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15. Nuestro momento

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Nuestro momento

DRAKE

2 de mayo de 2016

De acuerdo, sí que estoy un poco celoso.

Puede que sea algo más que un poco.

Así que le hago saber a mamá que visitaré al señor Hans para pedirle un libro prestado.

Así que el señor Hans no está en casa.

Así que solo es una vil y sucia excusa.

Porque volvamos al principio de mi divagación: estoy celoso.

Esa es la razón por la que alzo mi puño y golpeo con más fuerza de la necesaria la puerta de la casa de la familia Hans. El que pasen un par de minutos antes de que abra la puerta una despeinada Alaska, que tiene tres botones de su camisa desabrochados, provoca reacciones bastante negativas en mi sistema.

Su respiración es un desastre, sus mejillas están sonrojadas y tiene ese brillo de culpa en sus ojos. Miro más allá de su hombro para ver al tipo de su escuela, lo deduzco por el uniforme, abrochándose los botones de su camisa.

No es infidelidad.

No estamos viviendo nuestro momento.

Somos libres.

Y aun así experimento las horribles sensaciones que ella ha tenido antes por mi culpa. Soy capaz de entender ahora cómo se sintió, y no me gusta. Desprecio la sensación de amargura, acidez y descontento ante esta situación.

Es irracional y desenfrenado. Cavernícola y primitivo. Me siento absolutamente como un hipócrita, porque a mí me gusta ella, la quiero, la deseo, la anhelo y aun así he hecho de las mías en el pasado no tan lejano.

Lo que la deja con el mismo derecho de hacer lo mismo.

Solo que el órgano en mi pecho, en realidad mi cerebro que propulsa todas estas emociones, se niega a aceptar el mensaje de que estamos siendo muy irracionales y Alaska Hans nos pateará el culo.

—¿Qué haces aquí?

—Veré más tarde a nuestros hermanos, y Jocker quiere que le lleve un libro del paraíso Hans —improviso. Se mueve de un pie a otro, muy nerviosa.

—Dime cuál.

—No recuerdo el nombre, pero lo reconoceré al verlo.

—¿Tienes la foto? Yo lo busco.

—Mi memoria —me limito a decir, y sé que está pensando qué hacer, razón por la que me adelanto.

La hago a un lado con un leve empujón inofensivo y paso por su lado. Cierro la puerta detrás de mí y observo al escuálido adolescente que claramente estaba pasando un buen momento con Alaska. Quiero estrangularlo y quiero que desaparezca este lado irracional de mí.

De acuerdo, el adolescente no es escuálido, es bastante decente y es tan pelirrojo que deberíamos pedir un deseo porque parece algo místico. Incluso me muestra una sonrisa que parece un tanto avergonzada, porque al parecer no tiene intenciones de ser un idiota conmigo, lo cual me frustra.

«¡Vamos! Dame motivos para odiarte». Fue fácil con Caleb, no me lo pongas difícil, pequeño amigo pelirrojo.

Lo observo en absoluto silencio esperando intimidarlo, él se rasca la parte baja de su nuca. Su rostro lleno de pecas me hace saber que se encuentra incómodo. Alaska aclara su garganta.

—Este es Norman. Norman, te presento a Drake.

—¿Tu madre leyó aquel libro y pensó que sería divertido ponerte ese nombre? —cuestiono.

—Drake —me sisea Alaska en advertencia. Tomo lentas respiraciones porque necesito calmarme y relajarme.

No tengo derecho a juzgar esta situación.

Me arrinconé yo solo.

Tengo la culpa.

Debo lidiar con las consecuencias de mis palabras.

Quiero a Alaska.

Y no sé controlarme.

Dejo mi letanía dándome cuenta de que se ha desviado del cometido original. Libero el más pesado de los suspiros, como si la vida me pesara, pero lo que de verdad me pesan son mis decisiones. Alaska y yo en abril compartimos una noche increíble, no hubo besos ni tocamientos, solo se trató de palabras. Nunca me sinceré tanto con una chica y quizá se deba a que nunca sentí tantos deseos de cuidar a alguien que me importa tanto, al menos de una manera no fraternal.

