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39. Alerta de spoiler: lo siguiente no rimará

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Alerta de spoiler: lo siguiente no rimará

DRAKE

18 de noviembre de 2016

Este libro no es tan bueno como el anterior, pero eso no quiere decir que sea malo, es un libro que disfrutaremos, pero que me pensaré dos veces si quiero volverlo a leer. Sin embargo, creo que el hecho de que sea Alaska la voz que narra cada escena y pronuncia cada diálogo es lo que hace que la lectura sea mucho más interesante.

¿Cómo la dulce niña tímida se convirtió en esta sensual descarada? No lo sé, pero me gusta. Me encanta porque conserva algo de su timidez y mucho de su dulzura, pero también se ha vuelto más segura, lo que la hace infinitamente sexi.

—No estás prestando atención. —Detiene la lectura.

—Lo estoy… haciendo.

—¿Qué estaba diciendo?

Contengo las ganas de reír y con lentitud repito, lo más parecido que puedo, la línea que acababa de leer. Agradezco la paciencia que Alaska tiene para escucharme, porque si bien he mejorado un poco mi habla desde que comencé mis terapias, todavía queda un camino para llegar a lo que era antes.

—Vale, sí me escuchabas. —Cierra el libro—. Pido descanso.

—Concedido.

—Pero tú no dejes de hacer tu ejercicio. —Asiente hacia mi mano.

En mi mano derecha se encuentra una pelota antiestrés con la que practico para recuperar mi movilidad. Parece algo sencillo, pero cada apretón conlleva un esfuerzo por mi parte. Sin embargo, soy bastante positivo acerca de los resultados que poco a poco voy obteniendo. Cuando voy a mis terapias, conozco a personas que se encuentran en situaciones peores que la mía, por lo que no me permito quejarme al respecto. Soy afortunado y sé que podré mejorar mientras me lo proponga.

Alaska busca su comodidad recostando la cabeza sobre mis piernas, lo que creo que no es buena idea teniendo en cuenta que soy consciente de cuán cerca está su rostro de una parte de mi cuerpo que sé que todavía funciona muy bien. Su cabello se esparce por mis piernas y la cama en tanto me sonríe y toma mi mano izquierda acariciándome los dedos.

—Tenemos tarea de Química, novio.

—Todavía sigues… hablando en plu… plural.

—Porque es nuestra tarea, lo que lo hace muy romántico.

—No te dejes explotar, copia mal hecha.

Ambos alzamos la vista hacia la puerta, en donde Dawson se encuentra comiendo una manzana. Mi gemelo nos da una sonrisita antes de adentrarse en la habitación, tomar la silla giratoria y sentarse con una mirada de ojos entornados hacia Alaska.

—La malcriaste y la volviste una vaga que no sabe de química ni física.

—¡Oye! —se queja ella intentando patearlo, pero su pierna no es lo suficientemente larga para alcanzarlo—. ¡Sé de física y química!

—Sí, de la física y química corporal, pero no de la que necesitas estudiar —se burla Dawson—. Te aprovechas de que mi hermano está bobo por ti y cede; yo, en cambio, intenté ayudarte.

—Eras un horrible profesor.

—Tú eras una horrible alumna —contraataca Dawson.

—No te hablaré si me sigues fastidiando —lo amenaza Alaska.

—¡Ay no! Voy a llorar. —Él ríe y le arroja un beso—. Sabes que te quiero, Aska. Solo creo que deberías aprender tus asignaturas porque la honestidad es la base de…

—Bla, bla, bla, dejemos la bondad y la honestidad plena para las protagonistas superbuenas y santas de las novelas —lo corta ella—. En la vida real todos tenemos un toque de malicia y astucia, soy mala con los números y no me avergüenza que mi novio me ayude a pasar las asignaturas que los involucren. —Se encoge de hombros.

»Sé que no ejerceré nada que requiera despejar una letra o dividir mil veces un número para luego multiplicarlo y tener un resultado, así que mi falta de empeño en ello no le hará daño al universo. O sea, que déjame ser mala y graduarme sin problemas, gracias.

