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23. La traición de Alaska

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La traición de Alaska

ALASKA

1 de agosto de 2016

Alaska: ¿Vienes a la ventana?

Apoyada en la ventana miro hacia la de mi novio dándome cuenta de cuándo lee el mensaje. Él se encuentra sentado frente a su escritorio, se pasa una mano por el cabello antes de escribir y, poco después, recibo una respuesta.

Novio calienta bragas: No.

Alaska: ¿Por qué?:O

Novio calienta bragas: Tú sabes por qué…

Me rasco la cabeza y luego estoy presionando el teléfono contra mis labios preguntándome si sigue molesto por lo que creo que no supera, tal vez debería hacerme la tonta. Rápidamente le respondo.

Alaska: ¿Y si no lo sé? :(

Novio calienta bragas: Sí que lo sabes.

Bueno, tiene razón: sé por qué está molesto. De hecho tuvimos una tonta discusión la mañana de ayer, pero pensé que hoy ya se le habría pasado. Drake me acusó de haber leído un capítulo de nuestro libro sin él, que hice trampa y falté a nuestro compromiso; de verdad, cualquiera creería que me acusaba de serle infiel debido a su indignación.

Lo cierto es que me declaro culpable. Había quedado muy ansiosa con el último capítulo que leímos hace cinco días y el libro estaba en la mesita de noche gritando mi nombre, me dije que solo sería una ojeada rápida, pero mis ojos se fueron por las líneas y con culpa terminé de leer el capítulo. ¿Que cómo lo supo Drake? En primer lugar, me complace decir que mi novio no es estúpido o poco observador. Drake notó que tontamente, como me quedé dormida, el libro estaba en otra posición. Me acusó, lo negué durante unos diez minutos mientras me hacía la indignada, él no desistió y cuando la culpa pudo más admití mi engaño.

Me acusó de traidora antes de irse. Fue una discusión medio tonta, pero todos los mensajes que le envié después fueron ignorados. Pequé y ahora me está haciendo pagar por ello.

Alaska: Lo siento. De verdad, de verdad. Te prometo que el capítulo ni siquiera es tan bueno.

Novio calienta bragas: No ayuda a tu causa, cariño.

Sonrío porque envía un emoticono rodando los ojos y eso ya es un gran progreso de los vistos.

Alaska: Ni siquiera pasa algo caliente.

Alaska: Son ocho páginas de conversación que creo que era más de relleno.

Novio calienta bragas: Alta traición la tuya.

Alaska: Por favorcito, no leeré más sin ti. Promesa.

Novio calienta bragas: Hummm, no sé si creerte.

Abro la aplicación de la cámara y me tomo una foto haciendo un puchero, se la envío junto la palabra «disculpa» escrita diez veces.

Novio calienta bragas: No juegas limpio.

Alaska: ¿Vienes a la ventana entonces? :D

Mi respuesta es verlo ponerse de pie y caminar muy lentamente hacia la ventana. La abre y apoya el trasero en el marco, se cruza de brazos mientras me mira con los ojos entornados.

—Lo siento, prometo no volver a pecar de ese modo.

—Te creeré, pero si vuelves a hacerlo, dejaré de leer contigo.

Y no quiero eso porque, con honestidad, aunque todavía me pone nerviosa que leamos ese libro juntos, es que me gusta mucho. Es muy íntimo, erótico y especial compartir un momento así con él.

—Está bien. ¿Ya no estarás enfadado?

—No, porque te estoy disculpando. —Finalmente me sonríe—. Igualmente no es que te fuera a dejar por eso. —Pone sus ojos en blanco—. Solo pretendía conservar mi dignidad.

—Y lo hiciste bien —aseguro sin esconder mi alivio.

Nos miramos en silencio durante al menos un minuto y luego él sonríe. Ningún drama a la vista.

—Bueno, necesito leer el capítulo no trascendental con el que me engañaste. Puedes venir. —Su sonrisa crece—. Dawson duerme y no hay nadie más en casa. No tengo trabajo, así que podemos pasar el rato leyendo.

—Un rato leyendo —repito—. Bien, dame unos minutos y voy.

—Aquí te espero.

Paso unos raros segundos decidiendo si cambiar mi short y camisa de algodón por una ropa mejor o si quiero tentar a Drake. Al final me recuerdo que nuestros mejores momentos no han sido planeados, que todos han sido espontáneos con resultados increíbles. Así que no me cambio de ropa y el cabello me lo peino con los dedos. Decido salir, incluso, con mis pantuflas. Tomo el libro, cierro la puerta de la habitación y bajo las escaleras.