Alaska es joven y no se trata de ir por mujeres mayores o experimentadas, se trata de que tal vez ella necesita vivir sus propias experiencias del mismo modo en el que yo lo hice, pero entonces siento la voz de Dawson en mi cabeza repitiendo la misma pregunta de siempre: «¿Por qué no puede experimentar esas cosas contigo?». Y me enredo cuando quiero responder.

Supongo que eso es lo que ella hacía en este momento: experimentar. Pero he visto cómo entraba a casa con el pelirrojo hace una hora y, tras torturarme, decidí que no podía soportarlo y aquí estoy: siendo un imbécil e interrumpiendo lo que en primer lugar apoyé que viviera. Quiero golpear mi frente contra una pared.

—¿Están solos en casa? —pregunto.

—Sí —responde contundente. Y aunque su barbilla está alzada con dignidad, cuando me vuelvo a verla sus mejillas se sonrojan—. Vamos por el libro. Ahora vuelvo, Norman.

—De acuerdo, Alaska.

Comienzo a caminar detrás de Alaska y, cuando me vuelvo, noto que el pelirrojo está subiéndose la bragueta de su pantalón. Hago una pausa, respiro y me ordeno retomar mi camino sin ser un completo idiota.

Libertad. No puedo intervenir en su libertad.

Me mantengo silencioso y eso hace que se dispare un parloteo nervioso y raro de Alaska mientras nos acercamos a la biblioteca de Albert Hans, más conocido como el paraíso Hans. No mentiré diciendo que soy devoto de los libros cuando hace muy poco que me he vuelto un lector obsesivo gracias a mi vecina, pero el paraíso Hans siempre ha sido algo que le quita el aliento a cualquiera. Da la impresión de que los estantes de libros son infinitos.

Camino por el lugar fingiendo buscar un libro sin saber muy bien qué hacer. Hay un silencio raro y pesado; creo que debo disculparme, pero las palabras no me salen.

—Quédate a buscarlo mientras yo regreso con Norman. ¿Te parece bien?

Me vuelvo para mirarla y hay algo en sus ojos, algún mensaje que pasa de largo, que no atrapo. Lentamente asiento y la veo irse.

—¿Qué sucede contigo? —me reprendo. Suspiro apoyando la frente de uno de los estantes de libros. Quisiera que me pasaran toda su sabiduría para saber qué hacer con todo lo que siento.

No sé cuánto tiempo pasa, pero en algún momento Alaska regresa. Me vuelvo para mirarla y tomo el primer libro que mis manos palpan.

—Norman se ha ido. —Suena más como un reproche que como un hecho.

—Qué mal.

—¿Por qué has venido, Drake?

—Por el libro para Jocker.

Sus manos van a su cintura y mira hacia el techo como si implorara paciencia. Por primera vez en mucho tiempo el enfado de Alaska va dirigido a mí.

—No es el momento. Experimenta. Vive… Eso es lo que hago —anuncia—. Tengo algo con Norman, es bonito, me gusta y no experimentaba. Y, sí, hubo manoseos muy buenos y…

—No necesito detalles —la corto.

—Y, sí, interrumpiste que pudiera pasar cualquier otra cosa. Y, sí, estoy molesta porque frenas y aceleras. ¿Qué sucede contigo?

—Solo he venido a por un libro. No tiene que molestarte que haya sido inoportuno.

Su rostro se sonroja mucho y su respiración se hace pesada, alzo el libro para que lo vea y comienzo a alejarme. Me llama, por lo que me giro para prestarle mi atención.

—Jocker no desprecia la biología, pero dudo que mandara a cualquier persona a buscar un libro sobre la reproducción humana.

Bajo la vista al libro que sostengo y maldigo mentalmente. Sin embargo, finjo que no ha pasado nada y con mi libro en la mano salgo de la casa de los Hans.

Le gusta. Le parece bonito. No experimentaba. Manoseos.

Hice mi propia cama y ahora me acostaré a dormir en ella.

