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29. Cena no soñada

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Cena no soñada

DRAKE

29 de agosto de 2016

—Qué elegancia —escucho decir a Hayley antes de verla detrás de mí por el espejo.

Sonrío, terminando de abrocharme el penúltimo botón de la camisa blanca, ya que he decidido dejar el último sin abotonar. Mi hermana me rodea para quedar frente a mí y arregla el cuello de mi camisa, luego alisa la tela desde mis hombros hasta mis muñecas.

—Creo que se verá mejor si enrollas las mangas hasta tus antebrazos. —Y, tras decirlo, ella sola se encarga de eso bajo mi atenta mirada, luego me sonríe—. Listo. ¿Cuál es la ocasión para que no te veas tan feo?

Río y me observo en el espejo. Pantalón negro, unos zapatos tipo botas del mismo color, camisa blanca y una chaqueta tejana que espero ponerme al salir. Creo que es lo suficientemente no casual para el restaurante al que planeo llevar a Alaska.

—Tengo una cita con Alaska.

—Oh. —Suspira de manera soñadora y se alza sobre las puntas de los pies. Aunque es alta, no lo es tanto como yo, y reposa su barbilla en mi hombro mirándome a través del espejo—. Debo admitir que ustedes hacen muy buena pareja. Siempre sospeché que Alaska estaba enamorada de ti, pero fuiste realmente bueno ocultando lo que sentías.

»Aunque había veces en las que parecía que tenías celos y eso me hacía sospechar.

—Yo tampoco me esperaba sentir tanto. —Me encojo de hombros—. Supongo que fui ingenuo pensando que nunca caería rendido ante los encantos de la menor de las Hans.

—Y, con sinceridad, pensé que mis hermanos nunca tendrían una novia seria que me gustara mucho. —Su sonrisa crece—. Para empezar, Dawson es dulce, es cierto, pero también un poco idiota; tú no mostrabas interés en tener ninguna relación y Holden… Él tiene más posibilidades de terminar adoptando un hijo con Derek que de conseguir a la mujer de su vida o darse cuenta.

—Eres un poco cínica, no es que tu historial de novios sea un buen precedente. —Me giro para observarla; ella frunce el ceño—. Masticas los corazones de esos pobres infelices.

—¡Oye! Lo único que pasa es que no he encontrado todavía al hombre correcto —se justifica—. Y ellos tampoco terminan siendo buenos novios.

—Y eso justifica que rompas sus corazones, por supuesto.

Golpea mi hombro y luego resopla. Amo a mi hermana, pero reconozco que, en lugar de espantar a los idiotas de su vida, siento que más bien debo advertirlos porque ella es un poco bruja y masticaalmas. Me alegra saber que no soy el receptor de su rara manera de buscar el amor. Supongo que no es que pretenda hacer daño, solo que no es tan precavida para pensar en dos cuando se trata de una relación, suele pensar solo en ella.

Ahora que lo pienso, si lo analizas, soy el primero de los hermanos Harris en tener una relación seria, eso me enorgullece si soy sincero. En este momento, seguramente mis padres tienen todas sus esperanzas puestas en mí.

—¿Qué le ha pasado a tu ojo? —cuestiona, y yo frunzo el ceño en respuesta—. Tienes uno de los vasos roto, juraría que no estaba ahí hace un momento.

Me vuelvo hacia el espejo y compruebo que tiene razón. Eso explicaría por qué siento algo de incomodidad en mi ojo.

—Supongo que debería intentar dormir mejor.

—Sí, supongo —concuerda—. Entonces, ¿adónde vas a llevar a Aska?

—A ese restaurante del que Holden tanto habla. Él consiguió hacerme una reserva. Espero que sea tan bueno como dice.

—Bueno, espero que se diviertan. —Hace una pausa—. Y siempre recuerda el condón.

No puedo evitar reír y besar su frente antes de tomar mi chaqueta, ponérmela y salir de la habitación. Paso por la habitación de Dawson justo en el momento en el que suspira con la vista puesta en su teléfono móvil.

—¿Qué te sucede? —pregunto mientras camino hacia su escritorio y tomo las llaves del auto. Dentro de poco espero poder comprar uno y así Dawson podrá conservar este.

—Estoy siendo un idiota y no es agradable serlo. Está enojada.

