+18

+18


38. La paciencia

Página 41 de 52

38

La paciencia

DRAKE

4 de octubre de 2016

—¿Está dormido? —escucho la voz de Alaska.

—No, mi amor, no lo estoy —respondo yo en lugar de Hayley.

Abro los ojos y la miro, ella se acerca y se sienta en la cama ignorando la silla de la que mi hermana se levanta para que ella se siente. Alaska hace un puchero triste.

—Vine a visitarte ayer y dijeron que no podía verte, que debías descansar para recuperarte de una situación delicada. Me contaron lo que sucedió… Lamento que tuvieras tanto dolor que llegaras a perder el conocimiento.

—No fue tan malo —trato de consolarla.

La verdad es que fue terrible. Me descompuse, tuve un desmayo y tardé varias horas en despertar para sentir como si me hubiesen abierto para sacar mis órganos.

Sigue doliendo, siento como si la herida quemara y sigo sintiendo arcadas que trato de retener por miedo a abrir la herida, no quiero que vuelvan a ponerme puntos nuevamente, es algo que prefiero olvidar.

—Estás muy pálido y tu madre me dijo que no quisiste comer, que te han inyectado un suero para que no te deshidrates. No tienes que fingir conmigo, sé que te sientes mal.

—Solo quiero irme a casa y descansar…

—Pronto —me asegura con una sonrisa alentadora.

—¿Cuándo?

No tiene una respuesta para mí. ¡Nadie la tiene!

6 de octubre de 2016

—Escuché a tu familia decir que estás de mal humor —dice la enfermera Atenas—. Que estás siendo sorprendentemente odioso.

Alzo la vista de donde me toma la presión para mirarla.

—No soy odioso… —argumento—. Solo quiero irme.

—¿Eso es culpa de tu familia? ¿El que sigas internado en este hospital? —Ella anota los resultados y luego me mira—. Tu familia solo trata de hacerlo más llevadero para ti; aunque te entiendo, no puedes controlar tus emociones en este momento.

»Han sido largos días aquí y no han sido gratos. —Revisa mi temperatura—. Tienes algo de fiebre.

—Alentador.

—Veamos cómo va esa herida.

Espero con expectativas a que retire el vendaje. Ahora mismo veo esa herida como mi obstáculo para la libertad.

—Hummm…

—¿Qué? ¿Sigue muy mal?

—Veo mejoras —me sonríe—, creo que tendremos buenas noticias pronto… ¿Es eso que veo una sonrisa?

—Finalmente…

Mi estado de ánimo cambia con sus palabras y ella lo nota porque ríe. Me suministra el medicamento y apunta que ya me han administrado mi dosis.

—Bueno, ahora que parece que tu estado de ánimo ha mejorado, saldré para que entre una linda joven con mucha energía que parecía ansiosa por verte y que ha venido cada día. Más de un joven paciente desearía que ella los visitase.

—Suena mucho… a que se trata de mi novia.

Dawson se ha encargado de hacerme saber que los enfermeros, algunos pacientes jóvenes y familiares de pacientes están encantados con Alaska. Pensé que lo hacía para molestarme, pero luego Hayley me confirmó que de hecho Alaska es muy popular en esta planta del hospital, una razón de más por la que deseo ser dado de alta.

—Le diré que entre. Toca cambio de turno, así que le dejaré indicaciones a la enfermera Lidia. El doctor pasará dentro de poco por aquí para evaluarte. Espero que pases una buena tarde y una buena noche.

—Gracias, enfermera Atenas.

Ella sale de la habitación y no pasa ni un minuto cuando Alaska, con una sonrisa traviesa y su mano no enyesada detrás de la espalda, entra.

—¿Veo acaso una sonrisa en el rostro del gruñón Drake?

—No… soy gru… gruñón… ¿Qué… escondes?

—Adivina, si adivinas, te ganas un beso.

—Dos.

—Tres —negocia haciéndome reír, pero me detengo cuando siento que eso hace que mi herida me duela.

—Con lengua.

—Con mucha lengua, trato hecho. —Es bueno hacer negocios con ella—. Ahora, adivina.

—Hummm…

Pienso en las opciones y podrían ser muchas. Hace muchos años que conozco a Alaska, básicamente desde que nació, y como novios llevamos ya un tiempo. Al ver esa sonrisa, ese brillo en la mirada y la postura de su cuerpo puedo apostar a que sé lo que esconde.

