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La vida cotidiana en los últimos tiempos del Imperio Romano » 6

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Desde que el ejército había empezado a celebrar su victoria la ciudad ya no parecía el santuario que les acogió al llegar, por lo que Merriam y Arcadio emprendieron el trayecto de regreso a primera hora de la mañana. Durante los momentos más oscuros del asedio Arcadio se había dejado dominar por la generosidad de la desesperación y había liberado al cocinero y a la chica de Tebas, con el resultado de que ahora debían volver a la villa solos.

Merriam tenía una resaca temible. El camino se había convertido en una cinta semilíquida, y cuando llegaron a la bifurcación, Arcadio insistió en que tomaran por el sendero aún más embarrado que atravesaba los campos de Alexa; pero incomodidades aparte se sentía tan alegre como una alondra. El sol brillaba y los campos humeaban como si fueran una inmensa cocina repleta de soperas y salseras, como si la mismísima tierra estuviera elevando una oración de gratitud a los cielos.

—Dios —murmuraba de vez en cuando—, Dios…

Tenía la sensación de haberse convertido en una mujer nueva.

—¿Te has fijado en que no hay ni rastro de ellos por ninguna parte? —observó Arcadio cuando ya habían recorrido una cierta distancia.

—¿Te refieres a los bárbaros? Sí, llevo un buen rato con los dedos cruzados.

—Es un milagro.

—Oh, sí. No cabe duda de que es obra de Dios.

—¿Crees que lo sabía?

—¿Quién? —preguntó ella en un tono de voz que no invitaba demasiado a responder.

La charla siempre conseguía disipar su buen humor.

—Alexa. Quizá recibió una señal. Quizá… Puede que después de todo danzara para expresar su agradecimiento y…, y no lo contrario.

Merriam juntó los labios y no dijo nada. Era una idea francamente blasfema. ¡Dios no enviaba señales a los sirvientes de las abominaciones que aborrecía y conminaba a destruir! Y sin embargo…

—Si piensas en todo lo que ha ocurrido no creo que haya ninguna otra explicación —insistió Arcadio.

(Y, sin embargo, lo cierto es que había parecido sentirse tan inmensamente feliz… Quizá —Merriam se lo había oído decir a un sacerdote en Alejandría— existieran espíritus malignos a los que Dios permitía ver lo que ocurriría en el futuro, aunque siempre en grado limitado y con imperfecciones.)

—Me pareció una exhibición obscena y repugnante —dijo.

Arcadio guardó silencio.

Rodearon la base de la colina de mayor tamaño y llegaron al lugar en que el camino iba subiendo de nivel y el suelo se iba volviendo más seco. Los árboles se fueron alejando a su izquierda y les revelaron todo el panorama que se extendía hacia el este con los melonares de Alexa en primer término. Cientos de cadáveres yacían esparcidos sobre el paisaje pisoteado. Merriam se tapó los ojos con una mano, pero escapar al olor de la podredumbre que se mezclaba de forma casi agradable con el de los melones aplastados que empezaban a fermentar no resultaba tan fácil.

—Oh… —exclamó Arcadio al comprender que el camino que seguían les haría pasar a través de toda aquella carnicería.

—Bueno, tendremos que hacerlo —dijo Merriam—. No hay más remedio, ¿verdad?

Alzó el mentón en un gesto desafiante, le cogió de la mano y los dos cruzaron el campo repleto de bárbaros derrotados caminando lo más deprisa posible.

Merriam juntó los labios y no dijo nada.

Lottie subió a buscarla un rato después.

—Me preguntaba si estaría bien.

—Gracias. Necesitaba tomar un poco el aire, nada más.

—Ya sabrá que el avión se ha estrellado, ¿no?

—No. Sólo sé lo que me contaste.

—Sí. Cayó sobre un proyecto MODICUM al final de la calle Christopher. El 166, creo.

—Oh, eso es horrible.

—Pero el edificio aún estaba en construcción. Sólo han muerto un par de electricistas.

—Parece un milagro.

—Pensé que quizá le gustaría bajar y ver un rato la televisión con nosotros. Mamá está preparando Kafé.

—Sí, creo que me sentaría bien.

—Estupendo.

Lottie le sostuvo la puerta para que saliera del tejado. La escalera había conseguido una buena imitación del crepúsculo dos horas antes que el día.

Mientras bajaban, Alexa le dijo que quizá pudiera conseguir que Amparo obtuviera una beca para estudiar en la Escuela Lowen.

—¿Y eso sería bueno para ella? —preguntó Lottie, y enseguida se sintió un poco avergonzada—. Quiero decir que… Es la primera vez que oigo hablar de esa escuela.

—Sí, creo que sería muy bueno para ella. Mi hijo Tancred estudiará allí el año que viene.

Lottie no parecía muy convencida.

La señora Hanson estaba esperándolas delante de la puerta de su apartamento.

—¡Deprisa, deprisa! —exclamó mientras movía frenéticamente las manos—. Han logrado dar con la madre del chico, y van a entrevistarla.

—Ya hablaremos de eso después —dijo Alexa.

En la pantalla del televisor la madre del chico estaba explicando a la cámara y a los millones de telespectadores que no podía entender cómo era posible que su hijo hubiera hecho algo semejante.

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