Aquí está hablando de la chica del malentendido que ya tuve la oportunidad de conocer. Y tengo que decir que mi gemelo tiene buen gusto. La chica es bonita, pero el físico no es lo principal, porque su personalidad es arrolladora; es toda una bomba, quizá hasta esté más loca que mi propia novia, y mientras Dawson la observaba interactuar conmigo y con Hayley, él no podía dejar de sonreír, lo cual era una buena señal y pensé que todo marcharía bien porque, como diría Holden, Dawson habría encontrado sus pelotas.

Ya veo que no es así.

—¿Qué hiciste? —pregunto, y de nuevo suspira.

No responde, en lugar de ello, se guarda el teléfono móvil en el bolsillo de su tejano y se pone de pie. Me observa y luego comienza a empujarme hacia la puerta.

—Vamos, vamos. Debes dejarme en su casa. Voy a arreglar esto, estoy cansado de que corramos en círculos.

—Eh… —Lo obligo a frenar mientras parece que está dispuesto a hacerme rodar escaleras abajo—. Tengo una cita planeada con Alaska.

—Aska entenderá que esto es en nombre del amor.

—Copia romanticona, realmente planeé una cita especial.

No miento, me esforcé en ello. Quiero darle una cita perfecta a Alaska, como la que siempre soñó. Una cita que la mantenga sonriendo y suspirando, pensando en algo como: «Oh, Drake es más perfecto de lo que imaginé en mis locas fantasías».

Dawson suspira y me hace girar, mantiene sus manos en mis hombros y me mira fijamente intentando esa superconexión mental que cree que tenemos por el simple hecho de ser gemelos.

—Dawson, aún no hemos desarrollado el poder de leernos la mente. Todavía no sucede.

—¡Rayos! Seguimos siendo gemelos defectuosos, ¿eh? —Eso me hace sonreír, él apoya su frente en la mía—. Por favor, Drake. Me gusta Leah y creo que podríamos tener algo especial, y no quiero arruinarlo más de lo que ya lo he hecho.

»Sé que planeaste esta cita perfecta, pero solo debes llevarme a su apartamento y luego puedes irte con el auto. Ayúdame, por favor.

Veo con fijeza los ojos que son exactamente iguales a los míos y aunque, de verdad, no tenemos habilidades de conexión mental, una mirada me basta para entenderlo. Esa chica significa para él lo que Alaska significa para mí. Le sonrío y palmeo con un poco de fuerza su mejilla.

—Podemos llegar con un poco de retraso a la cita, Alaska estará feliz de hacerlo en nombre del amor.

—Gracias, Drake.

—¿Van a besarse? —pregunta Hayley, y ambos nos giramos para verla.

Dawson toma mi rostro y sonríe antes de darme un beso rápido en la boca, un pico, que me recuerda a cuando éramos niños y nos separaban durante apenas unas horas y al reencontrarnos nos volvíamos inseparables y no parábamos de abrazarnos antes de pelear. Tener a Dawson ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida.

A veces siento culpa, porque si me hicieran una entrevista y me preguntaran cuál es la persona sin la cual no puedes vivir, yo respondería que es mi gemelo. Es difícil de explicar, pero no somos solo hermanos que se llevan bien, Dawson es la persona que siempre ha estado para mí y no podría imaginarme no tenerlo a mi lado. Es algo que no todos entienden, pero nosotros sí.

Hayley ríe y murmura un «oh, oh, oh», cosa que hacía cuando éramos pequeños y veía que nos queríamos matar a punta de amor.

—¿Contenta? —pregunta Dawson, y nuestra hermana ríe.

—Muy contenta.

—Vamos, Aska está esperando —lo apremio.

No tardamos mucho en llegar a la casa vecina y, cuando la puerta se abre, dejo escapar una exhalación profunda entre mis labios. Lleva una falda ajustada, entallada y de talle alto de color negra que le llega un poco más abajo de sus muslos, una camiseta ajustada blanca de cuello alto y mangas largas, a juego. Ver esas piernas, que con los zapatos de tacón que está usando se ven infinitamente largas, casi me hace perder la cordura, y su cabello ondulado me recuerda el aspecto que tiene después de un buen besuqueo en el que meto mis manos en esa melena. El toque final es que delineó sus ojos y que esa boca, que es mi perdición, lleva un color rojo oscuro que la hace lucir aún más llena. Veo cómo aprieta el abrigo purpura que sostiene y me da una tímida sonrisa.

