21

21


Ruta alternativa

Página 11 de 28

RUTA ALTERNATIVA

1

Nuria se ha parado en seco frente a la valla. A escasos dos metros de chocar contra ella. El motor se ha apagado. El ordenador de a bordo del vehículo muestra un fallo en el arranque.

El motorista está detenido a bastante distancia de ellas. Se levanta la visera del casco mientras el polvo del camino que ha generado el vehículo de Eva y Nuria vuelve a bajar. Es Luca. De nuevo tiene delante al Sujeto 0, nunca ha deseado especialmente el encuentro, pero seguramente su captura supondría el fin de su condena y de su trabajo. Podría volver con su mujer e hijos.

Luca se detiene en su respiración. Se ha agitado de la emoción al pensar que podría volver a Siena y todo habría acabado. Italia es un país neutral en la guerra. Han preferido encerrarse y en cuanto acabe la guerra abrirán sus fronteras de nuevo al resto del mundo. Pero ahora solo cabe para él terminar la misión.

De su motocicleta, se despliega una bandeja lateral en la que hay un fusil de francotirador. Rápidamente lo saca y apunta al coche, buscando a Nuria. Ahora la tiene a tiro. Al igual que a Eva, le llama la atención su blanca piel y lo pelirroja que es.

Eva y Nuria aún se están recuperando del susto. Eva le ha explicado que habría sido imposible atravesar la valla, además de que solamente es la primera barrera del camino de salida. Durante cinco largos kilómetros se extiende un inmenso campo de minas que fue colocado en caso de que los No-Humanos consiguieran cruzar la segunda barrera, otra valla idéntica en la que se encuentran.

Nuria coge aire, se desabrocha el cinturón y sale del coche. Da la vuelta por la parte de delantera y abre la puerta de Eva, que en parte sigue en shock.

—Vamos Eva. —Eva no responde—. ¡Vamos Eva!

—Dame un minuto, joder.

—No tenemos un minuto, ese tío está ahí apuntándonos.

El estruendo de un sonido grave atronador a lo lejos va seguido del silbido de una bala de francotirador que pasa a escasos centímetros del brazo de Nuria. Eva reacciona aterrorizada mirando a Nuria y luego atrás a Luca. Rápidamente se quita el cinturón y salen del coche. Se colocan en la parte delantera y dejan la puerta abierta como escudo. Otro disparo que atraviesa la puerta. Eva se da cuenta de lo poco que les servirá cubrirse.

—Tiene que haber una caja de herramientas en el maletero. Voy a entrar otra vez y la buscaré desde los asientos de atrás. —Explica Eva a Nuria sin mucha seguridad.

—De acuerdo.

Nuria asoma la cabeza ligeramente. Luca está recargando el fusil para su siguiente disparo. El coche está en posición diagonal así que tienen más margen para poder cubrirse. Eva se arrastra por el suelo lentamente para intentar pasar desapercibida cuando escucha otro disparo.

—¡Nuria! ¿Estás bien?

—¡Si! ¡Tranquila! ¡Tú sigue!

Eva consigue llegar al lado contrario del coche y se mete por la puerta del conductor.

A lo lejos, Luca carga la próxima bala. Así que se llama Nuria. Ya no es un simple Sujeto 0. Aun así, sigue siendo una amenaza, piensa Luca. Prefiere no saber los nombres de sus objetivos, solamente se informa del lugar en el que se encuentran, vocación y posibles contactos, además de su imagen lógicamente. No le gusta matar personas, le gusta cumplir sus tareas y cuando conoce el nombre de alguno de sus objetivos, normalmente se echa atrás en su misión o la delega. Por eso, su reducción de condena se estaba retrasando.

Lo que pasó en Shanghái fue una excepción que no quiere recordar. Tenía a muchos compañeros a punto de perder la vida y si no hubiera iniciado aquella revuelta no estaría allí, y ninguno de los suyos tampoco podría estar hoy con sus familias. Solo Luca fue el que tuvo que volver a ser juzgado por crímenes de guerra en una batalla en la que nunca quiso participar. Suena su intercomunicador en el casco.

