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Segundo renacimiento

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SEGUNDO RENACIMIENTO

1

Luca y su equipo ven a lo lejos, ya en posición y ocultos tras varios árboles y rocas grandes, cómo Nuria abandona el búnker, coge el coche de Alberto, se va sola y desciende el camino lo más rápido que puede. Luca da la orden a un furgón con el resto de los soldados que están en él de seguirla y averiguar a dónde se dirige.

—¿Entramos, señor? —le dice el teniente Díaz.

—Díaz, es usted un impaciente. Espere a que entren Salazar y el hombre que la acompaña. Por cierto, ¿sabemos ya su identidad?

—Voy a preguntarlo, señor. Enseguida vuelvo.

Díaz se marcha a consultar, algo mosqueado por la condescendencia que ha mostrado Luca en sus palabras, pero asume que está por encima de él en la cadena de mando y filtra sus emociones.

El viento es fuerte y la lluvia ha cesado hace tiempo, pero el cielo sigue cubierto de nubes. La tierra está excesivamente húmeda y los uniformes de los militares y el traje de misión de Luca están totalmente embarrados. Ninguno está preocupado por ello.

Luca se quita los prismáticos y ve a su equipo de cuatro hombres tras él. Todos ellos están ahí por la misma razón: familias a las que cuidar desde la distancia. Todos estos años, cumpliendo con su condena y con los diferentes trabajos sucios que le han encargado, jamás ha conocido a un solo hombre o mujer ligado al ejército sin tener algo por lo que luchar. Solamente los altos cargos tienen más secretos que nadie y Luca los desconoce.

Cuando estuvo en la mafia, aprendió a evaluar rápidamente la personalidad de cada compañero suyo, a analizar cada gesto y valorar el tono de sus palabras al hablar. Todo eso le proporcionó habilidades únicas a base de observar y escuchar. A su vez, cuando visitaban a sus «clientes» sabía perfectamente si le ocultaban algo o simplemente tenían miedo.

—Señor, el individuo se llama Alberto Gascón Rubio. Se le daba por desaparecido tras la huida masiva al norte. Es la última persona con quien se comunicó Salazar.

—Gracias, Díaz.

Luca vuelve a colocarse los prismáticos. Eva y Alberto ya no están y la puerta está cerrada.

—Díaz. Andiamo.

2

—No puedo creer que esto esté pasando.

Eva está sentada en el suelo con las manos en la cabeza, totalmente desesperada y repitiendo la misma frase una y otra vez. Alberto intenta templar la situación, pero no encuentra el modo de calmarla a ella.

—Me enfadé por una mentira piadosa, quería que la ayudase y lo entiendo, pero ahora nos ha dejado tirados. ¿Y cómo coño se supone que vamos a volver?

—Eva, podemos conseguir otro coche. Pasamos la noche aquí y salimos mañana. Aún hay cosas comestibles.

—Si el búnker se cierra no podremos salir, Alberto. Solo ella puede abrirlo y hay que ir cada veinte minutos a impedir que la puerta se cierre. Ya lo has visto, con empujoncitos. Tenemos que irnos cuanto antes. —Se levanta desesperada.

—Espera Eva. —Alberto la coge del brazo y Eva se suelta de mala gana—. Bajamos a la sala de los servidores e intentamos averiguar qué es lo que ha descubierto para que se haya ido así. Lo copias y lo envías a tu servidor. No vamos a irnos con las manos vacías, Eva.

Eva está centrada en su ira y rabia. Siempre ha odiado ser traicionada por los más cercanos a ella, y Nuria había empezado a ser algo parecido a una amiga. Por esa razón, nunca quiso relaciones personales más allá de poder tomarse unas cervezas por la tarde, ni amigos con los que contar para todo. Siempre se ha guardado sus problemas para ella sola, con noches enteras llenas de lágrimas de rabia e impotencia para descargarse. Solo así ha conseguido sobrevivir todos estos años.

