21

21


Antes de partir

Página 19 de 28

ANTES DE PARTIR

1

—¿Por qué estás tan segura de que hay un laboratorio?

Alberto está más nervioso de lo habitual. Es normal, a pesar de haber quedado libres, hasta hace unos minutos un arma le apuntaba directamente a la cabeza. Quiere salir cuanto antes del búnker y la tozudez de Eva no ayuda a calmarlo.

—Joder, Alberto, piénsalo. No se iban a encerrar aquí con la posibilidad de que alguien cayese infectado y no tuviesen al menos algo con lo que frenar el virus.

—¿Y todos esos muertos que hay repartidos? ¿Qué me dices de ellos?

—Ahí es donde entras tú. Puedes volver a la sala del servidor a recuperar las grabaciones para saber qué pasó aquí y hace cuánto.

—Diez minutos Eva. Solo diez minutos y nos largamos.

—Ya veremos —sentencia Eva, ante las prisas de Alberto.

Al volver a la entrada del pasillo que lleva hasta el hangar, con la tablet Eva accede al sistema del servidor para buscar un mapa tridimensional del búnker. No tarda demasiado en conseguirlo mientras sigue escuchando a lo lejos a Alberto maldecir cada cosa que le ocurre desde la sala de servidores.

Las escaleras centrales descienden a los niveles inferiores. Eva se detiene al pisar el primer peldaño y se da cuenta de que no hay luz en esa zona, así que enciende la linterna de su móvil y se dispone a descender por los peldaños metálicos. En total, recorre tres plantas hasta llegar al laboratorio. La primera parecen ser habitaciones y la segunda un almacén de armas. Ninguna de ellas con luz. Qué distribución más extraña. Todo parece improvisado, piensa.

A medida que desciende, se le acelera el pulso. Eva y la oscuridad no se llevan bien desde que ella era una niña. Con el móvil, puede manejarse y aunque tiene la certeza de que no hay no-humanos cerca por el hecho de que ya se habrían hecho notar horas antes, su autosugestión la devora poco a poco mediante el miedo.

Al llegar a la tercera planta, Eva ilumina con el teléfono en la pared un letrero que le indica que está en el laboratorio. Las puertas están abiertas y la luz del móvil deja distinguir algunos cuerpos, papeles y sillas tirados por los suelos. A pesar de estar situado en la planta más baja del búnker, el agua se ha filtrado a través de las paredes y la humedad es alta. Quizá la red eléctrica de cada planta estaba independizada y por eso tampoco había luz en las otras dos de arriba. Lo extraño es que se haya mantenido en las plantas principales. Seguramente la sala del servidor tenga un mayor recubrimiento contra el agua filtrada.

Eva percibe una tenue luz parpadeante. Se dirige hacia ella lentamente. Además de humedad, la sensación de frío cada vez aumenta y el entorno no ayuda a calmar sus pulsaciones. El latido de su corazón es tan fuerte en este momento que le duele el pecho. Pero Eva se mantiene firme y camina lentamente hasta que, sin darse cuenta, en un despiste, se tropieza. Al caer contra el suelo, su cabeza choca contra las baldosas. Su cráneo es duro y la baldosa se parte. Por suerte no se ha hecho ninguna herida, pero el dolor es muy fuerte.

Durante un rato se queda desorientada sin saber dónde está. Mira a su alrededor sin ver nada y en contraposición sus pulsaciones bajan. Prefiere quedarse quieta hasta recuperar completamente la noción del espacio y el tiempo.

Eva recapitula, en pocos segundos, todo lo que le ha ocurrido. El dolor es cada vez más fuerte a medida que se hace consciente de sí misma. La luz parpadeante había quedado desenfocada, pero ahora puede verla con claridad. Procede de una sala no muy lejos de ella.

Eva apoya la mano sobre el suelo para reincorporarse y nota que está mojado por algo viscoso. Utiliza su móvil y ve el horror.

