2312

2312


CISNE Y GENETTE Y WAHRAM

Página 79 de 93

CISNE Y GENETTE Y WAHRAM

Fue en una de las famosas puestas de sol de Titanic que Cisne vio a Wahram, cruzando la cubierta de la cocina para saludarlas a la inspectora Genette y a ella. Corrió hacia él y lo abrazó, y después le miró largamente, con cierta timidez. Él le dedicó su fugaz sonrisa de costumbre, y comprendió que todo estaba en orden entre ambos. La ausencia aumenta el cariño, sobre todo, pensó, la ausencia de ella.

—Bienvenidas a nuestra obra en marcha —dijo—. Ya veis cómo nos ayuda la luz de las vulcanoides.

—Es precioso —dijo—. ¿Pero bastará con esta luz para calentarnos? ¿Se pueden alcanzar temperaturas de biosfera, eso no serían casi 200 grados Kelvin más?

—La luz por sí sola no puede hacerlo. Pero tenemos un mar interior con un promedio cercano a los 280 grados Kelvin, de modo que el calor de por sí no supone un problema. Transferiremos algo de ese calor a nuestra atmósfera. Y con la ayuda de esta ración extra de luz, no habrá problema, es más, no habrá ningún problema. Surgirán algunos problemas con el balance del gas, pero podemos resolverlos.

—Me alegro por ti. —Cisne miró hacia las inmensas nubes de tormenta que había sobre la carpa, tonos salmón, naranja quemado y bronce. Por encima de las nubes, las relucientes virutas de luz brillaban en el firmamento azul, haces mayores y más brillantes que cualquier estrella; algunos de los escudos solares actuaban de espejo, y Cisne supuso que reorientaban la luz de las vulcanoides hacia la cara nocturna de Titán. Enormes nubes cargadas de tormenta, iluminadas por el sol de un lado y los espejos por el otro, parecían nubes de mármol. Le dijeron que la puesta de sol duraría un par de días.

—Es muy hermoso —dijo Cisne.

—Gracias —dijo Wahram—. Lo creas o no, éste es mi verdadero hogar. Ahora reunámonos con la inspectora y demos un paseo. Queremos hablar con vosotras en confianza.

—¿Todos los demás están aquí? —le preguntó Genette cuando se acercaron.

Wahram asintió.

—Sígueme.

Los tres se pusieron el traje de vacío y salieron del espaciopuerto, llamado Shangri-La, a través de una esclusa situada en el extremo norte de la ciudad. Anduvieron unos kilómetros hacia el norte por una senda amplia cuya pendiente ascendía de forma gradual hasta alcanzar una planicie glacial con vistas. Una zona amplia empedrada formaba una especie de plaza abierta, con vistas a un lago de etano. El brillo metálico del lago reflejaba como un espejo las nubes y el cielo, y lo que era un impresionante fresco de vivos colores mezclados, rosa y oro, cereza y bronce, todo en discretos brochazos fauvistas; realmente la naturaleza no conocía el miedo a la hora de tirar de paleta. Los reflejos en los espejos nuevos del lago eran como trozos de plata que nadaban en cobre y cobalto líquido. La luz del sol y la luz solar reflejada en los espejos se entrecruzaba para privar de sombras al paisaje, cuando no dar pie a una imperceptible sombra doble, extraña a ojos de Cisne, de aspecto irreal, como la puesta en escena en un teatro tan inmenso que ni siquiera se veían las paredes. Saturno pasó sobre las nubes, el canto de los anillos como una falla blanca que agrietaba esa parte del cielo.

Habían montado un pabellón rectangular en una esquina de la plaza. En el interior había una tienda de campaña de tela más pequeña, como una yurta o una bola hueca parcialmente desinflada, que descansaba sobre el piso de la tienda principal. Wahram llevó a Cisne y la inspectora a través de las esclusas habilitadas en la tienda, luego a la yurta interior. Allí encontraron a un pequeño grupo de personas sentadas en cojines en el suelo, formando más o menos en círculo.

Todos se levantaron para saludar a los recién llegados. Había alrededor de una docena de personas, tal vez quince. Era evidente que la mayoría de ellos ya conocían a Wahram y Genette, quienes presentaron a Cisne a más personas de las que iba a ser capaz de recordar.

Una vez hechas las presentaciones y todos se sentaron de nuevo en el suelo, Wahram se volvió hacia Cisne.

—Cisne, nos gustaría charlar contigo al margen de Pauline. Esperamos que vuelvas a estar de acuerdo con apagarla.

