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ANDRÉS

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ANDRÉS

1

Nuria atraviesa la carretera por la que Andrés la recogió años atrás, cuando acababa de volver. La arena que antes tapaba el terreno ha desaparecido. Cerca de la costa el asfalto no está cubierto, pero en el horizonte se ven grandes dunas que cubren edificios y casas.

Nuria se siente una extraña. La misma sensación con los primeros días que estuvo con Andrés. Esta vez el pueblo está desierto, abandonado. Ni una sola luz encendida, ni si quiera en la iglesia. ¿Estaría aún Andrés allí? Debe comprobarlo antes de ir definitivamente a por el artefacto, quizá incluso pueda ayudarla en su misión.

Las calles inspiran soledad pero no miedo al estar completamente desiertas. El aire ondea algunas persianas rasgadas que han quedado por fuera de las ventanas. Parece que el pueblo fue abandonado de la noche a la mañana. En todo este tiempo, no ha podido mantener el contacto con Andrés, se alegrará de verlo si es que aún vive en el mismo sitio.

Una particularidad del pueblo es que su calle principal daba al oeste, y el sol se ponía dando lugar una puesta de sol espectacular a través de las montañas. La luz, en ese momento del día, hacía que, por unos instantes, la vida tuviera aún más sentido en su dimensión contemplativa. Un planeta hermoso, pensó Nuria.

Nuria llega a la iglesia. Los ladrillos de adobe que la componen están deteriorados por la falta de mantenimiento. Aparca el coche, apaga el motor y contempla la fachada sin salir.

El viento ha parado. Sale del coche y el silencio es abrumador. Total y absoluto silencio. Cuando decide caminar, solamente sus pasos en el asfalto agrietado son los que se escuchan.

La iglesia está abierta. La madera se ha conservado mejor, seguramente el padre Andrés aún mantiene el interior. Nuria tiene demasiados pensamientos en la cabeza y emociones en el pecho. Así que antes de entrar, se detiene y cierra los ojos. Respira varias veces y su caos interior se reordena parcialmente, calmándola. Vuelve a abrir los ojos y con más seguridad se adentra.

Dentro, la luz que entra por las vidrieras forma diversos tonos de color con diferentes intensidades del sol, que se mueven mientras el astro rey cae paulatinamente por el horizonte. El interior está intacto. Todos los bancos, los pilares de agua bendita y los óleos están perfectamente cuidados. A pesar de las dificultades económicas que Andrés siempre había mencionado para mantenerla, se las ha arreglado durante todo este tiempo para conseguirlo. Nuria avanza hacia el altar con la figura de Cristo al fondo. Se detiene a mitad del camino, sin dejar de mirarle.

¿Quién es Dios? ¿Un hombre torturado y crucificado? Dudo bastante que le guste que lo adoren con esta imagen tan triste. Entiendo el sacrificio que hizo por la humanidad, pero no creo que lo hiciera para comprometer a las personas a través de la pena disfrazada de amor. Sí, amor. La mayoría ven en estas figuras un acto de amor absoluto. Cuesta creer que el amor verdadero conlleva sacrificios enormes por los demás. Es maravilloso. ¿Cómo una emoción tan poderosa es capaz de crear y destruir a partes iguales? Es la eterna dualidad del Todo, las fuerzas opuestas que no existirían sin las demás. Estas pequeñas reflexiones me han acompañado toda mi existencia. Puntuales, pero me hacen mantener los pies bien atados al suelo.

Nuria se sienta en los bancos de la quinta fila a, simplemente, escuchar el silencio. Nunca se ha sentido devota de ninguna religión, pero tampoco ha negado absolutamente todo. Solamente escucha lo que las personas tienen que decir.

Nuria baja la mirada en un intento por encontrarse con ella misma, pero en la trayectoria que siguen sus ojos encuentra unas gotas de sangre cerca del altar. Están recientes, aún brillan ante la luz que atraviesa las vidrieras. Se levanta alterada, no hay descanso. Podría estar en peligro o quizá tener que ayudar a alguien.

Sigue el rastro que la lleva hasta la puerta que conecta con la casa de Andrés. Se teme lo peor.

Nuria abre la puerta y cruza el blanco pasillo iluminado por una bombilla que cuelga del techo. Apenas son cinco metros, pero nunca le ha gustado, ya que es tremendamente estrecho y claustrofóbico. El rastro de sangre sigue y hay marcas de la mano ensangrentada en las paredes. Cruza la siguiente puerta que ya estaba entreabierta y vuelve a la casa que la acogió durante tres meses.

