1983

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Segunda parte » Capítulo 20

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Estás sentado en el aparcamiento de la biblioteca de Balne Lane, a las ocho de la mañana de un sábado lluvioso de mayo.

Con las puertas del coche cerradas por dentro, estás temblando, incapaz de apagar la radio:

Denis Healey derrota a Michael Foot en la batalla por los misiles Polaris; Norman Tebbit promete poner coto a los sindicatos y eliminar los consejos de distrito del área metropolitana de Londres; Thatcher espera una victoria sin precedentes para frenar al laborismo radical; un joven de dieciséis años ha aparecido colgado de los barrotes de una ventana en una celda del correccional de menores de la cárcel de Strangeways; se dicta auto de procesamiento contra Dennis Nilsen…

Ni una palabra de Hazel.

Estás sentado en el aparcamiento de la biblioteca de Balne Lane, a las ocho de la mañana de un sábado lluvioso de mayo.

La radio está apagada, pero sigues temblando.

Las puertas del coche siguen cerradas por dentro.

Es sábado, 28 de mayo de 1983.

Día-12:

¿Alguien se sabe algún chiste?

Subes las escaleras de la biblioteca hasta la primera planta, donde están los microfilms y los periódicos antiguos, y sacas de los estantes dos cajas del

Yorkshire Post: Diciembre de 1974 y

noviembre de 1975.

Pones la cinta y rebobinas, a sabiendas de que el pozo está seco.

STOP.

Viernes, 13 de diciembre de 1974.

Una niña desaparecida en Morley: Edward Dunford, corresponsal de sucesos en el norte de Inglaterra.

La señora Sandra Kemplay hizo esta mañana un emotivo llamamiento para que su hija Clare vuelva a casa sana y salva.

STOP.

Domingo, 15 de diciembre de 1974:

Asesinada: Jack Whitehead, elegido mejor periodista de sucesos del año.

El cuerpo desnudo de la niña de nueve años Clare Kemplay fue encontrado a primera hora de la mañana de ayer por un grupo de trabajadores en Devil’s Ditch, Wakefield.

STOP.

Lunes, 16 de diciembre de 1974:

Atrapemos a ese pervertido: Jack Whitehead, elegido mejor periodista de sucesos del año en 1968 y 1971.

El examen postmórtem de la niña de diez años Clare Kemplay ha revelado que fue torturada, violada y finalmente estrangulada.

STOP.

Jueves, 19 de diciembre de 1974:

Atrapado: Jack Whitehead, elegido mejor periodista de sucesos del año.

A primera hora de la mañana de ayer la policía detuvo en Fitzwilliam a un individuo sospechoso del asesinato de la niña de diez años Clare Kemplay.

Fuentes policiales han confirmado en exclusiva a este periódico que el hombre ha confesado el crimen y ha sido acusado formalmente. Esta misma mañana será trasladado a los juzgados de Wakefield.

Las mismas fuentes policiales han revelado que el individuo se ha confesado culpable de otros asesinatos, de los que será formalmente acusado en fechas próximas.

STOP.

Sábado, 21 de diciembre de 1974:

La súplica de una madre: Edward Dunford.

La señora Paula Garland, hermana de la estrella de la liga de rugby Johnny Kelly, lloró al contarnos cómo era su vida desde la desaparición de su hija Jeanette, de la que acaban de cumplirse cinco años.

«Lo he perdido todo desde ese día», dijo la señora Garland en alusión al suicidio de su marido, Geoff, en 1971, tras la infructuosa investigación policial sobre el paradero de la niña desaparecida.

«Lo único que quiero es que todo termine —dijo la señora Garland entre lágrimas—. Y puede que haya llegado el momento».

La detención en Fitzwilliam de un individuo relacionado con la desaparición y el asesinato de Clare Kemplay ha supuesto un trágico rayo de esperanza para la señora Garland.

STOP.

Sábado, 21 de diciembre de 1974.

La caza del asesino: Jack Whitehead, elegido mejor periodista de sucesos del año.

Hoy se ha emprendido en Wakefield una nueva caza del asesino, tras encontrarse el cadáver de una mujer de treinta y seis años…

STOP.

STOP.

A los lavabos de la biblioteca, con arcadas secas.