19 de mayo de 2016

¡Guau! Estos canapés de verdad están muy buenos. ¿Esto es lo que Adelaide y Jocker consideran una fiesta de compromiso sencilla?

Después de un tiempo desde que Adelaide le dio el gran «sí» al hermano de Alaska, finalmente se está celebrando una fiesta de compromiso, con invitados selectos. Esa es la razón por la que todas las estrellas y amigos del programa de televisión donde trabajan se encuentran aquí. Sinceramente me he acostumbrado a ellos, veo a cada presentador del programa más como alguien familiar que como estrellas. Han sido años en los que han formado parte de mi vida, incluso Parker Morris, que fue el último en llegar al programa hace un par de años.

Dirijo mi mirada hacia Jocker y Adelaide, quienes se encuentran conversando con Jackson, Holden y una amiga de Adelaide que es muy descarada y siempre quiere que leamos novelas, creo que se llama Alexa. En general el ambiente es bastante bueno, hay personas bailando en la pequeña pista de baile y todos parecen estar pasando un buen rato.

Desde el otro lado del jardín de la gran casa alquilada, Dawson me alza el pulgar mientras parece que no se puede despegar de la mesa de dulces, ni siquiera se muestra avergonzado al respecto. Alice llega hasta él justo en ese momento. ¿Y me lo parece a mí o actúa más cariñosa de lo normal con mi hermano gemelo? Luego preguntaré sobre eso aunque tal vez, basándome en el intercambio de miradas asesinas entre ella y un amigo de los novios llamado Austin, quizá mucho de ello tenga que ver con su comportamiento empalagoso con mi copia.

—¿Por qué estás apartado de la fiesta?

Me vuelvo ante la voz femenina y me encuentro con Elise, amiga de mi hermano mayor y presentadora del programa Infonews. Le muestro una amplia sonrisa y me encojo de hombros.

—No me oculto, solo disfrutaba de estos aperitivos.

—Oye, ¿cómo es que tienes tanta fuerza de voluntad? —me pregunta, y la miro sin entender—. Me refiero a Alaska Hans. ¿Cuánto tiempo esperarán para hacer explotar toda la química que hay entre ustedes?

Parece que es obvio, ¿verdad? Sí, tan obvio que Alaska y yo no hemos hablado en dos semanas, cosa que es evidente para todo los que nos conocen y ven cómo hemos hecho todo lo humanamente posible para evitarnos. No sé cómo hemos sido capaces de lograrlo aquí, en esta fiesta de compromiso de su hermano.

Me preocupa toda esta situación entre nosotros, lo último que deseaba era que nuestra amistad se dañara o echar a perder lo que teníamos. No sé cómo debemos arreglar esto, bueno, Dawson no deja de insistir en que debemos hablar, pero eso es imposible que suceda cuando ambos nos evitamos a toda costa.

La extraño.

Nunca habíamos estado tanto tiempo sin hablarnos, desde que nos conocimos siendo unos niños, nuestras diferencias o discusiones se trataban de tonterías, nunca nada tan grave como para llevar tantos días sin hablar.

—¿Cómo es que para todos resulta tan obvio y para nosotros tan complicado? —pregunto.

Elise ríe y me dedica una sonrisa divertida, supongo que desde afuera Alaska y yo nos vemos como un par de tontos corriendo en círculos.

—Así funciona, pequeño. A veces somos lo suficientemente ciegos para no ver lo que siempre estuvo frente a nosotros. Conozco un par incluso más ciegos que ustedes. Pero repito mi pregunta, ¿cuánta fuerza de voluntad te queda para resistirte?

—¿No crees que tal solo tenemos que ser amigos?

—Creo que esa es una tontería, además, no importa lo que yo crea, importa lo que ustedes sientan.