Sin embargo, las palabras de Alberto vuelven a resonar en su cerebro: no iban a irse con las manos vacías. Respira hondo y se calma.

—Bajemos a ver qué nos podemos llevar.

Eva se adelanta a Alberto, que la sigue cual sombra. Bajan a toda velocidad por las escaleras. Al llegar, Eva pone su mano en el escáner biométrico pirateado y entran. Para su sorpresa, encuentran una tablet y una nota de Nuria sobre la mesa:

Sé que acabamos de arreglar las cosas, y ahora me acabo de marchar sin daros alguna explicación. Pero es evidente que nos siguen desde que nos fuimos de Dena y es mejor que encuentre el artefacto yo. He dejado una tablet donde podrás ver mi ubicación y la del artefacto. Te pido por favor que no vengas, es solo para que sepas en todo momento que estaré bien.

También he dejado todo lo que necesitáis saber sobre el origen del Virus G en la pantalla del proyector y el origen de esta guerra.

No sé si nos volveremos a ver Eva. Te he conocido poco, pero lo que sé de ti es muy bueno y positivo. Espero que la vida te trate como realmente te mereces.

Nuria

Eva deja la nota en la mesa y coge la tablet. La enciende y, efectivamente, ve como la posición de Nuria es rastreada a tiempo real. En la pantalla, aparece un mapa simplificado de carreteras con el punto que simboliza el otro dispositivo de Nuria y el nombre del modelo de este. Eva bloquea de nuevo la tablet. Da dos golpes a una tecla del ordenador para que la pantalla en negro vuelva a encenderse.

En ese momento, el proyector también deja ver en la pared la pantalla expandida del ordenador. El documento pdf abierto y proyectado tiene un nombre tan sugerente como aterrador: plan segundo renacimiento. Alberto traga saliva y Eva, antes de nada, en la pantalla del ordenador, ve las carpetas abiertas con todos los archivos que Nuria les ha dejado preparados.

Eva no podía simplemente arriesgarse a que estuviera en sus servidores, así que selecciona la carpeta contenedora de los archivos, los comprime e introduce una clave para encriptarlos. A continuación, abre el navegador y entra en la dirección web donde introduce sus datos de correo. Seguramente esté interceptado ya por el Gobierno, pero no podía ahora descargarse el navegador de la deep web para enviar un correo seguro. Demasiado tiempo que perder para superar todos los cortafuegos del sistema informático gubernamental. Teclea las direcciones de solo aquellos compañeros de los que se fía, también fuera de España y adjunta el archivo comprimido, que pesa veintisiete megabytes.

Eva vuelve su atención al Plan Segundo Renacimiento y comienza a bajar el documento con la rueda del ratón.

Hay trescientas cincuenta y ocho páginas y evidentemente no tiene tiempo de leerlas todas, así que lee en diagonal y muy por encima hasta que llega al punto donde quiere estar, el Sujeto 0.

En el documento, aparecen varias fotos de Nuria rodeada de científicos. Son informes donde se le hacen pruebas de resistencia electromagnética y se le inyectan cepas mutadas del Virus G. Eva ve el sufrimiento de Nuria en las fotografías y en otras tantas ve cómo está hasta el cuello de drogas para sedarla.

Los informes hablan de su inmunidad al Virus G y, sin embargo, su sangre acaba por deteriorar los recipientes que la contienen. No pudieron hacer pruebas y programaron una cirugía para comprender el funcionamiento de su cuerpo directamente desde dentro. La cirugía estaba programada para dos días después de cuando estalló el buque. Este documento debe de estar en una nube privada, alguien lo ha ido actualizando, advierte Eva.

—Eva, hay vínculos cada vez que aparece «Virus G» —le dice Alberto—. Ve mirando qué son, voy a ir a la salida para evitar el cierre de la puerta.

