1977

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Cuarta parte » Capítulo 20

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Y Piggott me deja en las proximidades de St. James y me dice que si se me ocurre cualquier cosa que pueda necesitar o cualquier otra cosa que pueda hacer, que le llame sin dudarlo, pero yo bajo del coche, la puerta abierta, y subo las escaleras, sin respiración, me apoyo en las barandillas, me desplazo por los suelos brillantes, entro en el pabellón y oigo gritos por aquí y por allá, las enfermeras pasan corriendo, yo descorro las cortinas de una cama vacía, una me dice cuánto lo siente y que el final fue bastante repentino, repentino después de todo este tiempo y lo difícil que es siempre predecir pero por lo menos mi mujer estaba con él y al final se limitó a cerrar los ojos como si todo se hubiera detenido y lo mucho que se alteró ella pero, en casos como éste, es lo mejor que puede pasar y se ha acabado el dolor y al final no se ha prolongado demasiado, y yo, a los pies de su cama vacía, observo su mesilla de noche vacía, las puertas abiertas, me pregunto dónde habrá ido a parar su agua de cebada y entonces veo uno de los cochecitos de Bobby, el coche de policía Matchbox que le regaló Rudkin, y lo recojo y no me muevo, mirando el cochecito en un rincón vacío del pabellón, otra enfermera me cuenta qué paz se le veía y cuánto mejor está muerto y no vivo y sufriendo dolores y yo le miro la cara, los pliegues rojizos de su cuello, el maltratado pelo blanco, los ojos grandes y azules y me pregunto qué demonios se le puede pasar a alguien por la cabeza para dedicarse a este trabajo, y entonces pienso lo mismo de mi propio trabajo antes de recordar que estoy suspendido y que probablemente no esté haciendo mi verdadero trabajo, digan lo que digan, y miro el reloj y me doy cuenta de hasta qué punto he perdido la noción del tiempo, he perdido la noción de los minutos, he perdido la noción de las horas, he perdido la noción de los días, he perdido la noción de las semanas, de los meses, de los años, de las décadas, y me voy por los pasillos brillantes, las enfermeras siguen hablando, otra más sale de detrás de una cortina, las tres me observan mientras me voy hasta que me detengo y me doy la vuelta y vuelvo a recorrer el pasillo para darles las gracias y darles las gracias y darles las gracias y luego me doy la vuelta y me vuelvo a marchar, por el pasillo brillante, con el cochecito de policía en la mano, bajo las escaleras y salgo por la puerta y me zambullo en la mañana, o lo que creo que es la mañana pero todas las hojas de los árboles están teñidas de rojo y el cielo se está poniendo blanco, la hierba azul, la gente de un gris extraterrestre, los coches silenciosos, las voces desaparecen, y me siento en los escalones, me froto los ojos hasta que pican como abejas y paro y me levanto y recorro el largo paseo de entrada hasta la carretera y me pregunto cómo cojones voy a volver a casa desde aquí, así que levanto el dedo gordo y me quedo así un buen rato hasta que me desplomo y me quedo tirado al lado de la entrada del hospital encima de la hierba azul, sin dejar de mirar al cielo blanco, a las hojas rojas, y si me duermo, luego me despierto, y cuando me despierto me levanto y me sacudo la hierba azul de la ropa y ando por la carretera hasta una cabina de teléfono rojo brillante y dentro encuentro una tarjeta blanca de un taxista y marco el número y le pido un taxi a una voz extranjera de un lugar extranjero y luego salgo de la cabina y miro pasar los coches silenciosos con sus Destripadores al volante, los miro pasar a toda velocidad en las dos direcciones, los veo reír y señalarme, mujeres muertas en sus maleteros, en las ventanillas de atrás, mujeres muertas que saludan con la mano y piden ayuda, manos blancas que cuelgan de los maleteros, manos blancas pegadas a las ventanillas de atrás, hasta que al cabo de un rato interminable llega el taxi y me subo en él y le digo adónde quiero ir y me mira como si no supiera adónde coño quiero ir pero arrancamos, yo voy sentado delante, la radio encendida, el taxista intenta trabar conversación conmigo pero no puedo entender lo que me dice o por qué cojones quiere hablar conmigo hasta que le pregunto de dónde coño es y después de eso ya no dice nada más, se concentra en la carretera hasta que un par de putos días después paramos delante de mi casa y le digo que lo siento pero que no tengo nada de dinero y que tendrá que esperar mientras entro y lo busco, lo que le cabrea un montón pero qué otra cosa puede hacer, total que llego a casa y meto la llave en la cerradura pero ya no vale, así que llamo al timbre el resto del día hasta que doy la vuelta a la casa y pruebo otra llave en otra cerradura pero ésa tampoco vale, así que paso la noche llamando hasta que cojo el ladrillo que pongo en la puerta del garaje para que no dé golpes y lo lanzo a través de la ventana que hay al lado de la puerta trasera y meto la mano por ella pero no sirve de nada, así que la emprendo a golpes con los puños y con los pies hasta que por fin consigo entrar y voy a la sala de estar y cojo el dinero para la leche del cajón de arriba y salgo al paseo para volver con el taxista pero se ha ido a tomar por culo después de todo el follón, y no se lo reprocho, así que saludo con la mano a los vecinos de enfrente y vuelvo a entrar para buscar a Louise y a Bobby, recorro una a una las habitaciones, pero no están, ni en los cajones, ni en los armarios, y tampoco debajo de las camas, así que vuelvo a bajar y voy a casa de Tina a ver si se han pasado allí un momento o si ella sabe adónde hostias se han ido, así que vuelvo a saludar a todos los vecinos otra vez y recorro el camino de entrada de la casa de Tina y llamo a la puerta de atrás pero no abre, así que sigo dando golpes hasta la mitad de la semana próxima, Kirsty la perra ladra sin parar al otro lado, y sigo llamando hasta que por fin se abre la puerta y resulta que es Janice, allí plantada, en carne y hueso, y me llevo tal sorpresa que estoy a punto de caer redondo, y le digo directamente, creía que estabas muerta, digo, creía que Eric Hall o John Rudkin te habían violado y golpeado en la cabeza y luego habían saltado encima de tu pecho, y ella se echa a llorar y dice que no, que está bien, y le pregunto si el bebé está bien y ella dice que sí y entonces le pregunto si puedo pasar porque me siento como un gilipollas integral allí fuera, mientras me ve todo el mundo y uno más, pero me dice que no y cierra la puerta y yo intento volver a abrirla y ella grita y me dice que va a llamar a la policía y le recuerdo que yo soy la policía, pero está claro que no me va a dejar entrar y entonces me doy cuenta de que no puede ser Janice de verdad, porque Janice me dejaría entrar, y me siento en el escalón de la puerta trasera de Tina y deseo fervientemente que ojalá me pareciera más a Jesús, hasta que me levanto y vuelvo a mi casa y cuando llego al paseo veo que las puertas del garaje están abiertas de par en par y dando golpes bajo la lluvia y entonces decido sacar el coche y dar una vuelta a ver si encuentro a Louise y a Bobby, aunque no tengo ni puta idea de dónde pueden estar o por dónde empezar a buscar, pero de todas formas subo al coche y me pongo en marcha porque la verdad es que no se puede decir que tenga un montón de compromisos ineludibles, ¿verdad?

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