Lamo mis labios y busco con mi mirada a Alaska. Se encuentra riendo con Derek y Krista, otros presentadores del programa y amigos de los novios, pero en última instancia se aleja y se dirige hacia el interior de la casa. Hoy, por supuesto, se ve mucho más hermosa de lo habitual con un vestido rosado ajustado y sencillo. Su cabello está recogido en una coleta alta con mechones cayendo. Me distraigo con su cuello porque es elegante y parece llamar a gritos a mi boca para que le dé una buena sesión de besos y mordiscos.

Lo tengo demasiado mal con esa chica, ¿no? Muerdo mi labio para contener un molesto suspiro porque recuerdo que Elise se encuentra a mi lado esperando a que diga algo y no solo babee con la visión a distancia de la chica con la que no me hablo, pero que me trae loco.

—Debiste haber traído a tu novio, a Alaska le hubiese encantado conocerlo —comento de forma distraída.

—Tenía un compromiso laboral —finge hacer un puchero—, pero esperemos que algún día Alaska pueda tratar con él.

Y es que su novio es un famosísimo escritor que Alaska admira muchísimo.

Me disculpo decidiendo tantear las cosas con Alaska. Cuando llego a la puerta de la casa me vuelvo mirando lo bonita y romántica que se ve la decoración, pero sacudo mi cabeza dándome cuenta de que solo intento distraerme para evitar hablar con Alaska.

No la encuentro fácilmente, me toca caminar y cuando doy con ella la encuentro con los ojos muy abiertos y llenos de curiosidad y ni siquiera nota que me acerco. Cuando llego, miro lo que capta su atención y enarco mis cejas con sorpresa.

Acerco mi boca su oreja haciendo que ella sienta mi respiración. Se tensa.

—¿Hasta cuándo piensas mirar? —pregunto.

—¡No estaba mirando!

Su grito capta la atención de las dos personas que están en la habitación. La mirada de ambos cae en nosotros y, bueno, admito que me encuentro un poco avergonzado de que puedan pensar que los espiábamos en su pequeño momento íntimo. Por otro lado, Alaska está tan sonrojada que me preocupa.

—Drake…

—Hola, Breana… Hola, Rayan. Yo… buscaba a Alaska y se me ha ocurrido mirar aquí. ¡Sorpresa! —digo con torpeza

Infonews cuenta con ocho presentadores, la mayoría de ellos están en el programa desde el comienzo y otros se unieron en el camino. Más que compañeros de trabajo, ellos son como una familia y eso explica por qué todos se encuentran aquí, pero no explica lo que Alaska y yo acabamos de presenciar entre los dos presentadores.

Porque Breana tiene novio, quien por cierto no ha venido y creo que él está saliendo con alguien… Y no sabía que Rayan y ella estuvieran tan unidos… Bueno, en realidad no sé lo que sucede, solo he visto un beso más que amistoso, el cabello despeinado de Rayan es la prueba latente.

Breana se recupera y nos muestra una amplia sonrisa, sus mejillas están casi igual de sonrojadas que las de Alaska. Se acerca y nos da un abrazo, pese a que ya nos saludamos hace mucho rato. Creo que en esta habitación todos estamos muy nerviosos.

—Es genial ver lo mayores que están —dice ella nerviosa mientras nosotros asentimos—, y ¿qué tal si volvemos a la fiesta?

No espera respuesta, nos da una avergonzada sonrisa y se aleja. La seguimos con la mirada antes de volvernos al mismo tiempo hacia Rayan. Parece más sereno.

—¿Saben? Cuando Jocker y Adelaide comenzaron a ser algo más que presentador famoso y asistente, siempre parecía que los encontraba en sus deslices —comienza acercándose hacia nosotros—. ¿Saben qué me decía Jocker?

—Hum… No —responde Alaska cautivada con esta charla.

—Que no había visto nada, que fingiera ser ciego. —Hace una pausa para que procesemos sus palabras—. Así que… ¿qué tal si aplicamos eso en este momento?

—Pero… —comienza Alaska, y la interrumpo.

—Aquí no ha pasado nada —sentencio.

Rayan me sonríe y sale del lugar. Alaska sigue sonrojada y yo sorprendido con lo que acabo de presenciar. Mierda, mierda. Entonces ¿qué pasa con los dos amigos de mi hermano? ¿Romance secreto? ¿Amantes condenados? De acuerdo, tal vez estoy leyendo demasiados libros.

