+18

+18


21. En búsqueda de un libro

Página 24 de 52

21

En búsqueda de un libro

DRAKE

27 de julio de 2016

Hay movimiento en la habitación, me doy cuenta de que él trata de ser sigiloso y no nota mi presencia. ¿Qué escondes, copia romanticona? Dawson deja escapar un suspiro tan hondo que me preocupa que se quede sin aire en los pulmones.

—¿En dónde estabas? —digo finalmente para hacerle saber mi presencia.

—¡Maldita galleta! —Dawson se lleva una mano al pecho mientras me mira con una mezcla de horror y sorpresa.

Me encuentro en su habitación, acostado en la cama esperándolo con la absoluta certeza de que anoche no vino a casa, además él ha estado actuando de una manera muy extraña durante los últimos días y me conozco muy bien esos síntomas, mayormente el diagnóstico siempre es el mismo: enganchado a alguna chica. Pero esta vez tengo la impresión de que es mucho más fuerte.

—¿Y bien? —pregunto.

Tras cerrar la puerta detrás de él y quitarse los zapatos, se deja caer boca abajo a mi lado en la cama. Tarda unos pocos segundos en ladear el rostro para mirarme. Algo genial entre Dawson y yo es que, por más que suene a cliché, somos los mejores amigos que puede haber, nos conocemos a la perfección y nuestra confianza no tiene límites, los secretos entre nosotros son tan pocos que básicamente no existen.

—Quiero que una chica sea tu cuñada —declara.

Mi diagnóstico era acertado, así que no muestro sorpresa ante sus palabras.

—Bien, ese es un comienzo directo. ¿Qué sucede?

—Está loca. Es encantadora, inteligente, ocurrente y extraña. Y me vuelve loco su acento australiano.

—No escucho todavía qué es lo malo en esta situación.

—La conocí porque tuvo citas con Martin —me informa.

—¿Martin? ¿Tu amigo-compañero superaplicado que siempre está comparando sus notas contigo? Es decir, ¿ese chico que no me da buena vibra?

—Sí, y resulta que Martin usó una foto mía para colgarla en alguna página…

—Espera. —Lo detengo—. ¿Cómo sabes que es una foto tuya y no mía?

—Porque reconozco mi ser y soy más atractivo que tú.

—Discrepo de ello, pero prosigue.

—Así que esta chica un día me encontró en la universidad y me llamó Martin, parecía muy sorprendida de que yo no fuera solo una persona con una foto en internet, de que fuese real.

—Nah, solo eres el tipo de una foto sacada por tu amigo traicionero.

—Exacto. Eso fue hace unos meses. Hui de ella, te prometo que hui porque me estaba asustando que me persiguiera de esa manera, cuestionando qué hizo mal. Una vez incluso parecía que iba a ponerse a llorar.

—Qué desastre. —Siento empatía por la pobre chica engañada.

—¡Lo sé! Hasta que nos volvimos a ver en persona un día que estaba con Martin a mi lado.

—Y la mentira se cayó —asumo.

—En realidad no. Él fingió desconcierto ante el hecho de que esta chica me siguiera.

—Esto se pone cada vez más interesante, copia romanticona.

—Pues prosigo. Ese día que estaba Martin a mi lado le pedí a la chica que me dejara en paz, y Martin solo me dijo la verdad dos semanas después. Dos semanas en las que hice sentir mal a esta chica diciéndole que dejara de acosarme y que no sabía quién era.

—Y tú no eres así con las chicas.

Asiente. Dawson puede que sea un seductor como lo fui yo antes de estar con Alaska, pero a diferencia de mí, siempre ha tenido más tacto, suele ser agradable y dulce, nunca he escuchado a una chica quejarse de él. Incluso para terminar sus relaciones o aventuras, siempre hace que todos se sientan bien.

—Se supone que me iba a disculpar con ella, pero Martin no quiso que le dijera la verdad. Así que unas semanas después me encontré con la chica y parecía que quería salir corriendo, puesto que la última vez le dije que dejara de acosarme.

»Me sentí mal, así que la seguí y le pedí disculpas. No quería lanzar a Martin con su mentira, así que opté por decir que alguien había usado seguramente mi foto sin conocerme siquiera.

—Sí, hay gente en internet que hace eso.

Su fruncimiento de ceño me hace saber que no le gusta lo que acabo de decir, pero todo lo que hago es encogerme de hombros. No sé si no se da cuenta de que todo esto también me afecta, ya que por si no lo recuerda compartimos rostro.

—El encuentro fue raro y torpe, pero agradable. Sin embargo, una vez más Martin fue un idiota.