Un cadáver completamente desfigurado y en descomposición. Parece que la mira desde el suelo. Eva ahoga un grito para no alertar a Alberto y se levanta rápidamente, evitando la mirada vacía mientras se echa hacia atrás y vuelve a dirigirse hacia la sala de donde procede el parpadeo de la luz.

La sala es una habitación rectangular de cristal, reforzada en sus vértices por acero. El cristal es bastante grueso, parece a prueba de balas. En su interior, hay un par de cadáveres alrededor de un estante que soporta una caja de contención biológica. ¿Sería eso la cura? Al lado del estante, hay un pequeño escritorio con un ordenador. Eva puede abrir la puerta fácilmente ya que al no haber corriente no está sellada.

El hedor a muerto es insoportable y se coloca la camiseta por encima de la nariz. La luz procede de la caja de contención, que parece estar conectada a una batería de larga duración, pero Eva descubre que su fuente eléctrica procede de un cable que se extiende por la sala y sube hasta el techo. Seguramente conectado a la red principal para no perder la refrigeración.

Eva intenta poner el ordenador en marcha, pero es inútil. Abre la tapa de la torre y saca los dos discos duros sólidos de grafeno. Eva vuelve sobre sus pasos hasta llegar de nuevo a la escalera y rápidamente asciende por ella para llegar hasta la sala de los servidores. Al llegar, ve a Alberto más relajado de lo normal.

—¿Sabes ya qué ha pasado? —pregunta Eva.

Alberto se asusta. Ha estado tan concentrado hasta ese momento que no se había dado cuenta de la llegada de Eva.

—No he encontrado nada relevante en las imágenes. Solamente sé que la compuerta de salida falló y se murieron de hambre. Alguien desconectó la grabación de las cámaras hasta hoy. El sistema se ha reiniciado y ha vuelto a grabar. ¿Ves? Aquí estamos nosotros entrando.

Eva se ve a sí misma junto con Alberto y Nuria.

—Échame un cable para colocar estos discos duros.

Alberto se levanta y sigue a Eva. Ambos buscan a través de la vitrina que envuelve al servidor dos ranuras disponibles de discos duros. No tienen tiempo de reemplazarlas por otras puesto que tendrían que comprobar previamente qué información perderían. Eva las encuentra finalmente. Mientras Alberto vuelve a la silla enfrente de la pantalla, Eva abre la puerta de cristal y coloca los discos duros en paralelo en las bahías. Empuja fuerte hasta escuchar dos clics.

Automáticamente, una nueva ventana se abre en la pantalla principal. Los discos funcionan como uno solo. Eva vuelve hasta donde está Alberto y la ventana contiene un petabyte de información. Eva divide la información y la mayoría son archivos de vídeo en alta definición, seguramente de pruebas con sujetos y simulaciones de bioingeniería.

—¿Qué había ahí abajo?

Alberto pregunta a Eva con el fin de definir un parámetro de búsqueda que los ayude a acabar antes. Eva le cuenta lo que ha visto y su teoría sobre la cura del Virus G. Alberto prueba diferentes palabras. El buscador del sistema operativo es bastante rápido, pero no han afinado lo suficiente como para encontrar el archivo que buscan. El problema es que no saben qué buscan exactamente y dan algunos palos de ciego.

Mientras Alberto sigue insistiendo, Eva desbloquea su tablet. Abre la aplicación que marca la posición de Nuria. Parece que ya ha llegado a donde quería estar. Un pueblo cercano al Cabo de Gata. El punto que marca su posición parece no desplazarse, así que Eva amplía el mapa hasta que ve cómo se mueve a lo largo de la pantalla al ritmo de una persona que va caminando.

¿Por qué no nos ha dicho toda la verdad desde el principio? La habría creído, Eva se lamenta. En el fondo cree que puede volver a recuperar a Nuria, pero sus esquemas de valores internos le dicen que no debe hacerlo.