Cisne titubeó, pero hubo algo en el rostro de Wahram, una súplica inarticulada, como la que podría verse en la cara del sapo cuando trata de convencer a la rata y el topo de que se le unan en algo que a él le parece crucial, que la llevó a responder:

—Claro, por supuesto. Apágalo todo, Pauline. —Y después de oír el chasquido metálico con que Pauline anunciaba que se disponía a dormir, cisne presionó el botón que tenía tras la oreja, por si acaso—. Ya está apagada —anunció a los presentes. Apagaba continuamente a Pauline, pero no le gustaba que los demás le ordenasen hacerlo.

La inspectora Genette se incorporó de un salto y se situó a la mesa delante a ella; casi se encontraban exactamente a la misma altura.

—También nos preguntamos si podemos hacer una comprobación para asegurarnos de que Pauline esté completamente inactiva. A veces, el huésped humano no tiene la completa seguridad. Te habrás dado cuenta de que he dejado a Passepartout en la ciudad, por ejemplo.

—Podría estar grabando a distancia, ¿no? —preguntó.

Genette parecía dudar.

—No lo creo, pero precisamente para impedir cualquier escucha estamos dentro de este espacio confidencial. Nos hemos confiado al interior de una caja negra. Pero querríamos asegurarnos de que hemos asegurado el interior, haciéndote algunas pruebas.

—De acuerdo —dijo Cisne, molesta como Pauline lo habría estado—. Comprobadlo, pero vamos, estoy segura de que duerme.

—Quienes duermen aún pueden oír cosas. Queremos que esté apagada. Y, en efecto, me permito recordarte, recomendarte, las ventajas que entraña mantener el qubo separado de tu propio cuerpo.

—Eso es lo que suele hacer la gente descortés —replicó Cisne.

Las pruebas del nivel de actividad de Pauline se efectuaron por medio de varillas colocadas en su cuello, luego pidieron a Cisne que se cubriera brevemente con una gorra de malla flexible.

—Está bien —dijo Wahram cuando uno de sus colegas asintió a modo de confirmación—. Ahora estamos solos aquí, y esta conversación no será grabada. Todos tenemos que estar de acuerdo para mantener en secreto todo cuanto se diga aquí. ¿Lo harás? —preguntó a Cisne.

—Lo haré —afirmó ella.

—Bien. Alex fue quien inició estas reuniones, junto con Jean, aquí presente. Tenía la sensación de que había problemas de desarrollo que debían discutirse lejos del ámbito cubierto por las Inteligencias Artificiales del sistema. Y uno de estos problemas se debe a un nuevo tipo de qubo que ha irrumpido en escena. ¿Inspectora?

La inspectora Genette dijo a Cisne:

—¿Te acuerdas de aquellas supuestas personas que conociste en el Mongolia Interior? En cierto modo pasaron el test de Turing, o la prueba de Cisne, como supongo que podríamos llamarla, en tanto en cuanto concluiste que se trataba de personas que representaban un papel. La gente hace a veces cosas así, y en muchos aspectos es una explicación más probable que la existencia de un humanoide perfecto.

—Y sigo pensando que eran personas —dijo Cisne—. ¿O tienes pruebas de lo contrario?

—Sí. Son tres de los qubos humanoides que hemos descubierto. Hay alrededor de 400 de ellos. La mayoría actúan en gran medida como las personas, y mantienen un perfil bajo. Unos pocos actúan de forma extraña. Las tres que conociste eran algunos de los más raros. Otro intentó introducirse en la estación de Wang en Ío. Pudimos recuperar los restos del mismo en la lava, y aún era reconocible la pauta de puntos cuánticos.

Cisne negó con la cabeza.

—Esos tres que conocí me parecieron demasiado tontos para tratarse de máquinas, si sabes a qué me refiero.

—Tal vez porque estás acostumbrada a tratar con Pauline —sugirió la inspectora.

—A menudo se comporta como una tonta —dijo Cisne—. Claro que menuda novedad. Aunque admito que en ocasiones me sorprende bastante. Más de lo que la mayoría de la gente lo hace.

—Pues siempre te he oído decirle lo contrario —señaló Wahram con una mirada llena de curiosidad.

—Sí, es verdad. Me encanta tomarle el pelo.

—Pero programaste a Pauline para tener un carácter audaz —intervino Genette—, para conversar y replicarte con agudeza. Tiene algo de programación recursiva, que da mayor peso al pensamiento asociativo y metafórico que a la lógica del si esto, entonces lo otro.

—Bueno, pero eso sólo es una parte del programa. La deducción es lógica, supuestamente, y posee un potente programa de deducción. Pero la deducción resulta ser casi tan metafórica como la libre asociación. Al final es imposible predecir lo que dirá.