—Sí.

—Aborta la misión, Luca. —Es la voz de Elisa, la mujer que se encontraba en el tejado con Asier la noche anterior—. Ven al cuartel.

—Recibido. —Cuelga—. Vaffanculo. —Dice entre dientes.

Baja el fusil de francotirador y lo vuelve a colocar en la bandeja saliente de la moto. Luca nunca ha puesto en entredicho una orden de sus superiores. Entiende que hay razones suficientes para no cumplir su objetivo en ese momento, por lo que se enterará de ellas en cuanto llegue al cuartel. Con el puño da gas a la moto y acelera girando bruscamente para terminar por alejarse.

Nuria se levanta al escuchar el motor, ve cómo Luca se marcha y se acerca al interior del coche. Eva aún intenta abatir el asiento. Cuando lo consigue, ve a Nuria frente a ella, que ha abierto el maletero.

—Se ha ido.

—Válgame Dios —suspira Eva. Abre la puerta de los pasajeros y sale.

La mujer llevaba unas garrafas de agua en el maletero, así que podrán cargar con al menos dos de ellas para poder hidratarse a lo largo del camino. Las sacan y Eva levanta la alfombra que cubre la rueda de repuesto. Junto a la misma, hay un compartimento con herramientas, tal y como obliga la ley desde hace unos años. En las autoescuelas, se enseña ahora a reparar parcialmente los motores eléctricos, al menos la estructura superficial para que aguante durante un trayecto corto hasta el taller más cercano. En las peores ocasiones, seguía siendo como siempre: llamar al seguro para que una grúa asistiera en carretera.

Eva levanta el capó del coche. La superficie del motor está calcinada. Un coche tan caro y tan poco resistente; casi le da rabia no haber robado uno que funcionase aún con gasolina.

—No tengo ni idea de lo que puede pasarle a esto, pero será mejor que sigamos a pie. No perdamos más tiempo.

Nuria asiente. Eva saca los alicates y con la parte de cuchilla comienza a cortar la valla. Nuria bebe algo de agua directamente de la garrafa.

—Coge mi tablet, Nuria. —Eva quiere revisar si las minas siguen en el sistema de la policía. Nuria le acerca la tablet y Eva usa otro mapa que tiene en una aplicación. Algunas minas siguen activas, pero no sabe si habrá nuevas.

Termina de cortar la valla y simplemente al empujar, el metal se dobla y las dos pueden pasar.

—Podemos ir más seguras si seguimos este mapa. Coge tú las garrafas y nos iremos turnando. Aun así, mira muy bien por donde pisas, puede que lo que señale mi mapa no esté actualizado.

Nuria ha asumido que Eva se ha convertido en una especie de líder entre las dos. Es lógico puesto que conoce mejor la zona que ella, y además ella lleva el último año y medio encerrada en diferentes cámaras de contención. Advierte el carácter innato que la impulsa a cumplir con esa condición. Al final, Eva lo hace de forma involuntaria.

—Será un camino largo. Cuando quieras parar a descansar dímelo, por aquí no vendrán y no tienen tantos cojones como para salir a esperarnos al otro lado.

Nuria no contesta, pero le tranquiliza la seguridad de Eva. Tiene ganas de conocerla un poco más, pero ahora debe ir concentrada por el camino, y Eva más todavía para no perder detalle de por dónde pisan. Eva se detiene un momento.

—Algunas minas podría desactivarlas según lo que veo. Pero me queda poca batería y nos hemos dejado el cargador solar en el coche.

—Podemos volver aún.

—Mejor que no, no te preocupes, allí fuera estoy segura de que habrá un montón de coches con su cargador particular.

—Los planes nunca salen como se planean ¿eh?