Eva gira la cabeza y asiente a Alberto para volver de nuevo, concentrada, a la imagen del proyector. Hace clic en uno de los hipervínculos y se abre un nuevo documento. Cuatrocientas setenta y seis páginas sobre todo lo que saben del virus.

A Eva le da un vuelvo un corazón. En el índice ve un apartado que dice “Potenciación del virus y ensayo en humanos”. Decide obviar esa parte, pero la palabra potenciación la ha alarmado. Va al apartado de registro. Se trata de un virus que estuvo activo en el periodo de preglaciación en el pleistoceno. Quedó completamente congelado y fue descubierto cuando algunas poblaciones de leones marinos empezaron a enfermar por un agente vírico entonces desconocido. El análisis de la sangre de estos mamíferos y los síntomas que manifestaron no eran aparentemente peligrosos. Diversas pruebas confirmaron que solamente afectaba a mamíferos.

Eva vuelve al documento del segundo renacimiento. Va hasta el apartado del Virus G y lee. Lee tan rápido como nunca lo había hecho. En ese momento, solamente existen todas esas palabras que le revelan el porqué de la situación internacional de hoy, ideada por occidente para acabar con el crecimiento económico desmesurado que ha surgido de la alianza entre China y las dos Coreas.

Tras ser descubierto, el virus fue llevado a diversos laboratorios, donde fue potenciado para que actuase en los humanos con más fuerza. La cepa fue liberada en Asia inicialmente, pero les interesaba también reducir parte de la población occidental: delincuentes, inmigrantes ilegales… Así que comenzaron por el sur de Europa. Controlaron su paso hacia el norte y más tarde lo expandieron hacia Centroamérica.

Fue un ataque directo de los gobiernos contra sus propios ciudadanos y los de otros países, alegando que se trataba de un ataque biológico terrorista. Culparon a los terroristas islámicos de este suceso, los gobiernos populistas y extremistas tomaron el control y pasaron a erradicar a las poblaciones árabes sin ninguna contemplación. Medidas imperialistas medievales en plena mitad de siglo XXI. Eva siente una enorme vergüenza por ser un ser humano.

Sin embargo, dejaron que el contagio del virus se expandiera hasta la pandemia. El virus traspasó las fronteras delimitadas sobre su actuación y la población tuvo que ser erradicada con bombardeos en aquellas zonas donde su erradicación fue incontrolable. A Eva, en ese momento, se le escapa una lágrima de rabia, se ha acordado de sus padres.

La guerra estalló en oriente, atribuyendo a países asiáticos y a Rusia la financiación del ataque terrorista. Todos los países occidentales los acorralaron dentro de los territorios rusos, chinos y árabes para evitar el mayor número posible de ataques en sus poblaciones. La guerra estaba planeada para un par de años después de la pandemia, según el documento, pero problemas grandes requieren soluciones aún más grandes y decidieron actuar cuanto antes.

Con todo ello, el escenario para las élites fue incluso mejor una vez que controlaron la pandemia con las bombas. Reactivaron la economía de occidente por medio de la venta de armas de los países autodeclarados neutrales y la importación de nuevas tecnologías. De esta forma, crearon diferentes bancas de ahorro para luego repartir los beneficios entre los países miembros. Los países neutrales fueron los encargados de hacer avanzar la tecnología y al quedar obsoleta dentro de las fuerzas armadas, sus avances se traspasaron al mercado convencional.

Cuanto más tiempo durase la guerra, mejor para establecer un nuevo orden y enriquecerse económica y tecnológicamente. El problema era que el virus continuó su expansión, aunque a un ritmo más lento y sin una cura aparentemente desarrollada.

Eva cierra el documento, no tiene tiempo de leer más. Desbloquea la tablet para ver dónde está Nuria. Ha entrado en una hiperautopista del mediterráneo, tendrá que esperar hasta ver el desvío que toma. Deben ponerse en marcha antes de que sea demasiado tarde para ello.