Río y con la mano izquierda le acaricio el cabello, ganándome una sonrisa de ella. Dawson, por su parte, parece estar analizando las palabras de Alaska hasta terminar por aceptarlas.

—Es verdad, todos poseemos un poco de malicia —dice—, así que aceptaré tu argumento y dejaré que mi copia mal hecha siga haciendo tu tarea.

—No necesitaba tu permiso, pero gracias. —Le muestra el pulgar—. ¿Qué ha sido de Leah?

—Lo mismo, no funcionó. —Él frunce el ceño, le frustra cada vez que Alaska le pregunta—. Está bien por su cuenta y yo por la mía. Deja de preguntar, fastidiosa.

—Ah, es un tema sensible. Preguntártelo y que me respondas así confirma que te vuelve loco que ustedes no fueran más que amigos.

—Cállate, no seas mala, simplemente no funcionó y al menos seguimos siendo amigos. A veces las cosas simplemente no funcionan y forzarlas no hace ningún bien. —Suspira y luego sacude la cabeza—. Bueno, los dejo. Debo ir al consultorio, algún animalito necesitará de mis servicios.

—¡Ve a salvar vidas, Dawson! ¡Dawson es el mejor! —anima Alaska.

Mi hermano le sonríe y le guiña un ojo antes de salir de mi habitación. Eso solo demuestra que estos dos pueden discutir mil veces por tonterías y a los segundos actuar como las personas que más se adoran en el mundo. Me gusta que mi novia y mi hermano se lleven tan bien, y me encanta que Alaska ni una sola vez en su vida nos haya confundido. Eso me causa cierto alivio, al saber que no se producirán vergonzosas confusiones.

Suelto un quejido porque siento un dolor parecido a un calambre en mi mano derecha y mis dedos parecen agarrotados. Supongo que atrasaré mi ejercicio durante unas horas. Alaska se incorpora y nota lo que sucede, me da una sonrisa alentadora y se inclina hacia la mesita de noche —lo cual me da una vista torturadora de ella— y vuelve con una crema mentolada que me recetaron. Aplica un poco en sus manos y luego toma la mía comenzando a masajearla para aliviar el dolor y darles algo de movilidad a los dedos.

No es que Alaska haya nacido con el don de saber qué cosas hacer para aliviar mi dolor, pero ella fue a una de mis terapias y preguntó cómo debía hacer los masajes porque había visto a mamá hacerlo. Aprendió muy bien, porque aunque no es algo que se vaya a solucionar con rapidez, poco a poco va cediendo, además, es bastante dulce que ella me ayude en esto.

—¿Lo sientes mejor? —pregunta.

—Sí, está dejando de doler, gracias.

La miro mientras parece muy concentrada, su entrecejo se encuentra fruncido, tiene los labios apretados y las mejillas sonrojadas de esa manera que siempre la caracteriza. Al verla no puedo evitar retirarle cabello del rostro con la mano derecha para ubicarlo detrás de una de sus orejas, movimiento que la hace sonreír pese a que no emite ninguna palabra en voz alta.

—Te amo —le digo, acariciándole una mejilla con el pulgar.

—Lo sé, por eso me miras como un tonto, pero eso me gusta. —Alza la vista—. ¿Sabes cuánto esperé a oír esas palabras? Sinceramente pensé que me tocaría verte encontrar otra novia y luego verte casarte…

—Todavía… me puedo… casar con o… otra. ¡Ay! —me quejo cuando presiona con fuerza en mis nudillos con sus masajes.

—Lo siento. —Pero está sonriendo, así que no lo lamenta—. Estábamos teniendo una genial conversación y tú la estabas volviendo turbia.

Me río y tiro de su brazo para que caiga parcialmente sobre mí, el impacto duele un poco, pero es ignorado porque puedo sentir la mitad del cuerpo de Alaska sobre el mío; de hecho, una de mis piernas está entre las suyas y me parece una posición encantadora. Su mano ya no está sobre la mía, una se encuentra sobre mi pecho y la otra contra la almohada manteniendo el brazo por encima de mi cabeza. Parece una posición donde ella manda y tiene el control, encuentro que eso es sexi, pero es porque en Alaska yo encuentro que incluso su torpeza en ocasiones me seduce.