El aspecto es distinto. Mucho más sombrío, con grietas en las paredes. Los cuadros que había colgados ya no están. Todo está lleno de polvo. En la cocina, hay varias cacerolas y platos mugrientos que llevan tiempo sin ser lavados. En una esquina superior, ha empezado a salir moho negro y, en general, el ambiente está cargado por un fuerte olor. El reguero de sangre cruza la vivienda hasta el baño. Nuria escucha un quejido. El corazón le da un vuelco y las pulsaciones se aceleran de golpe. Le duele el pecho de la velocidad a la que late.

Camina con cautela, Andrés no habría dejado que la casa empeorase de esta forma por lo que podría ser otra persona la que esté en el baño, incluso podría tratarse de un No-Humano. Según se acerca, escucha las respiraciones de alguien a quien le cuesta inhalar el aire. La puerta no está cerrada del todo y Nuria, con el corazón a punto de estallarle, mira entre el marco y la puerta para ver de quién se trata.

2

Eva y Alberto atraviesan la Sierra de Cazorla con el helicóptero. La vegetación se mezcla con grandes cantidades de polvo y escombros de los diferentes pueblos que rodean la zona. Hay algunos cráteres de los impactos de bombas lanzados. Un destello desde la superficie llama la atención a Alberto.

—Ahí abajo hay gente.

Eva mira y ve el destello también.

—Será cierto… —se lamenta Eva.

El hecho de que haya comunidades de personas indica que la vida es perfectamente posible. Eva se detiene a observar que hay un muro que rodea un perímetro pequeño en la sierra. Es perfectamente visible desde el aire ya que no vuelan a una altitud excesiva. Habían construido su propia fortaleza contra los No-Humanos y parecían haber esperado todo este tiempo la oportunidad de comunicarse con el exterior. ¿Serían ellos las primeras personas del exterior que veían en mucho tiempo? Podría haber incluso niños que jamás hubieran visto un helicóptero.

—Estaría bien que, al volver al norte, comunicásemos lo que acabamos de ver.

—Primero tenemos que volver. —Eva prefiere ir paso a paso en el presente antes de hacer planes de futuro.

—¿Nuria sigue moviéndose?

—No, está detenida en un punto concreto. Los convoyes militares van más lentos de lo normal. No entiendo nada. Aun así, ¿no puedes ir más rápido?

—Está máquina no da más de sí, Eva. De hecho, tendrás que reponer el primer depósito en breve.

—Tendríamos que haber ido en el eléctrico.

—Entonces tardaríamos más. Créeme. Además, en caso de quedarnos sin batería tendríamos que buscar el sol por encima de las nubes.

—¿Y eso habría sido un problema?

—Con esa tormenta que tenemos ahí delante, sí, lo habría sido. Esos trastos son muy ligeros. Joder Eva ¿por qué me cuestionas todo?

—Perdona. Sigue a lo tuyo.

Alberto tiene razón. Eva comprende que ir a mayor altitud supondría problemas de estabilidad, y no se había detenido a pensar en las posibilidades de que una tormenta podría matarlos. Lo mejor es que siga callada y controlando la posición de Nuria, por si volviera a moverse. No le interesa entrar en una discusión.

3

—¡No!

Nuria entra al baño apresurada. Andrés está metido en la bañera, desangrándose. Tiene una herida en el costado que se ha vendado malamente. La sangre sale a borbotones. Está pálido, pero aún tiene fuerzas para reconocer a Nuria. Una sensación de alegría y orgullo lo invaden a la par que el dolor, y los mareos se intensifican.

—Nuria… que sorpresa… verte. —Andrés tirita. Hace frío.

Nuria lo cubre con una toalla que tiene colgada en un radiador de pared.

—Gracias…

Andrés le toca la mejilla a Nuria. Ella le coge el brazo cariñosamente.

—¿Qué te ha pasado?

Andrés traga saliva y reúne fuerzas para poder hablar con ella. Respira hondo varias veces mientras se duele. Nuria mira la herida. La piel de Andrés, blanca como las nubes, se vuelve negra mientras las venas se marcan cada vez más cerca de la herida.

—Te han mordido. Puedo curarte, Andrés. Déjame. —Nuria le aparta el brazo y va a poner las manos en la herida.

—No.

Andrés la detiene. Nuria insiste, pero él niega. Nuria cede.

—Estoy… muy cansado Nuria. Muy cansado. —Se retuerce de dolor con un grito—. Hay una familia… cerca del faro… Tienes que ayudarlos. Él quería sacrificar a su mujer y sus hijos… —Andrés tose—. Están infectados. Fui a darles la extremaunción. Están muy enfermos. —Vuelve a toser y se retuerce más del dolor—. Y tienen algo que te interesa…

—¿El qué?

—Esa cosa que inventaste con Sergio… Ve, por favor…

—Está bien. Iré… Pero déjame curarte antes. —Nuria es insistente.