—Estás más hermosa de lo normal —susurro acortando la distancia entre nosotros y atrayéndola para darle un abrazo.

—Tú estás para comerte. —Escucho su susurro y río. Sostengo su rostro en mis manos para que me observe.

—Si te beso, ¿echaré a perder tu pintalabios?

—Es mate y de larga duración, compré varios así para no renunciar a tus besos —susurra con la mirada fija en mi boca. Bajo mi rostro y apenas alcanzo a presionar mi boca contra la suya cuando escucho la bocina del auto. Ella retrocede—. ¿Quién está en el auto? Pensé que solo seríamos tú y yo, que era una cita.

Parece un poquito decepcionada y no la culpo. Fanfarroneé bastante sobre que iba a darle la mejor cita de su vida y ahora tengo a mi copia romanticona siendo un impertinente.

—Y lo es. Es solo que Dawson la cagó. —Tomo sus manos entre las mías—. Y le dije que lo llevaría a la casa de esa chica para que pueda solucionarlo. Luego te prometo que la cita será solo nuestra.

—Oh, ¿vamos a ayudarlo a luchar por su amor? —Sabía que su vena romántica saldría. Río mientras camino hacia el auto y abro la puerta de copiloto. Dawson está en la parte de atrás—. ¡Me encanta! Es el mejor comienzo para nuestra cita, salvar una relación.

—No estoy seguro de si ellos tienen una relación.

Antes de que pueda subir al auto, la hago girar y dejo caer mi boca sobre la suya. Su jadeo de sorpresa me ayuda a que de inmediato mi lengua se encuentre con la suya. No es que la sorpresa dure mucho, ella no tarda en ponerse al día y dejar sus manos contra mi pecho. Dawson se estira y toca la bocina una vez más y yo gruño, Alaska ríe.

—Vamos, vamos, el amor me espera, copia mal hecha.

Pongo mis ojos en blanco y doy la vuelta para subir al coche. Lo pongo en marcha y él no tarda en darme la dirección de la casa de su amada. Creo saber en dónde vive.

—Entonces ¿qué harás para que te perdone? Espera, ¿qué hiciste para enojarla? —pregunta Alaska encantada con todo esto de ayudar a Dawson.

—Soy un idiota, Aska.

—Lo eres —afirmo aun sin saber cuál es el problema; él gruñe, yo sonrío.

Alaska golpea mi brazo en defensa de mi hermano y luego nos convertimos en los oyentes sobre cómo Dawson Harris arruinó las cosas con Leah Ferguson.

Finalmente, después de unos veinticinco minutos, llegamos a nuestro destino. Alaska y yo observamos a Dawson tocar el timbre de la bonita casa. La puerta no tarda en abrirse y aparece un hombre alto y que tiene toda la pinta de saber cómo hacerte daño de miles de maneras.

—¿Crees que Dawson se lo hará en los pantalones? Ese hombre no parece muy contento —murmuro.

—Creo que ese podría ser el papá de Leah, Dawson me dijo que él es un guardaespaldas. —Hace una pausa—. Pero qué guapo es, si buscara un sugar daddy, él sería un candidato perfecto.

—Aska… —Sacudo la cabeza riendo—. Sí él es guardaespaldas, entonces, ese tipo sabe cómo hacer trizas a mi hermano.

—Seguramente —no me consuela mi novia—, y en el proceso apuesto a que se seguiría viendo atractivo. ¿Cuántos años crees que tiene?

—No lo sé, pero creo que se sentiría incómodo si supiera que una señorita de tu edad, llamada Alaska, se lo está comiendo con la mirada.

—Bah, creo que es todo un halago que cautive a corazones jóvenes como el mío.

No puedo evitar reír y ni siquiera me sorprende esta conversación. El señor asiente hacia nosotros en el auto, Dawson gesticula mucho con las manos, lo que me hace saber que está nervioso, y minutos después viene caminando hacia nosotros. No me gusta nada la mirada de disculpa que me da antes de dirigir su atención a Alaska.

—Dice que Leah salió con unos amigos, no está en casa y su papá está algo enojado conmigo.

