2000

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Celebración

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Celebración

Pongámonos los zapatos, la camisa listada,

el traje azul aunque ya brillen los codos,

pongámonos los fuegos de bengala y de

artificio,

pongámonos vino y cerveza entre el cuello

y los pies,

porque debidamente debemos celebrar

este número inmenso que costó tanto

tiempo,

tantos años y días en paquetes,

tantas horas, tantos millones de minutos,

vamos a celebrar esta inauguración.

Desembotellemos todas las alegrías

resguardadas

y busquemos alguna novia perdida

que acepte una festiva dentellada.

Hoy es. Hoy ha llegado. Pisamos el tapiz

del interrogativo milenio. El corazón, la

almendra

de la época creciente, la uva definitiva

irá depositándose en nosotros,

y será la verdad tan esperada.

Mientras tanto una hoja del follaje

acrecienta el comienzo de la edad:

rama por rama se cruzará el ramaje,

hoja por hoja subirán los días

y fruto a fruto llegará la paz:

el árbol de la dicha se prepara

desde la encarnizada raíz que sobrevive

buscando el agua, la verdad, la vida.

Hoy es hoy. Ha llegado este mañana

preparado por mucha oscuridad:

no sabemos si es claro todavía

este mundo recién inaugurado:

lo aclararemos, lo oscureceremos

hasta que sea dorado y quemado

como los granos duros del maíz:

a cada uno, a los recién nacidos,

a los sobrevivientes, a los ciegos,

a los mudos, a mancos y cojos,

para que vean y para que hablen,

para que sobrevivan y recorran,

para que agarren la futura fruta

del reino actual que dejamos abierto

tanto al explorador como a la reina,

tanto al interrogante cosmonauta

como al agricultor tradicional,

a las abejas que llegan ahora

para participar en la colmena

y sobre todo a los pueblos recientes,

a los pueblos crecientes desde ahora

con las nuevas banderas que nacieron

en cada gota de sangre o sudor.

Hoy es hoy y ayer se fue, no hay duda.

Hoy es también mañana, y yo me fui

con algún año frío que se fue,

se fue conmigo y me llevó aquel año.

De esto no cabe duda. Mi osamenta

consistió, a veces, en palabras duras

como huesos al aire y a la lluvia,

y pude celebrar lo que sucede

dejando en vez de canto o testimonio

un porfiado esqueleto de palabras.

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