Escucha la puerta de cristal abrirse. Eva se gira y se encuentra a un militar sujetando a Alberto desde la espalda, apuntándolo con una pistola e inmovilizándolo, junto a otros tres militares apuntándola a ella. Por la escalera desciende Luca, sonriente.

—Al fin nos conocemos, Eva Salazar. Mi nombre es Luca Cinnoti. Tenía ganas de poder charlar contigo, pero antes permítenos detenerte.

El teniente Díaz indica a un soldado mediante un gesto que detenga a Eva. Este baja el arma y se acerca a Eva, que no opone ninguna resistencia mientras le colocan las esposas. A continuación, el soldado la lleva junto con Alberto y los hacen arrodillarse en el suelo. Luca se coloca frente a ellos.

—Supongo que a estas alturas ya estáis de sobra familiarizados con la naturaleza de vuestra amiga… Nuria. Nosotros la llamamos Sujeto 0. —Luca comienza a pasear mirando las instalaciones—. Estoy sorprendido, el búnker que prepararon en Roma no era tan amplio. Aquí en Iberia son todo privilegios. Pero vamos a dejarnos de intimidaciones, no es mi estilo. Me llamo Luca y estoy aquí para llevaros de vuelta a casa. En tu caso… —refiriéndose a Alberto—… Seguramente vayas directo a prisión por violar unas cuantas leyes que no vienen al caso enumerar. Pero a mí no me corresponde juzgar eso. No tenemos mucho tiempo, ¿dónde está el Sujeto 0?

—No lo sabemos. Se marchó sin más —habla Alberto en defensa de Nuria. Tiene miedo a morir a manos de Luca, pero cree que la causa es lo suficientemente significativa como para llevarse el secreto a la tumba.

—Encienda la tablet. —Eva se lo dice con la mirada perdida mientras Alberto la mira horrorizado—. Está detrás de usted.

Luca, seriamente, camina hacia el escritorio que tiene detrás de él y coge el dispositivo. Lo desbloquea y aparece un mapa. El punto de seguimiento de Nuria es claro.

—Vaya, se dirige a Almería —dice Luca—. ¿Es ahí donde está el artefacto? Por cierto, Salazar, tutéame. Entiendo que eres una persona educada y lo respeto, pero en cierto modo ya hay confianza.

—Solo he podido ver que cogió la hiperautopista hacia el mediterráneo. Puede encender el proyector y ver todo lo que sabemos. En unas horas todo el mundo lo sabrá.

—¡Eva! —grita Alberto, y un soldado lo golpea.

—¿A qué te refieres? —pregunta Luca con mucha curiosidad.

—Al plan Segundo Renacimiento. El nombre se las trae, sí, pero tú y tu gente, si es que se os puede llamar así, sois un maldito cáncer y ese documento lo demuestra. Sé quién eres Luca, tú fuiste el asesino de la masacre de Hong Kong. Se te fue la olla, es normal con toda esa presión. Ahora te han asignado el trabajo sucio, por lo que deduzco que no te cuentan todo porque solo hay dos opciones, o no tienes nada que perder o estás a punto de perderlo todo.

Luca, muestra frialdad ante las palabras de Eva; se muere por la curiosidad de leer lo que dice el documento a pesar de la certera, aguda y superficial deducción de Eva. Así que da a una tecla para que el ordenador vuelva a ponerse en marcha y el proyector ilumine la pared del fondo con la imagen extendida.

Luca y todos los presentes leen el último párrafo que ha leído Eva, donde se detalla a la perfección la idea y el germen del plan que ha llevado a la humanidad hasta su máxima caída. Es en ese momento cuando las palabras de Eva calan con retraso en Luca, «… estás a punto de perderlo todo». Ahora Luca sabe toda la verdad y comprende más que nunca por qué lo han usado como un auténtico peón. Le habían prometido el oro para más tarde darle migajas. Ahora que acababa de leer esas líneas, ha sentenciado su futuro y el de su familia, tras haber leído esa información clasificada para oficiales y funcionaros de alto rango entre los que él no se encuentra.

