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CISNE Y KIRAN

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CISNE Y KIRAN

Rescatados por lo que resultó ser una nave de la Interplanetaria, aseados y alimentados, durmieron durante doce horas seguidas y comieron de nuevo. Al poco tiempo se vieron de vuelta en la órbita de Venus, y luego en una embarcación auxiliar de desembarco. La nave cayó a plomo sobre la superficie del planeta aún en sombras, y frenó un poco la velocidad para tomar la pista de aterrizaje. Cuando salieron al espléndido atrio del espaciopuerto, Cisne vio que habían desembarcado fuera de Colette. Desde ahí se veía una de las nevadas colinas situadas al norte, oscuras todas bajo los remolinos de nubes negras. ¡Venus!

Lo sucedido en el espacio aún la torturaba, de modo que lo que había ante sus ojos era como un sueño. Tuvo que separarse de Wahram cuando se sometieron a las revisiones médicas, y durante la larga sesión de interrogatorios por los que tuvieron que pasar por motivos de seguridad. Las personas que hablaron con ella se mostraron molestas; obviamente era necesario pasar por eso, por transparente que se mostrara desde el principio. Más tarde podría reflexionar sobre lo que había sucedido y lo que sentía al respecto. No quería que se le escapara como todo lo demás.

Sus anfitriones le sirvieron todo un festín al estilo dim sum, con platillos pequeños y bocaditos de comida, nada que no le cupiera en la boca por sí solo, como si sólo fuera para probarlo, cada cosa con su salsa correspondiente, hasta que logró confundir el paladar por completo, y se sintió saciada después de cuatro bocados. Su estómago se rebeló; estuvo quejándose y gruñendo mientras tuvo lugar la conversación que arrancó tras la comida.

Había mucha gente tomando licor y mezclándolo con opiáceos. Cisne sorbió un refresco, observando con atención a la gente. Los venusianos se mostraban abatidos. Había un puñado de bromistas sentados a una mesa que se reían de las bandejas de alimentos, pero los demás estaban retraídos, muy apagados. La salvación del escudo solar era motivo de celebración, por supuesto, no cabía duda de que se trataba de una gran victoria. Pero sus sistemas defensivos habían fracasado, y el peligro que corría el escudo solar había sido revelado a ojos de todo el mundo. Esta vez habían logrado evitar el desastre, pero aún se cernía sobre ellos como una espada, la amenaza de un destino terrible, visto a perpetuidad a través de una persiana veneciana, o como una cometa que sobrevuela en círculos atada a una cuerda.

En un rincón particularmente sombrío de la estancia había algunos absortos en lo que había sucedido con la seguridad del escudo solar. Estudiaban las gráficas de la mesa y hablaban entre ellos con apremio. Al parecer, la mayoría pensaba que la ausencia de una respuesta temprana se debía a un sabotaje interno. Wahram se desplazó por la sala en silla de ruedas para sumarse a la conversación, la pierna izquierda estirada y envuelta en gasa. Asintió mientras cambiaron impresiones con él. Una vez miró a Cisne como si hubiera escuchado algo que le pareciera interesante, pero enseguida volvió a sumergirse en la conversación. Cisne se enteraría más tarde de todo lo dicho, al menos confiaba en ello. Pero entonces pensó que quizá él se sentiría obligado a contarles que ella al final había confiado a Pauline que Alex había reunido un grupo, a pesar de la promesa que hizo de no poner al corriente a su Inteligencia Artificial. ¿Cómo, sino, justificarían lo sucedido? Después de todo, su desliz había salvado a Venus, lo cual no significaba que no sufriría las consecuencias. Que la tacharían de frívola, incompetente, tozuda e imprudente cabeza-dequbo. Esa imagen de ella se impondría con facilidad.

Se sentó mirando a los venusianos. Estaban desplomados en las sillas, deprimidos. Hizo algunas preguntas y ellos respondieron, aunque en ocasiones se mostraron herméticos. Al cabo, insistió en un punto que no parecían dispuestos a abordar.