—¿Qué hizo? —Estoy muy metido en la historia.

—Pretendió seguir escribiéndole a mi espalda, así que esta chica después de agregarme como amigo en Facebook me escribió diciéndome que el tipo seguía haciéndose pasar por mí. Le hice prometer a Martin que no lo haría de nuevo y luego él me hizo prometer que no saldría nunca con esta chica.

—Dime que no hiciste eso, se supone eres el gemelo sensato y romántico.

—Y parece que también el de la lealtad con los amigos. ¡Lo hice! —Gira para cubrirse con un brazo el rostro—. Y no sabía que esta chica iba a encantarme. Así que después de esos encuentros en persona, comenzamos a conocernos realmente por mensajes en Facebook ahora que sabía que era Dawson y no Martin mintiéndole, también coincidimos sin querer varias veces en la universidad. Y su personalidad es la cosa más genial. Además es tan preciosa que te caerías de culo, pero su personalidad es increíble.

—Y te gusta —agrego lo evidente.

—Me encanta, creo que algo genial podría nacer entre nosotros.

—Y solo hablan por Facebook.

—No.

—De acuerdo, creo que tengo que seguir escuchando más de esta historia de «mi amigo es un imbécil que me usó». —comento haciéndolo soltar una especie de resoplido.

—No me aguanté un día en el que la vi de nuevo en la universidad y caminé hacia ella. —Quita el brazo de su rostro—. Te prometo que me gusta, me vuelve loco, me desespera, es una loca encantadora.

»Pero no sabe que sé que es Martin quien se hace pasar por mí y le prometí a él que no saldría con ella; y Martin está tan deprimido cuando me ve hablando con ella que le garantizo una y otra vez que no pasará nada. Así que creo que lo arruiné todo ayer cuando me invitó a una cita y dije “no, gracias”, me di cuenta de mi idiotez y fui a ver a Holden para compadecerme de mí mismo.

—¿Te dio algún consejo? —pregunto.

Siempre me divierten los sabios consejos de mi hermano mayor.

—Holden dijo que, si Martin era mi amigo, entendería lo que siento y no tendría que ser mezquino sobre mi relación cuando en primer lugar él fue quien mintió. —Hace una pausa y me sonríe.

—¿Qué más dijo?

—Quería bajarme los pantalones porque decía que había perdido mis bolas y luego apostó a que no haría ningún movimiento y me quedaría como un idiota sin hacer nada.

—¿Quien pierda qué hace?

—Se pinta el cabello de azul —responde —… Y se perfora como Derek.

—Nunca nos hemos teñido el cabello —le recuerdo—. Y no sé si preguntar qué perforación tiene Derek.

—No quiero comenzar ahora a pintarme el cabello y no estoy interesado en perforarme.

—Entonces sabes lo que debes hacer, copia romanticona.

—Pero es que la cagué.

—Arréglalo.

—No puedo creer que en este momento seas tú el gemelo estable emocionalmente y yo quien no sabe qué hacer con una chica.

—Disfruto de este momento —me sincero, ganándome que me arroje una almohada—. Ya, en serio. Martin actuó mal desde el comienzo. Básicamente, por él conociste a la chica, no puede exigirte que no hagas un movimiento. Haz algo.

—Sí, supongo que lo haré.

—O tendrás el cabello azul —le recuerdo—. Y una interesante perforación.

Me muestra el dedo medio y me pongo de pie para dejarlo descansar; sin embargo, cuando alcanzo la puerta me giro para decirle otra cosa.

—Hayley tiene un nuevo esclavo.

—¿Cuándo consiguió nuevo novio? —cuestiona.

—No lo sé, pero este no parece tan malo.

—Ya lo averiguaremos.

Termino de salir y cierro la puerta detrás de mí. Camino hasta mi habitación y al llegar tomo el teléfono y descubro un mensaje de Alaska en el que me pide que salga a la ventana. Me envió el mensaje hace varios minutos, por lo que le respondo haciéndole saber que ya estoy ahí.

Ella no tarda en aparecer llevando ropa muy ajustada que resalta cada maravillosa curva de un cuerpo que estoy aprendiendo a conocer y que me encanta.

—¿Qué haces? —indago con curiosidad.

—Comencé a hacer ejercicios. ¡Cansa mucho! Pero mi meta es mi resistencia.

Inmediatamente me echo a reír. Le he provocado un orgasmo a Alaska un par de veces, pero creo que ella vive preocupada sobre quedarse agotada demasiado rápido, a lo cual admito que contribuyo gastándole bromas.

