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SEGUNDA PARTE McGuffin Electric » CAPÍTULO 52 Génova, noche del 5 al 6 de julio

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Génova, noche del 5 al 6 de julio

Cuando la vio aparecer en el muelle, reconoció enseguida la furgoneta del bar Aurora. Avanzaba despacio, le había dado indicaciones precisas, pero en el laberinto del puerto no era fácil orientarse. Estaba oscuro, la única iluminación era la de las grandes farolas, altísimas, que difundían su luz sobre los hangares, mercancías listas para ser cargadas y grúas inmóviles.

Paolino preguntó en voz baja:

—¿Son ellos?

—Sí —respondió Pierre asomando por la esquina y haciendo una seña en dirección a la furgoneta.

Los ocupantes apagaron el motor y bajaron.

Les vio acercarse. Los Capponi reunidos de aquel modo. Clandestinos, para de nuevo separarse. Nunca lo hubiera imaginado.

Dos hombres que avanzaban algo separados, sin conseguir sustraerse a la distancia que el tiempo había impuesto, al embarazo y a lo dif ícil de aquella situación.

He aquí, pensó Pierre, a los últimos supervivientes del medio siglo pasado. Los Capponi. Partisanos, revolucionarios, luchadores, eso sí, sin duda, derrotados, quizá desilusionados, contrabandistas incluso, disidentes y cabezas duras. Vittorio, el héroe, Nicola, el duro, y Robespierre, el bailarín.

Henos aquí, tal vez por última vez,para decirnos adiós y todas las cosas que en estos años nos hemos guardadodentro. ¿Estaba preparado? Sí, había tenido ocasión de prepararse. Además, ahora ya no había nada que perder, había que ir al encuentro de la fortuna con la cabeza alta, pasara lo que pasara.

Unsalto al vacío, es eso lo que querías, Pierre, ¿no es cierto? Querías otra cosa,querías largarte, lo que tenías no te bastaba.

Abrazó al padre.

—¿Cuándo has llegado?

—Hace dos días.

—¿Cómo?

—A pie. Me conozco los senderos del Carso. No podía seguir oculto por más tiempo en la montaña, Robespierre. Tenía que volver a veros.

—¿Has pasado por casa de tía Iolanda?

—Casi le da un síncope: creía que era un fantasma. Hablamos toda la noche. Me ha dado un jersey y una bufanda para ti. —Vittorio tocó la bolsa de viaje que llevaba en bandolera.

—¿Le has dicho que nos vamos?

Vittorio asintió:

—Ha dicho que tú y yo somos de esos Capponi culos de mal asiento, unos chiflados, unos desgraciados. Pero te quiere con toda su alma.

Pierre pensó que habría dado un riñón por abrazar a Iolanda y despedirse de ella como es debido. Pero el tiempo apremiaba. Le escribiría, sí, una vez llegado a destino.

Su mirada se cruzó con la de Nicola y se asombró de no leer en ella el acostumbrado cabreo. En aquellos ojos oscuros había algo parecido a la resignación.

—Gracias por haber acompañado a papá.

Un perro pelado cruzó por el haz de luz de una farola, una sombra solitaria en el desierto del puerto. Paolino apareció por detrás de las cajas y silbó:

—Ya es hora. Están bajando la pasarela. Tenéis que subir.

Por la borda del barco amarrado descendía una pequeña pasarela. No había más tiempo.

Pierre sintió que el lío de pensamientos que tenía en la cabeza debía de haberse desenredado.

—Nicola, tengo un montón de dinero. Es dinero sucio, pero no he matado a nadie para conseguirlo. Me lo encontré en la mano así de sencillamente, me creas o no. Puedes venir con nosotros. ¿Qué vas a hacer aquí?

El hermano le miró sacudiendo la cabeza. La mirada dura igual que la voz.

—No, Pierre. Las cosas no funcionan así. Hay quien se va y quien se queda. Yo soy de los que se quedan.