—Supongo que mantendréis el escudo solar, puesto que sigue ahí.

Uno agitó la mano con impaciencia.

—Algunos dicen que no, que hay que cambiar.

—¿Qué quieres decir? ¿Eso no alteraría radicalmente el ciclo diurno-nocturno?

—Sí.

—Pero, ¿cómo vais a hacerlo?

—De la única forma que existe —respondió otro—. Con una intensa lluvia de meteoritos en la tangente.

—La tardía e intensa lluvia de meteoritos —señaló alguien sentado a la mesa de los bromistas.

—¿Eso no destruiría la superficie que tenéis? —preguntó Cisne—. Acabaría con la roca falsa, el CO2, la atmósfera… Todo lo que habéis logrado.

—No todo —dijo el primero—. Nos limitaríamos a bombardear el mismo punto. La situación se… desordenaría.

—¿Se desordenaría?

—Mira, a nosotros tampoco nos gusta la idea. Hemos intento evitarlo por todos los medios. Todos sin excepción. —Abarcó con un gesto a los presentes en la sala—. Pero Lakshmi y su gente han estado argumentando que podría funcionar sin mucho trastorno. Tan sólo una breve trinchera en el océano profundo, y los restos al este de ella. También sufrirán otras zonas, especialmente alrededor de la línea ecuatorial, pero no tanto para matar las bacterias que hay ahí. Y no liberaría más que un dos por ciento del CO2 enterrado.

—Pero ¿no necesitaréis unos cuantos siglos de intenso bombardeo de la superficie para lograr la rotación a la que aspiráis?

—La idea consistiría en girarlo hasta alcanzar el día de cien horas. Creemos que la mayoría de las formas de vida terrestres pueden tolerarlo. Así que sólo nos llevaría un siglo.

—¿Sólo un siglo?

—Lo que esta gente comenta es que la primera vez lo hicimos muy rápido —dijo una nueva voz, que pertenecía a un hombre mayor, de ojos vivos en un rostro de piel cuarteada; habló con el tono de quien se lamenta, incluso parecía algo enfadado—. ¡Se hizo de manera muy similar a Marte! ¡Escogimos la opción del escudo solar porque era rápida! Pero una vez que lo tienes, hay que mantenerlo. Dependes de él. Y ahora la gente vislumbra lo que podría suceder sin el escudo. Así que Lakshmi se saldrá con la suya. La votación decidirá iniciar el bombardeo enseguida.

—¿Te refieres al Grupo de Trabajo?

—Sí. Vamos a tener que vivir en refugios, retirarnos a ciudades flotantes, o incluso volver a casa un tiempo. Esperar a que las cosas se calmen de nuevo.

Wahram se había acercado en la silla de ruedas.

—Pero, ¿con qué os habéis propuesto bombardearla esta vez? —¿preguntó—. No iréis a despedazar una luna…

—No, no —dijo el veterano—. Eso formó parte de hacer las cosas demasiado rápido. Pero hay muchos troyanos de Neptuno que podríamos enviar abajo.

—¿Los de Tritón no los están utilizando?

—Pero es que los hay a miles. Y son todos presa del Cinturón de Kuiper. Con permiso de los tritones, los tomaremos del cinturón de Kuiper. Así que en lo que a Neptuno concierne no se pierde nada. Los tritones ya mostraron su conformidad con este principio.

—Bueno —dijo Cisne, desconcertada. No sabía qué decir. Observó sus rostros, irritados y sombríos—. ¿Es eso lo que quiere aquí la gente? ¿Lo sabes con seguridad?

Cruzaron miradas.