—El tiempo corre, Drake…

—No son… chocolates, no es un peluche… Descartado que sea comida…

—No se vale que digas lo que no es, estás haciendo trampa.

—Es nutritivo, abre la puerta a un nuevo mundo… Seductor, apasionado… Y entretenido —digo con lentitud—. Está llenos de letras… Es un libro.

—¡¿Qué?! Espera, ¿cómo lo supiste? —Saca el libro de detrás de su espalda.

—Te conozco, novia.

Estiro una mano y me entrega el libro. No es muy grueso y la portada es simple, sin embargo, cuando lo giro para leer la sinopsis, después de tres veces, logró entenderla y sé por qué ella lo escogió. Es un libro sexi, insinuante y promete tener buena trama entre dos amigos íntimos.

—Lo compré antes de que todo esto pasara —dice captando mi atención—, quería que fuera el segundo libro que leíamos juntos y pensé que, ahora que estás aquí y pareces enojado, podríamos comenzar a leerlo.

—Muchas cosas… Debo escucharlas dos… o tres veces para entenderlas, Aska.

—No importa, puedo leer las escenas cuantas veces necesites.

—Y soy lento leyendo en este momento… Incluso lento… hablando. Muchas palabras se mezclan en mi… cabeza.

—Lo entiendo y no me importa, podría ser una buena forma de practicar. Leí en internet que leer podría ayudarte —dice entusiasmada.

Puedo ver cuánto se está esforzando por conseguir esto, cómo quiere ayudarme de cualquier manera y que lo hace de corazón; así que asiento cediendo a esto y ella da un pequeño grito antes de acortar la distancia y abrazarme.

—Gracias, gracias, Drake.

—Acepto… con una condición.

—¿Cuál?

—Cuando… estés lista y lo desees… escribe, no renuncies… a tu sueño, Alas.

—Acepto —susurra.

Se aleja un poco para mirarme a los ojos, luego inclina su rostro hacia mí y la máquina que registra mi frecuencia cardíaca le hace saber que está haciendo locuras con mi sistema en este momento. Sonríe satisfecha.

—Aún te traigo loco.

—Siempre.

—Pagaré mi apuesta.

—Hecho.

Ella ríe por lo bajo y luego su boca está sobre la mía haciéndome viajar. Ya no estoy en esta habitación de hospital, ya no hay dolor ni frustraciones, solo están los deliciosos labios de Alaska moviéndose sobre los míos.

Tal como prometió, su lengua pasa sobre mis labios antes de adentrarse en mi boca; es un beso húmedo y lento, uno de los que extrañaba, y la máquina que no deja de sonar hace saber cuánto me está afectando.

No sé cuánto tiempo dura el beso, pero cuando se aleja lo suficiente, tomo una profunda respiración y mantengo mis ojos cerrados.

—Apostamos… tres besos, faltan dos…

—Sabes contar —se burla.

Llevo mi mano izquierda a su nuca y la atraigo para que me dé el segundo beso. El mundo, justo en este momento, tiene una mejor perspectiva.

10 de octubre de 2016

—Pareces entusiasmado —dice Holden terminando de rasurar mi barbilla.

No me adapto todavía a hacer mis movimientos únicamente con la mano izquierda, teniendo en cuenta que la derecha es lenta y en ocasiones me tiembla, así que Holden se ha estado encargando de quitar el rastro de barba cada vez que aparece.

Retiro la crema de afeitar de mi rostro y lo seco; Holden, como buen hermano mayor fastidioso, comienza a peinar mi cabello hacia arriba y, por más que trato de esquivarlo, se sale con la suya. Lo siguiente es colocarme la camisa sin ayuda, quiero aprender poco a poco a manejarme con mi mano izquierda, tardo en abrochar cada botón, pero cuando lo consigo, lo siento como un gran logro. Lo último son los zapatos, y listo, finalmente iré a casa.

—Vaya, qué guapo mi hermanito. —Holden silba y da una vuelta a mi alrededor—. Sí, como si nunca hubiese estado hospitalizado.

—Un hombre nuevo —digo.

—Totalmente.

