que no. ¿Por qué?

—Lo sabía. Conocí a un tipo que decía haberlo visto en una isla de la costa yugoslava. Quería convencerme de que usted incluso le había regalado un libro. Un chiflado.

Grant controló el embarazo:

—O nada más que un tipo fantasioso con ganas de bromear. ¿Está a punto de partir?

—Sí, volvemos a Italia. No le molestaré más, mister Grant. Ha sido un placer conocerle. Recuerde lo que le he dicho: no tire la toalla.

Se dieron la mano.

Grant miró alejarse a Zollo, reunirse con el muchacho, que en un inglés improvisado estaba discutiendo con el jefe del equipo la paga del día, cogerlo por un brazo y llevárselo.

La voz de Hitch le sacó de sus reflexiones sobre las casualidades absurdas de la vida.

—Cary, ¿estás listo? ¡Te estamos esperando!

L’Unità, 02/06/1954

SE INICIAN EN GINEBRA LAS PRIMERAS NEGOCIACIONES

PARA EL CUMPLIMIENTO DE LA TREGUA

EN INDOCHINA

Il Resto del Carlino, 04/06/1954

Huelga de agricultores en Cavarzerano

AGENTES DE POLICÍA HERIDOS POR LOS MANIFESTANTES

Bloqueos policiales, pozos envenenados

y pajares incendiados

Il Resto del Carlino, 06/06/1954

Se recrudece la agitación sindical

AGENTES DEL ORDEN HERIDOS POR HUELGUISTAS

EN LA REGIÓN DE FERRARA

Intento de acción intimidatoria para impedir

la afluencia de obreros en las fábricas

Denuncias y detenciones

L’Unità, 09/06/1954

Los tres puntos del vergonzoso acuerdo perjudicial

para las poblaciones de Istria

LOS ANGLOAMERICANOS COMUNICAN

EL PLAN DE REPARTO DEL TERRITORIO LIBRE DE TRIESTE

Declarando que las conversaciones de Ginebra

han durado ya demasiado

EL SECRETARIO DE ESTADO AMERICANO AMENAZA

CON LA GUERRA EN ASIA

Y QUIERE «ACABAR» CON GUATEMALA

Marines norteamericanos cerca de las costas de América Central listos para desembarcar en Honduras para reprimir la huelga que dura treinta días contra la United Fruit Company y para apoyar un golpe de mano contra Guatemala

L’Unità, 16/06/1954

RELÁMPAGOS SOBRE GUATEMALA

De cómo una gran compañía estadounidense puede influir en el destino de un pequeño país

Ir a la siguiente página

Report Page