—Nunca, ahí has dado en el clavo —contesta Eva mirando hacia atrás a Nuria con una sonrisa.

Ambas se sienten algo más cómodas la una con la otra ahora que ya han pasado por esa primera aventura. ¿Cuánto tiempo tendrán que huir? Probablemente el resto de sus vidas, a no ser que la noticia sea de tal impacto que consigan la inmunidad y protección necesarias. Quién sabe. He venido a comerme el mundo, piensa Eva, aún sonriente.

Eva se da cuenta de lo despeinada que ha quedado con tanto ajetreo y el sudor que tiene en la cara. En sí mismos, esos dos factores le dan igual de cara a Nuria o a cualquiera que la vea, pero prefiere estar cómoda y con un coletero que siempre lleva se recoge el pelo en una coleta. Nuria por su parte, se cubre el cuello con todo su largo pelo rojo, como una bufanda, pero no parece estar agobiada por el calor ni la situación, al menos, de momento.

2

Luca llega a su destino. El cuartel es un edificio situado no muy lejos de la posición en la que estaba, a unos quince kilómetros de distancia. Realmente todo es una base militar. La diferencia es que las bases actuales ocupan varias hectáreas frente a un inmenso edificio acorazado al que modestamente llaman cuartel. Cuenta con un búnker propio, sala de operaciones e investigación científica, habitaciones, cafeterías y oficinas con salas para reuniones. Desde fuera, es un bloque de hormigón enorme que se alza con estructuras diagonales escalonadas.

Luca entra en el edificio, decorado en un estilo muy clásico con una gran recepción en la entrada en la que numerosos cargos gubernamentales y científicos hacen cola para conseguir su identificación de visitantes.

Luca dispone de la suya propia y se salta todo ese maremágnum de comentarios y llamadas que hablan de los retrasos. Tras el hundimiento del buque cerca de Dena, se ha convertido en el centro de todo el país.

Según avanza por los pasillos, se vuelve a fijar en los cuadros pintados al óleo de diferentes cargos políticos y militares a lo largo de la historia. Todos los cuarteles y bases tienen en la planta principal los mismos retratos y de alguna forma da la sensación de que vigilan a todos los que pasan. Al menos eso le parece a Luca cada vez que los mira, como si sus ojos lo siguieran. Seguramente era la habilidad del artista al hacer el retrato y dirigir la mirada a un punto concreto para que transmitiera esa sensación. Pero a él solo le produce pura curiosidad artística al venir de un país en el que está acostumbrado a observar arte.

Llega hasta el ascensor donde se cruza con una serie de personas trajeadas que le miran fijamente. No se ha percatado de que lleva el abrigo lleno de polvo y sus botas están embarradas. El ascensor se queda vacío y entra. Cuando las puertas se cierran utiliza su teléfono móvil, lo acerca al cuadro de botones y lo coloca en una zona señalizada. Antiguamente se utilizaba una llave para acceder a un piso concreto, ahora simplemente acercando el teléfono o una tarjeta magnética es suficiente. El ascensor comienza a descender a lo que parece ser el búnker de las instalaciones.

Los militares tienen siempre la última tecnología y los ascensores se mueven mediante magnetismo. Diferentes placas magnéticas hacen que el ascensor, literalmente levite y si se aplica más intensidad a un imán que a otro la cabina asciende o desciende, siempre con una pequeña aceleración hasta alcanzar la velocidad óptima. En este caso, la velocidad no era excesiva al encontrarse solamente cuatro plantas por debajo, pero Luca llega en menos de cinco segundos a su destino.

Las oficinas del búnker cuentan con analistas cruzando las mismas constantemente con papeles y llamadas. Otros tantos en ordenadores monitorizan diversas imágenes de drones y cámaras de seguridad colocadas alrededor del pueblo. Todo un operativo dispuesto para encontrar a Nuria, o como ellos la llaman, el Sujeto 0.