—La cuestión de la programación es una parte crucial de la reunión de hoy —dijo Wahram, dirigiéndose a todos los presentes—. Tenemos pruebas que sugieren que algunos qubos se están programando activamente, en particular los relacionados con el montaje de estos humanoides con qubos por cerebro. No sabemos que un ser humano les haya pedido hacerlo, y tampoco por qué lo están haciendo. Por tanto, lo primero que debemos preguntarnos es qué son, y quién los está haciendo. Sabemos que no pueden comunicarse internamente entre sí debido a problemas de decoherencia. En otras palabras, no forman parte de una especie de mente enjambre. Sin embargo, pueden comunicarse igual que nosotros, hablando unos con otros, utilizando todas las formas de comunicación que conocemos. Aunque en su caso emplean encriptación cuántica, no es posible romper sus códigos. Robin, aquí presente —señaló a la persona situada frente a él, que saludó a Cisne con una breve inclinación de cabeza—, ha estado coordinando la grabación de sus conversaciones por radio y en la nube, e incluso en algunas de las comunicaciones vocales directas. Si bien no podemos descifrar sus códigos, sabemos que están hablando.

—Pero volviendo un poco a lo de antes: ¿Cómo pueden autoprogramarse? —preguntó Cisne—. He oído que la autoprogramación recursiva no hace más que acelerar las operaciones que ya se conocen.

—Así es, pero si se les instruyó para tratar de hacer algo, por ejemplo, podrían darse algunos resultados muy extraños. Presionar en la manera de hacer que algo funcione podría haberlas llevado a concebir otras ideas. Puede que se parezca mucho a cómo plantean una partida de ajedrez. Se les asigna una tarea, que es ganar, y se les dice que busquen la forma de hacerlo, y luego, mientras repasan todas las opciones posibles, tal vez hayan obtenido algunos éxitos inesperados en el modelado de los cursos de acción efectivos en la consecución de sus objetivos. Eso no sería precisamente un proceso de orden superior, lo que no quiere decir que no sirva para cumplir con el cometido y desembocar en nuevos algoritmos. Eso entonces podría retroalimentar el empeño en intentar más cosas. En algún momento del esfuerzo de autoprogramación en la búsqueda de mayor eficacia, podrían haber topado con la conciencia, o algo parecido a la conciencia. O tal vez el proceso pudo haber dado lugar a algunos comportamientos extraños, incluso nuevos comportamientos destructivos. Sea como sea, ésta es la teoría que hemos desarrollado hasta el momento.

—¿Piensan los programadores originales de los qubos que este tipo de procesos puede haber llegado muy lejos? Me refiero a si los qubos no seguirán sometidos a los algoritmos.

—Resulta que los programadores que primero construyeron ordenadores cuánticos utilizaron estructuras diferentes, y terminaron creando varias arquitecturas diferentes de funcionamiento interno. Así que en realidad hay distintos tipos de qubos, cada uno con formas diferentes de conocimiento: diferentes protocolos, algoritmos, redes neuronales. Tienen imitaciones del cerebro de diversos tipos: aspectos de lo que podría denominarse conciencia del yo, y muchas otras características propias de la conciencia. No son simplemente un diseño, y en cuanto a su mentación, pueden haber iniciado la especiación.

—Vemos señales claras de autoprogramación en los qubos. —La inspectora Genette se hizo con la palabra—. Cuesta decir con certeza a dónde los habrá llevado. Pero nos preocupa porque no tienen la arquitectura del cerebro y la química que nos hace pensar en la forma en que lo hacemos. Nuestro pensamiento es muy emocional. Nuestras emociones son cruciales para la toma de decisiones, el pensamiento a largo plazo, la creación de la memoria. El sentido general del significado. Sin estas habilidades no seríamos humanos. No seríamos capaces de funcionar como individuos en grupos. Y sin embargo los qubos no tienen emociones, sino que piensan a través de diferentes arquitecturas, protocolos, métodos físicos. Por tanto poseen mentalidades que no son propias de seres humanos, por mucho que en cierto modo sean conscientes. Ni siquiera podemos estar seguros de que se parezcan entre sí en las formas que han asumido este nuevo estado. No sabemos si piensan en términos matemáticos o lógicos, o en una lengua como el inglés o el chino. O si los diversos qubos también se diferencian en esto.

Cisne asintió con la cabeza mientras lo meditaba. Si aquellas tontas eran qubos, por no hablar del jugador de petanca, sería bastante increíble, aunque sólo fuese en términos de morfología. En cuanto a la mentación, nada de esto la sorprendió en particular.