—Eres hermosa. —Me alegro de haberlo dicho sin pausas.

—Debo agradecérselo a mis padres y al amor y pasión que tuvieron que emplear en crearme —finge dar un discurso—. A los genes de mis antepasados y al destino que hizo una combinación que dio este resultado…

—Tonta —la interrumpo.

—Soy la tonta que te gusta. —Baja su rostro y su nariz acaricia la mía—. Por cierto, también te amo.

—Lo sé… Por eso me… miras co-como una boba. —Alzo mi rostro para darle un beso suave.

Al bajar la cabeza para que repose contra la almohada ella viene hacia mí, dándole continuidad al beso. Hace un tiempo, cuando las cosas entre Alaska y yo eran platónicas, cuando éramos solo amigos que se conocían desde pequeños, no imaginaba siquiera que ella tendría tanto talento para besar. Nunca sabré con quién o quiénes aprendió y tampoco me interesa, lo que me importa es que ahora soy yo quien disfruta de tal destreza.

Como sucede casi siempre, una de sus manos termina en mi cabello, lo que me hace saber que luego tendré que lavarlo porque sus manos se encuentran todavía llenas de crema mentolada. Siento la caricia húmeda de su lengua contra mis labios y la dejo entrar. No mentiré ni pretenderé ser tímido, así que admito que deliberadamente mi mano izquierda baja hasta afianzarse sobre uno de los lados esponjosos de su culo y, cuando muevo mi pierna intentando buscar comodidad, ella gime porque de manera no intencional —lo prometo— la presiono contra su entrepierna.

Extraño el sexo.

Y extraño mucho más el sexo con Alaska.

Pero el doctor todavía no me ha autorizado a realizar actividades interesantes —lo sé porque se lo pregunté en la última consulta con discreción— aun cuando ha pasado poco más de un mes, lo cual es comprensible si se tiene en cuenta que removieron y recortaron mis intestinos. Sin embargo, no es fácil de cumplir cuando tienes una novia, cuando tenías una vida sexual muy activa y cuando cada cosa parece estimularte. Por ejemplo, en este momento, Alaska se está rozando contra mi pierna y eso, por supuesto, ocasiona reacciones en mí.

Dejando el firme agarre en su trasero introduzco la mano dentro de la tela de su short y debajo de las bragas, encontrando la carnosa nalga piel contra piel. Abandonando nuestro beso, Alaska me mordisquea el labio inferior para poco después besarme aún con más entusiasmo.

—Estoy pensando… Creo que tengo una idea… —murmura contra mis labios dejando continuos besos e intentando retirar su cabello de mi rostro.

—¿Sí?

—El sexo está prohibido por ahora —se separa un poco para que podamos concentrarnos al hablar y poder mirarnos—, pero otras cosas no.

Sonrío al entender a lo que se refiere y, apretando los dedos sobre su piel desnuda, veo cómo de manera fascinante los ojos se le oscurecen y las mejillas que de por sí viven con color se sonrojan hasta tal punto que alcanza su nariz y llega a su cuello… Estoy seguro de que también llega por debajo de su camisa.

—Las personas no se agitan tanto cuando hay algunos toques y besos en ciertos lugares…

—Tú te mue-mueves bastante.

—Bueno, pero a mí no me revolvieron todo por dentro —contraataca haciéndome reír por lo bajo—. Tú tienes voluntad y podrías evitar moverte mucho si yo bajo…, ¿verdad?

—Podría intentarlo.

—Creo que es una buena idea, espero que no terminemos en urgencias contigo muriéndote por ello —susurra contra mis labios.

—Estaremos… bien.