¿Qué debía hacer en ese momento? Las dudas lo asaltaban mientras sus compañeros seguían asimilando, estupefactos, todo lo que tampoco debían leer. Nuria, Eva y Alberto solamente han tratado de sacar la verdad por delante, porque si alguien tiene el verdadero poder son los civiles que se han quedado al margen de todo, mientras cumplían con sus obligaciones ciudadanas. Ellos podrían acabar con todo esto paralizando el sistema si dejasen de producir y trabajar. Los empresarios los seguirían puesto que están ahogados a impuestos para mantener lo insostenible y todo el planeta se colapsaría.

Nadie quiso esta guerra, solamente los hombres y mujeres como Asier y Elisa, sedientos de poder y control. Las dos personas que acaba de detener se han convertido en la fuerza motriz para que su familia y él puedan vivir libres al fin, sin mentiras, sin chantajes ni amenazas.

Aun así, el Sujeto 0 es un peligro para todos. Y a pesar de ello, se siente un auténtico demonio, un miserable. Durante los últimos años ha estado al servicio de genuinos dictadores, ha matado a numerosos inocentes y esto ha llegado a su fin. Tenía familia que cuidar, pero la línea que ha rebasado durante todo este tiempo está ahora a kilómetros de distancia, y debe hacer algo para volver hasta ella.

—Dime una cosa Salazar, ¿durante estos días no has notado nada diferente en el Sujeto 0? —pregunta Luca, cortando toda la avalancha de pensamientos y emociones que le invaden.

—Es igual de mentirosa que todos. ¿Inmune al virus? ¿Y qué más da si su sangre no sirve?

—¿Y no te llama la atención que su sangre precisamente deteriore cualquier recipiente?

A Eva tampoco le encaja.

—Ahora que lo dices… ayer demostró tener una fuerza impropia.

Luca arquea una ceja sobre sus gafas de luna.

—Tampoco sé todo acerca del Sujeto 0. Solamente rumores. —Piensa en alto Luca. El teniente Díaz lo mira extrañado—. Debo deciros que vuestra amiga no es un ser humano. Al menos tal y como lo entendemos la mayoría.

—¡Señor! —El teniente Díaz reprocha a Luca.

—Díaz, cállese. Seguramente esté entre estos archivos.

Luca mira, en el ordenador, la carpeta de documentos donde aparecen los informes del Sujeto 0. Busca durante unos instantes unas imágenes y las abre.

—Esto son radiografías que le hicieron, preoperatorias. Su esqueleto es metálico y tiene lo que los médicos han denominado un «intraesqueleto», que recubre todos sus huesos de metal a modo de musculatura, compuesta de un material que desconocemos. Pero si vamos a las imágenes de la resonancia… —Luca baja más sobre el documento—. Vemos que ese intraesqueleto está repleto de circuitos y un fluido transparente.

Eva y Alberto miran las imágenes con tanta sorpresa que son incapaces de emitir algún sonido. Eva comprende que su amiga no le haya contado toda la verdad, no solamente fue para ganarse su confianza en poco tiempo, sino para protegerla. Ahora mismo, Luca dictamina su propia sentencia de muerte o cadena perpetua al contarle cada detalle a todos los presentes. Seguramente la primera opción sea mejor.

—Somos testigos… vivimos en un tiempo en que este aparente ser humano ha aparecido en diversos registros históricos de diversas culturas. Todos se refieren a ella con la misma descripción, una mujer pelirroja con una fuerza sobrenatural, venida de otro mundo, una diosa. Escrituras antiguas clasificadas que nunca se han dado a conocer, al coincidir escandalosamente con otras culturas muy distantes. Ha aparecido en Egipto, Babilonia, México, China, Grecia, Escandinavia… Pero sobre todo mi país la dio a conocer a través del arte, como Venus.

El teniente Díaz apunta a Luca con su fusil.