—Te volverás la chica con la mayor resistencia del mundo.

—Ríete, pero luego cuando esté llena de energía no te reirás.

—Estoy seguro de que no lo haré. Es bueno que hagas ejercicio, hace cosas buenas por tu salud.

—La verdad es que no sé cuánto resistiré —admite.

Ambos nos sonreímos porque últimamente somos un par de bobos que no dejan de hacerlo, así que me veo en la obligación de sacudir la cabeza para espabilarme y volver a la realidad fuera del mundo de tonto idiotizado.

—¿Quieres ir a almorzar afuera? —pregunto, y su respuesta es inmediata, ya que asiente con energía—. Genial, paso a buscarte dentro de dos horas.

—Está bien. —Me arroja un beso.

—¿Si compro postre me harás un spoiler?

La verdad es que la nueva historia de Alaska es una cosa grandiosa e increíble. Es una historia con contenido erótico, aunque todavía no llega ahí, pero tiene una trama bastante ingeniosa, parece que a veces te hará reír y otras ya quieres saber qué pasará. Apenas lleva cuatro capítulos, pero intuyo que esa historia será increíble. Soy su mayor fan.

—Tal vez, pero te haré un spoiler si me enseñas algo nuevo.

No es que me esté pidiendo que le enseñé a andar en bicicleta, sé de qué cosas estamos hablando en este momento.

—¿Qué quieres aprender?

Toma su teléfono y segundos después el mío vibra con un mensaje de ella que no tardo en abrir.

Diosa del sexo: Sexo oral. :D

La carita feliz le da el toque, solo le falta dibujarme un pene con emoticonos y será aún más increíble con su creatividad. Siento el tirón en mi ingle ante el texto y alzando la vista por supuesto que la encuentro ruborizada.

—Trato hecho —digo sin ningún tipo de duda.

—¿Por qué me miras así? —pregunto deteniendo el bocado de lasaña que llevaba a mi boca. Alaska no responde, su mirada se mantiene en mi boca—. ¿Alaska?

Lentamente sus ojos suben a los míos y con esa misma lentitud se sonroja dándome una pequeña sonrisa antes de llevar su mirada a su plato de comida. Contengo las ganas de reír.

—No te rías.

—Es que me dio la impresión de que estabas en algún trance —explico, y parece avergonzada—. Oye, no te avergüences, a veces yo me quedo así cuando te miro.

—¿Cómo? —Toma su hamburguesa y le da un mordisco.

—Como un idiota, supongo.

—Indirectamente me estás llamando idiota. ¡Qué novio más agradable eres!

Ambos reímos y continuamos comiendo, pero de verdad es divertido y dulce la manera en la que en ocasiones solo me mira y luego se sonroja. Me hace preguntarme qué cosas estarán pasando por su mente. Cuando terminamos de comer, compartimos un brownie y después de pagar, caminamos por el centro comercial. Alaska se distrae con cualquier cosa, todo parece gustarle y todo lo quiere ver.

—¡Vamos! Pueden tener libros que quiera leer —argumenta mientras tira de mi mano dentro de la librería.

Cuando me libera la mano cierra los ojos teatralmente y toma una profunda respiración, inhalando el inconfundible olor de los libros; luego gira en círculos con una sonrisa. Abre sus ojos y me mira.

—De los mejores olores.

Parece que está en su lugar soñado, tocando las estanterías con libros y ansiosa por verlos todos. Miro alrededor y debo admitir que esta es una librería bastante grande e impresionante, no tanto como la biblioteca del señor Hans, pero tampoco luciría miserable a su lado. Me detengo en la sección de libros de negocio y sintiendo la mirada de mi novia, alzo mi vista encontrándola del otro lado sonriéndome y alzando un libro de química.

—Si no me ayudaras con mis tareas, seguro que me llevaría este.

—No sé cómo sentirme al respecto —informo.

Ella ríe y se mueve más allá. La sigo con la mirada y una vez más debo sacudir la cabeza para salir de Alaskaland. Cuando logro enfocarme en algo más que no sea ella, encuentro que un tipo que luce algo mayor la está mirando de una manera bastante lasciva. Dejo el libro en el estante y camino para seguir a Alaska. Más que celos, los cuales están latentes, es inquietud ante el deseo mal disimulado y la manera en la que el tipo parece que saliva sobre ella sin que se dé cuenta. Al pasar al lado del desconocido lo miro y me da lo que parece una mueca burlona antes de asentir hacia mí.

—¡Oye, Drake! —me llama Alaska. Me giro y está haciéndome señas para que la siga.