Sonriéndome comienza a deslizar la mano desde mi pecho hasta el borde del pantalón holgado, lo que me tiene apretando el agarre sobre su piel y a ella riendo en tanto adentra la mano por debajo del elástico del bóxer. Me es inevitable no estremecerme ante el contacto del roce de sus dedos contra mi muy entusiasta erección, sobre todo teniendo en cuenta que su primer roce termina en la punta, que comienza a humedecerse a medida que mi excitación crece.

—Drake, cariño, ya lleg…

Prácticamente empujo a Alaska fuera de mí, pero mi mano en su culo desnudo hace el trabajo difícil y terminamos siendo un enredo en donde ella está aplastando mi mano y yo estoy parcialmente encima de ella. Con lentitud saca su mano de mi pantalón, pero sabemos que ya es demasiado tarde. Ambos miramos hacia la puerta y vemos a mi madre con la expresión de quien acaba de presenciar un accidente de tránsito.

Hay unos breves segundos de silencio antes de que reaccionemos.

Saco la mano de su ropa y me alejo de ella, tomo una almohada porque mi erección es demasiado evidente. Todo es malditamente evidente teniendo en cuenta nuestras expresiones culpables. ¡Y teniendo en cuenta en dónde estaban nuestras manos!

—De acuerdo —dice mamá después de aclararse la garganta—. Traje unas galletas bajas en azúcar y yogur griego… Los espero en el piso de abajo.

Asentimos y mamá me echa una mirada que indica varias cosas, entre ellas: tendremos una incómoda charla y compórtate. Asegurándose de dejar la puerta incluso más abierta, sale de la habitación y Alaska hace un sonido de protesta mientras cubre su rostro con sus manos.

—Oh, Jesús travieso, esto es tan vergonzoso… —dice en un hilo de voz—. No podré mirar a Irina a los ojos nunca más.

Sí, bueno, al menos ella no tiene nada que de pronto le crezca y que haya visto su mamá; aunque debo reconocer que el susto y la mirada de mamá ha hecho que baje, pero todavía siento el corazón latirme muy deprisa. Alaska me mira a través de sus dedos.

—¿Y ahora?

—Ahora, bajamos… y actuamos nor-normal —respiro hondo—, y listo. La charla… será para mí.

—Ellos tienen que ser conscientes de que llevamos una vida sexual, es decir, tú antes tenías sexo, llevamos tiempo saliendo y las hormonas… Pero es diferente a que nos pillen. ¡No puedo mirarla a los ojos!

Rodando los ojos ante su balbuceo, me incorporo con lentitud para ponerme de pie. La miro preguntándole en silencio si se quedará aquí toda la vida intentando evitar a mi madre y, por supuesto, de manera dramática ella se pone de pie, peina su cabello con sus dedos y enlaza su brazo con el mío. A medida que salimos de la habitación, esconde su rostro en mi brazo y pese a la vergüenza la situación me parece un poquito divertida.

Cuando llegamos a la sala, mamá nos da galletas y un vaso con yogur a cada uno. Luego hay un silencio incómodo en tanto estamos sentados en los sofás comiendo en silencio, nadie quiere sacar el tema, pero tampoco podemos olvidarlo.

—Es importante la protección… —rompe mamá el silencio.

Alaska se ahoga con la galleta y palmeo su espalda con la mirada fija en mamá, le abro los ojos en una súplica silenciosa para que pare, pero su mirada es determinada, lo hará vergonzoso para nosotros.

—Y no únicamente es responsabilidad de la chica, por lo que no hagan algo como ir solo a comprar píldoras anticonceptivas. Es necesario el uso del preservativo para evitar enfermedades, y siempre es bueno tener doble protección…

—Mamá… —imploro.

—¿Mamá qué? Si son adultos para iniciar una vida sexual juntos, entonces son adultos para tener esta charla.

—Lo sé, sé todo sobre… sobre protección…, eh, hemos sido… somos responsables —balbucea Alaska, y noto que está excesivamente sonrojada.

—Bien, es importante ser responsables sobre las decisiones que toman.

—Lo entendemos —digo antes de que se extienda.

—Bien —concede ella.