El estómago te arde; el estómago te sangra.

Otra arcada. Vomitas. Escupes.

Sabes que no ha terminado, que nunca terminará.

Que tienes que volver.

Sigues rebobinando cintas a sabiendas de que el pozo está seco.

STOP.

Lunes, 23 de diciembre de 1974:

Asesinada la hermana de la estrella de la liga de rugby: Jack Whitehead, elegido mejor periodista de sucesos del año.

La policía encuentra el cadáver de Paula Garland en su casa de Castleford a primera hora de la mañana del domingo, después de que los vecinos oyeran gritos.

STOP.

Martes, 24 de diciembre de 1974:

Tres muertos en un tiroteo en Wakefield: Jack Whitehead, elegido mejor periodista de sucesos del año.

STOP.

STOP.

STOP.

Otra vez al lavabo; el estómago que te arde y te sangra.

Otra arcada.

Vomitas.

Escupes.

Sabiendo lo que sabes, condenado a volver por última vez.

Pones la última cinta. Rebobinas el último microfilm. El pozo seco: STOP.

Viernes, 21 de noviembre de 1975:

Myshkin condenado a cadena perpetua.

En una cabina de teléfono de Balne Lane, con el ruido incansable de la lluvia en el techo, haces dos llamadas, conciertas una cita y piensas: Jack, Jack, Jack…

Con el ruido incansable de la lluvia en el techo, piensas: No está.

Llevas una guía de Leeds y Bradford abierta encima de las rodillas; las notas y las fotocopias al lado, en el asiento del copiloto. Circulas por calles secundarias y callejones de Morley.

Es sábado, pero no hay niños.

Bajas por Church Street hasta el cruce con Victoria Road y Rooms Lane. Giras a la derecha en Victoria Road. Aparcas en la puerta del colegio de primaria Morley Grange, bajo el campanario de una iglesia negra.

La lluvia cae entre los árboles oscuros y callados.

Consultas las notas y arrancas el motor.

Clare Kemplay fue vista por última vez el jueves, 12 de diciembre de 1974, cuando volvía del colegio por Victoria Road…

Sigues adelante por Victoria Road.

Pasas las pistas deportivas y el cruce con Sandmead Close.

Clare, de diez años, pelo largo y rubio y ojos azules, vestía un chubasquero naranja, tipo canguro, jersey azul marino de cuello alto…

Vuelves a consultar las notas.

Pones el intermitente a la izquierda.

… pantalones vaqueros azul claro con un águila bordada en el bolsillo trasero izquierdo y botas de agua rojas.

Giras en Winterbourne Avenue:

Una calle sin salida de nueve o diez viviendas; unas individuales, otras no.

Llevaba una bolsa de plástico con unas zapatillas de gimnasia negras.

Una calle sin salida.

Aparcas en la puerta de Winterbourne Avenue 3.

En el diminuto jardín delantero hay un cartel:

Se vende.

Bajas del coche. Entras en el jardín. Llamas al timbre.

No hay respuesta.

Una mujer abre la puerta de la casa de al lado.

—¿Le interesa la casa? —pregunta.

—No —contestas por encima del seto bajo que separa los jardines—. Estoy buscando a los Kemplay.

—¿A los Kemplay?

—Sí.

—Se mudaron hace años.

—¿No sabrá adónde fueron?

—Al sur.

—¿Recuerda cuándo?

—¿Usted qué puñetas cree? —dice, y cierra de un portazo.

Te quedas delante de una casa que nadie quiere comprar y te preguntas qué harán los Atkins, si también se irán al sur o si se quedarán aquí, si se quedarán aquí viendo crecer a los hijos de sus vecinos, viendo crecer a los hijos de sus vecinos mientras su hija se pudre debajo de la tierra, mientras se pudre debajo de la tierra del lugar que se la llevó.

Estás parado bajo la lluvia en una calle sin salida, haciéndote preguntas.

Vuelves al coche. Subes. Cierras las puertas por dentro. Abres la guía.

Arrancas. Giras a la derecha para salir de Winterbourne Avenue. Vuelves a Victoria Road.

Pasas otra vez por delante de las pistas deportivas y del colegio.

Giras a la derecha en Rooms Lane. Subes por Rooms Lane.

