19

19


CUATRO » Capítulo IV

Página 38 de 53

Capítulo   

IV

AFUERA hay tormenta y hace frío, pero aquí no importa.

El agua tibia cae como una pequeña lluvia. Tu mano cubre delicadamente su hombro mientras ella murmura algo y cierra los ojos. El cabello brillante, pegado a su cuerpo, se extiende por la espalda como un brazo flaco y negro, de uñas largas. Percibes en tus yemas la suavidad de su piel tersa. Tus dedos bajan, presionan, buscan las nalgas. Te entretienes ahí un instante y luego subes otra vez. Ahora acaricias la barbilla, el cuello, su pecho. Ella se deja hacer. Tú sigues. Jugueteas con el ombligo, frotas sus muslos con tus palmas, sintiendo su carne joven, cálida húmeda. Empiezas a hurgar entre las piernas y, de pronto, sientes esa fuerza que crece bajo tus pantalones. Tratas de controlarte, de prolongar el momento, pero no puedes. Debes continuar, no tienes otra alternativa. Más con ella allí, desnuda, lista. Parpadea. Tus dedos se extienden, entonces, nerviosos para explorar ese punto infinito, placentero.

—¿Aquí o en la cama? —te sonríe.

—Aquí —le indicas mientras te apartas para terminar de quitarte la ropa.

Ella te hace espacio en la bañera y la contemplas un momento.

Entras.

El agua tibia cae como una pequeña lluvia.

Afuera hay tormenta y hace frío, pero aquí no importa.

Ir a la siguiente página

Report Page