Luca se dirige hasta el despacho de Elisa. Un despacho moderno, con paredes de cristal sobre las que surgen imágenes. En realidad, son pantallas gigantes de un ordenador central. Elisa, vestida con uniforme militar lo espera junto a Asier, que está sentado en un sillón de la esquina.

—Buenos días, soldado —saluda Asier a Luca.

—Buenos días, señor. Buenos días, señora.

—Mira esto. —Elisa señala la pantalla del ordenador.

Luca ve unas imágenes de una cámara situada en la valla en las que se ve a Eva y Nuria cruzar. Elisa usa el mando para ampliar las imágenes y la definición de la cámara permite ver sus caras perfectamente. Detiene la imagen de cuando se ve la cara de Eva.

—Ella es Eva Salazar Herrero —introduce Elisa—. Es una conocida y reputada periodista. Es considerada una nómada dentro del gremio. Vende sus historias al mejor postor en la internet profunda y, lógicamente, el testimonio que le puede proporcionar el Sujeto 0 es un riesgo que no podemos correr ninguno. También tiene una columna en La voz del norte, pero es pura fachada. Vive en lo alto de la cala de Dena, al lado del bosque. Diversas fuentes nos han confirmado que fue la primera en acudir a socorrer a militares y sujetos tras el naufragio.

—Irás con un equipo hasta su casa para ver toda la información que tiene —interviene Asier, levantándose del sillón—. Nos traes esa información y te vas con el mejor equipo que tenemos a por ellas cuando veamos a dónde se dirigen. No te molestes en documentarte sobre Salazar. Sabemos todo sobre ella y seguramente fue la que hackeó la caja negra ayer en Dena.

—No quiero saber mucho más sobre ella. ¿Cómo la quieren? —Luca da mucha importancia a esa pregunta.

—Viva es más valiosa. Tendrá contactos y nuestros analistas han descubierto mensajes cifrados en las redes tor. Puede que se hayan estado pasando información que desconocemos entre ellos durante todo este tiempo —comenta Elisa, lamentándose.

—En definitiva, no tiene nada que perder, solo una buena historia, podemos sobornarla fácilmente. Y será interesante la información que le saquemos.

—No creo que sea solamente el dinero lo que mueva a una persona, señora. —El comentario no gusta nada a Elisa—. Me pondré a ello. Salgo inmediatamente.

—Cámbiate, Luca —señala Asier—. Nunca debemos perder las formas. —Sonríe.

Luca asiente y se despide. Sale del despacho.

Luca se desplaza a una planta superior, donde está su habitación, perfectamente ordenada pero bastante pequeña, simplemente dedicada a dormir, con una cama individual, un pequeño baño, un armario y un escritorio con un ordenador portátil.

El ordenador tiene un led verde que le indica que tiene mensajes sin leer. El color verde significa que son de su mujer. Cuando lo abre hay un vídeo que se despliega automáticamente sobre la pantalla de metacrilato. En él, aparece su mujer, Flavia, de unos ojos negros profundos y cabello liso, con la piel morena. El pelo lo lleva recogido en una coleta y lleva dos pendientes con forma de aro. El lunar que tiene cerca del ojo siempre le ha gustado a Luca. Le manda un mensaje con Andrea y Marco sentados entre ellos. La niña, lleva un lazo rojo y está en pijama aún, mientras que él ya está vestido con una camiseta larga blanca y un pantalón de chándal. Está despeinado y le ha crecido mucho el pelo. Es el décimo cumpleaños de ambos y van a preparar una fiesta con todos los compañeros de clase.

Luca no puede evitar una lágrima cuando los dos niños le preguntan cuándo volverán a verlo nada más empezar el vídeo. No están enfadados, solamente lo echan de menos. Se bajan de las piernas de su madre y se van a hacer tareas de la casa.

—Haz lo que tengas que hacer para volver a nuestra casa, Luca. Te he estado esperando todo este tiempo y seguiré haciéndolo. Aquí la vida sigue igual, así que puedes estar tranquilo. —Los niños comienzan a pelearse—. Espero tu respuesta. Te quiero.

