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Circulo Podemos San Bartolomé de Tirajana

Romeral, realengas que los campesinos y pastores explotaban para poder subsistir. El comprador de las tierras era Francisco Amoreto, suegro del que sería el primer Conde de la Vega Grande y propietario de las tierras de Juan Grande. Así comienza El motín de Agüimes.



En el siglo XVIII, las tierras de Llanos del Polvo pertenecientes al municipio de Agüimes eran el único medio de subsistencia de la mayoría de sus vecinos, que las utilizaban como cultivo y para ganados de cabras. Si bien, por esa utilización de las tierras debían pagar al Cabildo que gobernaba la Isla un impuesto de un real por fanega, en su mayoría nunca fue así por la suma pobreza de los mismos.




Cuando se produce la intención de compra de aquellas tierras por parte de Amoreto, campesinos y pastores se amotinan en el pueblo, se enfrentan a la autoridad. Lo que no imaginaban aquellos humildes sublevados era que desde un principio recibirían el apoyo de la milicia. En este caso, del Teniente Coronel, Cristóbal de la Rocha, alcaide de la fortaleza de Santa Cruz del Romeral, quien cierra filas junto a los sublevados. Entre otras cuestiones, porque en la disputa se encuentran 108 fanegadas de sus tierras, roturadas por su suegro Antonio Lorenzo Bethencourt, que pagaba religiosamente el real por fanega al Cabildo.

Todo el vecindario se puso del lado de los amotinados y la autoridad quedó acorralada por la movilización general

Las autoridades tratan de detener el motín capturando a una veintena de vecinos a los que llegan a condenar a prisión, destierro y multas de sumas muy elevadas, pero las revueltan continúan, crecen. Aquello se ha convertido en un grito de guerra y los hombres toman las armas. La Audiencia intenta controlar la situación pero fracasa estrepitosamente, con lo que decide llamar al Capitán General con sede en Tenerife, para que detenga el motín. Inesperadamente, todo el vecindario se moviliza contra la acción de la Audiencia, se pone firmemente del lado de los amotinados. Un total de unos 400 hombres controlan las salidas y entradas de Agüimes, formando guardias.




En un acto de valentía, los amotinados se desplazan hasta Las Palmas, sede del Cabildo, y allí acamparán a modo #15M. Los sublevados ya no sólo procedían de Agüimes, sino de toda la Isla de Gran Canaria. Ya son 800 los hombres rodeando las casas Episcopales con su Capitán General dentro de Palacio. Cuando tratan de deportar a los presos, la revuelta se recrudece. Toda la población se dirige a la Marina, incluidas las mujeres. El conflicto llega a tal punto que el Capitán General ordena a sus hombres colocar la artillería para disparar a los amotinados.

Toda la población de Las Palmas apoya a los amotinados de Agüimes, incluidas las mujeres, que se dirigen a la Marina

Cuando la situación está a punto de desembocar en un trágico baño de sangre, la pronta intervención de la Iglesia salva la situación. Franciscanos, agustinos, jesuitas y canónigos sacan en procesión al Santísimo Sacramento, mientras los dominicos portan a la Virgen del Rosario. Aquella magnífica comitiva de clérigos se interpone entre los amotinados obrándose una especie de, digamos, 'milagro'.




Cuentan que "debido a la profunda religiosidad del pueblo ante la visión del Santísimo y la Virgen, los amotinados deponen su actitud". Se reanudan las negociaciones, el Capitán General decide soltar a los prisioneros y mandar información al Consejo de Castilla y al Rey para que decidan sobre el conflicto. Al regresar el Capitán General a Tenerife, el Consejo del Cabildo de la Isla llega a ofrecerle las rentas de sus bienes propios e incluso los privados de sus regidores para financiar la "merecida operación de castigo a que eran acreedores los grancanarios", a lo que el General se niega en rotundo.

El Consejo de Castilla decide adjudicar las tierras a los campesinos que las trabajaban

El Consejo de Castilla resuelve a favor de los vecinos, así como la Audiencia y el Comandante General reciben ordenes del Rey no sólo de olvidar las penas pronunciadas, sino de que los reos y vecinos reciban, a partir de entonces, un trato exquisito. Finalmente, el Consejo de Castilla decide adjudicar las tierras a los pastores y campesinos que las trabajaban.




Pero, ¿por qué asume el Rey tal solución? Muy sencillo. Se encontraba en juego la españolidad de las Islas Canarias. España estaba en guerra con Inglaterra. Se acaba de firmar el tratado de Utrecht, tras finalizar la guerra de sucesión española, en el que España cedía a Gran Bretaña Gibraltar y Menorca, y se comprometía a otorgarle el 'asiento de negros' (lucrativo negocio basado en el comercio de esclavos africanos hacia las colonias españolas en América). El año del Motín de Agüimes, el país andaba descontento con las cesiones territoriales, y Felipe V mandó ocupar Sicilia y Cerdeña, lo que dio lugar a otra batalla que sólo terminaría terminaría en 1720 con la firma del tratado de La Haya.




Gran Canaria carecía de ejército regular. Son los propios isleños los que constituyen las milicias, los responsables de la defensa de la Isla. El ataque de flotas inglesas a las Islas Canarias era continuo, dentro del conflicto que libraba Inglaterra contra Francia y su aliada, España. Recordemos que las consecuencias de aquellos ataques fueron la construcción posterior de una amplia red de fortines y castillos defensivos en las costas de Canarias, cuya finalidad era impedir los ataques y la conquista de las Islas por alguna potencia extranjera enemiga de la Corona de Castilla.

EL MOTÍN REAFIRMA LA FORTALEZA del castillo Y UNA INDEPENDENCIA DEL PODER DEL CONDADO, QUE LLEGARÍA HASTA EL SIGLO XX

Esta extraordinaria lucha popular fortaleció al campesinado local, así como sentó las bases para unas mejores condiciones de los mismos en sus futuras reivindicaciones ante la Audiencia. Las tierras pasaron a ser de propiedad comunal de todos los vecinos de Agüimes. Hecho, que además de reafirmar la fortaleza de los vecinos del Castillo, supuso conservar una independencia del poder del Condado, que llegaría hasta el mismo siglo XX.

Recomiendo la lectura de El motín de Agüimes, un extraordinario ensayo obra del historiador Antonio Béthencourt Massieu (Ediciones Cabildo Gran Canaria).



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