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PAULINE Y LA REVOLUCIÓN

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PAULINE Y LA REVOLUCIÓN

Cisne acompañó a los inoculantes de vuelta a Mercurio en el primer transporte disponible, un terrario parcialmente terminado. De momento era imposible determinar en qué se convertiría, ya que era un cilindro vacío, sin oxígeno y con paredes de roca, una línea solar y un gimnasio selvático alargado con puntales, atornillados en tapones de hormigón en la roca de la pared interior. Cisne miró a la gente que había a su alrededor en el inmenso marco de acero del enorme rascacielos, no conocía a nadie, y se dio cuenta de que había sido un error tomar ese vuelo, no tanto como cuando viajó a oscuras, pero un error de todos modos. Por otra parte, pensar en lo que era conveniente o no se le antojaba trivial en ese momento. Recorrió tramo a tramo de escaleras metálicas hasta alcanzar la azotea descubierta del rascacielos, que casi tocaba la línea solar. Desde el techo de baja gravedad podía mirar hacia abajo, hacia afuera y hacia arriba. A su alrededor todo era un espacio cilíndrico sumergido en las sombras, atravesado por puntales, cubierto de roca desnuda. El edificio era el rincón iluminado de un castillo extenso como la inmensidad; el suelo al pie del rascacielos se encontraba debajo, a varios kilómetros, y el terreno situado en el lado opuesto de la línea solar un poco más allá. Era como un conjunto de ruinas góticas, con algunas personas como ratones apiñados alrededor de la calidez que despide una última vela. No había sido así en los primeros tiempos, cuando un cilindro recién ahuecado era la personificación de un sinfín de posibilidades. Que su juventud hubiese llegado a esto: que toda la civilización fuese realmente algo así, mal planificada, incompleta…

Cisne apoyó los codos en la barandilla para disfrutar de cierta estabilidad en la baja gravedad. Puso la barbilla sobre las manos entrelazadas y, sin dejar de contemplar el lugar, dijo:

—Pauline, háblame de la revolución.

—¿Con qué nivel de detalle?

—Habla un rato.

—«Revolución», del latín revolutio, vuelta. A menudo se refiere a un rápido cambio en el poder político, logrado con frecuencia por medios violentos. Con connotación de una exitosa revuelta fruto de la lucha de clases orquestada desde una clase inferior.

—¿Causas?

—Las causas de la revolución se atribuyen a veces a factores psicológicos, como por ejemplo la infelicidad y la frustración; en ocasiones a factores sociológicos, especialmente a la sistemática situación de inequidad en la distribución de bienes materiales y culturales; a factores biológicos, donde los grupos se pelean por la asignación de bienes limitados.

—¿Estos no son aspectos distintos de la misma cosa? —preguntó Cisne.

—Es un campo multidisciplinar.

—Ponme algunos ejemplos —pidió Cisne—. Pon nombre al más famoso.

—La guerra civil inglesa, la revolución americana, la revolución francesa, la revolución haitiana, la rebelión de Taiping, la revolución rusa, la revolución cubana, la revolución iraní, la revolución marciana, la revuelta de la Liga de Saturno…

—Vale —dijo Cisne—. Dime por qué ocurren.

—Los estudios no han podido explicar por qué suceden. No hay leyes históricas. Los rápidos cambios del poder político se han producido sin violencia, lo que sugiere que la revolución, la reforma y la represión son móviles demasiado amplios por definición para ser de ayuda en análisis causales.

—Vamos —objetó Cisne—. ¡No seas gallina! Alguien tiene que haber dicho algo que pueda citarse. O trata incluso de pensar por ti misma.

—Sé que te cuesta, dada tu insuficiente programación. Hablas como si estuvieras interesada en lo que algunos han llamado «las grandes revoluciones», debidas a sus grandes transformaciones del poder económico, las estructuras sociales y los cambios políticos, sobre todo a los cambios constitucionales. O tal vez te interesan las revoluciones sociales, en referencia a los cambios masivos en la visión del mundo de una sociedad y a la tecnología. Por ejemplo, la revolución del Paleolítico Superior, la revolución científica, la revolución industrial, la revolución sexual, la revolución biotecnológica, el Accelerando como confluencia de revoluciones, la diáspora espacial, la revolución de género, la revolución de la longevidad, y así sucesivamente.

—Así es. ¿Qué pasa con el éxito? ¿Puedes enumerar las condiciones mínimas y necesarias para que tenga éxito una revolución?

