21

21


Página 4 de 28

Cruzó el puente a gran velocidad. El día era nublado y la atmósfera se tornaba casi gótica ante sus ojos, extraña y desapacible. Desde hacía años los vehículos no transitaban por aquellas carreteras. Sin embargo, en el norte, las carreteras estaban pobladas de turismos, autobuses, camiones…

Su propósito era una locura, pero debía conseguirlo. Tenía que entregar el artefacto; era cuestión de vida o muerte. Toda su carrera profesional la dedicó a trabajar en aquel proyecto: una máquina que fuese capaz de bajar la temperatura del planeta. Y por fin, lo había conseguido. Necesitaba volver al norte de Iberia para mostrárselo al mundo sin ser antes capturado por los dirigentes políticos. Ello, de conseguirlo, sería el fin de la guerra, el fin del hambre y del racionamiento energético.

Se adentró en una carretera repleta, en sus laterales, de árboles secos. Mientras la recorría le pareció divisar unas figuras que lo observaban, pero la neblina, que invadía todo su entorno y el cansancio acumulado le hicieron pensar que aquellas figuras eran producto de una alucinación o, tal vez, un efecto óptico. El calor era insoportable y húmedo. Conectó el aire acondicionado a 18ºC.

Una figura oscura se alzó en el centro de la carretera. Estaba a varios metros frente a él. Instintivamente frenó en seco… Los neumáticos derraparon sobre el asfalto provocando un sonido agudo y estridente. Dio un volantazo. El vehículo volcó y giró dando varias vueltas de campana al tiempo que pasaba sobre la figura que, segundos antes, lo había hecho frenar. El automóvil se desplazó sin control varios metros por la carretera. Se detuvo al perder la inercia que había provocado el vuelco.

A pesar de las contusiones que tenía y alguna posible fractura, estaba consciente y soportaba el dolor. Salió del coche con dificultad, arrastrando su cuerpo dolorido sobre el asfalto. Su puerta eyectó, dejándole vía libre para poder salir del coche. Aun así, salió realizando un esfuerzo sobrehumano para lograrlo.

Cogió la pelicase que portaba el artefacto y comprobó que solo tenía algunos rasguños superficiales. El plástico del que estaba hecha era bastante resistente, lo suficiente como para proteger el interior, que, además, estaba perfectamente acolchado y adaptado a la forma del aparato.

Durante unos minutos todo permaneció en el más absoluto silencio hasta que escuchó varios gritos desgarradores que provenían de todas las direcciones. Aquella especie de chillidos atronadores le obligaron a llevarse las manos a las orejas para evitar, en la medida de lo posible, seguir escuchándolos. Los identificó al instante: eran producto de los llamados No-Humanos. Habían sido infectados por un virus que provocaba un hambre insaciable. No eran zombis, no estaban muertos ni su sistema nervioso era básico. Eran conscientes de lo que hacían, pero la violencia y el descontrol dominaban todos sus actos. Su necesidad de calmar, de saciar el hambre incontrolada que sentían les dominaba e impedía que se comportasen como humanos.

Corrió desesperado, sin saber muy bien qué dirección tomar, a dónde dirigirse. Aunque aún se sentía confuso y mareado sabía dónde se encontraba. A su izquierda se situaba un barranco. De él, solo una valla metálica de seguridad lo separaba de caer al vacío. A su derecha, paredes de piedra y tierra se alzaban imponentes con No-Humanos que descendían por ellas a gran velocidad. Algunos de ellos morían intentando bajar. Otros, utilizaban sus manos con habilidad para descender sin precipitarse por la pendiente… Buscar un lugar donde esconderse, por muy pequeño que este fuese, era la única posibilidad que tenía de sobrevivir. La tos le sobrevino de golpe, como si de un mal presagio se tratase. Tras ella las gotas de sangre que mancharon la palma de su mano y un dolor agudo en el abdomen. Levantó la camisa y vio el hematoma que le cubría la piel, sobre el estómago. El dolor agudo, semejante a un navajazo, le hizo pensar que tal vez tuviera una hemorragia interna.