Salimos del baño y nos movemos de nuevo por la habitación, en donde nuestros padres ya nos esperan. El doctor y la enfermera se encuentran ahí y, solo para confirmar, me hacen un último chequeo de rutina, sobre todo de mi herida.

—Procura no mojarla al bañarte, límpiala al despertarte y antes de dormir. Dentro de cinco días tienes programada una cita, debemos ver cómo continúa esa cicatrización.

»Evita el consumo excesivo de azúcar, debemos bajar eso, y sigue la dieta que se te ha dado, ¿entendido? No cargues peso, no hagas movimientos bruscos, y si presentas algún malestar como fiebre, mareos o náuseas, no dudes en venir, a veces creemos que sería exagerado acudir al hospital sin saber que podría ser muy grave no hacerlo —concluye el médico.

—Seguiré… las indicaciones.

—Nosotros estaremos pendientes de él y ayudándole a que así sea —agrega mamá.

—De igual manera, en tu próxima cita nos encargaremos de fijar un cronograma para estudiar que no haya algún daño en el cerebro a largo plazo. No es por asustarte, Drake, pero eres joven y necesito que entiendas la magnitud de lo que te sucedió.

»Eres afortunado y no queremos ignorar algún daño que pueda aparecer a largo plazo. Si sigues las indicaciones, dentro de poco tiempo podrás volver a tu rutina diaria. De igual manera, cuando tengas el plan de trabajo del fisioterapeuta, tráelo, siempre es bueno tener la opinión de tu médico.

—Cuente con eso, doctor —dice Holden pasando su brazo por encima de mi hombro—. Yo mismo vendré con él a mostrarle el cronograma.

—Siendo así, puedes ir a casa, Drake.

Por alguna razón esas palabras hacen que mis ojos se llenen de lágrimas, veía tan lejano este día; había una parte fatalista de mí que creía que nunca sería dado de alta. El doctor toma mi mano derecha y la estrecha, me prometo a mí mismo que habrá un día en el que al estrechar su mano con la mía, podré tener control sobre ella. He estado en buenas manos; el doctor ha hecho un buen trabajo y me ha atendido con las mejores de las intenciones; él firma mi alta, se despide de nosotros y sale de la habitación.

—Me alegra que puedas irte a casa, sigue las indicaciones del médico y disfruta mucho de tu libertad —dice la enfermera Atenas—. Finalmente el día que tanto esperabas llegó.

—Gracias por haber cuidado… de mí, la mejor enfermera.

—Fue un placer hacer mi trabajo con un paciente ejemplar. —Ella estrecha las manos de mis padres y la de Holden.

Hubiese sido genial tenerla de cuñada, pero supongo que no vendí demasiado bien a mi hermano. Cuando Atenas estira su mano hacia mí, acorto la distancia y le doy un breve abrazo, no es profesional, pero siento que ha sido más amiga que enfermera todo este tiempo.

—Muchas gracias.

—Sé buen chico, Drake, y dale saludos a esa linda novia, dile que los pacientes, enfermeros y familiares la van a extrañar.

Pongo los ojos en blanco e ignoro esa declaración mientras todos ríen. Salgo de esa habitación con una buena actitud, con ganas de mejorar y de evitar a toda costa tener que volver al hospital.

Literalmente estoy abrazando mi almohada desde hace veinte minutos, pero es que no puedo creer que de verdad esté en casa. Me resulta todo tan extraño y al mismo tiempo tan familiar… Y aunque mamá me preparó una sopa para almorzar, esta sí tenía sabor y me supo a gloria.

Estoy muy feliz de estar en casa. He recuperado mi teléfono y me he dado cuenta de que tengo muchos mensajes y correos electrónicos que responder, pero ya habrá tiempo para ello; además debo tomarlo con calma.

—¿No te parece raro abrazar así esa almohada?

Abro los ojos y me encuentro con Hayley en la puerta de mi habitación, debe de haber llegado de sus clases de repostería.

—Solo estoy aferrándome… a esta realidad… ¿No traes algo… dulce contigo?

—Vi tu dieta pegada con un imán en el refrigerador, en la entrada, en la puerta de tu habitación y en la sala de estar. Claramente se lee que no puedes ingerir mucho azúcar. A ciertas horas se te permite tomar solo un poco.