—Eso no lo veía venir —dice Alaska. Asiento mostrando que estoy de acuerdo.

Ella se gira hacia mí y se hace un silencio muy torpe e incómodo entre nosotros. Rayan y Breana quedan olvidados porque de nuevo no sé qué demonios pasa con nosotros.

La extraño.

—¿Y tu acompañante? ¿No ha venido el pelirrojo?

—¿Y a ti qué te importa? —espeta—. No es asunto tuyo.

Aquella no fue la última vez que vi a Norman ir a su casa. No sé qué pasa entre ellos, pero tengo una ola de emociones haciendo estragos en mi sistema.

—Me importa…

Alza la vista esperando que continúe mi frase, pero me acobardo y no termina como quiero:

—Me importa todo lo que haga mi vecina porque no sé si se puede meter en problemas por recrear lo que lee.

—Eres una mierda —dice, y veo la tristeza en sus ojos.

—Yo… lo siento.

Estiro mi mano para tomar la suya y casi estoy ahí, pero entonces su madre aparece diciendo que alguien está preguntando por ella y Alaska no mira a mis ojos, que le imploran que hablemos. Ella se va con su madre junto con la oportunidad de solucionar esto.

¡Joder! La extraño mucho.

28 de mayo de 2016

Querida escritora favorita.

Te extraño.

Te extraño demasiado.

Se supone que una de las razones por la que nada pasaba era para no dañar nuestra peculiar amistad y, sin embargo, siento que por mi culpa eso se fue a la mierda.

Lamento ser un idiota si te he herido o molestado con mis acciones.

Lamento si no he actuado como querías o esperabas, pero es que tengo miedo, Alaska. ¿De acuerdo?

Tengo miedo de la manera en la que no eres una simple chica que me gusta, me pasa mucho más contigo. Todo comenzó de forma inofensiva y ahora todo es tan grande que me vuelvo torpe cuando intento manejarlo.

¿Esos besos en mi habitación? Se me hace demasiado difícil superarlos. Me persiguen hasta en mis sueños y deseo firmemente que haya muchos más.

Me asusta haber cerrado la puerta a la posibilidad de que haya una historia entre nosotros, pero quería que tuvieras experiencias y tontamente pensé que tal vez este no era el momento para que algo romántico surgiera, aunque ¿qué pasa si me equivoco y sí lo es?

Me estoy volviendo loco. ¿Ya te dije que te extraño?

Me gustas, Alaska, y quiero aprender sobre lo que siento contigo.

Pero ahora estás con el pelirrojo, ¿verdad?

Yo, de verdad, quisiera…

Borro todo el mensaje que estaba escribiendo para ella y gruño frustrado. Miro hacia la ventana y alcanzo a ver a Romina en donde suele sentarse Alaska cuando hablamos.

No puedo creer que aún no nos hablemos, que hayamos dejado que este problema creciera a tal nivel que ni siquiera nos hemos visto. Me estoy volviendo loco.

La extraño.

5 de junio de 2016

—Muy bien. ¿Qué sucede?

—¿Con qué? —pregunto a Dawson, concentrado en el trabajo que me han encargado a través de mi página web.

—Con Aska. No se han saludado en un tiempo, no se miran, no se hablan. ¿Por qué no escuchas mi consejo y hablas con ella?

—Lo intenté.

—En la fiesta de compromiso de Jocker y Adelaide, luego no hiciste ningún otro acercamiento.

Me encojo de hombros intentando fingir que todo esto no me afecta y que no me tiene trepando por las paredes de mi mente.

—Recuérdame de nuevo cómo comenzó este absurdo problema que terminó con ustedes sin hablarse —exige saber.

—Está molesta y yo estoy…

—¿Qué?