Pasa por un par de pasillos, gira a la derecha y alza sus manos como si me presentara el paraíso: novelas románticas. De todos los tipos.

Juveniles.

Contemporáneas.

De ciencia ficción.

Con fantasía.

Y cuando me adentro en el solitario pasillo, debido a que no hay muchas personas en este momento en la librería, descubro que también hay un montón de novelas con portadas insinuantes que me lleva a concluir que son eróticas. Tomo una en donde se visualiza solo chocolate en los labios de alguna mujer, no tan increíbles como los de Alaska, pero admito que la portada insinuante atrae.

—Tu tipo de libros, ¿no? —cuestiono alzando el libro en la mano.

Y aunque se sonroja, ella se acerca y lo toma para leer la sinopsis. Me gusta que aun conservando su timidez con respecto a este tipo de gustos, Alaska ya no lo esconda de mí, que me permita observarla y presenciar cómo se derrite por este tipo de lecturas. Saco el teléfono y le tomo un par de fotos, ella se da cuenta y me muestra su lengua; decido comenzar a grabarla.

—Háblanos un poco sobre tus gustos por los libros de esta sección, Aska.

—Deja de molestar. —Sacude la mano como si yo fuese alguna mascota desobediente.

—Vamos, no seas tímida. —Acerco la cámara a su rostro—. Aska, háblanos sobre el libro que tienes en tu mano.

—Pues no lo he leído.

—Pero quieres —digo. Ella pone sus ojos en blanco hacia la cámara antes de alzarlo a la vista.

—Se ve interesante, ya sabes, algunos libros con escenas subidas de tono igual tienen una trama increíble. Este lo parece, es policíaca.

—¿Usan las esposas para otras cosas?

—¡Drake! —Se ríe golpeándome el brazo con el libro.

—¿Qué hay de ese? —Señalo otro.

Su respuesta es un sonrojo que con rapidez adorna su rostro haciéndome ver que la atrapé.

—Lo leíste.

—Sí…

—Y te encantó —concluyo.

—No es malo —es su respuesta diplomática.

Le doy el teléfono un momento para tomar el libro que muestra a una mujer de pie con un hombre a sus pies. Alzo mi vista y Alaska ahora me graba a mí.

—Leeré la sinopsis de este libro que te encantó.

—No he dicho que me encantara.

—Oh, tu cara lo dice todo. —Aclaro mi garganta—. «Amanda está cansada de ser quien acepte las propuestas, de ser quien da el segundo paso, de ser la persona a la que dominan. Amanda quiere jugar y parece que su vecino, caliente e irresistible, también. Las reglas son básicas». —Sonrío hacia Alaska antes de volver la vista a las letras—: «Ella manda, él obedece. Ella es la reina y él su súbdito. Y la más importante de todas… Quien se enamore pierde el corazón».

Un suspiro sale de Alaska y enarco una de mis cejas e, imitando su suspiro, abrazo el libro junto a mi pecho haciéndola reír. Lo devuelvo a su lugar, estiro la mano tomando la suya, la que no sostiene el teléfono, y tiro de su cuerpo contra el mío. Beso esos suaves labios y ella sonríe dejando de grabar, siento el deslizamiento del teléfono en el bolsillo de mi chaqueta antes de que envuelva los brazos alrededor de mi cintura y descanse la mejilla por debajo de mi pecho. No puedo evitar bajar el rostro para hundir la nariz en su cabello.

—Quiero luego ese vídeo —murmura contra mi camisa.

El pulgar y el índice de una de sus manos toman mi barbilla obligándome a bajar mucho más el rostro para darme un beso rápido. Deja de abrazarme y continúa viendo libros.

—Si eligiera un libro y te lo regalara, ¿lo leerías? —pregunto.

—Sí, seguro —responde distraída, agachándose para ver los libros de las partes más bajas. Ladeo mi cabeza observando el perfecto culo que marcan sus tejanos—. Lo haría.

—Pero ¿lo leerías conmigo? ¿En voz alta?

Alzando la vista de inmediato me da toda su atención y entornando los ojos parece buscar la trampa o el indicio de que le oculto mis intenciones con la pregunta. Todo lo que hago es sonreír pretendiendo lucir inocente.

—¿Y tú también leerías para mí? —pregunta.

—Si eso es lo que quieres… Podrías leer tú un capítulo y yo otro.

—Entonces, sí, lo haría.

—Bien. Sigue mirando. Buscaré el regalo perfecto.

Y me esfuerzo revisando y comparando cada libro dentro de las estanterías. Es una elección importante porque el libro que le regale será el que leeremos juntos.