»También escuché que prometiste cuidarte y no llevas ni diez horas en casa cuando ya me estás pidiendo algo dulce, ¿debería acusarte?

—Mierda, lo olvidé.

—Muy bonita la realidad, pero adáptate rápido porque debes cuidarte. No estaremos siempre sobre ti y necesitas ser consciente de las indicaciones que debes seguir. Aquí no tienes una enfermera supervisándote y necesitas no olvidarlo.

—Tienes razón.

—Lo sé. —Se adentra en la habitación y se inclina dejando un beso sonoro en mi mejilla—. Te extrañé, hermanito. Bienvenido a casa.

—Gracias, Hayley. ¿Quieres… ponerme al día sobre… a cuántos desgraciados has…?

Me quedo en silencio y ella sonríe entendiendo lo que sucede, completa la pregunta por mí y asiento.

—Solo uno, y no los llames desgraciados, si los dejo es por algo —responde la descarada antes de caminar hacia la puerta de mi habitación. Se gira en última instancia y me arroja un beso—. Me alegra que estés en casa.

—A mí también.

Ella sale de la habitación y cierro los ojos… Supongo que pierdo la noción porque me quedo dormido y solo despierto cuando la alarma en mi teléfono me anuncia que debo tomar uno de mis medicamentos. Después de hacerlo, noto que tengo un nuevo mensaje y que se trata de Alaska, a quien una vez más le cambié el nombre con el que la tenía guardada.

Novia soñada: ¡Qué emoción! Estás en casa, veo tu ventana abierta ¡Ahhhhhh!

Novia soñada: ¿Sales a la ventana?

Novia soñada: ¿Hola?

Drake: Lo siento, me quedé dormido.

Drake: Ya en casa.

Drake: ¿Todavía quieres que salga a la ventana?

Me pongo de pie y voy al baño para lavarme el rostro y terminar de despertarme. Paso por la habitación de Dawson, pero todavía no ha vuelto de su trabajo, así que regreso a mi propia habitación y veo que tengo una respuesta de Alaska.

Novia soñada: Sí, sí. ¡Ven a la ventana!

Arrojando el teléfono sobre la cama voy a la ventana, retiro las cortinas y ella se encuentra ahí con una gran sonrisa, agitando su mano en un enérgico saludo.

—¡Bienvenido a nuestro lugar de encuentro! —celebra.

—Gracias, gracias. —Sonrío.

Estoy por imitarla y sentarme en el marco de la ventana, pero recuerdo que no es buena idea si tengo en cuenta que desde el torso hacia arriba mi lado derecho no responde como debería y podría ocasionar un accidente. Lo último que deseo es volver al hospital en mi primer día de regreso. Así que me conformo con apoyar mi lado izquierdo en el marco mientras la miro, extrañaba esto más de lo que podría admitir.

Una escena familiar tiene lugar cuando ella alza su libreta, que identifico de una de sus clases, para que la mire.

—Tengo nueva tarea de Física con la que necesito ayuda, estás muy atrasado con la tarea.

—¿Yo? Tengo entendido… que es tu tarea.

—Pero siempre me has ayudado y este es mi último año, es nuestra tarea. ¿Ves qué bonito suena decir que es «nuestra tarea»?

—Solo veo… cuán astuta eres.

—Gracias, pero ¿cierto que me ayudarás? Eso ayudará a tu mente, apuesto a que con los números sigues igual de veloz… Espera, ¿esto que acabo de decir ha sido cruel?

—No intencionadamente —la justifico viendo cómo se sonroja—. Está bien, no me molesta. Prefiero que hagas chistes sobre ello… a que me trates como si fuesen mis… últimos días.

»Y está bien, acepto ayudarte. Seguramente me tomará más tiempo… de lo normal, pero… lo haré…

—¿Bien? ¿Excelente? ¿Maravilloso? —completa cuando ve que no continúo.

—Exacto. —Sonrío—. Ven, te ayudaré.

—De acuerdo, y te pagaré con muchos besos. —Me arroja algunos de ellos—. Pero antes de ir…

—¿Sí?

—Tengo un regalo para ti. —Clava la vista en su teléfono mientras lo manipula—. Me inspiraste a escribir de nuevo, y no es para JoinApp.

