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KIRAN EN VENUS

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KIRAN EN VENUS

En cuanto Kiran estuvo a solas con Shukra, Shukra le dijo:

—Vamos a tener que someterte a unas cuantas pruebas, muchacho.

—¿Qué tipo de pruebas?

—De todos los tipos.

Tres hombres altos se presentaron para escoltarlos a través de unos bulevares de Colette, y Kiran procuró no cuestionar nada de lo que le ordenasen. Al entrar en un edificio con ventanales con vistas a una esquina trató de ver las indicaciones y recordar dónde estaban. Entre la Octava y Roble. Aunque el árbol que había a través de la intersección fuese un sauce.

—Dime otra vez por qué Cisne te trajo aquí —pidió Shukra mientras entraban en el edificio.

—Evité que la secuestraran cuando salió a dar un paseo por mi barrio. Quiso devolverme el favor.

—¿Pediste venir aquí? —preguntó Shukra.

—Más o menos.

Shukra negó con la cabeza un par de veces.

—De modo que ahora eres espía.

—¿A qué viene eso?

Shukra le miró con fijeza.

—En este momento espías para ella, seas o no consciente de ello. Lo averiguaremos tras llevar a cabo nuestras pruebas. Después, tú te convertirás en mi espía.

—¿Por qué iba a necesitar ella un espía aquí?

—Estaba muy próxima al León de Mercurio, y desde la muerte del León, ha empezado a viajar tal como lo habría hecho el León. Y el León siempre ha mantenido aquí un nutrido grupo de espías. De modo que vamos a ver qué determinan las pruebas.

Kiran notó que el corazón le latía con fuerza, pero los tres hombres grandes cerraron alrededor de él, y no tuvo más remedio que dejar que lo escoltaran a otra habitación. Ésta tenía el aspecto de ser una clínica médica. Al final las pruebas le parecieron más un examen médico que cualquier otra cosa, lo cual supuso un gran alivio. Claro que no es bueno que los exámenes médicos sean la mejor opción.

Al finalizar la jornada fue llevado de nuevo en presencia de Shukra. Shukra examinaba la consola que supuestamente mostraba los resultados de las pruebas a las que habían sometido a Kiran. Cuando habló, lo hizo a los escoltas de Kiran.

—Parece limpio, y no sé por qué me hace dudar. Por ahora lo usaremos de carnaza.

Después asignaron a Kiran a una cuadrilla de trabajo china que residía en un edificio próximo al borde del cráter de la ciudad. Juntos salían de la urbe casi todos los días para trabajar en el exterior. Los miembros de la cuadrilla no tenían control sobre sus vidas, sino que iban a donde les decían, hacían lo que se les ordenaba y comían lo que les daban. Casi era como estar en casa.

Un burdo cinturón de traducción que Cisne le había regalado era la única compañía que tenía Kiran. Solían mirarle con extrañeza durante unos segundos cuando lo usaba para hacer posible la comunicación, pero también mantuvo unas cuantas charlas de diez minutos gracias al aparato que fueron mucho mejor que nada. Sin embargo, pasaba solo la mayor parte del tiempo, solo entre la multitud, trabajando junto a los demás miembros de su equipo en lo que hubiese surgido ese día. Nunca volvió a ver a Shukra después de someterse a la batería de pruebas, lo que le hizo sentir un fracasado, aunque un día se le ocurrió pensar que tal vez había aprobado.

Fuera como fuese tenía trabajo de sobras por delante, casi todo fuera de Colette, bajo la perpetua tormenta de nieve que había desatado la gran lluvia. La fuerte nevada caía en el nuevo mar de hielo seco antes de que se cubriese por completo por roca falsa, lo cual suponía un problema. A diario los equipos mayores salían a operar quitanieves y gigantescas excavadoras con los que despejar la nieve del hielo seco, para que después las cuadrillas encargadas de la roca falsa pudiesen cubrir el hielo antes de que cayera más nieve sobre él. Se dijo que finalizar aquella labor llevaría diez años más, pero Kiran también había oído que un año, y alguien le dijo que cien. Nadie lo sabía a ciencia cierta, y con el cinturón era difícil seguir los debates de la pantalla después de la comida, cuando a veces los compañeros del trabajo trataban de hacer los cálculos en sus consolas de muñeca. Diez años era el cálculo más popular. Hablando de trabajos basura… ¡Tenía que mejorar su conocimiento del chino!