—Hay una red de consejos comunales, como los panchayat de la India. Y todo el mundo opina —dijo el primero—. Aquí sólo somos cuarenta millones. Así que el Grupo de Trabajo escuchará lo que tengamos que decir tanto nosotros como todos los demás. Pero, de hecho, la idea ya iba ganando terreno. Ahora, con esto, la gente verá la necesidad de hacerlo. Lakshmi ha ganado.

Más tarde, cuando Cisne estaba a solas de nuevo en su habitación del hospital, oyó un golpe en la puerta, y Shukra entró acompañado por el joven amigo de Cisne en la Tierra, Kiran. Cisne los saludó con una alegría que no intentó siquiera disimular al verlos allí. Shukra, con quien había trabajado hacía un millón de años; Kiran, su nuevo amigo. Ambos tenían la misma expresión seria en el rostro. Se sentaron juntos en la cama, y Cisne les sirvió sendos vasos de agua.

—Escucha lo que este joven va a contarte —pidió Shukra, inclinando la cabeza para señalar a Kiran.

—¿De qué se trata? —preguntó Cisne, que se olía algún problema.

Kiran levantó una mano para tranquilizarla.

—Cuando me acompañaste aquí me advertirse de la existencia de facciones. Eso resultó ser cierto, incluso podríamos llamarlo una especie de pequeña guerra civil subterránea.

—Lakshmi —dijo Shukra, como si eso lo explicara todo—. Kiran ha involucrado con ella.

—¿Eso es malo? —preguntó Cisne—. Me refiero a que fui yo quien le sugirió que fuese a verla.

Shukra puso los ojos en blanco al escuchar aquello.

—Cisne, estuviste aquí hace una eternidad. Tienes que saber que las cosas han cambiado desde entonces. Cuéntaselo —pidió a Kiran.

—Empecé a transportar cosas y mensajes para Lakshmi —dijo Kiran—, y cuando Shukra se enteró, me pidió echar un vistazo a lo que veía cuando trabajaba para ella.

—Kiran actuó de cebo —explicó Shukra con una sonrisa torcida—, y ella picó, a pesar de que probablemente sabía que era un cebo.

Kiran asintió, mirando a Cisne como si dijera: Ya ves en lo que me has metido.

—Hay una nueva ciudad costera en la que trabaja el equipo de Lakshmi. No hay duda de que el lugar le pertenece, y por alguna razón construyen demasiado bajo. La gente pensaba que su plan consistía en dejar que se inundara más adelante para cobrar el seguro o algo por el estilo. Una estafa. Pero están haciendo algo raro en esa ciudad. Creo que tal vez están fabricando androides o algo así. Robots con aspecto humano, si sabes a qué me refiero.

—Lo sé —afirmó Cisne—. Sigue.

—Allí hay una oficina que encontré cerrada, un edificio bastante grande. Vi que entregaban una caja llena de globos oculares. Creo que podrían estar ensamblando personas artificiales. Una especie de fábrica de Frankensteins.

—¿Lo viste o te lo contaron?

—Estaba con un guardia que abrió una caja llena de globos oculares. No le hizo gracia que yo lo viera, así que tuve que acudir al maestro Shukra para pedir su ayuda.

Shukra asintió con la cabeza como para afirmar que el joven había hecho lo más inteligente.

—¿Y ese lugar pertenece a Lakshmi?

—Sí —dijo Shukra—. Sus cuadrillas de trabajo han construido toda la ciudad. Mira, no sé nada sobre esta operación de Vinmara, pero ella hace venir gente a Cleopatra que no podemos identificar. Yo mismo abrí una oficina en Cleopatra, que supuestamente se trata de una ciudad abierta, aunque en realidad sea ella quien manda allí. Estuve tratando de averiguar de dónde venían aquellos recién llegados. Pero cuando supe lo del ataque al escudo solar, lo primero que pensé fue lo conveniente que era para la amiga Lakshmi. A la gente le asustará la perspectiva de apoyar el plan para cambiar la rotación del planeta, y si lo hacemos, el nuevo agujero que abrirán en el ecuador reducirá proporcionalmente la altura de los océanos. ¿Lugares como Vinmara, construidos más abajo de la cuenta? Pues ya no lo estarán.