Dejas atrás la iglesia.

La lluvia cae entre los árboles oscuros y callados.

Vuelves a Bradstock Gardens y giras de nuevo a la derecha.

Bradstock Gardens es una calle sin salida, igual que Winterbourne Avenue.

Una calle sin salida.

Hay dos policías sentados en un coche patrulla en la puerta del número 4.

Las cortinas están cerradas y la leche en la puerta.

Vuelves a consultar las notas:

Una niña de diez años, melena castaño oscuro y ojos castaños, con pantalones de pana beige, jersey azul marino con una H bordada y chaleco guateado de color rojo. Llevaba una bolsa de gimnasia de tela negra, ceñida con un cordón…

Sentada a tu lado, en el asiento del copiloto…

Hazel te mira.

Te mira y dice:

—Ayúdame.

La lluvia cae entre los árboles oscuros y callados.

—Estamos en el infierno.

Sales en marcha atrás.

Con la guía de Leeds y Morley abierta encima de las rodillas, y las notas y las fotocopias al lado, en el asiento del copiloto, te alejas de Morley.

Es sábado pero no hay niños.

Todos los niños han desaparecido.

Sales de Morley.

Por Elland Road hasta Leeds.

Otra vez están poniendo ese programa de espíritus.

Cambias de emisora pero en todas partes oyes lo mismo: Thatcher, Thatcher, Thatcher.

Ni palabra de Hazel.

No está.

En la recepción del

Yorkshire Post le preguntas a una chica guapa de sonrisa agradable y pelo teñido de rubio platino si puede facilitarte la dirección de un antiguo empleado.

—¿Jack Whitehead? —repite—. ¿Quién era?

—Un periodista. De sucesos.

—Creo que nunca he oído hablar de él —dice, arrugando la frente—. ¿Sabe cuándo trabajó para nosotros por última vez?

—El sábado, 18 de julio de 1977.

Vuelve a negar con la cabeza y descuelga el teléfono.

—Hola, soy Lisa, de recepción. Un caballero pregunta por un tal Jack Whitehead. Dice que trabajó aquí como periodista hasta julio de 1977.

Guarda silencio. Espera.

—Gracias —dice.

Cuelga el teléfono. Necesita teñirse las raíces.

Te mira y sonríe.

—En seguida lo atienden.

Es una mujer atractiva, de treinta y tantos años. Camina con aire seguro y se parece a Marilyn Webb.

Te levantas.

—Kathryn Williams —dice, con la mano tendida.

—John Piggott —contestas, reteniendo la mano todo lo que te atreves.

—Me han dicho que ha venido por Jack Whitehead.

—Soy abogado, estoy preparando un recurso de apelación y recuerdo que Jack Whitehead cubrió la información del caso. Además he visto los microfilms.

Se esfuerza por sonreír, aunque se nota que está aburrida.

—¿En qué puedo ayudarlo? —dice.

—Si le soy sincero —murmuras—, no sé si puede. Sé que Jack Whitehead tuvo un accidente en 1977 y que nunca más…

—Fue terrible —dice, mirando el reloj.

—Esperaba que alguien pudiera facilitarme su dirección, para ponerme en contacto…

Niega con la cabeza.

—La última vez que supe de él seguía en el hospital.

—¿Por casualidad sabe en qué hospital?

—Stanley Royd.

Ves las luces de freno rojas a través de las paredes de cristal del edificio, los faros delanteros y la lluvia en las puertas giratorias.

—Supongo que podría estar muerto —dices.

—Lo dudo —contesta—. Nos habríamos enterado.

Asientes dos veces.

—Bueno —sonríe—. Si no quiere nada más…

—Gracias. Muchas gracias.

Te acompaña a la puerta.

—Encantada de conocerlo, señor Parrot.

—Piggott —sonríes.

Se ríe y te aprieta el brazo.

—Perdone.

—No se preocupe. Gracias por su tiempo.

Vuelve a tender la mano.

—¿Cuál era el caso? —pregunta.

—Clare Kemplay.

Empieza a soltarte la mano.

—¿Y el recurso de apelación? No…

—Michael Myshkin —dices, asintiendo con la cabeza.

Te suelta la mano.

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