Por la noche dormía en un dormitorio comunitario. Ésta fue la parte más interesante, porque la gente se tumbaba en un largo colchón que su cinturón denominó matrazenlager, y que básicamente era un colchón que medía lo que la habitación, con números en las cabeceras para señalar el sitio de cada cual, algo que llevaba a una cantidad de sexo considerable practicado a oscuras, sexo en el que a veces incluso participó. Luego, por la mañana, comía en una cafetería, y hacía cola para que lo enviasen a la infinita llanura en un todoterreno, cuando no subía en un helicóptero del tamaño de un portaaviones, que los transportaba al mar de hielo seco para operar bulldozer, waldos, cañones de nieve (llamados dragones), superquitanieves y cortadores de hielo muy similares a los vehículos asignados a la retirada de asfalto y hormigón que recordaba de su vida en Jersey, pero cien veces mayores. Después de unas semanas podía operar cualquiera de ellos, puesto que no era muy complicado: la mayor parte del tiempo la pasaba diciendo a la Inteligencia Artificial lo que debía hacer, era como ser el capitán de un barco. Un día de trabajo por un equipo de mil operarios bastaba para despejar muchos kilómetros cuadrados de hielo seco, y a lo lejos, en el horizonte, se recortaban los edificios negros que extendían inexorables la roca falsa. Se decía que la otra orilla de aquella parte del mar de hielo se encontraba a 600 kilómetros de distancia.

Más adelante pasó unas semanas trabajando en un imponente waldo, soltando lo que los demás denominaban placas de estegosaurio, para después cargarlas en un camión gigante. El trabajo con el waldo siempre resultó muy exigente, pues suponía mover todo el cuerpo, como bailar, algo que no era físicamente duro, pero sí requería prestar atención a todos los movimientos para que el waldo se desplazara en la dirección pretendida. Por tanto, podía ser un trabajo interesante o simplemente cuestión de levantar y transportar, independientemente de lo cual lo dejaba agotado.

Al final de aquella temporada trató de mejorar su chino. No conoció a nadie que hablara inglés, por lo que el cinturón traductor fue su mejor maestro, pero le resultó muy difícil. Le decía cosas y luego escuchaba la traducción, y trataba de repetirlo. Pero cuando lo decía de nuevo en chino, y el cinturón lo traducía al inglés, nunca encajaba. Él decía: «Mi radar no funciona», exactamente tal como lo había oído decir en chino, y la traducción del aparato fue «Reunión inminente al aire libre». Probó con «¿Dónde vives?», y la respuesta fue «Tu loto ha interpolado».

—¡Ojalá! —exclamó, riendo con tristeza—. Ya me gustaría a mí que mi loto interpolase, pero ¿cómo?

Obviamente, la gente con quien hablaba le tomaba por loco. Algo estaba haciendo mal, pero ¿qué?

—Es una lengua difícil —comentó uno de sus compañeros de dormitorio cuando se quejó. Trató de memorizar eso correctamente.

Pero tal como estaban las cosas, su traductor se había convertido en su mejor amigo. Hablaron mucho. Tenía la esperanza de sacarle más provecho, y pronto. Decir hola y cómo estás y demás a las personas con quienes se relacionaba le fue saliendo mejor. Además, estas personas se mostraron más inclinadas a la hora de hablarle lentamente.

El trabajo se mantuvo en la línea de afrontar las tareas monumentales que tenían ante sí, trabajos mucho más ambiciosos que empresas similares de la Tierra. Pero qué importancia tenía que el trabajo consistiera en quitar nieve.

Una vez envió un mensaje a Cisne para decirle que estaba contento de saber que había sobrevivido al ataque a Terminador, y en él mencionó que no había vuelto a ver a Shukra. Al cabo de unas semanas recibió una respuesta: «Prueba con Lakshmi», decía. Y adjuntaba una dirección de la nube venusiana.

Lo investigó y descubrió que Lakshmi era un nombre que hacía que los demás guardasen silencio y desviaran la mirada. Debía de ser alguien poderoso, con sede en Cleopatra; aliado de Shukra, o enemigo, en realidad la gente no lo sabía, o no quería decírselo.

Así que tal vez Cisne quisiera cambiar a su informador a un puesto más próximo a la acción. O tal vez sólo estaba tratando de ayudar.

O quizá lo había abandonado a su suerte.

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