1984

1984

George Orwell

El vocabulario C era complementario de los otros dos y contenía totalmente términos científicos y técnicos. Éstos se parecían a los términos científicos en uso hoy en día y procedían de las mismas raíces, pero se tomó el cuidado habitual para definirlos rápidamente, y despojarlos de los significados indeseables. Se atenían a las mismas reglas gramaticales que las palabras de los otros dos vocabularios. Muy pocas palabras C tenían uso en las conversaciones cotidianas o en el lenguaje político. Cualquier científico o técnico podía encontrar todas las palabras necesarias en la lista dedicada a su especialidad, pero sólo tenía una mínima idea de las palabras de las otras listas. Solamente unas cuantas palabras eran comunes a todas las listas y no existía un vocabulario que expresase la función de la ciencia como actitud mental o como método intelectual independiente de sus ramas particulares. No había, de hecho, palabra para designar la «Ciencia», quedando cualquier significado que pudiera tener suficientemente cubierto por la palabra Ingsoc.

Por lo que se ha explicado, podrá verse que en neolengua la expresión de opiniones heterodoxas de bajo nivel era casi imposible. Era factible, claro está, emitir herejías de un tono muy crudo y elemental, como una especie de blasfemia. Hubiera sido posible, por ejemplo, decir el «Gran Hermano inbueno». Pero esta aseveración, que a un oído, ortodoxo le sonaba como una manifiesta absurdidad, no podría haber sido sostenida con argumentos racionales, ya que faltaban las palabras necesarias. Sólo podían sostenerse ideas contrarias al Ingsoc de una manera vaga y sin palabras, y formularlas en unos términos muy genéricos que mezclaban y condenaban todo tipo de herejías, sin definirlas particularmente. De hecho, sólo podía utilizarse la neolengua para fines heterodoxos traduciendo de un modo ilegítimo algunas de las palabras a la Viejalengua. Por ejemplo, «Todos los hombres son iguales» era una afirmación posible en neolengua, pero en el mismo sentido en que «Todos los hombres tienen el pelo rojo» pudiera serlo en Viejalengua. No contiene ningún error gramatical, pero expresa una no—verdad palpable como que todos los hombres son de la misma estatura, peso o fuerza. El concepto de igualdad política ya no existía y por lo tanto esta significación secundaria había sido limpiada de la palabra

igual.
En 1984, cuando Viejalengua era todavía el medio normal de comunicación, teóricamente existía el peligro de que al usar palabras de neolengua uno recordara sus significados originales. En la práctica no era dificil, para alguien bien versado en el
doblepensar,

evitar que esto ocurriera, pero dentro de dos generaciones se evitaría incluso la posibilidad de este peligro. Una persona creciendo con neolengua como único lenguaje, no sabría nunca que había tenido antes la acepción de «igualdad política», o que «libre» había significado anteriormente «intelectualmente libre», del mismo modo que, por ejemplo, una persona que no hubiera oído hablar nunca de ajedrez, podría saber los segundos significados aplicables a la reina y a la torre. Por lo tanto, quedaría descartada la posibilidad de cometer muchos crímenes y errores simplemente porque no tenían nombre y, en consecuencia, son inimaginables. Y era de esperar que con el paso del tiempo las características que distinguían a la neolengua, se volverían más y más acusadas: sus palabras irían disminuyendo, sus significados cada vez más restringidos y más remoto el peligro de utilizarlos impropiamente. Al desaparecer la Viejalengua se habría roto el último lazo con el pasado. La historia ya se había reescrito, pero algunos fragmentos de la vieja literatura sobrevivían aquí y allá, imperfectamente censurados, y mientras persistiera el conocimiento de la Viejalengua era posible leerlos. En el futuro tales fragmentos, incluso si sobrevivieran, serían inteligibles e intraducibles. Era imposible traducir un pasaje de Viejalengua a Neolengua, salvo que se refiriera a algún proceso técnico, a hechos de la vida cotidiana o bien fuese ya de tendencia

ortodoxa (bienpensante
sería la expresión en neolengua). En la práctica, esto suponía que ningún libro escrito antes de 1960 podía traducirse por completo. La literatura anterior a la Revolución sólo podía estar sujeta a una traducción ideológica, o sea, a una alteración tanto de las palabras como del sentido. Tomemos por ejemplo el tan conocido pasaje de la Declaración de la Independencia:

Entendemos que son verdades evidentes el que todos los hombres han sido creados iguales, que han sido dotados por su Creador con ciertos derechos: inalienables, entre los que se encuentran la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. Y que, para asegurar estos derechos, se han instituido entre los hombres los gobiernos, cuyo poder depende del consentimiento de los Gobernados. Y que cuando cualquier forma de gobierno perjudica estos fines, el pueblo tiene derecho a alterarla o abolirla e instituir una nueva…

Hubiera sido imposible traducir este párrafo a neolengua conservando el sentido del original. La traducción más aproximada consistiría en tragarse todo el pasaje como
crimental.
Una traducción completa sólo podía ser ideológica, con lo que las palabras de Jefferson se habrían convertido en un panegírico sobre el gobierno absoluto.

Buena parte de la literatura del pasado ya se había transformado en esto. Consideraciones de prestigio aconsejaban conservar el recuerdo de algunas figuras históricas, poniendo al mismo tiempo algunas de sus grandes acciones en relación con la filosofía del Ingsoc. Varios escritores como Shakespeare, Milton, Swift, Byron, Dickens y otros estaban en proceso de traducción. Una vez terminado este trabajo, sus escritos originales, junto con el resto que hubiera sobrevivido de la literatura del pasado, sería destruido. Estas traducciones eran un proceso lento y difícil y no se esperaba que fueran terminadas antes de la primera o segunda década del siglo veintiuno. Había también gran cantidad de literatura meramente utilitaria —manuales técnicos indispensables y cosas por el estilo— que debían ser tratados del mismo modo. Para dar tiempo a este trabajo preliminar, se fijó una fecha tan lejana como el año 2050 para la adopción definitiva de la neolengua.

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