Continuamos comiendo en silencio, el sonrojo de Alaska no disminuye y no ayuda que mamá no deje de mirarnos como si fuésemos unas ratas de laboratorio.

—No sientas vergüenza, Alaska. También yo fui joven.

—¡Mamá! Ya… lo entendemos.

—Lo que digo es que no seré una hipócrita condenando que tengan una vida sexual activa, lo único que pido es que sean cuidadosos. Y no quiero que Alaska se sienta avergonzada por lo que ha sucedido, ¿de acuerdo? No lo juzgaré ni me sentiré molesta por ello.

—Gracias —murmura Alaska, y, tras titubear un poco, termina por mirarla y le da una sonrisa avergonzada.

—Y deben tener en cuenta que Drake no puede tener relaciones sexuales hasta que el médico…

—¡Vale, mamá! Ya… Ya… Ya. Corta —imploro, y ella ríe.

—De acuerdo, creo que entendieron el tema.

—Lo hicimos —responde Alaska.

—Bueno, esta ha sido una buena conversación.

—Seguro —susurro mirándola. Ella me guiña un ojo y se pone de pie para dirigirse hacia la cocina.

Alaska deja ir una lenta respiración y relaja su cuerpo. Se gira para mirarme y darme un beso rápido en la boca.

—Iré a casa, hablamos por la ventana.

—De acuerdo…Y sobre… tu idea. —Hago una pausa para ubicar todas las palabras y no acelerarme, eso podría ocasionar que no se entendiera lo que quiero decir—. Creo que es… buena. Lo haremos.

Asiente y me da otro beso rápido, se pone de pie, se despide en voz alta de mamá y sale de la casa o más bien huye antes de que mi madre reaparezca con un delantal puesto y una mirada que expresa desconcierto.

—¿La asusté?

—No lo… sé, pero —pausa— has actuado de una manera rara.

—¿De qué hablas? Fui una madre genial.

—Seguro. —Alzo mi pulgar y ella asiente feliz volviendo a la cocina.

Termino por reírme de toda esta situación bochornosa que ninguno de los tres olvidará, luego suspiro porque pudo haber sido un buen momento, pero mamá regresó demasiado rápido. Me digo que puedo esperar, lo he hecho antes y con Alaska todo siempre vale la pena.

4 de diciembre de 2016

—Muy bien, tú puedes, arriba…, arriba —me alienta con fuerza Jacob.

Tomo una profunda respiración y con el brazo tembloroso logro alzar hasta la altura de mi pecho una pesa de seis libras y consigo sostenerla poco más de un minuto antes de dejarla caer al suelo y flexionar los dedos con lentitud. Sonrío al notar el progreso en ellos al ver que responden bastante lento, pero mucho mejor que los meses anteriores.

Mi fisioterapeuta, Jacob, es un tipo genial, siempre parece tener energía y me anima como si se tratasen de unas Olimpiadas. También es muy bueno, hemos tenido grandes avances y siempre le estaré agradecido a Holden por invertir tanto dinero en uno de los mejores.

Jacob me entrega una botella de agua y la bebo cuando termino de limpiarme con una toalla el sudor de la frente.

—¿Cansado? —me pregunta.

Al principio admitiría sin duda alguna que estaba agotado, ahora entiendo que es como una línea que él dice que debo responder con entusiasmo, demostrando que estoy dispuesto a dar lo mejor de mí sin lastimarme, porque pese a que me alienta a no ceder tan rápido, también me recuerda que debo reconocer mis límites y no excederme, porque la idea es mejorar, no empeorar.

—¿Cansado? Apenas estamos… comenzando —termino por responder.

—Esa es la actitud, vamos de nuevo.

Sudo mucho, gruño y doy lo mejor de mí cada minuto en que se me exige, y me alienta a esforzarme e intentarlo. Cada vez que miro hacia los asientos, Holden me alza el pulgar y me aplaude animándome o lo encuentro grabándome —seguramente para subir el vídeo en alguna red social—, pero no me molesta. Mi hermano ha venido a casi todas mis terapias y, aunque es bastante escandaloso animándome, a todos parece traerles alegría y a veces lo escucho coreando el nombre de alguien más que también está haciendo terapia. Holden fue hecho para ser amigable con todos.

