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SEGUNDA PARTE McGuffin Electric » CAPÍTULO 42 Nápoles, 30 de junio, 13 horas, durante el eclipse parcial de sol

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Nápoles, 30 de junio, 13 horas, durante el eclipse parcial de sol

Están dos borrachos muy borrachos apoyados en un árbol. Va uno y se agacha, toca algo con el dedo, lo chupa y le dice al otro:

—Aquí abajo hay algo que

shabe a

fresha.

El otro, que también lo toca y chupa…

—Sí, pero no

shabe a

fresha,

shino a pera.

—Que no

maschio, que

shabe a

fresha.

Así se pasan un rato hasta que amanece y con la luz ven que es una cagada de perro.

—Mira que no era ni

fresha ni pera,

shino una cagada.

—Qué

shuerte que no la hayamos

pishado, ¿eh?

Lo había contado el chaval. Durante el largo viaje de vuelta de Francia. No había parado de hablar. Cabezademierda. Una cosa de locos, solo le faltaba él. Salvatore.

¿Qué debía hacer? ¿Quitárselo de encima, borrarlo del mapa?

No.

¿Te has vuelto viejo, Steve?

El chaval sabía casi todo. Sin duda demasiado. Tenía una vocación natural para meterse en líos, pero desprendía energía, vida, por cada centímetro de su piel.

Su instinto le decía: El muchacho no es el problema. Los problemas son otros.

«Que ahora todos la buscan, todos la quieren, esta nueva maravilla del progreso, ¿no es cierto, Steve?»

Mierda. ¿Lo sabía todo el viejo? ¿Simples paparruchas para darle a la lengua?

Mucha atención, Steve. La ruleta está girando.

Rien ne va plus.

El número apostado, siempre el mismo. Quince. Los kilos sustraídos a Luciano. El retiro. Tres ya en destino, más doce dentro del McGuffin. El televisor. En Bolonia. ¡Joder!

«¡Stiiiv! No puedes hacerte idea, no puedes siquiera imaginar lo que hemos hecho Lisetta y yo. También con la ayuda de tu coche, por supuesto. Trata de adivinarlo, Stiv, inténtalo. ¿No? Está bien, te lo digo yo: lo hemos encontrado. Está en Bolonia.»

Sí, okey, Bolonia. Podía tener razón. Pero ¿en manos de quién? Además, al cabo de todo ese tiempo, ¿era posible que siguiera allí dentro?

Casi imposible.

La cita con los extranjeros era inminente. Toni Calavera ardía en deseos de cobrar su última comisión. Monsieur Alain tenía en el cogote el aliento apestoso de sus amigos parisienses: artistoides, puteros y músicos pasadísimos.

«He hablado con Albert Anastasia: a finales de año vuelves con ellos. A Nueva York. Me vienen desagradables pensamientos para cuando no estés ya conmigo.»

Luciano. El bastardo más hijo de puta de toda la tierra. Ojo mortecino que miraba lejos. Detrás de las esquinas, detrás de las paredes. Dentro de los hipódromos, dentro de los televisores. Por eso estaba aún vivo. Y seguía siendo el

capo.

¿Cuántas probabilidades tenía? Pregunta inútil, a esas alturas. Había que mover el culo.

Rien ne va plus. Intentarlo. El triple salto mortal de Zollo Cemento.

Bolonia. El camionero.

Los extranjeros. Alain el gordinflón. Con o sin la droga: esquemas distintos, el mismo resultado.

París. Aeropuerto.

¿Hacia dónde? ¿Existía algún ojete en el que no pudiera meterse la polla de Luciano?

«Mientras rodábamos la película, Stiv, había dos tipos, italianos también, que hablaban de un ricachón de por allí, tipo el emperador chino, que se ha comprado un diamante enorme, una cosa así que no sé cuántos millones cuesta. Decían que se llama Durban. El diamante. Y que proviene de Ciudad del Cabo, que está en Sudáfrica. Y que en Sudáfrica, en ese lugar, está lleno, ¿has comprendido Stiv?, lleno de diamantes de esos. Tanto que yo pensaba: ¿por qué no nos vamos para allí, Stiv, vamos a buscarlos, los compramos y venimos a venderlos aquí?, ¿eh, Stiv? A todos esos ricachones podridos de dinero a quienes estas cosas les gustan bastante. Claro, antes tendríamos que ir a hablar con ese

capo de la ciudad. Si no se cabrea, ¿no, Stiv?»

Durban.

Ciudad del Cabo.

Sudáfrica. Calor. Mar. Negocios.

Improvisar podía ser la solución.

Ciudad del Cabo. ¿Por qué no?

El muchacho tenía una flor en el culo. Lo había demostrado. Indicaba el camino.

Se lo llevaría con él. No podía quedarse en Nápoles. Luego ya decidiría.

La ruleta sigue girando, Steve.

Una sombra está oscureciendo el sol.

No se puede ser Cemento toda la vida.

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