El vídeo se termina y Luca cierra la pantalla del ordenador. Seguramente no pueda ponerse en contacto con ellos hasta por la noche, así que hará el trabajo rápido. Va a ducharse y a cambiarse de uniforme.

3

Jamás ninguna de las dos había empleado tanto tiempo en recorrer cinco kilómetros. Han caminado durante tres horas y media con extremo cuidado esquivando todas las minas, parando a descansar de vez en cuando y turnándose las garrafas de agua, que cada vez pesan menos porque se han hidratado durante todo el recorrido.

Eva ha enseñado a Nuria a utilizar la aplicación y enseguida ha captado el funcionamiento. No ha sido complicado para ella y eso a Eva la ha calmado. El hecho de no tener que recordar a una persona, constantemente, cómo funciona algo sencillo no es muy habitual para ella. Parece que lo sencillo se vuelve difícil precisamente por su minimalismo. También han pasado tiempo descansando, sentadas bajo el sol. A pesar de estar cerca del invierno, el calor se hace insoportable. Eva tiene la piel algo roja, pero no está preocupada, la noche caerá en dos horas y podrá recuperarse mientras siga bebiendo.

Ahora están sentadas frente a la otra valla mientras Eva corta más trozos de esta. El alambre es más grueso que el de la primera y hay que emplear más tiempo y fuerza en los brazos. Están cansadas y deben buscar dónde pasar la noche en cuanto consigan atravesar la valla. Lo más fácil será un coche.

Nuria observa el horizonte a través del metal. Es un auténtico páramo, sin nada de vegetación aparente, todo desierto y algunas hierbas secas. Se ven carreteras a lo lejos con algunos coches abandonados con las montañas cántabras de fondo. A pesar de ello, es un paisaje totalmente desolador. Además, el aire es muy seco, aunque sigan cercanas al mar y eso hace que se les seque aún más la garganta. Sabe que es mejor racionar el agua hasta que lleguen a Madrid, aún deben de quedar cinco litros, será suficiente.

Eva termina de cortar la valla. Ha conseguido hacer un pequeño agujero a ras del suelo. Se agacha y se arrastra para pasar a través de él. Nuria repite la misma operación y pasa sin problemas. Por fin libres. La sensación es exactamente la misma que cuando estaban dentro, al menos para Eva. Nuria por el contrario si se siente libre al fin, más allá de estas barreras ve más claro su objetivo final. Intentará ayudar a finalizar la guerra y a que de nuevo el planeta sea un lugar habitable. Eva podrá servir de gran ayuda si documenta y enseña al mundo todo lo que encuentren en el búnker de la Bola del Mundo, en Madrid.

Comienzan a caminar hacia la carretera que se ve a lo lejos. Nuria cree que ya es buen momento para conocer más a su compañera.

—¿Antes de todo esto hacías periodismo también?

—Sí. En Madrid precisamente. ¿Por qué? —A Eva le parece muy extraña la pregunta. Supongo que tenía que romper el hielo de alguna forma, piensa Eva.

—Y con todo lo que sabéis hacer ¿no visteis venir todo esto?

—Algo intuíamos, sabíamos que iba a estallar una guerra en cualquier momento, pero nunca imaginamos la implicación del 75 % de los países. Mucho menos que fuera con la excusa del Virus G. Pero pronto aparecieron los primeros No-Humanos y ya fue inevitable huir a zonas seguras.

—¿Sabes que siguen siendo personas como nosotras? —Nuria está molesta con el calificativo No-Humanos.

—¿A qué te refieres?

—Piensan, sienten y tienen las mismas necesidades que nosotros. Su cerebro les dice que tienen que comer constantemente y sus sentidos hacen que esa hambre sea aplacada con cualquier cosa que encuentren.

—¿Me estás diciendo que puedo mantener una conversación con ellos?