Cierro los ojos mientras tiro de la banda elástica con mi mano derecha y Jacob cuenta cuánto tiempo la mantengo; cuando la suelto, alzo la mano derecha un poco temblorosa, cosa que antes no podía hacer.

—Creo que he tenido suficiente… Este es mi límite… por hoy —cedo.

—Muy bien, Drake. ¡Dame esos cinco!

Llevo mi mano aún temblorosa hacia él y le doy los famosos cinco. Jacob le dice a Holden que ya puede venir y no tardo en sentir la mano de mi hermano despeinándome el cabello.

—Hoy has estado genial, hermanito —me felicita.

Se sienta en el suelo frente a mí y saca la crema de mi mochila, me sonríe con exagerada alegría haciéndome reír mientras se aplica un poco en la mano y toma la mía para masajearla hasta el antebrazo, de esa manera evitamos calambres o agarrotamientos que podrían causarme dolor.

—Gracias, Hol.

—No hay de qué. Terminamos esto, tomas un baño y vamos a tu cita médica. ¿Quieres que pasemos a buscar a Aska? Porque ella me está acribillando a mensajes preguntando si puede venir con nosotros.

—Puedo imaginarlo. —Hago una respiración profunda para decir una oración larga—. Pero si la pasamos a buscar, llegaremos… tarde a la… cita.

—Eso pensé. Podemos pasar a por ella después de salir del médico y tal vez les organizo una cita y juego el papel de un cuidador. —Sonríe divertido—. Le preguntaré a Krista si quiere ser cuidadora, la otra vez dijo que Alaska y tú se veían tan lindos que quería espiarlos, fue extraño, pero supongo que es válido.

Casi suena como si mi hermano estuviera cobrando por exhibirnos, pero por suerte entiendo lo que quiere decir, así que asiento y él le escribe a Alaska diciéndole que vaya a su casa al salir de clase y espere a que pasemos por ella para llevarla a una cita muy romántica. Él lo hace sonar todo exagerado y, aunque le pido que pare, no se detiene hasta que envía el mensaje.

—Creo que deberías comprar flores, vendí una cita clásica y romántica, no puedes fallarme —dice riendo.

La cita con el doctor fue buena. Mayormente estoy viendo al médico con algo de miedo, siempre alerta de que pueda decir que algo va mal, no quiero revivir una experiencia tan dolorosa y angustiosa para todos.

El doctor dice que mi recuperación está siendo buena, mi cicatrización es completa; la ecografía abdominal y la endoscopia que me realizaron hace unos días garantizan que con mis órganos todo está marchando sin ningún problema. En cuanto a mis niveles de azúcar, aún no están como desearíamos, se encuentran un poco por encima del límite, así que todavía debo ajustarme a una dieta que controla mi consumo de ella.

Así que cuando Holden atendió una llamada telefónica, me pareció un buen momento para preguntar, sin riesgo a que mi hermano me molestara, si podía retomar mis «actividades extracurriculares», a lo que el doctor me miró en silencio hasta que use la palabra exacta: «Sexo». La respuesta puede ser considerada alentadora según cómo la analices; me dijo que preguntara dentro de dos semanas y cuando mencioné si podía llevarlo hacia la parte oral, me hizo saber que no debería haber inconveniente siempre que no me pusiera muy creativo e inventor.

Así que creo que, en teoría, todo se trató de buenas noticias.

Ahora me encuentro en mi habitación terminando de ponerme la chaqueta por encima de mi camisa de manga larga y paso la mano por mi cabello intentando peinarlo. Hay un toque en la puerta y digo que pueden entrar, por lo que poco después no tardo en sentir unos brazos envolviéndome la cintura desde atrás y sonrío sabiendo, por el perfume, que se trata de Alaska.