Nicola miró a ambos, uniéndolos en la distancia que estaba tomando con ellos, pero se dirigió a Vittorio:

—No se puede partir siempre. No todos pueden partir. Alguien debe quedarse. Tú te fuiste a Yugoslavia, elegiste hacer la revolución allí, donde los comunistas habían vencido. Yo me quedé aquí, incluso después del cuarenta y ocho, cuando los tiempos eran duros, cuando tuvimos que arremangarnos y defender la democracia palmo a palmo, en las fábricas, en las plazas. Nuestra resistencia no terminó cuando bajamos de las montañas, sigue todavía ahora. Y de no haber estado nosotros, de habernos ido todos como hiciste tú, a estas horas este país quién sabe lo que sería. No, alguien debe quedarse en su puesto. —Hablaba fluidamente, hablaba mucho, como no lo habían oído hablar nunca—. No es que tenga ningún problema con vosotros dos. No lo tengo con mi padre que nos dejó solos, y tampoco con mi hermano que no ha sido precisamente un angelito y me ha dado un montón de preocupaciones. El hecho es que vuestro lugar no está aquí. —Apretó los labios y añadió—: Yo no perdono a nadie, pero tampoco siento rabia. Me alegro de que os vayáis juntos, porque sois de la misma raza. Vosotros sois de los que se van.

Siguió un largo silencio, interrumpido por la voz rota de Paolino:

—¡Moveos, joder! ¡No queda mucho tiempo, tenéis que subir!

Pierre abrazó a su hermano:

—He de pedirte un último favor.

Depositó una bolsa de cáñamo a los pies de Nicola y añadió:

—Esto es para ti. Para el bar, si lo prefieres. Yo tengo bastante. Haz lo que quieras con el dinero, quémalo si no quieres gastarlo, regálaselo a los pobres. Pero una parte es para Angela Montroni. No me preguntes nada, entrégaselo al profesor Fanti, ya se encargará él de hacérselo llegar.

Esperó la respuesta. No tenía idea de cómo reaccionaría.

Nicola dejó caer la mirada sobre la bolsa.

—Está bien.

—Gracias.

El descargador gesticuló en la sombra:

—¡Vamos! ¡Subid!

Vittorio se movió, abrazó al hijo mayor. Pierre vio que el padre tenía los ojos brillantes, pero su mirada estaba encendida.

—Nicola, escúchame bien: tú eres un partisano mejor que yo. Quizá también un comunista mejor. Y yo estoy orgulloso de ser tu padre. Nos volveremos a ver. Vendrás a vernos, adondequiera que vayamos.

Luego padre e hijo se encaminaron a paso ligero hacia la pasarela.

Les llegó la voz de Nicola cuando estaban ya en los peldaños:

—Eh, Pierre, al final lo has conseguido, ¿eh?

—¿Hacer qué? —preguntó él apretando el pasamanos.

—Salir de la mierda y acomodar a todos.

A Pierre le pareció entrever una media sonrisa en la oscuridad del muelle.

—Has sido valiente. Un desgraciado, pero valiente.

Pierre le devolvió la sonrisa. Con un impulso trepó hacia la batayola, seguido por el padre.

L’Unità, 01/07/1954

De la bomba de Hiroshima

a la utilización pacífica de la energía atómica

LA CENTRAL ATÓMICA SOVIÉTICA

INICIA UNA NUEVA FASE DEL PROGRESO HUMANO

CON LA FIRMA DE LA RENDICIÓN

VUELVE A GUATEMALA LA LEY DEL TERROR

DE LA UNITED FRUIT

NUMEROSAS DETENCIONES EN ROMA Y NÁPOLES

ENTRE TRAFICANTES DE ESTUPEFACIENTES

L’Unità, 04/07/1954

LAS GRAVES LAGUNAS DE LA INVESTIGACIÓN GUBERNAMENTAL SOBRE LOS ESCÁNDALOS LIGADOS AL CASO MONTESI

L’Unità, 06/07/1954

GRAVES MUTILACIONES PREVISTAS

POR EL PLAN PARA TRIESTE

DOS MIL DETENIDOS EN GUATEMALA

Derogada la ley para la reforma agraria

Il Resto del Carlino, 11/07/1954

Días de trepidante espera

LAS BANDERAS DE TRIESTE LISTAS

PARA ONDEAR EN LOS BALCONES DE LAS CASAS

LA RUTA DE LA DROGA

Una ruta larga y terrible, poblada de sueños

y teñido de sangre que tiene en Italia innumerables senderos, caminos reales y hasta pistas de lanzamiento para aviones.

