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Capítulo 1

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¡Maldita sea! El camión ya había tapado el arco central y el conductor estaba empezando a pisar el freno. Estaba tan cerca que podía distinguir el brillo de sus ojos. Entonces oí otro disparo, esta vez tan nítido como el tañido de una campana, y noté cómo el cuero de mi cazadora se rasgaba a la altura del hombro. Pero no sentí ningún dolor; la herida no era grave.

Giré ligerísimamente el manillar mientras el capó del camión iba tapando el arco. Apreté los dientes, entrecerré los ojos y me agarré con todas mis fuerzas mientras las balas silbaban a mi alrededor. El camión seguía deslizándose y el conductor me apuntaba mientras el espacio se hacía más y más estrecho y…

Y conseguí pasar, rozando el capó del camión con un codo y el yeso del arco con el otro, mientras el ruido de la Matchless retumbaba en las sombras del estrecho pasaje. Hasta que volví a salir a la luz del sol y atravesé a toda velocidad la superficie que me separaba de las puertas abiertas del antepatio, cuyas altas verjas no habían conseguido detener a la muerte que había reclamado para sí a los habitantes de la ciudad, olvidando los privilegios de clase, distinguiendo a sus víctimas tan sólo por su grupo sanguíneo.

Atravesé la verja a toda velocidad y di la vuelta al monumento a la reina, rodeando las estatuas de mujeres y niños que había visto desde la habitación del balcón hacía menos de diez minutos, hasta llegar al otro lado, donde la reina Victoria estaba sentada observando los álamos y tilos del parque. Os juro que podía sentir su mirada lastimera sobre mi espalda mientras me alejaba del palacio de Buckingham. Hacía medio siglo, Victoria había dirigido con orgullo un imperio fabuloso y un gran país, pero ya no quedaba nada del imperio y muy poco del país. Me alegré de que esos ojos fueran de piedra.

Los disparos me devolvieron a la realidad. Yo tenía toda la avenida para mí y no dudé en aprovecharme de ello. Aceleré hasta que la Matchless alcanzó los 110 kilómetros por hora, y sabía que todavía podía pedirle más.

Y, si quería deshacerme de esos bastardos que me perseguían, tendría que hacerlo.

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