—Estoy emocionada —dice abrazándome con fuerza—. Primero porque Holden me ha dicho que has hecho grandes avances en la terapia. Segundo porque me ha dicho que los resultados de todos tus exámenes médicos están bien y que la evaluación del doctor es positiva.

—¿Tercero? —pregunto.

—Estamos yendo a una cita. —Me libera—. ¿Cómo me veo?

Me giro y comienzo a observarla con detenimiento. La verdad es que se encuentra hermosa como siempre. Sé cuánto le gusta a Alaska divertirse escogiendo atuendo cuando le digo que salgamos, también sé que disfruta con los labiales y más poniendo a prueba si son duraderos después de unos buenos besos, así que no me sorprende que se vea increíble, y no son solo los ojos de novio enamorado los que hablan

—Hermosa —digo, y ella enarca una ceja esperando más—. Impactante.

—¡Vamos! Di más, te hago un favor al alentarte porque sabes que debes practicar frases largas —se excusa.

Camino hacia ella, envolviendo un brazo alrededor de su cintura, el otro tarda más en responder, pero lo logro aunque el agarre sea un tanto más flojo. Acerco mi rostro al suyo y en mi mente busco las palabras que quiero decir, un ejercicio que me funciona, para que me resulte más fácil decir toda la frase.

—Estás hermosa como… siempre. Brillas, hermosa… Encantadora, fantástica.

—Muy bien dicho, novio. ¿Beso?

—Muchos.

Y como Alaska no protesta, le doy el primer beso para poner a prueba su labial. Hay un momento difícil porque quiero adentrar mi mano en su cabello, pero lleva una trenza y sé que se molestaría si arruino su peinado, tampoco tomo su rostro por miedo a marcar mis dedos en su maquillaje, una vez lo hice y lo odió porque me burlé. Así que me ordeno mantener mis brazos tal como están mientras compenso la falta de movimiento en mis manos con mi boca. El beso me está afectando con ciertas reacciones, pero no me importa porque cuando finaliza no me detengo y doy inicio a otro, incluso más húmedo y largo.

—¡Niños, no sean traviesos! Ya nos vamos —escucho la voz de Krista, amiga y compañera de trabajo de mi hermano, desde el piso de abajo—. Los esperamos en el auto.

A regañadientes dejo de besar a Alaska y sonrío viendo que mantiene sus ojos cerrados en tanto libera un suspiro antes de sonreír.

—¿Y bien? ¿Sobrevivió el labial?

—Lo hizo —respondo, y paso el pulgar por mi labio inferior, solo obtengo un poco de mancha en él—. Es bueno.

—¡Genial! Porque compré muchos colores.

Sus ojos se abren y se pone de puntillas dándome otro beso rápido. Liberándola de mis brazos la dejo guiarme tomados de la mano y en las escaleras nos encontramos a papá subiendo. Nos dice que nos portemos bien, prueba de que mamá tuvo que haberle contado aquella incómoda tarde. Cuando llegamos a la sala, Dawson parece que terminó de hacerle preguntas a Krista y todavía sigue en pijama, cosa que Alaska no deja pasar.

—¿Viernes por la noche y en pijama? ¿Tú? ¿El gemelo romántico y rompecorazones? ¿El soltero?

—Me tomo un tiempo para mí —se excusa abriendo un libro de filosofía—. Lo llamo un descanso.

—Lo llamo despecho —lo fastidia ella—. Aunque espera, nunca fueron novios.

—Eres mala y para que lo sepas pienso en otra cosa, una cosa muy loca que me pasó —le hace saber Dawson sin mirarla—. Salgan de aquí, Hol los espera en el auto con Krista.

Me acerco a él y de manera teatral beso su frente, lo que hace que me tome por sorpresa cuando tira de mí y me abraza con fuerza haciéndome reír porque caigo sobre él y, por suerte, Alaska libera mi mano a tiempo o hubiese sido arrastrada.

—No vayas y quédate con tu alma gemela que tanto te ama —pide con voz infantil y abrazándome con más fuerza—. No importa si dices que no, igualmente no te dejaré ir.