No busco cualquier libro. Busco el libro más malditamente sucio que pueda aparecer, porque me apetece torturarme y necesito ver a Alaska sonrojarse cuando deba leer en voz alta escenas muy parecidas o más gráficas que las que ella llegó a escribir y planea describir en su nueva historia.

Sonrío encontrando una portada de una cama con sábanas negras arrugadas y bragas de encaje púrpuras en medio de estas. ¿Te digo todo lo que me vende esa portada? Sexo caliente en todas las formas: sucio, limpio, rápido. Cuando leo la sinopsis en su contraportada no promete mucha trama, pero sí muchas picardías, que es mi objetivo y mi plan. Así que parece que tenemos un ganador.

Camino hacia Alaska, que está concentrada leyendo los lomos de uno de los estantes. Me ubico detrás de ella y presiono mi cuerpo contra el suyo, haciéndola jadear de manera leve. Pasando los brazos alrededor de su cintura dejo el libro a la altura de sus ojos antes de leer en voz baja.

—«La pasión no solo sucede en la oscuridad, lo rudo no siempre duele, ser dulce no lo convierte en amor. Omitir la verdad es una mentira y desearme tu pecado. Esas fueron las palabras que Bruce le dijo a Mía minutos antes de que solo sus pieles lo vistieran». —Alaska se estremece en medio de mi pausa—. «Todo debía ser pasión, sin complicaciones. Pero, entonces, el corazón se interpuso, algunas verdades surgieron y…».

—¿Y?

—Y debemos averiguarlo, porque es hasta donde llega la sinopsis.

Alaska gira y dejo el libro junto a otros. Pienso de verdad que es ese el elegido, pero en este momento tengo una prioridad más importante. Dejando las manos a cada lado de su cabeza, las apoyo en los bordes del estante encerrándola con los brazos. Sus labios se entreabren un poco y respira muy hondo, lo sé por la caída de su pecho.

—Ese será el libro que leeremos. ¿Y sabes? Creo que es triple equis.

—¿No quieres algo más inocente?

—No. Ese me gusta, no tanto como tú, pero al menos un tercio.

—¿Y cuánto te gusto yo? —cuestiona. Esos ojos están dilatándose y una vez más me gustaría saber qué es lo que pasa por su cabeza.

No le respondo, me agacho y deslizo mi nariz por su barbilla, haciéndola estremecerse una vez más. Sus dedos viajan a mi cabello, en donde se aferra antes de arrastrar mi boca a la suya. No es un beso desesperado o descuidado, por el contrario, es uno lento casi perezoso en el que segundos después nuestras lenguas se deslizan una contra la otra. Libero el agarre que mantengo en el borde de los estantes, rodeo su cintura para poder descansar las manos sobre su culo, estrechándola contra mi cuerpo.

El estante se mueve ligeramente cuando, sin darme cuenta y sin planearlo, la presiono contra él. Mis manos presionan sobre la carne de su trasero y casi de una manera descarada, que seguro que es más instinto que seducción, Alaska se restriega contra la dureza entre mis piernas. Puedo ver cómo poco a poco mi supuesto argumento de esperar se va yendo al carajo; sin embargo, me esfuerzo en no dejarlo ir muy lejos o eso pienso hasta que, de una forma muy baja y ronca, Alaska gime contra mis labios. Sus manos dejan mi cabello para pasar por mis hombros, se deslizan por mis costados y luego se colocan en mi culo presionándome aún más contra ella.

Dejo ir su boca para tomar un poco de respiración mientras dejo suaves besos en la comisura de sus labios. Ella gira luego el rostro para besarnos de nuevo. Si esto pasó por leer la sinopsis, no sé qué nos espera al leer el libro.

Alguien se aclara la garganta y separamos nuestros labios. Yo apoyo la frente en su mejilla, ordenándome volver a la realidad. Alguien camina detrás de mí, escucho las risitas que me hacen liberar a Alaska y al darme la vuelta me encuentro con un grupo de chicas, seguramente de mi edad o al menos eso calculo, dándonos miradas de reojo mientras hablan entusiasmadas sobre libros.

Tomo al presunto culpable de toda esta escena caliente, el libro, y se lo muestro a Alaska.

—Este es el que leeremos.

—Genial —murmura aún con la respiración entrecortada.

Ella escoge un par de libros más y, para cuando salimos de la tienda después de pagar, estoy seguro de que nuestra relación se volverá mucho más interesante.

¿Quién dijo que leer junto a alguien no podía ser divertido?

Ir a la siguiente página

Report Page