—No lo sé de primera mano, Eva. Ángel me contó muchas cosas sobre ellos cuando estaba encerrada. Y te puedo asegurar que los que no estaban infectados, eran menos humanos que los que sí lo estaban.

La conversación ha terminado por el momento. Eva no quiere seguir hablando pues fueron la primera causa del abandono masivo de las ciudades. Nuria por el contrario se siente en parte responsable. Saber que ella es inmune le hace tener un segundo objetivo y es tratar de encontrar una cura, pero lo primero debe ser recuperar el artefacto, si no, dará lo mismo poder curar a todos los afectados con su sangre.

Llegan hasta la carretera. Hay varios coches, pero Eva le dice que hay que buscar los cargadores solares en los maleteros, el que tenga y aún esté funcional será el que valga. Es probable que varios de ellos hayan perdido la autonomía total de sus baterías al haber pasado tanto tiempo sin recargarlos y sin funcionar. Comienzan a buscar, pero muchos maleteros están vacíos y los cargadores que encuentran están rotos o inservibles, tal y como esperaban.

El sol se empieza a esconder por el horizonte, así que tienen que acelerar el trabajo para saber si funciona alguno. Encuentran un coche de gasolina. Eva abre la puerta fácilmente. Dentro hay papeles, una sillita de bebé y un par de botellas de plástico totalmente opacas por el deterioro del material. El cuero de los asientos está rajado y el volante lleno de polvo mugriento. A Eva le da un poco de asco. Las llaves siguen en el contacto, así que intenta arrancar. Como era de esperar, la batería del coche está agotada y no hay forma de arrancarlo.

—En qué estaría pensando —se lamenta Eva.

El sol termina de ponerse y lo mejor que pueden hacer es buscar dónde pasar la noche. Eva utiliza la poca batería que le queda en la tablet para buscar algún sitio con techo cerca y tienen su primer golpe de suerte. Si caminan treinta minutos, llegarán a un edificio que parece seguir en pie. Eva y Nuria se giran en la dirección que indica el mapa digital y lo ven. Las dos caminan rápidamente hacia el sitio.

El frío es igual que en el desierto. Nuria ha encontrado algunas mantas en los maleteros, perfectamente conservadas; les vendrán bien para usarlas durante la noche para dormir.

El edificio está completamente en ruinas, parece una gasolinera antigua que nunca se llegó a derruir. Solamente tiene surtidores de gasolina y no estaciones de carga. Eso le da qué pensar a Eva, debe de ser de las últimas que hubo y no pudo adaptarse, al igual que muchos otros negocios.

En el interior, las estanterías no tienen comida. Hace tiempo que debieron de entrar a robar todo lo que quedaba. El suelo está lleno de pequeños escombros y algunas revistas y periódicos. Nuria coge uno de ellos, es de 2020. El titular del periódico habla de suicidios en masa tras la segunda crisis económica mundial del siglo. España, antes de convertirse en Iberia, no había terminado de recuperarse, y una nueva crisis asoló el país y el resto de Europa. La situación laboral ya era insostenible por los bajos sueldos. Además, era imposible adquirir viviendas dignas y nadie podía prosperar. El paro volvió a crecer hasta el 60 % de la población. Muchos emigraron, pero la situación fue la misma en toda la comunidad europea. Más allá del viejo continente, no se admitían trabajadores europeos por la huida laboral en masa y así fue como muchas personas acabaron por quitarse la vida ante la desesperación.

Nuria siente lástima, las otras páginas hablan de numerosos atentados terroristas. Surgieron otros muchos grupos radicales exigiendo soluciones a través de la violencia. Coge otro periódico y ve la noticia del secuestro de cuatro ministros. Dos de ellos parece que fueron asesinados y los otros, según la noticia, siguen en paradero desconocido.