Mira la hora. Son las 19:21. Se les hace tarde. ¿Tarde para qué? Ahora pueden centrarse en encontrar una cura y darla a conocer. Si toda la población supiera realmente que funciona, la revolución estaría servida. Pero ¿por qué Nuria no se quedó a ayudarlos con esto? El artefacto es importante y Eva lo sabe, puede ayudar también a revertir la situación medio ambiental a largo plazo.

También está rondando en su cabeza, ahora mismo con miles de pensamientos que bloquean la respuesta a qué hacer, todo lo que Luca les había contado. ¿Venus? Están chalados, piensa. Eva ha creído muchas cosas, pero Luca le hablaba de un ser humano que trascendía al espacio y al tiempo. Y aunque fuera cierto, ¿qué hacía entonces aquí? ¿Por qué razón aparecía en distintas épocas? ¿Y el intraesqueleto de metal? ¿Acaso era un cyborg? Si Alberto le dijese ahora que está echando humo por las orejas, se lo creería sin dudarlo. Pero Eva no puede creer todas estas afirmaciones de Luca, ¿podría haber dicho semejante disparate para que simplemente dejase de interesarles todo lo que rodea a Nuria y se centrasen en lo que él quería? Nada tiene sentido. Ellos son el Gobierno y saben a lo que se enfrentan, pero ¿de verdad esperan que creamos esto? Voy a seguir investigando, se dice.

Sin embargo, Luca tiene que saber lo que esconde este búnker. Los ha dejado campar a sus anchas, con la esperanza de que se fueran cuanto antes. No, quiere que encontremos algo. Si no habrían esperado a vernos partir. Quizá no sea un simple peón, pero sí es una torre prescindible, llegado el momento, para los reyes. Así que tiene razones de peso, como le había dicho antes, para dejarlos seguir investigando en este lugar.

—Eva. —Eva se gira hacia Alberto, saliendo de su ensimismamiento—. Si encontrásemos realmente una posibilidad de curar a todos los No-Humanos entre todos estos archivos, tendríamos que experimentar previamente con alguien. No podemos darlo a conocer sin que se nos eche antes encima el Gobierno.

—¿Qué palabras has buscado? —Eva Tiene un momento de lucidez. Ignora lo que le propone Alberto.

—Pues siendo un virus: vacuna, virus, retrovirus…

—Y si realmente… ¿no es un virus lo que debemos buscar?

—¿Una bacteria?

Eva asiente.

—¿Sugieres que toda esta pandemia se acaba con antibióticos?

—Piénsalo, los estábamos tomando por tontos. Hemos creído que se les había escapado el control de la enfermedad y en parte es cierto, se les ha ido de las manos, pero porque no contaban con la resistencia que han desarrollado las bacterias, no porque no supieran cómo acabar con ello.

—Eva, ¿te estás escuchando? Son dos cosas totalmente distintas, ¡es de primaria! ¿De verdad iban a confundir un virus con una bacteria?

—No, no lo han confundido. Simplemente han cambiado el nombre para crear control sobre sus propios círculos de poder. Tener a toda la comunidad científica ocupada, sin encontrar una vacuna capaz de erradicar al virus, y haciendo desaparecer a aquellos que descubriesen la verdad, solo daría notas de prensa como hasta ahora, aterradoras para todo el mundo. «No hay cura, lo dice la ciencia». Pero…

—Pero habrá cura —interrumpe Alberto—… cuando a nosotros nos convenga.

—Eso es.

Alberto se gira e introduce la palabra «bacteria» en el buscador. La ventana del buscador comienza a buscar rápidamente entre todos los archivos. Encuentra uno. Un solo archivo entre todo ese montón de información. Hace doble clic para abrirlo. Sale una nueva ventana que solicita una contraseña.

—Mierda —se lamenta Alberto.

—¿Perdona? ¿Desde cuándo supone un problema averiguar una contraseña?

Eva sonríe para sí misma. Conecta su tablet por usb al servidor y vuelve a abrir su aplicación para descifrar claves.