—¿Muy enojado? —pregunta Alaska.

—Lo suficiente para darme cuenta de que debo arreglar mi mierda.

—¿Tiene esposa? —pregunta Alaska, y yo le doy una mirada con los ojos entornados—. ¿Qué? Solo tengo curiosidad.

Dawson ignora su pregunta porque está muy concentrado revisando su teléfono móvil.

—Le he escrito un mensaje a su amiga y me dice que ella está en una discoteca que queda a unos veinte minutos de aquí. Sé que de verdad tienen esta reserva, pero…

Golpeo mi cabeza contra el volante y siento la mano de Alaska en mi pierna, me vuelvo para mirarla y veo que asiente con una adorable sonrisa en los labios. Es su forma de decir que está bien. De hecho casi diría que disfruta de esta cacería estilo cupido.

—Sube al auto, Dawson. Y dame la dirección donde tenemos que ir.

—Gracias, de verdad, mil gracias, copia mal hecha. Te prometo que haré mi mejor intento para no cagarla más.

—Sí, solo esfuérzate en cumplir dicha promesa.

Me toma vente minutos llegar hasta la dichosa discoteca, en el camino Alaska le saca a Dawson todos los detalles de qué es lo que más le gusta de Leah, no puedo evitar sonreír ante lo locos y cursis que suenan juntos. Es genial saber que mi hermano, una de las personas más importantes en mi vida, se lleva tan bien con Alaska. Incluso si no conociéramos a Alaska desde pequeños, sé que a él de igual manera le hubiese encantado.

Al menos no somos unos gemelos desastrosos que se enamoran de la misma persona. Eso hubiese sido incómodo y terrible.

—Muy bien, te esperaremos aquí. Si decides quedarte o hay algún problema, llámame —digo.

—De acuerdo, prometo ser rápido en avisarles si tienen que irse.

—Entonces, mueve tu trasero y date prisa —ordena Alaska—. Ya tengo hambre.

Él murmura algo sobre que Alaska es un estómago sin fondo y baja del auto. Suspiro y desabrocho mi cinturón de seguridad. Alaska me imita para estar más cómoda, me vuelvo para mirarla y tomo su mano llevándola a mi pecho.

—Lo siento, Alas. Sé que llegamos tarde a nuestra reserva, pero es mi hermano y realmente quería ayudarlo.

—No pasa nada. Lo único malo es que empiezo a tener un poco de hambre, mucha en realidad. Estaba nerviosa y no comí mi almuerzo.

—Oh, mi amor —digo. Veo un McDonald al final de la calle—. Vayamos por una hamburguesa, ¿Sí?

—¡Sí! —De inmediato está abriendo la puerta y bajando. Yo río saliendo también.

Tomo su mano y activo la alarma del auto. Comenzamos a avanzar y ella aprieta mi brazo cuando un comentario lascivo de algún idiota llega hasta nosotros. Me freno dispuesto a darle un par de palabras al imbécil, pero ella me insta a continuar caminando.

No tardamos en llegar al restaurante de comida rápida y por suerte solo tenemos a un par de personas por delante de nosotros. Pedimos unas hamburguesas nada sencillas en combo con papas, una ración de nuggets y una ensalada. Comienzo a dudar si llegaremos al restaurante donde tenemos nuestra reserva. Ella se encarga de llevar nuestras bebidas y yo la enorme bolsa con comida. Con mi mano libre sostengo la suya.

Subimos al auto y comenzamos a devorar nuestras hamburguesas… Bueno, todo lo que pedimos. Reviso mi teléfono móvil y veo que no tengo noticias de Dawson.

—Ya sabes, esta no es la cena que esperaba darte.

—No está mal y estamos juntos, eso es lo principal y lo que importa, ¿no?

Estiro mi mano y con mi dedo limpio salsa de sus labios, su labial sí que es duradero, debería hacerle publicidad: «¿Quieres besar a tu novia sin preocupaciones y quejas? Ve y adquiere tu labial, lo agradecerás». ¿A que suena bien?

Alaska me mira con esos grandes ojos ilusionados, son esas miraditas las que me hacen seguir cayendo rendido por ella.

—Te amo —murmuro, las palabras salen de la nada.