—Ajá —dijo cisne—. Vaya. Pero ¿qué pasa con los chinos?

—Los chinos odian la idea del segundo bombardeo, por lo que si de todos modos sucede, muy a pesar de su oposición, perderían influencia… una vez más, lo que conviene a Lakshmi. Y en verdad, ninguno de nosotros quiere que Beijing nos diga lo que tenemos que hacer. Otro argumento a favor de su posición.

—Así que ha estado construyendo humanoides. —Cisne se inclinó hacia adelante e hizo clic en la pantalla de la mesa—. A ver, enséñame dónde está Vinmara en el mapa. Vamos a avisar a la inspectora Genette para que venga, y también a Wahram. Les interesará mucho oír tu historia.

La inspectora Genette llegó a la habitación, seguida por Wahram, que se impulsaba en la silla de ruedas, con la pierna izquierda vendada. Prestaron atención a la historia de Kiran y luego se sentaron, dispuestos a reflexionar en las consecuencias.

—Creo que tenemos que decidir algunas cosas antes de actuar —dijo la inspectora Genette—. Después de lo que ha pasado, estoy segura de que debo ejecutar el plan que he estado trazando, y que aún no te he contado, Cisne. Por lo tanto, si estás de acuerdo en apagar de nuevo a Pauline, te pondré al corriente.

Cisne no estaba segura de querer pasar por eso otra vez, y la inspectora debía saber a esas alturas que Cisne había compartido con Pauline todo lo que se había dicho en la última reunión, así que para ella no tenía mucho sentido.

Pero en todo caso, se le anticiparon cuando Wahram dijo a Genette:

—Me temo que tal vez tendríamos que seguir adelante con el plan sin que Cisne sepa nada. Puede que desconecte a Pauline durante la conversación, pero luego, cuando vuelva a encenderla, podría contárselo todo, como hizo la última vez.

Cisne lanzó a Wahram una mirada envenenada y dijo a Genette:

—Fue Pauline quien nos informó del ataque cuando aún estábamos a tiempo de hacer algo al respecto. Y fue el qubo de Wang el que estableció el nuevo sistema de vigilancia capaz de detectar esa multitud de guijarros. Podéis darme las gracias más tarde. Pero lo que quiero decir es que cualquier cosa que planeen hacer estos venusianos con sus personas qubo y sus intrigas, está claro que hay otros qubos que están de nuestra parte. ¡Tenemos que colaborar con ellos!

La inspectora Genette se mostró de acuerdo.

—He tenido una larga conversación con Wang y su qubo, y es cierto lo que dices. Me temo que también existen facciones entre los qubos.

—¡Por eso los nuestros tienen que estar informados!

—Tal vez —admitió Genette—. Aunque no sabemos con certeza cuáles están de nuestro bando. Por tanto, en este caso, cuanto menos sepan mejor. Con la información que nos ha proporcionado Kiran, seguiré adelante con la operación de la Interplanetaria, tal como estaba previsto.

—¿Y en qué consiste? —preguntó Cisne.

En la carita de la inspectora, tan bella y curiosa como la de un langur, se esbozó una sonrisa radiante.

—Por favor, permíteme contártelo más adelante, cuando esté ya en marcha.

Cisne dirigió a Wahram otra mirada envenenada.

—¿Ves lo que has conseguido?

Wahram se encogió de hombros.

—El plan exige de un secreto absoluto para que funcione. Incluso yo ignoro los pormenores.

—También debería añadir que mi plan también necesita de la información que ha aportado tu amigo, aquí presente —se apresuró a añadir Genette—. Aún no he encajado todas las piezas. Permitidme que haga el siguiente movimiento de forma confidencial. Incluso Wahram, como él dice, y también todo el mundo aquí en Venus —añadió inclinándose hacia Shukra— ignora nuestro siguiente paso, y así tiene que ser para que surta efecto.