Escucho las voces de mamá y Alice, así que voy a la cocina para verlas y de paso tomo un par de uvas.

—Iré un rato a la casa de los Harris.

—¿Qué harán? —cuestiona Alice con una sonrisa divertida, y quisiera eliminarla con mi mirada.

Mi hermana lo está haciendo adrede ocasionando que mamá decida que esta es una conversación interesante y me preste toda su atención dejando de trabajar la masa de las galletas en la que estaba enfocada minutos atrás.

—Leeremos un rato y no sé, hablar y ver una película tal vez —respondo.

—¿Es ese el libro que leerán? A ver —pide Alice.

Me alejo de ella a medida que se acerca y llevo el libro detrás de mi espalda en un intento de que no pueda alcanzarlo.

—No, es algo especial para nosotros.

—¿De qué va el libro? —me pregunta mamá.

¿Por qué no puedo solo huir? Me encargo de emitir el suspiro más hondo de todos los tiempos para que note cuánto me fastidia este momento. Sin embargo, todo lo que hace mamá es sonreírme, dejando claro que puedo suspirar mil veces y seguirá esperando una respuesta. Mantengo el libro detrás de la espalda mientras le sonrío.

—Es de fantasía, un montón de cosas místicas y… ¡Oye! ¡Dámelo! —Alcanzo a Alice, pero ella es más alta que yo y alza el libro mientras lo observa. Sus cejas se enarcan antes de reír y devolvérmelo.

—Hum, se ve buena fantasía. —Está sonriendo—. Disfruten de su lectura. —Luego mira a mamá—. No te gustaría esa fantasía, mami.

—Bueno, ve. Llévales estas galletas a los niños Harris.

—¿Niños? Hace mucho que los gemelos Harris no son unos niños. —Se ríe Alice—. Llévate las llaves, Aska. Nosotras iremos a visitar a Jack. ¿O quieres venir?

—Dile que pasaré mañana a visitarlos —pido tomando las galletas envueltas de manera perfecta que mamá me entrega.

Salgo de casa antes de que puedan detenerme por alguna u otra razón. Prácticamente troto hasta la puerta de la casa de al lado. Ubico el libro debajo del brazo para poder tocar el timbre y luego espero. Cuando Drake abre la puerta, alzo las galletas.

—Ofrenda de paz patrocinada por Jolliane Hans.

—Aceptado.

Las toma de mis manos e inhala su olor como si fuese alguna droga, luego se hace a un lado dejándome pasar. No hay beso de saludo porque aún está sobando su dignidad ante mi cruel traición.

—También son para Dawson.

—Pero él está durmiendo, no tendría por qué enterarse.

—O podrías compartir —sugiero—. El pobre sufre mucho con su tesis.

—Cierto, pero en realidad ya le falta muy poco para presentarla. —Saca una galleta y comienza a comerla—. Solo eso y será todo un gemelo graduado.

Me acerco y estiro la mano limpiando la comisura de su boca, en donde quedaban migajas. Todo lo que hace es mirarme.

—¿Cuándo vas a sonreírme? Se supone que ya perdonaste mi alta traición.

Con los ojos en blanco me mordisquea el dedo antes de tomar otra galleta y caminar hacia las escaleras. Lo sigo y hago el segundo suspiro más largo del día, una artimaña teatral para llamar su atención.

Me ve por encima de su hombro y arruga la nariz de manera graciosa haciéndome reír antes de que comience a subir las escaleras. Devora otra galleta en el camino y, cuando vamos por el pasillo, se detiene en la habitación de Dawson. Alcanzo a ver a mi cuñado dormido sobre un montón de hojas y con el ordenador portátil sobre el estómago.

Veo cómo Drake recoge las hojas a su alrededor, las ordena y luego las deja sobre el escritorio. Lo próximo es quitarle el ordenador portátil y ubicarlo junto a las hojas. Suspiro viendo cómo le quita los zapatos a Dawson y luego me río cuando parece que despierta diciendo incoherencias.

—Sí, quiero ir a Disneyland —delira Dawson antes de girar de costado y seguir durmiendo.

—Seguro que irás —se ríe Drake de su gemelo.

Sonrío y decido esperarlo en su habitación mientras se encarga de ordenar un poco el desastre de Dawson. Una vez en la habitación de Drake, me saco las pantuflas, me recuesto sobre su cama apoyando la espalda en el cabecero y dejando el libro a un lado. Saco el teléfono aprovechando el tiempo para responder algunos comentarios a mi nueva historia.