—Yo también te amo —me dice con una sonrisa antes de tomar uno de los nuggets y llevárselo a la boca.

Mantenemos una de nuestras conversaciones raras sobre cosas inciertas que terminan por hacernos reír. Comemos bastante rápido. Yo no tengo tanto apetito, por lo que ella termina comiendo mucho más y luego se gira, apoyando su espalda en la puerta y arreglándoselas para estirar sus piernas y dejarlas sobre mi regazo. Trago porque vislumbro un poco el color blanco de sus bragas. Mis dedos no pierden tiempo y acarician la piel de sus muslos.

Alaska tiene un tipo de cuerpo que es mi perdición. Sus pechos no son grandes, pero son ondulaciones notables que pocas veces cubre con sujetadores; su cintura es como un reloj de arena con unas curvas que no parecen reales; sus caderas un poco anchas con una buena forma y, a pesar de que es de baja estatura, se las arregla para tener unas piernas largas y unos muslos turgentes… Al igual que su trasero. Y sé todo esto porque he analizado su cuerpo desde todas las perspectivas posibles, menos desnuda. Por alguna razón cuando hacemos cosas traviesas o se desnuda hacia abajo o hacia arriba, nunca es un desnudo completo y sueño un poco, de acuerdo, sueño mucho, con el día en el que estemos completamente desnudos y haciendo un poco más que travesuras.

—¿Cómo crees que terminará el libro? —pregunta, estamos sufriendo demasiado con nuestra lectura—. Creo que sí acabarán juntos, que él la perdonará y que tendrán sexo candente de reconciliación.

—Creo que en el epílogo les pondrán bebés —aseguro—. Al menos un embarazo.

—¡Yo también lo creo! —Aclara su garganta y baja la vista a mi mano, que masajea su muslo—. Me gusta cómo me hace sentir eso y sé qué podrías hacerme sentir mejor.

Estoy muy seguro de que mis ojos se oscurecen y mis pantalones no son tan cómodos para la emoción que contiene dentro de ellos. Un golpe en su ventana la sobresalta y se da la vuelta de inmediato. Es Dawson y no está solo.

Desbloqueo el seguro del auto y cuando bajo veo que está con Leah, que ha tomado bastantes copas. Ella está balbuceando algo sobre que él la ha engañado.

—La encontré en una situación vulnerable por su estado de embriaguez. —Dawson parece bastante molesto mientras Leah es prácticamente un peso muerto. Observo los nudillos algo rojos de mi gemelo y enarco las cejas—. Algún idiota creyó que es genial aprovecharse de una chica ebria.

—Qué desgraciado —dice Alaska, y ni siquiera me di cuenta de cuándo bajó del auto.

—Es… estoy tan cabreadaaa contigo —balbucea Leah dando un golpe bastante flojo sobre el pecho de Dawson. Él frunce el ceño hacia ella.

—Sí, yo también estoy muy cabreado contigo por ponerte en esta situación con tus supuestas amigas. —Suspira y se da la vuelta para mirarme—. No podía dejarla adentro y no puedo llevarla a su casa de este modo.

—Y a mamá no creo que le guste mucho la idea de que una chica ebria duerma en tu habitación. Solo aceptó aquella vez que tu amiga se enamoró de ti —recuerdo. Alaska presenció cómo la chica ebria se me declaró a mí en lugar de a Dawson.

—¿Quién ta enamoraa de ti? —exige saber Leah. Dawson gruñe—. Y, ohhhhhh, veo dos sexis Dawson.

Tambaleándose viene hacia mí y me toma el rostro entre sus manos, mirándome con grandes ojos azules y la boca abierta de una manera graciosa que me hace reír. Luego se gira para ver a Dawson, que pone los ojos en blanco e intenta alejarla de mí.

—Otro Dawson… Qué maravilla.

—No, Leah, ese es mi novio Drake —dice Alaska, y Leah se gira para verla de manera breve antes de volver su atención a mí.

—¡¡Ahhhhh!! ¡¡Eres el gemelooooo!! ¡¡Ohh, pero si eres igualitoooo!! —grita.

—Sí, porque somos gemelos. —Me río.

—De hecho sí se pueden diferenciar, yo lo hago —dice Alaska, y me vuelvo a mirarla.

—Suenas como una presumida.