—Nuria, por favor… —Vuelve a detenerla—. Ya he cumplido con mi vida. Aquí… aquí no queda nadie… Estoy en paz Nuria… y tú tienes que acabar lo que viniste a hacer…

Nuria no puede evitar que las lágrimas se le caigan y recorran sus mejillas dejando un tenue brillo sobre su piel hasta que acaban por caerse sobre el cuerpo de Andrés, cuya respiración cada vez es más lenta.

—¿Has… decidido ya?

—No… no sé si estoy tomando la decisión correcta Andrés —Nuria habla entre lágrimas y sollozos—. No sé qué hacer.

—Tienes… la causa más noble que he conocido nunca, Nuria… solamente… ten fe…

—Así es como todas las cosas se han torcido. —Nuria recupera algo el aliento, pero sigue llorando—. Cuando me he dejado llevar por mis emociones. Y era la única norma que tenía que seguir.

Andrés sonríe y la mira.

—Después de todo, Nuria… sigues siendo humana… No dejes de serlo… Cuídate…

Nuria se despide de Andrés besándole el dorso de la mano. Andrés expira su último aliento y su mirada, que ha estado siempre llena de vida, ilusión, ganas y fuerza por mejorar el mundo desde su posición, como ha podido y hasta donde ha podido, se desvanece. Su rostro está vacío, sin alma.

La muerte, vista de cerca para Nuria, siempre ha sido aterradora y hermosa al mismo tiempo. El ciclo para Andrés ha finalizado. Nuria le cierra los ojos y lo tapa con la toalla hasta arriba.

Se levanta y abre el grifo, aún hay agua corriente, aunque sale un poco sucia al principio. La deja correr mientras se sostiene en la encimera del lavabo y se mira al espejo, respira hondo y trata de recuperarse. Necesita acabar ya y encontrar el artefacto cuanto antes.

El agua ya sale limpia y Nuria quita la sangre de sus manos y su cara. Se moja la cara para quitarse las lágrimas, y con la misma manga de su abrigo se la seca. Echa un último vistazo al cuerpo de Andrés cubierto por la toalla y sale de la habitación.

De su mochila, saca la tablet. La desbloquea y abre la aplicación que le permite localizar el artefacto. La cobertura no es buena así que se desplaza hasta la salida de la vivienda. Entra un mensaje cifrado de tablet a tablet. Es Eva.

Hola Nuria… En fin, sigo alucinada contigo y con tus mentiras… pero esa conversación puede esperar, la verdad. Hazme un favor y cuando encuentres el artefacto quédate quieta, vamos de camino en un helicóptero para recogerte. Tenemos tu posición. Después de todo buscamos lo mismo ¿no? De todas formas, ándate con ojo, los militares te pisan los talones pacientemente hasta que encuentres el artefacto. Escóndete y escribe por este mismo canal cuando tengas todo listo. Nos vemos pronto.

Nuria se siente en parte alegre por saber que Eva vuelve a por ella y todavía quiere resolver la situación. Cierra la burbuja de la conversación y vuelve al mapa. La baliza que lleva el artefacto emite una señal algo débil. Se está quedando sin batería y ha pasado al modo de ahorro energético. La señal proviene del faro que hay cercano a la cala del Barronal como vio en el búnker, al que ha prometido dirigirse.

La puesta de sol ya está en el horizonte y pronto será 19 de diciembre. Debe darse prisa. Vuelve a guardar la tablet en la mochila, cierra la cremallera y se cuelga la mitad de ella a la espalda.

Sale decidida por la puerta y la deja abierta. Abre el coche y deja la mochila dentro. Vuelve a la casa. Va a la habitación de Andrés y coge las sábanas de su habitación. En el baño, saca con cuidado el cuerpo del sacerdote de la bañera y lo envuelve en la toalla y las sábanas. Con una asombrosa fuerza, Nuria carga con el cuerpo en brazos y sale de la casa.

Abre el maletero. No le gusta cargar ahí el cuerpo, lógicamente, parece un asesinato con el que deshacerse de las pruebas, pero sería mucho más complicado colocarlo en los asientos traseros. Cierra el maletero. Vuelve para limpiarse la sangre rápidamente.

Al salir de nuevo, echa un último vistazo, porque no sabe si será la última vez que verá la que fue su casa… Tras finalizar su particular despedida, agradecida por los momentos que ha pasado dentro, se sube al coche y arranca.

Nuria atraviesa el pueblo almeriense en ruinas y vuelve a alejarse una vez más de él por la carretera. Ahora mismo, su mente ha focalizado solamente la idea de recuperar el artefacto y ayudar a la familia que le había pedido Andrés. El resto está bloqueado intencionadamente por su cabeza.

El faro se ve a lo lejos. Parece que aún funciona porque acaban de encenderle la luz. Nuria pisa el acelerador, la carretera que la lleva a su destino está despejada. Mira a su alrededor y por los retrovisores, atenta a que nadie la siga. Confirma que va sola y vuelve a centrarse en conducir.

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