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CUATRO » Capítulo I

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Capítulo   

I

ES el final.

Lo del aciano fue una torpeza. Tuviste que escabullirte dejando las bolsas en el dormitorio. Saliste a oscuras y apresuradamente. No te quedó otra opción. Habías esperado demasiado pero aquellos muchachos no se movían del portal.

Fingiste estar con muchas copas de más, y saliste tambaleándote sin soltar tu maletín. Llevabas una botella en la mano. Te aseguraste de que la viesen. Incluso les dijiste «Hasta luego», con tu voz gruesa, ronca.

«Vaya marcha», comentó uno de ellos.

Te alejaste entre sus risas y el olor a porro.

Al salir, no encontraste el coche. Ya lo habías previsto. Estaría en el otro punto, supusiste. Caminaste por varias calles simulando una borrachera. La madrugada era fría, húmeda. Las luces amarillas iluminaban las aceras, las fachadas desgarradas de casas y comercios.

Más de una vez tropezaste con cuerpos arrumados en rincones, cubiertos con cartones y periódicos.

Tú seguiste con el recorrido repasado cientos de veces. Sabías dónde estaban las cámaras. Hasta tenías en la cabeza a las más imperceptibles.

Cuando llegaste al aparcamiento, el coche tampoco estaba allí.

Era obvio.

Deambulaste un poco más y tuviste que regresar a casa en transporte público.

Sí, lo del anciano fue una torpeza.

Esto acelera las cosas. Lo sabes. Ahora vendrá el turno de la niña. El viernes probablemente.

Te da pena.

A ella no la cortarás en trozos, decides.

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