Me giro para observarlo. Se encuentra acostado en mi cama, mirándome a la expectativa. Dawson ha tenido demasiada paciencia conmigo, él es quien ha aguantado mis quejas y molestias sobre esta situación, y siempre me ha dado el mismo consejo que, por algún motivo, no termino de seguir…

—Celoso. Rabioso. Triste. Raro… ¡No lo sé! Me siento desarmado.

—¿Porque Aska tiene novio? —Prueba mi paciencia.

—¿Es su novio?

—Creo que podrían estar saliendo —me dice—, y odio decir esto… Espera, no lo odio, aquí va: Te lo dije.

—Tiene experiencias que…

—Que al vivir te están matando. Reacciona. Tienes miedo. Siempre estás diciendo que no te asusta pensar que algún día puedes conseguir algo bueno con una chica. Pues está sucediendo y estás asustado porque te da pánico la idea de hacerle daño, aunque eso no suceda. —Dawson suspira—. Es bonito y romántico que te preocupes de esa manera por los sentimientos de Alaska, pero tampoco descuides los tuyos.

—Es un pelirrojo agradable, lo conocí y no era un idiota. También escuché a Hayley decir que él era muy agradable. ¿Por qué le arruinaría algo así a Alaska?

—Porque fuiste tú quien le metió en la cabeza la idea de esperar el momento y eres tú quien ahora debe meterle en la cabeza que su maldito momento es contigo y no con nuestro querido pelirrojo.

—No puedo… —comienzo, pero por supuesto me interrumpe.

—¡Hazlo! No me obligues a hacerme pasar por ti y declararme.

—No seas idiota, Alaska nunca se tragaría eso. Ella nos reconoce. Ella me conoce.

Hago una pausa en mis tres últimas palabras: Ella me conoce.

He salido con chicas que en alguna ocasión pueden confundirme con Dawson si cubro mis tatuajes, he dormido con algunas que suelen repetir mucho lo iguales que somos. ¡Oh! Noticia de última hora: somos gemelos.

Alaska nunca me ha llamado Dawson, ni siquiera antes de tener los tatuajes. Siempre ha sabido quién soy, no se equivoca ni nos nombra a cualquiera de los dos de manera errónea. Siempre me mira de manera diferente a mí. Nunca nos hace sentir como copias, sabe qué parte de su corazón darnos a cada uno de los dos.

Trago con dificultad al sentir las emociones que me embargan. Dawson asiente como si estuviera en mi cabeza viviendo la epifanía conmigo, pero dudo que compartamos eso. Solo es él haciendo el idiota y queriendo ser parte de mi momento de iluminación.

Como si un resorte estuviera en mi trasero, me pongo de pie. Dawson me guiña un ojo, antes de comenzar a tomarse fotos con mi teléfono mientras salgo de mi habitación. Bajo las escaleras corriendo, pero cuando abro la puerta de la casa, no necesito ir muy lejos porque me encuentro a Alaska Hans con la mano suspendida en el aire.

De inmediato sus ojos se empañan y un puchero adorna esa bonita boca.

—Realmente te extraño —admite antes de sorber por su nariz.

Tomo una respiración profunda. Por fin estamos en este punto. Vamos a hablar y dejar todo muy claro.

No voy a correr o a buscar excusas. Basta de eso. Así que comienzo a hablar con rapidez queriendo decirlo todo.

—Lo siento, fui un idiota. No debí ir a tu casa aquella tarde adrede ni decir las cosas que dije en ese momento y luego en la fiesta, pero no pude evitarlo. Tienes razón, no puedo decirte que vayas y vivas experiencias que luego no te dejo tener. Es egoísta y mezquino. —Paso una mano por mi cabello—. Dawson tiene razón, no me asusta quererte ni sentir, lo que me aterra es lastimarte porque me importas mucho.

»Sé que estás saliendo con el pelirrojo o algo así —sigo porque parece que ahora tengo rienda suelta.

—Norman —me corrige, pero la ignoro. El nombre es lo de menos.

—Pero… yo quiero ser quien viva esas experiencias contigo. Y ¡joder! Es tarde para decir algo como eso después de que prácticamente te empujé, pero sabes quién soy. Qué gemelo soy.