Cisne no supo si Genette estaba echando un capote a Wahram. Estaba demasiado furiosa para comprender los matices de la situación. Era incapaz de pensar. Genette conversaba con un colega que había entrado en la habitación. Finalmente, volviéndose hacia el resto de ellos, dijo:

—Si nos disculpáis…

—De ninguna manera —dijo Cisne. Y salió.

Wahram la alcanzó en el pasillo rodando en la silla de ruedas. Fue capaz de mantenerse a su altura, sin importar lo rápido que caminara.

—No te enfades conmigo, Cisne. Tuve que contárselo a la inspectora para que me viera con buenas ojos de cara a un asunto importante. Esta operación es delicada y había que sincerarse.

—De modo que todo está en marcha.

—Sí, y pronto estarás al corriente de los detalles. Pero de momento tendrás que confiar en nosotros.

—¿Nosotros?

—Voy a ayudar a la inspectora. No me llevará mucho tiempo. Mientras tanto, espero que vuelvas a Terminador y allí hables con los tuyos sobre la situación en Titán y sobre nosotros.

—¿Crees que aún estoy interesada en eso?

—Pues espero que sí. Es más importante que tus sentimientos heridos, si se me permite decirlo. Sobre todo porque no tendrían que estarlo. Creo que es positivo que tú y Pauline seáis una pareja indivisible, ¿no te parece? Es más preciso, lo describe mejor, podríamos decir. Eres algo nuevo, sobre todo para mí, debo añadir. —Extendió la mano para aferrar la suya, luego los detuvo a ambos tras frenar la silla de ruedas con la otra mano. Rebulló en la silla, y se aferró a su mano aunque ella tiró de él—. Vamos —dijo—, hablemos en serio. ¿Te quedaste abandonada conmigo o no? ¿Estuviste o no en ese túnel?

Así puso la pelota en su tejado, y, por supuesto, ella se acordaba.

—Sí, sí —dijo Cisne con tono quejumbroso, con la vista clavada en el suelo.

—Pues bien, henos aquí ahora, y hay una situación que requiere confidencialidad, y así en este contexto tienes que considerar que sólo una necesidad imperiosa me ha llevado a decir eso a Genette. Especialmente teniendo en cuenta mis sentimientos por ti, que son… —Se detuvo a golpearse el pecho con la mano— muy profundos. Confusos pero profundos. Y eso es lo que importa. Hace que la vida sea interesante. De modo que he estado pensando que deberíamos casarnos en la guardería de Saturno de la que formo parte. Solucionaría muchos más problemas de lo que crearía, y de veras creo que es lo mejor que podemos hacer. Desde luego, desde mi punto de vista. Así que espero que te cases conmigo, y eso lo resume todo.

Cisne apartó la mano, que levantó como si fuera a pegarle.

—¡No te entiendo!

—Lo sé. A mí también me da problemas. Pero eso no es lo principal. Es sólo una parte. Haríamos de ello parte de nuestro proyecto.

—No sé… —Comenzó Cisne, que pronto se apagó: había tantas cosas que podían seguir a esa apertura, que no sabía por dónde empezar. ¡No sabía nada!—. De todos modos voy a tener que viajar a la Tierra —dijo, terca—. Tengo allí una reunión con el comité de mamíferos de la ONU; parece que vamos haciendo algunos progresos. También quiero hablar con Zasha.

—De acuerdo —dijo Wahram con tono tranquilizador—. Piensa en ello. Tengo que reunirme con Genette; realmente estamos metidos en algo que no podemos dejar, y la información proporcionada por Kiran es la pieza clave, así que terminaremos con esto e iré a verte dondequiera que estés, tan pronto como me sea posible. —Y después de cogerse de manos a la altura del corazón, giró la silla y se alejó por el pasillo en busca de la inspectora.

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