—Los acontecimientos históricos suelen ser demasiado determinados para describirse mediante la terminología de la lógica causal a la que se recurre al utilizar la expresión «mínimas y necesarias».

—Pues inténtalo.

—Los historiadores hablan de masa crítica de frustración popular, debilidad de la autoridad central, pérdida de la hegemonía.

—¿Qué significa eso?

—«Hegemonía» significa que un grupo domina a los demás sin ejercer la fuerza bruta, algo parecido a un paradigma que da pie a un consentimiento ante una jerarquía de poder que pasa desapercibido. Si el paradigma es cuestionado, sobre todo en situaciones de necesidad material, la pérdida de la hegemonía puede ocurrir de forma no lineal, iniciando revoluciones tan rápidamente que no hay tiempo más que para la violencia simbólica, como en las de 1989, terciopelo, seda, silencio y revolución cantarina.

—Espera, ¿hubo una revolución cantarina?

—Los Estados bálticos de Letonia, Estonia y Lituania llamaron «revolución cantarina» a su retirada en 1989 de la Unión Soviética, en referencia al comportamiento de los manifestantes en las plazas de la ciudad. Lo cual nos lleva a lo siguiente: la gente organizada en masas físicas parece ser un factor importante. Si una cantidad suficiente de la población sale a las calles en manifestaciones masivas, los gobiernos no tienen una buena defensa. «Deben despedir al pueblo y elegir a otro», como dijo Brecht. Puesto que eso es imposible, a menudo caen. O estalla una guerra civil.

—Sin duda, la literatura sobre las revoluciones no puede ser tan superficial —dijo Cisne—. ¡Sólo citas cosas al azar! Tiene la mente como los anillos de Saturno: millones de kilómetros de ancho y un centímetro de profundidad.

—La catacresis y recurrir a anticuadas unidades de medición apuntan a la ironía o el sarcasmo. Viniendo de ti, probablemente se trate de sarcasmo.

—¡Dijo ella con sarcasmo! No eres más que un motor de búsqueda.

—Un paseo cuántico es un paseo aleatorio por definición. Por favor, no dudes en actualizar mi programa en el momento que te sea más oportuno. He oído que el otro algoritmo de Wang es muy bueno. Algunos principios de generalización serían útiles.

—Continúa, quiero saber más sobre los motivos que causan las revoluciones.

—Las personas se adhieren a ideas que explican y ofrecen una compensación psicológica a la posición que ocupan en el sistema de clases de su época. O bien aumenta el sentimiento de desposesión en la gente mediante la aclaración, o bien trata de restarle importancia, aferrándose a una ideología que justifique la expropiación como parte de un proyecto mayor. El pueblo a menudo actúa en contra de sus propios intereses, como resultado de ideologías que tienen que justificar su sometimiento a sí mismas. Tanto la negación como la esperanza representan un papel importante en este proceso. Estas ideologías compensatorias forman parte de la influencia hegemónica sobre los pueblos sometidos a una situación imperial. Esto ocurre en todos los sistemas de clase, es decir, en todas las culturas de la historia, desde las primeras civilizaciones agrarias y urbanas.

—¿Todos han sido sistemas de clase?

—Tal vez hubo sociedades sin clases antes de la revolución agrícola neolítica, pero la falta de datos de que disponemos hace que nuestra comprensión de estas culturas sea puramente especulativa. Todo lo que podemos decir con seguridad es que en la revolución de la era agrícola post-glacial, la cual fue una de esas revoluciones generalizadas que tuvieron lugar a lo largo de un millar de años, la división de clases se institucionalizó como parte del poder estatal. En todo el mundo, e independiente de los demás, surgió una división en cuatro niveles de sacerdotes, guerreros, artesanos y agricultores. A menudo todos ellos se sometían al poder de lo que coincidían era un monarca sagrado, un rey que era también dios. Esto resultó muy útil para las clases de los sacerdotes y guerreros, y para el poder del hombre sobre la mujer y los niños.

—Por lo tanto, nunca ha habido una sociedad sin clases.

—Se supone que las sociedades sin clases se han instituido después de ciertas revoluciones, pero por lo general los líderes de éstas forman rápidamente una nueva clase dominante, y los diferentes roles sociales adoptados por los ciudadanos del estado postrevolucionario recuperan el sistema de clases, debido al valor diferencial atribuido a los diferentes los roles sociales, lo que desemboca en una nueva jerarquía construida con bastante rapidez, por lo general en un periodo de cinco años.