—¡Señor! ¡Lo siento, pero tengo órdenes de ejecutarlo si desvela el origen del Sujeto 0!

El teniente Díaz va a apretar el gatillo cuando el soldado que esposó a Eva le dispara en la cabeza con su pistola. El teniente Díaz cae fulminado ante los gritos de Eva y Alberto debido al susto. Díaz forma un enorme charco de sangre a su alrededor. El soldado que estaba más cerca del otro alzó su arma, preso del pánico sin saber a quién apuntar. Luca saca su pistola y lo apunta mientras el otro soldado también lo hace.

—Baja el arma, Márquez —advierte Luca, sin dejar de apuntarlo—. Has leído lo mismo que nosotros, hemos sido utilizados y no tendremos garantía de nada cuando acabemos el trabajo.

—Por eso prefiero acabar con ello antes —dice Márquez aterrorizado.

Márquez se coloca el fusil debajo de la garganta y se suicida. La sangre salpica al soldado, a Eva y a Alberto. Luca apunta al otro soldado fríamente.

—Férriz, ¿estás con nosotros?

Férriz asiente. Luca y el otro soldado bajan el arma.

—Perdonad este incidente. Entiendo lo impactante que puede ser ver, por primera vez, morir a dos personas en tan pocos segundos, pero necesito vuestra atención de nuevo.

Eva y Alberto respiran hondo, sin dejar de temblar. Los oídos les pitan y duelen.

—El dolor de oídos se os pasará en un momento. —Luca prosigue con su relato—. El Sujeto 0 no es una diosa, no sabemos de dónde ha salido ni quién ha hecho posible todo lo que oculta su cuerpo, pero se la puede manipular, herir y matar como a cualquier persona. Y por eso vamos a ir a por ella, pero vosotros vais a hacer otra tarea. Férriz, García, quitarles las esposas.

Los dos soldados obedientes hacen lo que Luca les ha pedido. Eva y Alberto se masajean las muñecas por el dolor que el hierro apretado les ha causado. Se reincorporan.

—¿Por qué nos sueltas? —pregunta Eva.

—Porque cuando recuperemos el artefacto necesito que me ayudéis a ponerlo en marcha y darlo a conocer a todo el maldito planeta. No voy a quedarme de brazos cruzados sabiendo lo que está en juego. Soy un asesino a sueldo, al fin y al cabo. Acepto mis crímenes y quizá otra cosa no tenga, pero el sentido de la justicia está innato en mí.

—¿Y nos pides que nos fiemos de vosotros? —pregunta Alberto.

—No tenéis muchas más opciones. ¿Eres piloto verdad? —Alberto asiente—. Seguidme, hay un hangar en el búnker con un helicóptero.

3

Eva, Alberto, Luca y los dos soldados se dirigen hasta el fondo contrario al proyector en la sala de los servidores, por detrás de las escaleras y la entrada. Delante de la pared, Luca golpea siete veces con el puño sobre la misma. La pared se vuelve translucida y un holograma solicita identificación ocular. Luca acerca su cara y el holograma reconoce el iris. Acto seguido se abre la puerta verticalmente. Ante ellos se descubre un largo pasillo blanco descendente. Se adentran en él mientras la puerta se cierra de nuevo.

—¿Tienes pruebas de todo lo que has dicho? —pregunta Eva a Luca, aún algo desconfiada.

—Déjame la tablet.

Eva le da la tablet a Luca enseguida. Luca la desbloquea y accede a una aplicación del servidor. Introduce un código y la aplicación desvela una carpeta llamada «0».

—Envía esa carpeta a tus compañeros si quieres. El Sujeto 0 siempre ha aparecido en periodos de conflictos bélicos, tratados de paz internacionales y…

—Pandemias —corta Eva.

—No encontrarás fotografías, sino grabados, óleos que se desconocían y estaban custodiados en cámaras secretas y, sobre todo, representaciones artísticas debido a que el último registro data de hace doscientos setenta años, en escrituras británicas. No está claro su propósito de entonces, ahora tampoco.

