1983

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Cuarta parte » Capítulo 39

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Es Navidad y estoy subiendo una cuesta cargada de bolsas. Bolsas de plástico, bolsas de papel y bolsas de Tesco. Pasa un tren y ladro, me paro en mitad de la calle y le ladro al tren. Soy un despojo humano que lleva un chaquetón verde con cuello de piel sintética, un suéter azul turquesa debajo de una camiseta de tirantes ceñida amarillo chillón, pantalones marrones y botas de ante marrón de media caña. Giro a la izquierda y veo una hilera de seis garajes al fondo estrechos y abandonados, todos con pintadas blancas y restos de pintura verde en las puertas, y la última puerta da golpes, sacudida por el viento y la lluvia. Abro la puerta y entro. Es un espacio pequeño, de unos veinticinco metros cuadrados. Huele a jabón dulce, a sidra y a Durex. Hay cajas a modo de mesas, leña amontonada y trastos viejos. Y botellas por todas partes: botellas de jerez, botellas de alcohol, botellas de cerveza y botellas de productos químicos, todas vacías. Un chaquetón marinero a modo de cortina cubre la única ventana, que mira a la nada. Los restos de una hoguera grande y cenizas mezcladas con ropa quemada. En la pared que está enfrente de la puerta alguien ha escrito con pintura roja y húmeda: La viuda del pescador. Oigo abrirse la puerta a mis espaldas, vuelvo la cabeza y…

En la misma habitación, siempre la misma habitación: limonada, pan rancio y cenizas en la chimenea. Voy toda de blanco y poco a poco me vuelvo negra hasta las uñas, arrastrando un lavabo de mármol para bloquear la puerta, y me caigo porque estoy agotada y no me tengo en pie, me desplomo en una silla con el respaldo roto, todo me da vueltas y no entiendo nada, palabras en la boca, imágenes en la cabeza sin ningún sentido, perdida en mi propia habitación, como si me hubiera caído desde una gran altura, rota, y nadie puede recomponerme, mensajes que nadie recibe, descodifica y traduce.

«¿Cómo vamos a pagar el alquiler?», canto.

Sólo mensajes desde mi habitación, atrapada entre los vivos y los muertos, con un lavabo de mármol delante de la puerta. Pero no estaré aquí mucho tiempo, ya no. Sólo una habitación y una niña vestida de blanco que poco a poco se va volviendo negra hasta las uñas, con agujeros en la cabeza, sólo una niña que oye pasos en la calle, sobre los adoquines.

Sólo una niña.

Sólo una niña de rodillas cuando él por fin sale de dentro de mí. Ahora está enfadado. Quiero darme la vuelta, pero me ha agarrado del pelo y empieza a darme puñetazos sin venir a cuento, y le digo que no hace falta ponerse así, intento devolverle su dinero, pero entonces me la mete por el culo y mientras me besa los hombros, me quita el sujetador, pienso que al menos terminará pronto, él sonríe al ver estos brazos fofos de vaca gorda y me pega un mordisco fuerte, muy fuerte, debajo de la teta izquierda, pero no puedo gritar, sé que no debo, porque entonces tendrá que hacerme callar y me echo a llorar al comprender que todo ha terminado, que me han encontrado, que así acaba la historia, que nunca volveré a ver a mis hijas, nunca más…

BJ se despierta sudando:

Es sábado, 27 de diciembre de 1980.

Está en la cama, atento a la lluvia y a las grietas del techo.

Hay alguien en la puerta.

(

Siempre alguien en la puerta). Alguien llama a la puerta:

—Teléfono.

—Gracias —dice BJ—. Muchas gracias.

Es sábado, 27 de diciembre de 1980.

BJ ha vuelto a Preston.

Al albergue St. Mary’s.

Sangre y fuego, escrito sobre el dintel de la puerta.

—¿Qué?

—¿Lo llamaste?

—Sí.

—¿Y?

—Mañana.

—¿Dónde?

—Ya lo sabes.

—¿Tienes la foto?

—La tengo.

BJ cuelga y se queda parado en un pasillo institucional. Tiene los ojos morados y los labios en carne viva, la nariz rota y una mano vendada. Las paredes verdes y crema manchadas de insultos y números.

Se queda mirando los sietes, pero en ese momento no les encuentra ningún sentido.

No está en 1980.

Está en la época de los seises:

De los seis seis seises.

Iluminado.

Vuelve a subir las escaleras empinadas y a recorrer el estrecho pasillo hasta su habitación, al fondo.

La puerta está abierta.

BJ entra.

Hace frío dentro.

La luz no funciona.

Se sienta delante de la mesa, junto a la ventana.

Está lloviendo.

En el alféizar de la ventana se han formado charcos.

Pasa un tren.

Ladra un perro.

La ventana tiembla.

Se estremece.

BJ desearía estar muerto.

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