—Hablo continuamente con Pauline acerca de estos temas —les dijo—. Pero lo que saqué en claro de aquellas conversaciones es lo aislados que están los qubos debido a las carencias mentales que mencionáis. Tal vez se deba a la falta de emociones. Hay tantas cosas que no pueden hacer.

—Eso parecía —dijo Wahram tras un silencio—. Pero ahora da la impresión de que pueden estar generando metas para sí mismos. Tal vez se den algunas seudo emociones; no lo sabemos. Probablemente todavía no sean muy sabios, que estén más próximos a los grillos que a los perros. Pero, ya sabes, no sabemos cómo funciona nuestra mente, a la hora de crear los niveles superiores de conciencia. Ya que no podemos introducirnos en los qubos para ver lo que está pasando en su interior, confiamos aún menos en ellos de lo que confiamos en nosotros. De ahí… el problema.

—¿Habéis aislado a alguno para investigarlo?

—Sí. Pero los resultados son ambiguos. Es curiosamente similar a tratar de estudiar nuestro propio cerebro: es el instante en que se produce el pensamiento lo que quieres estudiar, pero incluso si puedes descubrir en qué parte del mecanismo suceden los pensamientos, no podemos estar seguros de qué es exactamente lo que los provoca, o cómo se viven por dentro. En ambos casos implican efectos cuánticos que no pueden rastrearse fácilmente a una fuente física o una acción.

—Existe cierta preocupación de que sentemos un mal ejemplo si nos excedemos en nuestras acciones —agregó Genette—. ¿Y si se les ocurre que es correcto que ellos nos estudien de la misma manera?

Cisne asintió con tristeza, recordando la mirada en los ojos del jugador de petanca, incluso en los ojos de las chicas tontas, visto que había reconsiderado su naturaleza. Tenían una mirada que decía que iban a hacer casi cualquier cosa. O que no entendían lo que estaban diciendo.

Aunque había gente que tenía ese aspecto continuamente.

—Pues ya ves cuál es el problema —dijo Wahram—. Y ahora se está haciendo más apremiante, porque existen pruebas sólidas de que estos humanoides qubo son fruto del encargo de otros qubos, qubos en cajas, o robots.

—¿Por qué harían eso? —preguntó Cisne.

Wahram se encogió de hombros.

—¿Es malo? —preguntó Cisne, pensándolo bien—. Quiero decir que no pueden unirse y convertirse en una especie de mente colmena, debido a la decoherencia. Por lo cual, en última instancia, son sólo personas con mentes de qubo.

—Personas sin emociones.

—Siempre ha habido gente así. Salen adelante.

Wahram entrecerró los ojos.

—En realidad, no. Pero mira, aún hay más.

Miró a Genette, quien dijo a Cisne:

—Los ataques que hemos estado investigando sobre Terminador y Yggdrasil contaron con una participación qubical. Además, tenía esa foto que me diste de tu jugador de petanca y que envié por mensajero a Wang, quien buscó en sus archivos no vinculados, y aunque no pudo identificar al jugador de petanca, obtuvo fotos que muestran a esa persona en una reunión organizada por Lakshmi en Cleopatra, en el año 2302. Es significativo, porque los informes de comportamientos extraños comenzaron a aparecer en todo el sistema en los años inmediatamente posteriores a ese encuentro. Cuando todos los avistamientos se correlacionan y analizan, convergen en el tiempo y el espacio con esa reunión en Venus. También hemos averiguado que la organización de Los Ángeles que ordenó el lanzamiento de los guijarros es totalmente qubical; los únicos seres humanos que participan integran una especie de consejo de administración. También descubrimos qubos involucrados en la construcción del mecanismo de puesta en marcha, que ahora sospecho que fue construido en un astillero independiente relacionado con el grupo de Vesta. Encontramos la orden de impresión. Hay muy pocos seres humanos en esos astilleros particulares; están casi totalmente robotizados. De modo que cabe la posibilidad de que todo esto sea obra de los qubos, sin que haya un sólo ser humano involucrado.

—Tal vez —dijo Cisne—, pero debo decir en este momento que el jugador de petanca tenía emociones. ¡Me estuvo horadando con la mirada! Quería que supiera algo. De lo contrario, ¿por qué se me acercó? ¿Por qué hizo esos lanzamientos increíbles? Quería que yo supiera que estaba allí. Y el deseo es, sin duda, una emoción.

El resto de los presentes lo meditaron.