Eva no puede creer todo lo que Nuria es realmente. ¿Sería posible objetivamente que fuera un humano hiperdesarrollado? Luca parece de fiar, a pesar de saber quién es, y normalmente ella sabe cuándo le están mintiendo. Demasiadas investigaciones a sus espaldas como para no conocer a los mentirosos. Luca iba en serio, también en ayudarlos y estaba muy agradecida por ello. Alberto, sin embargo, seguía pálido.

—Ey… —Eva coge a Alberto por los hombros—. Tranquilo, vamos a salir de aquí.

—Esto me queda un poco grande Eva. ¿Qué se supone que vamos a hacer ahora?

—No lo sé. De momento coger ese helicóptero que dicen.

—Ya hemos llegado —Luca interviene en la conversación.

Luca se detiene a unos metros, donde de nuevo la pared se vuelve translúcida y otro holograma le da la bienvenida al hangar. Según se abre la puerta, a lo lejos, unas compuertas se despliegan lentamente con un sonido grave que recorre todo el hangar.

Entra una corriente de viento suave y fresca.

Está construido como todo el búnker, bajo la montaña, pero en este caso el interior está prácticamente conservado. Numerosas vigas recorren el techo sosteniendo el peso de la tierra. El techo es alto, de unos treinta metros, lo suficiente para poder elevarse. Hay dos helicópteros, uno de ellos eléctrico.

—No creo que el motor eléctrico esté disponible después de tanto tiempo, pero tienes bidones de gasolina por si necesitas cargar el otro —explica Luca—. Os deseo buena suerte, pero por favor, id hacia el norte, tanto como podáis y escondeos. Intentad que no os descubran. Cuando consiga el artefacto, os localizaré.

—¿Cómo? —pregunta Eva.

El soldado Férriz saca una pistola más pequeña y dispara hacia el helicóptero. Ha colocado un localizador.

—Vosotros tenéis recursos para todo —dice Eva.

In bocca al lupo.

Luca y los dos soldados se dan la vuelta y vuelven por el pasillo que han bajado. La puerta se cierra tras ellos.

Alberto va directo al helicóptero, abre la puerta, está helada. Se mete dentro y arranca el motor. Un hud se despliega en el cristal. Es un helicóptero de gasolina, pero equipado con tecnología más moderna. Alberto ve que tienen combustible a tope.

—Podemos llegar hasta el sur de Francia si cogemos un par de bidones para no llevar mucha carga.

—¿De verdad piensas huir Alberto? Esperaba por tu parte algo más de espíritu aventurero.

—¿Quieres ir a por Nuria y su dichoso artefacto? —Alberto se altera—. Si quieres ir a Almería puedes poner en marcha el otro helicóptero, seguramente puedas llevarlo sola con el piloto automático. Es más moderno que este. Conmigo no cuentes.

—No discutiré contigo. Que te vaya muy bien, amigo.

Eva se marca hacia el otro helicóptero.

—¡Si no tienes ni idea de ponerlo en marcha! —Alberto grita para que lo escuche. Eva sigue caminando decidida—. Me cago en todo. ¡Te llevo!

Eva se detiene y se gira a escucharlo.

—¡Sí venga! ¡Te llevo!, pero vamos a ir en este. ¡No te quedes ahí parada y trae esos bidones!

Eva sonríe y ahora se dirige hacia los bidones de gasolina. Alberto inicia el programa de precalentamiento desde el hud y el motor comienza a rotar suavemente las aspas. Se baja del helicóptero y se dirige hasta los bidones para ayudar a Eva.

—De todas formas… —Eva se detiene en seco.

—¿Qué? —Alberto intenta desbloquear el cerebro de Eva, que parece que ha colapsado.

—Aquí tiene que haber un laboratorio o algo que pueda… Sígueme.

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