Escribí ayer la primera escena sexual de los protagonistas y admito que fue una mezcla entre aquella vez que Drake me besó los pechos y me tocó por encima del short y la vez que bajó y me dio la magia de su boca. Lo adorné un poco, no porque no hubiese sido perfecto la manera real en la que sucedió, sino porque es mi privacidad y no quiero irla gritando al mundo a través de mis palabras. He decidido que voy a recrear algunos momentos que viva con Drake, pero los alteraré, porque son nuestros momentos y sería raro plasmarlos exactamente igual para que el mundo lo lea. Pero el tema está en que mis lectores están delirando con la historia y el capítulo, muchos me están felicitando porque dicen que me he superado mucho en narración y escenas, y eso me hace feliz.

Escucho la puerta cerrarse, lo que me hace saber que Drake ya ha llegado. Se saca los zapatos y trepando a la cama se deja caer apoyando la cabeza sobre mi regazo. Me observa desde abajo mientras mi mano va casi en automático a su cabello.

—Puedes comenzar a leer, cuando quieras —señala.

No tengo problema ni sufro de acaloramiento ante la idea de leer este capítulo porque en mi traición solo confirmé que el capítulo no es nada especial o memorable, sin embargo, doy por seguro que debe de ser una escena transitoria. Dejo de acariciar su cabello, tomo el libro y quito el marcapáginas, y aclaro mi garganta antes de comenzar a leer. Como en ocasiones anteriores, Drake cierra sus ojos mientras me escucha. Yo trato de no mirarlo porque cuando lo hago se me enreda la lengua y termino confundiendo las palabras. Es fastidioso leer un capítulo que no me gustó, pero se lo debo. Cuando concluyo, estiro mi mano para beber del vaso de agua que descansa junto a la jarra, siempre tenemos ambas cosas a mano porque leer en voz alta cansa mucho.

—Tenías razón, Aska. Sí era aburrido el capítulo, pero ha acabado de manera intrigante.

—Porque ha acabado con que ellos entraban en el baño del cine. —Hago una breve pausa—. No me parece emocionante hacerlo en un baño público.

—¿Por qué?

—Porque me da algo de asco. Los baños públicos suelen oler mal, la gente cree que por ser públicos se acepta que sean descuidados. Te apuesto algo a que las personas que los usan no tratan así los baños de su casa. —Arrugo la nariz recordando que he visto más baños públicos sucios que pulcros—. Así que me lo imagino sucio, maloliente y con charcos de agua. —Me estremezco.

—Al menos que fuera el bonito baño de uno de esos restaurantes elegantes.

—Esa sería una buena excepción, un buen baño.

—Lo tendré en cuenta. —Se ríe y abre los ojos—. Ahora, siguiente capítulo.

—Pero te toca a ti.

—Pero me lo debes por haber hecho trampa y traicionarme.

—Espero que lo superes en algún momento.

Me aclaro una vez más la garganta y comienzo a leer. Este capítulo es muy diferente al anterior desde el comienzo. Se inicia con un beso apasionado contra la puerta del baño y las manos del querido protagonista debajo de la falda de nuestra heroína literaria. Mi voz se torna diferente de manera automática, tal y como siempre parece suceder cuando estas escenas quedan a mi cargo. Es un besuqueo intenso. Él introduce los dedos debajo de su ropa interior, luego frota y presiona. Hay gemidos y jadeos. Yo tengo un poco de calor.

Me lamo los labios antes de continuar la lectura y, cuando creo que esta mujer ya está a instantes de tener otro asombroso orgasmo que el infiel de su marido nunca le dio, los papeles cambian y hago una pausa porque es la primera escena de este tipo con la que nos topamos.

—¿Aska? —La voz de Drake es ronca.

Él se incorpora y se sienta frente a mí, lo miro con un sonrojo muy evidente porque esta escena me está afectando.

—Es que se avecina algo grande, literal —murmuro.

Eso lo hace sonreír y asiente en señal de que prosiga la lectura. Tomo un poco de agua y con mi voz alterada comienzo a narrar cómo las manos de nuestra heroína indagan bajo el pantalón del dueño de sus orgasmos. Ella lo acaricia, dice que lo siente duro, grueso y largo. Luego ella baja sus pantalones y su bóxer y una vez más, puesto que ya han tenido sexo, ella describe su miembro. Nunca creí necesario, y hasta ahora sigo sin creerlo, describir el aspecto de un pene, después de todo se supone que luce como un órgano masculino. Pero esta escritora describe sus venas, el color de su punta y lo llama «lloroso».

Mira, resulta que, según esta autora, los penes lloran.

Cualquier pene se sentiría halagado al ser descrito en un párrafo tan largo. Luego nuestra heroína baja hasta estar de rodillas, tomándolo en su mano. Saca su lengua, lame y luego lo lleva a su boca. Hago una necesaria pausa, respiro hondo y prosigo.

