1984

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Parte tercera » Capítulo III

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El corazón de Winston volvió a llenarse de aquella adoración por O’Brien que nada parecía capaz de destruir. «¡Qué inteligente —pensó—, qué inteligente es este hombre!». Nunca dejaba O’Brien de comprender lo que se le decía. Cualquiera otra persona habría contestado que había traicionado a Julia. ¿No se lo habían sacado todo bajo tortura? Les había contado absolutamente todo lo que sabía de ella: su carácter, sus costumbres, su vida pasada; había confesado, dando los más pequeños detalles, todo lo que había ocurrido entre ellos, todo lo que él había dicho a ella y ella a él, sus comidas, alimentos comprados en el mercado negro, sus relaciones sexuales, sus vagas conspiraciones contra el Partido… y, sin embargo, en el sentido que él le daba a la palabra traicionar, no la había traicionado. Es decir, no había dejado de amarla. Sus sentimientos hacia ella seguían siendo los mismos. O’Brien había entendido lo que él quería decir sin necesidad de explicárselo.

—Dime —murmuró Winston—, ¿cuándo me matarán?

—A lo mejor, tardan aún mucho tiempo —respondió O’Brien—. Eres un caso difícil. Pero no pierdas la esperanza. Todos se curan antes o después. Al final, te mataremos.

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