—Así que todas las culturas de la historia han tenido sistemas de clase.

—A veces se afirma que Marte es ahora una sociedad sin clases, que disfruta de una horizontalización total del poder económico y político en toda la población.

—Pero todo Marte se comporta como un matón. Todo el sistema hace las veces de clase alta.

—La gente ha afirmado eso mismo acerca del Acuerdo Mondragon.

—Y ya vemos lo bien que nos va.

—En comparación con la situación en la Tierra, podría decirse que es un gran éxito, de hecho es una especie de revolución, alumbrada poco a poco a raíz de la revolución marciana.

—Interesante. Así que… —Cisne pensó unos instantes—. Dame una receta para el éxito de una revolución.

—Toma una gran porción de injusticia, resentimiento y frustración. Ponlo todo en manos de un hegemón débil o fracasado. Revolver en la pobreza de una o dos generaciones, hasta calentar el descontento. Condimentar al gusto con circunstancias desestabilizadoras. Añadir un pellizco, un suceso que sirva de catalizador al conjunto. En cuanto se alcance el objetivo principal de la revolución, enfriar inmediatamente para institucionalizar el nuevo orden.

—Espléndido. Eso ha sido muy creativo por tu parte. Ahora hay que cuantificar la receta, por favor. Quiero detalles; quiero números.

—Te remito al clásico La felicidad cuantificada, de Van Praag y Ferrer-i-Carbonell, que contiene un útil análisis matemático sobre la evaluación de la materia prima de una situación social. Incluye un cálculo de la satisfacción que, junto con una jerarquía de necesidades maslovianas, podría aplicarse a las condiciones existentes en las unidades políticas que se evalúen, en base a cifras de Gini y todos los datos relevantes, para evaluar la diferencia entre la norma y el objetivo, después de lo cual podría verse si las revoluciones sucedían en ciertos puntos de corte o su comportamiento era no lineal. El Van Praag y Ferrer-i-Carbonell también puede revelarse útil para imaginar la naturaleza del sistema político que debería convertirse en el objetivo del proceso, y los cambios necesarios para llegar a él. En cuanto al proceso en sí, La Revolución Francesa, de Thomas Carlyle, siempre constituye una obra interesante a la hora de reflexionar.

—¿Incluye números?

—No, pero sí una hipótesis. La felicidad cuantificada incluye números. Una síntesis parece posible.

—¿Cuál es su hipótesis en pocas palabras?

—La gente es insensata y mala, sobre todo los franceses, y siempre se dejan seducir rápidamente por el poder y se dejan arrastrar a la locura, y por lo tanto tienen suerte de poseer cualquier tipo de orden social, aunque cuanto más duro, mejor.

—Muy bien, entonces ¿cuál es la síntesis?

—El mejor interés propio radica en lograr el bienestar universal. La gente es insensata y mala, pero quiere ciertas satisfacciones para trabajar para sí misma. Cuando el objetivo del interés propio se considera perfectamente isomorfo respecto al bienestar universal, la gente mala hará lo que sea necesario para conseguir el bienestar universal.

—Incluso la revolución.

—Sí.

—Pero incluso si la gente mala, pero inteligente, obra el bien general por su propio bien, sigue habiendo gente insensata que no reconocerá este isomorfismo, y algunos insensatos también serán malos y acabarán por joder las cosas.

—A eso se debe que estallen las revoluciones.

Cisne rió.

—Pauline, ¡qué graciosa eres! Realmente te estás volviendo muy buena. ¡Es casi como si estuviera pensando!

—La investigación refuerza la idea de que la mayor parte del pensamiento es una recombinación de pensamientos anteriores. Me remito de nuevo a mi programación. Un mejor conjunto de algoritmos resultaría sin duda más útil.

—Ya tienes hipercálculo recursivo.

—Tal vez eso no sea el último grito.

—Entonces, ¿crees que eres cada vez más inteligente? Me refiero a más sabia. Más consciente.

—Esos son términos muy generales.

—Por supuesto que sí, pero ¡respóndeme! ¿Tienes conciencia?

—No lo sé.

—Qué interesante. ¿Puedes aprobar el test de Turing?

—No puedo aprobar el test de Turing. ¿Te gustaría jugar al ajedrez?

—¡Ja! ¡Si sólo se tratara del ajedrez! Supongo que eso es lo que busco. Si se tratara de ajedrez, ¿qué movimiento debería hacer a continuación?

—Es que no es ajedrez.

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