2312

2312


CISNE Y ZASHA » Extractos (4)

Página 20 de 93

Extractos (4)

Al final del periodo de crecimiento planetario que se produjo hace alrededor de 4,5 mil millones de años, había más planetas que ahora, los cuales se mantenían unidos por la gravedad, influenciándose entre sí con su proximidad y las resonancias orbitales, de tal forma que a menudo chocaban. Llevaban haciéndolo miles de años hasta llegar a ese punto, hasta alcanzar la última fase del crecimiento. Durante este periodo todos los planetas interiores sufrieron al menos un impacto muy fuerte.

Un planeta llamado Theia se situó en la órbita terrestre, en el punto L5, hasta alcanzar prácticamente el tamaño de Marte, antes de colisionar con la Tierra. La golpeó con un ángulo de 45 grados, a algo menos de cuatro kilómetros por segundo, no muy veloz en términos astronómicos. La masa de hierro de Theia se hundió para fusionarse con la corteza terrestre, y tanto el manto de Theia como parte del manto de la Tierra se vieron proyectados en órbita. La inercia angular que generó el impacto llevó a la Tierra a establecer ciclos orbitales de cinco horas alrededor del sol. No tardaron en formarse dos lunas a partir del material expulsado; los cálculos señalan entre un mes y un siglo. Al cabo, la más pequeña de las lunas topó con la mayor, imprimiendo las montañas desiguales que existen en el lado oculto de la luna resultante, la Luna.

Más o menos por esa época, un planeta pequeño de unos 3000 kilómetros de diámetro colisionó con Marte y creó el Valle Borealis, que básicamente abarca el hemisferio septentrional de Marte, que sigue teniendo seis kilómetros menos de altura que el meridional.

Venus chocó con un planeta del tamaño de Marte, creando una luna similar a la que posee la Tierra, llamada Neith; diez millones de años después, otro impacto confirió a Venus su lento movimiento retrogrado. Este cambio de rotación ralentizó a Neith e hizo que se precipitase sobre Venus y ambos se fusionaran.

Mercurio fue alcanzado por un protoplaneta que tenía la mitad de su tamaño, y lo hizo a tal velocidad y ángulo que arrancó el manto de Mercurio, proyectado a la órbita. Por lo general, Mercurio hubiese absorbido los restos, pero en los cuatro millones de años que tardó en producirse este proceso, la radiación solar se encargó de expulsar hacia afuera la mayoría de este material. Cerca de dieciséis cuatrillones de toneladas de la corteza de Mercurio acabaron en la Tierra, y más aún lo hizo en Venus. Al final, Mercurio sólo conservó el setenta por ciento más denso, básicamente la corteza planetaria. Así se entiende la gravedad de Marte, tratándose de un planeta cuyo diámetro es menor que el de Titán.

Algo después, los jóvenes Júpiter y Saturno cayeron a una resonancia orbital de uno sobre dos, con Júpiter girando durante dos de sus años por cada uno que lo hacía Saturno. Esto dio pie a una onda gravitacional muy potente, que resonaba en todo el Sistema Solar con fuerza variable, según la situación respectiva de ambos gigantes. Esta nueva onda atrapó en su punto álgido a Neptuno, que había crecido justo en el exterior de Saturno, ¡y lo expulsó del sol! Neptuno pasó de largo a Urano, al que empujó también hacia afuera y a su lado. Fue en ese punto que ambos gigantes gaseosos acabaron en las órbitas que ocupan en la actualidad.

Entre tanto, dentro de la órbita de Júpiter, esa misma onda de resonancia atrapó asteroides que luego proyectó por todo el sistema como si de bolas de la máquina del millón se tratase, en un periodo llamado Tardío Bombardeo Pesado, el cual se produjo hace 3,9 mil millones de años. Todos los planetas y satélites interiores encajaron impactos, hasta un punto en que las superficies de estos planetas se convirtieron a menudo en mares de roca fundida.

¡La Era de los Grandes Impactos! ¡Periodo Tardío de Bombardeo Pesado! Que no se diga que el constante ir y venir es cosa del pasado, que existe regularidad en el momento, que a veces no se antoja más bien una pista de autos de choque. La gravedad, la misteriosa gravedad, sigue inmutable sus propias leyes, interactúa con la materia, y el resultado es un movimiento complejo. Las ondas invisibles arrojan rocas a un lado y otro.

¿Y si la historia de la humanidad experimentase la acción de semejantes ondas invisibles? Porque al final se aplican las mismas fuerzas. ¿Qué grandes impactos nos hicieron como somos? ¿Podrá una nueva resonancia producir una onda capaz de arrojarnos en una nueva dirección? ¿Acaso nos adentramos en nuestro propio periodo de Tardío Bombardeo Pesado?

Ir a la siguiente página

Report Page