Una larga y rigurosa encuesta sobre el tráfico de estupefacientes, en relación también con el proceso Montesi,

ha sido llevada a cabo por Lamberto Sorrentino,

que ha abordado en el curso de su laboriosa investigación a contrabandistas, traficantes, vagos y maleantes,

y hasta ha pasado un período internado

en una clínica para toxicómanos con el fin

de poder ofrecer a los lectores

de

Il Resto del Carlino

una versión del candente

problema

Il Resto del Carlino, 01/08/1954

EL ACUERDO PARA TRIESTE

ENTRE EL 9 Y EL 15 DE AGOSTO

L’Unità, 02/08/1954

TITO ANUNCIA NUEVAS PRETENSIONES SOBRE LA ZONA A

Il Resto del Carlino, 04/08/1954

IZADA LA BANDERA DE ITALIA

EN LA TEMIBLE CIMA DEL K2

Il Resto del Carlino, 05/08/1954

SCELBA DENUNCIA ANTE LA CÁMARA

EL PELIGRO DE UNA DICTADURA DE IZQUIERDAS

«La amenaza se cierne sobre la vida política del país»

Il Resto del Carlino, 06/08/1954

EL ANUNCIO DEL ACUERDO PARA TRIESTE

SERÁ PRESENTADO DESPUÉS DEL 15 DE AGOSTO

L’Unità, 14/08/1954

EL MINISTRO DE ASUNTOS EXTERIORES DE BONN SUSTITUIDO POR EL EX JEFE DE LAS SS HITLERIANAS WALDEMAR KRAFT

L’Unità, 19/08/1954

GRANIZADA ATÓMICA SOBRE WASHINGTON

OCHENTA HORAS DESPUÉS DE UNA EXPLOSIÓN EN NEVADA

Il Resto del Carlino, 20/08/1954

GRAN LUTO NACIONAL

POR LA IMPREVISTA MUERTE DE DE GASPERI

L’Unità, 25/08/1954

NO TOQUÉIS LA PASTA EN EL FESTIVAL DE VENECIA

Jean Gabin renuncia al botín

Il Resto del Carlino, 26/08/1954

EL ANUNCIO DEL ACUERDO PARA TRIESTE

SERÁ PRESENTADO QUIZÁ A MEDIADOS DE SEPTIEMBRE

L’Unità, 26/08/1954

Investigan al «cazador de brujas»

MCCARTHY POR «CONDUCTA INDIGNA»

EN UNA COMISIÓN DEL SENADO

Il Resto del Carlino, 31/08/1954

UN MISTERIOSO OBSTÁCULO

RETRASA LA SOLUCIÓN PARA TRIESTE

L’Unità, 03/09/1954

ESTADOS UNIDOS TIENE YA LISTAS LAS ARMAS

PARA ENTREGAR A LOS SOLDADOS DE LA NUEVA WEHRMACHT

L’Unità, 10/09/1954

Es preciso romper la cadena de todos los silencios

y arrojar plena luz sobre el asunto Montesi

LA ALTA PROTECCIÓN DISFRUTADA POR LOS PROTAGONISTAS

DEL ESCÁNDALO VUELVE A CONFIRMAR LAS RESPONSABILIDADES POLÍTICAS DE LOS HOMBRES DEL GOBIERNO

Il Resto del Carlino, 20/09/1954

Discurso del mariscal en Celje

MANO TENDIDA DE TITO A LA URSS

Buenos deseos de una «normalización» con el Este

L’Unità, 22/09/1954

La justicia en marcha:

promulgadas dos órdenes de busca y captura

PICCIONI Y MONTAGNA ENCARCELADOS

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