Eva busca, sin mucha esperanza, encontrar algo cómodo sobre lo que poder dormir. Ni siquiera hay insectos por la zona, más allá de las enormes telarañas que parecen muy viejas. Encuentran una zona de descanso. Debía de ser de los trabajadores donde hay un par de sofás rotos y mugrientos. Nuria extiende un par de mantas en cada uno y con las otras dos mantas se cubren el cuerpo entero. No pueden más y el cansancio las vence.

4

La luz del sol comienza a entrar por la gasolinera. Los colores escarlatas del amanecer con un cielo despejado hacen que la luz sea muy intensa e ilumine toda la gasolinera.

Nuria ya está despierta. Realmente, apenas ha dormido durante la noche, no necesita mucho descanso puesto que se ha acostumbrado a dormir poco al estar en una alerta constante. Y ahora, por raro que le parezca, está aún más en guardia que cuando estaba encerrada. Entiende que no deben pasar demasiado tiempo allí pues pueden volver a buscarlas, así que se levanta del sofá y va a despertar a Eva.

Duerme profundamente y la mueve el hombro con suavidad para ver si reacciona.

Pero no. Así que recurre a su única opción. Sale al recibidor y coge un escombro ligero. Vuelve a entrar al cuarto de descanso y lo estampa contra el suelo. Eva se despierta de golpe y jadeando. Tarda en entender dónde está porque mira a Nuria como si fuera una desconocida.

—La próxima vez tienes permiso para hacerme cosquillas. Lo prefiero a tener la sensación de que ha caído una bomba —dice Eva, aun recuperándose del susto—. ¿Qué hora es?

—Deben ser más de las 8:30.

—Tenemos que darnos prisa. —Eva se levanta agitada. Tiene hambre, pero la ansiedad la puede—. Busquemos otro coche, rápido.

Las dos salen olvidándose las mantas en la gasolinera. Por la carretera, hay varios coches y ahora podrían comprobar si los cargadores solares funcionan. Caminan durante cuarenta y cinco minutos, con hambre y la ansiedad creciendo por las prisas. Algunos maleteros son imposibles de abrir y en otros los paneles solares portátiles están inservibles.

—¡Aquí Eva! —Nuria parece haber encontrado algo.

Eva camina rápido hasta la posición de Nuria. Es un coche con un diseño clásico, se pusieron de moda durante la época de cambios de motor. Los que podían permitirse mantener la carrocería en sus viejos coches y cambiar el resto de los sistemas lo hicieron sin dudarlo. Nuria ha encontrado un cargador moderno, plegable como una alfombrilla de ratón de ordenador y a su vez un pequeño panel donde puede verse el nivel de carga de la batería. De él, un cable va directo al interior del coche. Nuria lo pone en marcha y al principio el motor no da señal de vida. Eva se dirige al capó y mira el motor. Tiene un cable suelto y lo conecta.

—¡Funciona! ¡Funciona!

Eva ve a Nuria sonreír por primera vez y es que para ella las personas que son serias constantemente, en el momento en el que sonríen tienen un brillo especial en su rostro, por decirlo de alguna manera.

Eva vuelve hasta el maletero y coloca el cargador sobre el techo del coche. El voltaje y amperaje son correctos. El motor se está cargando y en veinte minutos podrán iniciar la marcha. El cargador tiene dos adhesivos muy potentes, así que podrán dejarlo en el techo y seguir recargando la batería en movimiento.

Eva entra en el coche y en la guantera hay un cable usb. Coge su tablet de la mochila pequeña y comienza a cargarla. Enciende el motor.

Tras cinco minutos en completo silencio, las dos observan el horizonte totalmente ensimismadas. Eva vuelve sobre sí misma. No puede esperar más, el coche ya está suficientemente cargado. Además, la frenada proporciona auto recarga.

Eva abre la aplicación de GPS en la tablet. Marca veinte minutos, no están excesivamente lejos, pero deben esquivar cada coche que obstaculiza la carrera. Madrid las espera.

Ir a la siguiente página

Report Page