—Libera a Drake, Leah —pide Dawson tirando de su cintura, y ella suelta mi rostro.

—Drake no es un imbécil como túúú.

—Tienes razón, Drake es aún más imbécil.

—¡Oye! No es cierto —me quejo, y luego me vuelvo a mirar a Alaska—. Dile que no es cierto.

—Hum… Pero es que sí lo eras, eras más sinvergüenza que Dawson y eso es decir mucho. ¡Te vi irte con muchas chicas! —Esto último lo dice enojada.

Y no entiendo cómo pasamos de una prometedora cita soñada con Alaska a ir a buscar a la conquista de Dawson y luego a tener enojada a mi novia por culpa del pasado. Esta es una noche de locos.

—Muy bien, creo que es el momento de irnos —anuncio antes de que todo se salga todavía más de control.

—¿Tienes las llaves del apartamento, Leah? —pregunta mi hermano, y con su mano le retira el cabello del rostro.

—Sipi dipi.

—Nunca se me ocurrió decir «sí» de esa manera —murmura Alaska pareciendo fascinada con la jerga borracha de Leah.

—Perfecto, es el apartamento que aún conserva su papá. Conozco la dirección —dice Dawson.

—Muy bien. —Aplaudo—. Andando.

Dawson me mira pidiéndome disculpas antes de subir atrás con la ebria cantarina. Para ser sincero, durante el camino tengo que hacer esfuerzos por contener la risa porque Alaska, sobria, decide hacerle compañía a Leah, ebria, y cantar con ella. Además, en diferentes ocasiones, Leah se dedica a recordar cuán molesta está con Dawson. Para cuando llegamos a la urbanización en donde está el dichoso apartamento, doy por perdida mi reserva para cenar con Alaska.

Así que le di la cita de su vida a mi novia en un McDonald’s. Dawson me debe una grande.

—Puedes irte, copia mal hecha. Yo me quedaré con ella, verificando que la ebriedad no la mate porque después debemos hablar. —Mira a Alaska—. Lamento haber arruinado tu cita, Aska.

—No te preocupes, ha sido divertido y la hamburguesa era buena.

Sí, no puedo decir lo mismo cuando siento un poco de acidez en mi estómago. Dawson besa la mejilla de Alaska antes de bajar del auto.

—Espero que volvamos a cantar alguna vez cuando estés sobria, Leah —se despide Alaska hablando desde la ventana.

—Clarooo —asegura Leah quitando las manos de mi hermano, que la sostiene, luego lo señala—. Solo que a él lo odio tantooo.

Comienza a alejarse tambaleándose y Dawson mira hacia el cielo pareciendo pedir paciencia, sonrío cuando me mira.

—Paciencia, copia romanticona. Estoy seguro de que vale la pena.

—Gracias por salvarme esta noche. Conduce con cuidado.

Y nos arroja besos antes de correr para recoger a Leah, que ha caído al suelo un poco más adelante con su caminar ebrio.

—¿Estás bien? Te ves un poco pálido —pregunta Alaska. Vuelvo mi atención a ella.

—Estoy bien, solo un poco enojado por nuestra cita arruinada. Y creo que la hamburguesa me está causando un poco de acidez. Hemos pasado casi cuatro horas en este desastre, creo que no hay mucho por hacer.

Parece pensativa mientras conduzco de regreso a casa. Estamos un poco lejos. Cuando entramos en nuestro barrio y estamos pasando el parque, ella me pide que pare, lo cual hago. Se quita el cinturón y baja del auto, apago el motor y la sigo. Comienza a caminar más allá del parque y cuando la llamo no se detiene. Pasa unos arbustos y luego llegamos a la pequeña colina que es un poco boscosa. Se gira hacia mí y poniéndose de puntillas, con sus manos en mis hombros, me hace retroceder hasta que mi espalda da contra un árbol. Luego presiona lo suficiente para hacerme entender que quiere que me siente, lo hago sin salir de mi confusión y luego ella sube a mi regazo a horcajadas.

Mirándome con fijeza y sin emitir ningún tipo de palabra, deja caer su peso y eso hace que su zona más suave y delicada colisione con la más dura de mí. No puedo controlar el gemido que escapa de mis labios. Sus ojos están oscurecidos y sus labios entreabiertos, los cuales van a los míos en un beso que me sorprende por su nivel de sensualidad. Es un beso lento, húmedo y con un par de mordiscos. Sus manos van a mi cabello y una cosa mágica sucede: Alaska comienza a mover sus caderas de forma circular sobre mí, como si estuviésemos teniendo sexo lento.