—¿Por qué crees que las emociones son bioquímicas? ¿No podrías tener emociones sin hormonas ni sangre ni nada? ¿Un nuevo sistema afectivo que sea eléctrico, o cuántico?

Genette levantó una mano como para detenerla.

—No lo sé. Todo lo que podemos decir es que no sabemos qué tipo de intencionalidad tienen ahora, porque cuando comenzaron sus intenciones eran muy limitadas. Lee la entrada, sométela a algoritmos, dale forma. Ésa era la intención de la Inteligencia Artificial antes de esto. Así que ahora que parecen albergar la intención de actuar, tenemos que estar en guardia. No sólo por principios, como haríamos ante la existencia de cualquier cosa nueva y desconocida, sino debido a que algunos de ellos se comportan de manera peculiar, mientras que otros ya han emprendido ataques contra nosotros.

Un miembro del grupo, un tal doctor Tracy, Cisne creía recordar, intervino entonces:

—Quizá el hecho de vivir en cuerpos humanoides ha convertido a estos qubos en entidades emocionales. La mente encarnada es emocional, por ejemplo, y ahora son mentes encarnadas.

Una mujer tan menuda como la inspectora Genette se incorporó en la silla y dijo:

—Todavía no estoy convencida de que los qubos tengan algún pensamiento de orden superior, incluyendo cosas como la intencionalidad y la emoción, las cuales derivan de la propia conciencia. A pesar de sus increíbles velocidades de cálculo, siguen funcionando sirviéndose de los algoritmos que les proporcionamos, o algoritmos posteriores derivables. La programación recursiva tan sólo puede refinarlos. Son algoritmos sencillos. La conciencia es un campo mucho más complejo. No se puede progresar de los algoritmos a la conciencia…

—¿Estás segura? —preguntó Genette.

La mujer menuda inclinó la cabeza justo del modo que Cisne había visto hacerlo a Genette.

—Creo que sí. No veo cómo los niveles más altos de complejidad podrían evolucionar a partir de los algoritmos que poseen. No pueden recurrir a la metáfora, que apenas comprenden. No pueden interpretar las expresiones faciales. Con habilidades así, un niño de cuatro años está muy por delante de ellos, y un ser humano adulto simplemente pertenece a un orden diferente.

—Esto es lo que nos enseñaron cuando éramos jóvenes —dijo Genette—. Y lo más importante, cuando los qubos lo eran.

—Pero también es lo que llevamos estudiado toda la vida, y visto con nuestros propios ojos —respondió con cierta brusquedad la mujer menuda—. Y programado.

A pesar de estas verdades, ninguno de los presentes parecía especialmente reconfortado.

—¿Qué hay de las instalaciones donde se montan estos humanoides, o se producen o como se diga —preguntó Wahram a Genette—. ¿Podríamos apagarlas?

—Cuando las localicemos —dijo la inspector, malhumorada.

—¿Podríamos reunir a todos los humanoides que ha identificado?

—Creo que sí —dijo Genette—. Habría que ver cómo, porque Alex era una parte crucial en nuestro esfuerzo, y hemos tenido que restablecer nuestro equipo agitando recurriendo a la red. Así es cómo hemos conseguido eso, y el equipo ha vuelto a conectarse tras su ausencia. Han identificado y están siguiendo aproximadamente a 400 de estas cosas, como ya he dicho. Nuestra exploración del sistema ha sido tan exhaustiva, que no creo que quede nada más escondido en ningún acuerdo al que tengamos acceso. No puedo estar segura acerca de las independientes, pero las estamos investigando a todas. Mientras lo hacemos, nos mantenemos a distancia de los humanoides que tenemos bajo vigilancia, y no parecen saber que los hemos localizado. Son pocos los que actúan de forma tan extraña como las tres del terrario Mongolia Interior, o el que se quemó en Ío. Tienden a tratar de hacerse pasar por uno más. No sé cómo interpretar eso. Es como si estuvieran a la espera de algo. Me hace sentir que no abarcamos el alcance total del problema, y por eso no quiero esperar mucho más tiempo antes de actuar. Pero estaría bien creer que entendemos la situación global antes de hacerlo.

Genette había estado caminando alrededor de la mesa mientras hablaba, y se detuvo ante Cisne, como si estuviera hablándole específicamente a ella:

—Estos organismos, estos humanoides qubicales, existen. Y en algunos aspectos, hasta el momento su patrón de comportamiento no ha sido lo que yo llamaría cuerdo. Algunos nos han atacado, y no sabemos por qué.

—Así que tenemos que actuar —concluyó Wahram, tras un breve silencio.

Ir a la siguiente página

Report Page