—Eh… Claro, creo que es muy estúpida la gente que solo los identifica por los tatuajes.

—Tus cuñadas solo me identifican por los tatuajes.

—Bueno, pero ellas me caen bien —argumenta.

No puedo evitar reír ante su declaración, y esa es una de las razones por las que siento lo que siento por Alaska Hans. Porque es especial, espontánea y única.

—Sé que tienes este novio o lo que sea.

—No. No era mi novio, salíamos y me gustaba, pero eso fue hasta hace una semana y media.

—¿Qué sucedió?

—Lissa finalmente dejó de ser una perra y se dio cuenta de que lo ama, de que no era solo sexo lo que compartieron. —Se encoge de hombros—. El amor triunfó.

No sé quién es Lissa ni cuál es su historia, pero aun así digo en voz alta que Norman es un estúpido por dejar ir a Alaska.

—¡Oye! No le insultes. Es un chico genial que ligó su lujuria con la mía. Estoy feliz de que Lissa recapacitara, porque él también la ama.

—¿Qué?

—Aquella vez que nos encontraste era apenas la segunda vez que nos enrollábamos, luego creo que actué de psicóloga, porque escuché sus penas de amor por Lissa. —Sonríe—. Me alegra que consiguiera su camino para llegar al final feliz.

—Entonces ¿no estaban saliendo?

—No. Bueno, tuvimos tres citas antes del día que nos encontraste y ese día nos pusimos un poco calientes, pero sabíamos que con dos corazones en distintas páginas no funcionaría. Ahora Norman es feliz.

—¿Tú quieres ser feliz? —pregunto.

—¿Quién no quiere serlo? Es una pregunta estúpida. —Pone los ojos en blanco—. Por cierto, disculpas aceptadas.

Por un momento todo lo que hago es mirarla. Luego tomo su mano y acerco su cuerpo al mío. Un pequeño grito escapa de sus labios por la sorpresa. La envuelvo en un abrazo que hace que su mejilla esté contra mi pecho y mi barbilla apoyada en su cabeza.

La sostengo durante un par de minutos sintiéndome emocionado, asustado y con la adrenalina disparada. Así que debimos de ser un par de idiotas para llegar a esta situación. Bueno, garantizo que valió la pena.

Me alejo un poco y la mantengo contra mí con uno de mis brazos, mientras el otro se mueve para que mis dedos puedan tomar su barbilla y alzarla lo suficiente para que mi boca tenga acceso a la suya. Y la beso.

No hay titubeos, segundos pensamientos o vacilación. La beso de la manera en la que he querido hacerlo desde aquella primera vez, desde hace mucho tiempo si soy sincero…Y ella no me aleja, me responde con las mismas ganas, así que mi boca se mueve con mayor libertad sobre la suya.

Lo que me gusta y sorprende de Alaska es que no es tímida o lenta para ponerse al día, ella es tan entusiasta como yo. Da tanto o más y a veces parece que ella va un paso por delante de mí. Primero nuestros labios se mueven en sincronía en un juego de succiones y humedad cuando mi lengua toca la comisura de su boca y sus labios se abren para que la caricia se traslade mucho más allá de ellos. Nuestras lenguas colisionan, convirtiéndolo en un beso profundo, pero lleno de suavidad. Parece un coqueteo, una rendición, una verdad y una nueva etapa.

No tengo prisa, así que me tomo mi tiempo para besarla con lentitud, para saborearla, para deleitarme con cada sensación y regusto de su sabor. En algún punto mordisqueo ese labio inferior hinchado y abro mis ojos.

Sus pestañas, bastante largas, cubren sus ojos cerrados. Sus mejillas están sonrojadas y sus labios inflamados. Es preciosa, nadie lo puede negar. Veo sus pestañas moverse antes de que esos ojos grises me miren cuando se abren; una lenta respiración escapa de sus labios. Paso mi pulgar por su pómulo.

—Alas…

—¿Sí? —Su respuesta no es más que un susurro.

Y digo las palabras que me saben a gloria:

—Es el momento. Nuestro momento.

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