El sonido de los gritos era cada vez más próximo y atronador. Se incorporó, inclinado ligeramente por el dolor y comenzó a correr con dificultad en dirección contraria al sonido de los pasos que se convertían en una especie de murmullo nefasto y demasiado cercano a él. El asfalto de la carretera estaba agrietado, lo que favoreció que se trastabillara y cayera sobre él.

Encogido sobre sí mismo, giró la cabeza y miró hacia atrás. La figura negra que le obligó a frenar bruscamente caminaba hacia él lentamente. Era un No-Humano. Tenía el cuerpo cubierto de pústulas, barro y sangre, con unas uñas enormes, tanto en las manos como en los pies; Sus ojos estaban blanqueados por las cataratas que le habían cegado. Se guiaba por el sonido de sus pasos chocando en el asfalto. Él lo observó con detenimiento hasta que advirtió cómo los demás No-Humanos, a lo lejos, corrían hacia él desquiciados. Pronto lo alcanzarían, pensó. Ellos sí lo veían.

Solo había una opción y una única oportunidad que incluso quizá salvaría a aquellas criaturas. Abrió el maletín y sacó el artefacto. Un cilindro grueso, con varios cables en su base y algunos circuitos visibles. Era un prototipo, pero funcionaba perfectamente. Se desplegó una pequeña pantalla táctil en la base superior. Usó su huella dactilar y la parte superior del artefacto se dividió en varios círculos que flotaban mediante magnetismo a un centímetro de distancia cada uno. Los círculos comenzaron a girar a toda velocidad, generando en su interior una intensa luz verde y un leve zumbido agudo.

Los gritos ya se escuchaban a menos de cien metros de su posición. Eran los aullidos producto de aquella locura humana, los efectos de un virus más mortal que la propia muerte. La pantalla táctil le pidió unir diferentes acciones mediante un sistema muy simplificado de nodos, de esta forma, podía elegir en qué rango y con cuánta potencia aplicar su funcionamiento.

Cuando aún le quedaba por introducir otra confirmación que debía verificar su grupo sanguíneo, una medida que mediante un pinchazo analizaba la sangre para que nadie más pudiera utilizarlo, salvo que supiera reprogramar el código del artefacto, la horda de No-Humanos estaba muy cerca de él. El progreso de confirmación era lento y pensó que no lo conseguiría.

Cuando quiso darse cuenta, cientos de No-Humanos se habían abalanzado sobre él. Comenzaron a devorarlo, como hormigas a su presa gigante viva…

El cilindro emitió un pulso de energía electromagnética que los hizo salir despedidos a todos desde el punto en el que se encontraban, incluido él. El dolor era tan grande que, tras unos segundos, se convirtió en inexistente. Le habían seccionado un brazo y tenía el estómago desgarrado, pero aún permanecía consciente. Mientras se desangraba vislumbró el cilindro. Continuaba girando a toda velocidad. Su luz había pasado a ser azul.

Los No-Humanos se volvieron a levantar, algunos confusos, otros retomaron su necesidad de devorarle y se aproximaron de nuevo. Otro pulso, este más fuerte que el anterior, lanzó varios metros hacia atrás a los que estaban cerca del artefacto. Un sonido agudo se escuchó desde el cilindro. Las sombras de los No-Humanos se recomponían a toda velocidad. Una vez más volvieron a por él y a por el artefacto, que esta vez tardaba más en recargar su siguiente acción. Cuando los tuvo sobre él dejó de sentir, solo escuchaba el sonido que llegaba a su clímax.

Después, el pulso final, vio como a su alrededor el asfalto se congelaba en un instante. Lo he conseguido, pensó. Tras liberar su energía, el cilindro emitió una señal para que ella lo localizase y recuperase. Él había cumplido su misión. Ahora era ella, Nuria, quién debía continuar. Era la última esperanza qué le quedaba a la humanidad.

Ir a la siguiente página

Report Page