Cuando gime sobre mis labios mis manos van a sus caderas para sentir sus movimientos también en ellas. Mientras nuestros besos se vuelven más profundos, sus movimientos se vuelven un tanto más persistentes y pronto mis manos comienzan a guiar sus caderas. Es uno de los momentos más sensuales que he experimentado alguna vez y ella tomó la iniciativa. Para ser sincero, es ella la que está llevando el control en este momento. El alumno superó al maestro.

Mi boca deja la suya y va a su cuello, donde aplico un poco de presión con mis dientes antes de lamer. Viendo lo capaz que es Alaska de guiar sus caderas por sí misma, mis manos ascienden hasta acunar sus pechos por encima de la tela de su camisa y los masajeo. Ella gime y es la gloria. Sus movimientos se vuelven más rápidos.

—Drake —gime, y mis músculos se contraen. Estoy muy cerca de perderlo.

Alzo mi rostro observándola. Sus ojos oscurecidos, sus mejillas sonrojadas, perlas de sudor en su frente, esos labios inflamados y abiertos mientras gime. Mis manos aprietan con mayor fuerza sus pechos y sus movimientos se aceleran, luego gime de manera prolongada mientras se estremece culminando, alcanzando la cima de su placer, y es absolutamente hermosa.

Amo su confianza en sí misma y su confianza en mí para no esconder su pasión e ir por lo que quiere, y aunque no he alcanzado la cima de mi propio placer y hay dolor persistente en mi zona baja, me siento complacido por lo relajada y atontada que parece.

Deja caer su frente contra la mía y emite una pequeña risita antes de dejar un suave beso en mi boca.

—No tengo palabras para describir cuán sexi ha sido eso, Alas —susurro contra sus labios.

No me responde. En lugar de eso, baja de mí y su mano va a mi pantalón, específicamente al botón que desabrocha y luego a la cremallera. Sostengo su mano.

—¿Alaska? —pregunto, porque ¡joder! Está claro que quiero esto, pero solo si ella lo desea también, no porque sienta que me debe algo.

Su respuesta es darme una sonrisa antes de volver a hablar:

—Quiero hacerte sentir bien… Hasta el final.

Llevo su mano a mis labios y la beso antes de liberarla. No es la primera vez que ella hace esto, lo hemos practicado, pero sí es la primera vez que lo hace sin ninguna instrucción por mi parte. Y cuando baja un poco mi pantalón junto al bóxer y sus labios besan esa parte de mí, me doy cuenta de cuán excelente alumna es. Su boca es todo un sueño, cálida y húmeda, la manera en la que sus ojos conectan con los míos mientras me veo deslizarme dentro y fuera me excita mucho más y cuando su mano acompaña sus caricias y el hecho de que sea ella quien lo haga, porque lo desea, hace que sea todavía más increíble. Es juguetona y curiosa, no tarda mucho en acabar conmigo y, cuando lo hace, la aviso para que se aparte. Su nombre es todo lo que escapa de mis labios mientras me estremezco. Con su mano todavía en mí, se alza y me da un suave beso en la boca.

Cuando me recupero, la beso durante largos minutos, una pequeña sesión de besuqueos en donde intento trasmitir todo lo que siento por ella. Luego, me quito uno de mis zapatos para tomar el calcetín y limpiar los residuos de mi orgasmo. Cuando todo está listo, tomados de la mano, volvemos al auto. La dejo en la entrada de su casa con un beso largo y el susurro de un «te amo».

Todo va bien cuando entro en casa, ya es la medianoche. Mi estómago se retuerce y las náuseas me invaden segundos antes de que me doble y tenga arcadas. No tardo en vomitar y no es eso lo que me alarma. Es lo que veo cuando termino.

Mi abdomen me duele y me llevo la mano al área, luego tomo una respiración profunda.

—¡Mamá! —grito aterrado y sintiendo retortijones en el estómago.

Además de ello, siento el sabor de la sangre en mi boca porque eso es lo que acabo de vomitar. ¿Qué está pasándome?

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