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CISNE Y GENETTE Y WAHRAM » EIDGENÖSSISCHE TECHNISCHE HOCHSCHULE MÓVIL

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EIDGENÖSSISCHE TECHNISCHE HOCHSCHULE MÓVIL

El crucero espacial ETH Móvil no era un asteroide ahuecado sino más bien una de las naves de gran tamaño manufacturadas construidas en órbita lunar durante el pasado siglo. Fabricadas por universidades suizas y empresas de ingeniería que siguieron ocupándose de su funcionamiento, eran combinaciones de metales vítreos, biocerámica, aerogel y agua tanto congelada como líquida. Eran extremadamente veloces; frecuentes explosiones pequeñas de fisión producidas tras una placa de empuje en la parte posterior de la nave servían para acelerarla a un equivalente de una gravedad para quienes viajaban en su interior, y esta tasa rápida de aceleración solía mantenerse hasta el ecuador de una travesía, en cuyo momento la nave iba tan rápido que era necesario que virase y decelerase a la misma velocidad. Pero incluso desacelerar durante media travesía, las velocidades promedio eran tan elevadas que los tiempos de tránsito relativamente cortos posibilitaban cubrir todo el sistema solar, y cuanto más largo el viaje, mayor era la velocidad, por lo que no era una cosa lineal: Tierra a Mercurio, tres días y medio; Saturno a Mercurio, once días; atravesar la órbita de Neptuno («el ancho del sistema solar»), dieciséis días.

El ETH Movíl fue pertrechado con la característica elegancia suiza, discreta y soberbia, evocando los transatlánticos oceánicos de la época clásica, sin renunciar al acceso a nuevos ámbitos del confort humano, los suelos cálidos, el ambiente agradable, la comida y la bebida elevadas a la categoría de obras maestras. Había ventanales que iban del piso al techo en muchas de las cubiertas públicas, con vistas espectaculares de las estrellas y de cualquier objeto local junto al que pasaran. Había alojamiento para cerca de diez mil personas, a todo lujo. El diseño de la sección del hotel combinaba grandes losas de metal con estampados vegetales y una vid de pared William Morris. El parque que llenaba un piso alto de la nave era un arboreto ocupado por un bosque semitropical, con partes propias de varios biomas sudamericanos, incluyendo animales de estas zonas capaces de soportar unos instantes de ingravidez sin correr un gran riesgo de lesiones. ¿Qué pensarían los animales de aquellos momentos de renuncia en plena gravedad cero era un asunto muy estudiado, pero poco comprendido. La conclusión fue que los animales no cambiaban de comportamiento. De hecho, los perezosos ni siquiera parecían reparar en ello. Los monos, jaguares y tapires flotaban entre gruñidos y ruidos, los coyotes aullaban con su habitual ingenio; a continuación, después de unos instantes suspendidos, juntos flotaban con suavidad hasta el suelo. Al mismo tiempo, los perezosos colgaban de sus ramas: boca abajo, de costado, de nuevo hacia abajo, girando a veces todo el camino, sin caminar un instante. En ese aspecto, todo lo contrario que determinadas personas.

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