»Cuando lo escribí mi corazón se aceleró y no fue por el miedo; se trataba de la emoción de crear algo para ti y demostrarte que poco a poco dejaré ir el miedo para hacer lo que más amo.

Debe de ser de las cosas más tiernas que alguien hará por mí alguna vez, esta chica es inigualable y soy consciente de cuán afortunado soy de tenerla como novia.

—Te amo, Alaska —digo, sus mejillas se sonrojan—. Te amo, Aska. Te amo, novia. Te amo, Alas.

—¡Deja de declararme tu amor! —Se ríe—. O no podré leer este poema.

—Vale, lee.

Aclara su garganta y comienza uno de esos poemas que marcan mi vida:

Querido, Drake.

Este poema es porque estás bien y porque aun enfermo, cuando te veía, me hacías enloquecer.

Gracias por respirar, gracias por caminar y, aunque estás un poco lento, nada entre nosotros cambiará.

Drake, Drake, Drake, me alegro de que desde la cintura para abajo aún lo puedas mover todo bien.

Mis tareas numéricas te extrañaron, mi ventana te echó de menos y mis bragas lloraban por ti.

Estoy enamorada de tu nueva sonrisa, de tu alegría y del hecho de que vivas.

¡Gracias, gracias! Por no hacerme enviudar y demostrar que aún sabes besar.

Quizá pocas cosas riman, pero no pretendía hacer poesía.

Solo demostraba que sigo viva y que todavía puedo ser tu fantasía.

Poema creado, poema entregado.

Poema que disfrutas y que quieres tener en tus manos.

No se me ocurre qué más escribir, pero quiero que sepas que estoy feliz.

Porque gracias a ti de nuevo escribí.

Quédate conmigo, sigue siendo mi novio y prometo que siempre tendrás momentos fogosos.

Podría seguir, pero prefiero abrazarte y besarte para que sepas que somos mejores que antes.

Te amo, no lo dudes.

Eres el mejor novio incluso si estás un poquito defectuoso.

Celebremos el reencuentro, no nos aflijamos por el pasado, avancemos al futuro tomados de la mano.

Las palabras se me acabaron, ahora mejor, ¿por qué no nos besamos?

Y como en una novela: este poema ha acabado.

Sacudo la cabeza sin poder contener la risa y flexiono mi índice izquierdo hacia ella indicándole que venga.

—Ven aquí, pequeña escritora. Será mejor que te des prisa… porque quiero besarte mucho.

—¿Si llego antes de dos minutos serán más besos?

—Trato hecho.

—Bien, pon el cronómetro.

Voy por mi teléfono y cuando activo el cronómetro, ella desaparece. No sé si llegará antes de dos minutos, pero sé que sin importar lo que tarde la devoraré a besos. Ese poema ha sido todo lo que necesitaba, mi recordatorio de que puede haber cambios físicos, pero en nuestro interior sigue estando la esencia que nos hace ser quienes somos.

Sí, tengo mucho que trabajar para ser físicamente lo que era antes, pero soy afortunado porque tengo personas maravillosas animándome a mejorar. Además, tengo una hermosa novia escribiéndome los mejores poemas del mundo. Esta solo es una etapa que superaré, siento que el poema de Alaska me ha inyectado energía y positivismo. Siento que, a partir de aquí, lograré mucho mientras mantenga mi esperanza y ganas de superarme.

Escucho fuertes pasos por las escaleras y a Dawson, que debe de haber llegado, maldecir. Luego la puerta de mi habitación se abre con fuerza y aparece Alaska respirando agitadamente, con las mejillas muy sonrojadas. Detengo el cronómetro: un minuto con treinta y siete segundos.

—Lle-llegué —anuncia, y siento que por la manera en la que habla podría morir de asfixia.

Dejo el teléfono sobre mi escritorio y le sonrío extendiendo mi brazo izquierdo.

—Ganaste, ven aquí… por tus besos.

Ríe y camina a paso apresurado hacia mí, enreda sus brazos alrededor de mi cintura y se alza sobre las puntas de sus pies y agachándome llevo mi boca a la suya. Sí, todo estará maravillosamente bien.

—Gracias… por tu poema —susurro contra sus labios.

—Gracias por inspirarme. ¿Más besos?

—Más besos —respondo sonriendo contra su boca antes de besarla de nuevo.

Ir a la siguiente página

Report Page