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12 de DICIEMBRE de 2012 » 10

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Los vendedores callejeros que tenían la suerte de tener un puesto en el lado encarado hacia el mar del paseo marítimo se habían ido, y sus cañas africanas, pajareras y cachimbas permanecían guardadas en cajas hasta la mañana siguiente. Era poco después de medianoche, y la policía estaba peinando las playas en busca de juerguistas y personas sin techo. Stanton abrió la puerta principal de su casa y vio a Chel en el pórtico.

Indicó con un ademán que le siguiera hasta dos baqueteadas sillas de mimbre que había en el porche del edificio. La multitud de la playa avanzó hacia ellos como anfibios recién salidos del huevo que se arrastraran sobre la tierra. Algunos saludaron con la cabeza a Stanton, mientras buscaban un lugar donde aovillarse hasta que la playa volviera a abrir a las cinco.

Cuando Chel y Stanton se sentaron, un corpulento asiático, vestido con un pesado abrigo y pantalones de camuflaje, subió al paseo marítimo con un letrero que decía: «DIVIÉRTETE COMO SI FUERA 2012». Se dejó caer en mitad de Ocean Front Walk, justo frente a ellos.

—Todo terminará con el decimotercer

b’ak’tun —canturreó.

Stanton sacudió la cabeza y se volvió hacia Chel, quien estaba mirando al hombre con una mirada que no pudo definir.

—¿En qué puedo ayudarla? —preguntó Stanton por fin.

Escuchó con incredulidad mientras le contaba su historia, empezando por el códice y terminando por el verdadero motivo de que se hubiera desplazado hasta el hospital. Cuando terminó, a él le costó reprimir el deseo de sacudirla.

—¿Por qué nos mintió?

—Porque el manuscrito era robado, y por tanto ilegal —dijo ella—. Pero también debería saber algo más.

—¿Qué?

—Creo que el hombre que causó el accidente en la ciento uno es el que me dio el códice. Se llama Héctor Gutiérrez. Comercia con antigüedades.

—¿Cómo sabe que fue él?

—Le vi alejarse de mi iglesia en ese mismo coche.

—Santo Dios. ¿Estaba Gutiérrez enfermo cuando le vio?

—A mí sólo me pareció angustiado, pero no estoy segura de que estuviera enfermo.

Stanton procesó la información.

—¿Gutiérrez viajó alguna vez a Guatemala?

—No lo sé. Es posible.

—Espere un momento. ¿Mintió usted cuando dijo que Volcy enfermó antes de venir aquí?

—No, eso fue lo que me dijo. Lo único que le oculté fue que había empezado a tener dificultades para dormir cerca del templo donde robó el libro. No fue por culpa de la meditación. Pero era verdad que llevaba un año sin comer carne.

Stanton estaba furioso.

—Los guatemaltecos han enviado equipos a investigar en todas las granjas lecheras del Petén debido a la información que usted nos proporcionó. Y ya piensan que están desperdiciando tiempo y dinero. ¿Ahora tendremos que decirles que nuestra intérprete mintió y que deberían buscar unas ruinas en la selva?

Un patinador atravesó a toda velocidad el paseo marítimo y gritó:

—Tranqui, tronco.

—Se lo contaré todo a Inmigración —susurró Chel después de que el chico se alejara.

—¿Cree que me importa una mierda Inmigración? Se trata de un problema de salud pública. Si no hubiera mentido, podría haberle hecho más preguntas, y ya estaríamos registrando la selva en busca de la fuente real.

Chel se pasó una mano temblorosa por el pelo.

—Lo siento…

—¿Qué más le dijo?

—Dijo que el templo donde robó el libro estaba a tres días a pie de su pueblo del Petén. A unos ciento cincuenta kilómetros, probablemente.

—¿Dónde está su pueblo?

El viento del mar empujó unos mechones de pelo sobre el rostro de Chel.

—No lo dijo.

—De modo que en algún lugar, cerca de las ruinas, podría encontrarse la fuente original del VIF. Alguna vaca enferma cuya leche se distribuye por todo el mundo. Por lo que nosotros sabemos, los residuos podrían haber ido a parar al suministro de agua de la zona. ¿Le dijo algo que pueda orientarnos?

Chel negó con la cabeza.

—Sólo me dijo que su espíritu animal era un halcón, y que tenía mujer y una hija.

—¿Qué es un espíritu animal?

—Es un animal con el que todo maya queda emparejado al nacer. Dijo que él era un

Chuyum-thul. El halcón.

Stanton recordó el momento en que había visto morir a Gutiérrez en urgencias.

—Gutiérrez dijo: «El hombre pájaro me hizo esto» —explicó a Chel—. Estaba culpando a Volcy de su enfermedad.

—¿Por qué haría eso?

—Tal vez Volcy cruzó la frontera con algún tipo de comida, sin ser consciente de que había enfermado por culpa de ella.

—¿Qué podría ser?

—Dígamelo usted. ¿Qué le daría un maya a alguien con quién está haciendo negocios? ¿Algo que contuviera algún producto lácteo, y que Gutiérrez pudo comer o beber?

—Hay montones de posibilidades —dijo Chel.

De pronto, Stanton se volvió hacia la puerta.

—Vamos por mi coche —dijo con voz decidida—. Está en la parte de atrás.

—¿Por qué?

—Porque antes de que se entregue a la policía, vamos a descubrirlo.

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