—Oye, cuando pase todo esto…

—No pienso darte esta aplicación. La cree yo con fines profesionales.

—Es que me gustaría ver algunas cosas de viejos enemigos… ya sabes…

—Te jodes. —Eva le sonríe. Alberto se ríe, sabe cómo es Eva.

La aplicación ha obtenido cuatro dígitos en forma de asteriscos. Eva había desarrollado la aplicación con el fin de nunca recordar una contraseña, así que el propio dispositivo a través del cable introducía automáticamente la clave sin dejar ver los caracteres. Es una forma que tiene ella de sentirse mejor al invadir la privacidad de las empresas y personas.

El archivo se desbloquea.

El documento se abre y se cargan tan solo treinta páginas. La salvación de la humanidad se resumía en tan solo treinta páginas y las tenían delante de la pantalla.

Con la rueda del ratón descienden por el documento, hasta llegar a unas gráficas donde se muestra el sistema de contención que Eva ha encontrado en el laboratorio. Efectivamente, todo este tiempo ha aguantado con unas baterías de bajo consumo. Al reactivar la red eléctrica principal con el generador, han dejado de funcionar y han pasado a recargarse de nuevo.

Más abajo, descubren que los antibióticos son muy potentes y el tratamiento por persona dura aproximadamente 21 días, administrando las dosis progresivamente. Además, hay que aislar a cada enfermo para evitar la propagación de la bacteria y que transmita la información genética para desarrollar la resistencia al antibiótico. Un proceso lento, pero no imposible. Aunque tampoco tienen 21 días para ensayar con cualquier No-Humano.

—Deberíamos ayudar a Nuria, Eva. Nos habrá dejado tirados, pero mira lo que hemos encontrado. Podemos mandar esta información cifrada a cualquiera de nuestros amigos para que vengan a por la cura. Así matamos dos pájaros de un tiro.

—Quizá no consigan traspasar la frontera.

—Está bien, dame dos minutos. Programaré la energía del búnker desviándola toda al sistema de contención del antibiótico. Cuando el generador se quede sin gasolina las baterías estarán cargadas y aguantarán lo suficiente, incluso para que nosotros podamos volver.

—Si es que volvemos.

—Por eso tenemos que ayudar a Nuria. Eva, sé qué hace un rato solamente quería largarme de aquí, pero llevo toda mi vida huyendo de los problemas, engañándome a mí mismo en la forma de enfrentarlos. Y sí, por una vez tengo la oportunidad de remediarlo y sentirme realmente útil en esta mierda de mundo que nos ha tocado vivir. Además, quizá así Nuria nos confiese realmente todo lo que Luca nos ha dicho.

Eva tiene sentimientos encontrados, pero Alberto tiene toda la razón. Deben ir a ayudar a Nuria, aunque sea lo último que hagan. Enviarán de forma segura todos los datos y cómo acceder al búnker.

2

Tras finalizar el proceso de desviación de energía, cogen sus mochilas cargadas previamente de provisiones y se dirigen de nuevo al hangar. Las puertas están abiertas durante diez minutos, que es el tiempo que Alberto ha dejado en cuenta atrás.

Se suben al helicóptero de gasolina. Alberto despliega el hud y arranca los motores. Se colocan los intercomunicadores. Alberto acelera la rotación de las hélices y el helicóptero se eleva brevemente. Con mucho cuidado, desplaza el helicóptero hasta la salida del hangar.

Ya en el exterior, Alberto se eleva y Eva le indica que dirección tomar según mira en su tablet.

Es la primera vez que Eva ve la sierra de Madrid desde lo alto. El paisaje es simplemente alucinante. El verde grisáceo se extiende por hectáreas ante sus ojos, que se relajan al observar el horizonte. Vuelve la vista a la tablet.

—Vas a tener que acelerar, Alberto.

—¿Pasa algo?

—Hay dos puntos en el GPS que acaban de salir de la hiperautopista a Almería. Entiendo que Luca no iba solo con esos dos.

Ir a la siguiente página

Report Page