—Volveré —digo riendo e intentando salir de su agarre.

—Pero te extrañaré, planta a tu novia mala y quédate conmigo.

—¡Oye! —La mano de Alaska toma la mía y tira de mí—. No seas codicioso, él no va a plantarme.

Soy la persona que es tironeada de un lado a otro por ambos, pero los tres estamos riendo hasta que Dawson me libera y nos dice que nos vayamos antes de que se arrepienta de dejarme ir.

—¡Diviértanse! —grita antes de que cerremos la puerta de la casa.

Caminamos hasta el auto de Holden, pero Krista, que se encuentra sentada en el puesto de copiloto, nos pide que nos detengamos y me quedo un poco incrédulo cuando saca su teléfono y captura una foto de nosotros.

—Bah, son demasiado lindos juntos. Como si hubiesen nacido el uno para el otro. ¡Me encanta! Lo enviaré por el grupo para que todos aprecien a esta bonita pareja y para que Jock vea que cuido a su hermana en la cita —anuncia.

—Diles que les mando saludos a todos —pide Alaska mientras llegamos hasta el auto.

—Hecho, cosita hermosa. Te ves esplendida, me encanta tu labial.

—Es muy bueno, es a prueba de todo. —Se ríe Alaska—. Luego te digo el nombre.

—Cuento con ello —responde Krista—. Oye, Hol, sabes que…

Subimos a los asientos traseros, Holden pone el auto en marcha y durante los primeros minutos Alaska y yo escuchamos la conversación que ellos mantienen y vemos cómo Krista busca alguna canción que le guste en el estéreo. Pero poco después Alaska se une a la conversación escuchando historias divertidas que la hacen susurrar un «tal vez un día lo escriba».

Tengo fe en que falta muy poco para que Aska se anime a retomar de nuevo su escritura, siento que ha sido una especie de terapia el escribir poemas o líneas cortas antes de que se sienta lista para volver y segura de que no todos quieren hacerle daño, de que hay personas que realmente aprecian su trabajo. Tomando su mano entrelazo nuestros dedos y con la mano libre me saco de la chaqueta una nota que traje conmigo, una que escribí al llegar a casa. Ella no duda en tomarla y abrirla de inmediato antes de que pueda decirle que la lea luego.

Veo su rostro sonrojarse y la manera en la que toma una profunda respiración por la boca cuando lee unas palabras que recuerdo bien:

Querida Alaska:

Esto no es un poema, estas solo son letras para decirte:

La luna es hermosa, todas las estrellas lo son.

Eres hermosa y grandiosa.

Por eso te digo que usemos nuestras bocas para cosas fogosas… Alerta de spoiler: lo siguiente no rimará.

Luz verde para el sexo oral. ¡Yeah!

Ella ríe por lo bajo y se da la vuelta para verme, con su dedo me señala, luego a mi entrepierna, y estoy de verdad asombrado cuando me muestra su lengua y finge fuegos artificiales con sus dedos.

—Hol, parece que en los asientos de atrás están hablando de sexo oral.

Alaska se paraliza y yo miro al frente, Krista nos observa con una gran sonrisa, como si estuviese orgullosa.

—Ah, cómo crecen. —Se acomoda en su asiento—. Parece que ellos luego van a divertirse.

—¿Puedes hacer eso, Drake? —pregunta mi hermano.

Cerrando los ojos me tomo el tiempo de respirar hondo, primero mi mamá y ahora Holden. Él me mira por el espejo retrovisor brevemente antes de volver la vista al frente.

—Puedo —mascullo—. Pregunté.

Mi hermano mayor ríe por lo bajo y creo que lo escucho decir un «es una buena terapia» mientras sigue conduciendo. Alaska aprieta mis dedos y me vuelvo para verla. Pese a lucir avergonzada sacude la nota hacia mí y se inclina, lo más que le permite el cinturón de seguridad, para susurrarme:

—Parece que hoy me colaré en tu habitación y no solo para leer un libro.

Sí, estoy esperando felizmente ese momento.

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