Todo en este libro es gráfico, mis escenas de sexo oral quedan virginales delante de esto. ¿Cómo, Jesús cachondo, le cabe hasta el fondo de la garganta? Una vez intenté tocarme al final de la garganta con mi dedo y ya tenía náuseas. Mi voz es temblorosa y mi imaginación muy gráfica mientras leo. Siento la mirada de Drake.

—«Lo hice resbalarse sobre mi lengua, dándole la caricia que esperaba, lo sentía palpitar…» —prosigo.

Siento que en cualquier momento transpiraré. Por alguna razón, aunque a Drake le han tocado escenas calientes con escenas sexuales, a mí me tocan siempre las más explícitas, el destino me acorrala a la suciedad. Y ¡Jesús educador sexual! Este, con sinceridad, es el libro más sucio que he leído en mi vida, ni siquiera las páginas porno contienen material tan detallado.

Me remuevo incómoda porque mi ropa interior sufre. Cuando termino de leer el sexo oral más duradero de la humanidad, marco la página y dejo el libro a un lado para luego darle una larga mirada a Drake, cuyos pómulos están sonrojados y respira a través de sus labios entreabiertos. Bajando la vista por todo su delicioso ser, trago con dificultad notando el bulto en su pantalón holgado.

Caleb me dio una experiencia patética, terrible y vergonzosa. Drake puede darme una mejor. Me apoyo sobre las rodillas y estirando una mano, le toco el muslo.

—Quiero que lo intentemos. Quiero que me digas si lo que leí o lo que he escrito está bien, quiero realidad, Drake.

—¿Eso quieres?

—Sí. —Suena como un jadeo—. Deseo intentarlo, pero te advierto que si lo llevas muy lejos me ahogaré.

Eso lo hace sonreír. Me indica que me acerque, lo cual hago hasta estar frente a él en la cama. También se arrodilla y me toma el rostro entre las manos.

—Crea el momento, dame el ambiente —susurra antes de mordisquearme el labio inferior.

Lo beso con lentitud y mis manos se toman el tiempo de deambular por sus hombros, pasando por su pecho hasta llegar a su abdomen y bajar lo suficiente para adentrarlas debajo de la camisa. Me gustaría besarlo eternamente, pero necesito respirar, por lo que alterno mis besos con suaves succiones en su barbilla hasta su cuello. Con Drake me siento en confianza y siempre tengo ganas de conocer y vivir esta pasión. No me da vergüenza ser audaz y tener la iniciativa, incluso aunque sea inexperta y pueda equivocarme. Bien dicen que de los errores se aprende y no tengo ningún inconveniente en superar esos errores con mi novio.

Prácticamente lo obligo a sacarse la camisa, pero no presenta ninguna queja al respecto. El cabello me estorba cuando comienzo a descender con besos por su pecho y me ayuda sosteniéndolo con una mano. No mentiré diciendo que no me encanta un hombre que tenga un cuerpo marcado con musculatura, pero no es algo que extrañe en el cuerpo de Drake. Me gusta su complexión delgada y firme, que toque y haya firmeza, no me decepciona no encontrar un montón de tabletas de chocolate, porque en Drake nada resulta decepcionante. Cuando llevo mis manos al borde de su pantalón de chándal, tiemblo un poco. Alzo la vista y él me sonríe. Le devuelvo el gesto.

—Seré torpe —advierto—. Muy bien, aquí vamos.

Deslizando los dedos dentro de su pantalón, toco el material del bóxer y siento su dureza. Drake es quien termina de bajarlo todo y no seré como aquella escritora perdiendo tiempo describiendo un pene que claramente luce como uno. Tampoco lo llamaré hermoso porque sería tan extraño como si alguien me dijera que mis partes femeninas son adorables. No es decepcionante, me genera curiosidad y no me parece desagradable a la vista. Observo mi agarre sobre él, resulta erótico y estimulante. Subo y bajo la mano de manera tentativa, pero me doy cuenta de que resulta incómodo y hace una mueca.

—¿Qué está mal?

—Me encanta que me toques, pero estás apretando muy fuerte —confiesa.

—Oh, lo siento… Mejor guíame.

No se burla, asiente y deja su mano sobre la mía. No solo me guía, me deja saber lo que le gusta, sonríe ante mi torpeza e incluso me atrevería a decir que mi inexperiencia lo enciende un poco más. Drake se toma el tiempo de mostrarme una faceta más y cuando me inclino dejando pequeños besos tentativos, sus manos me sostienen del cabello, pese a que está conteniéndose y muy excitado, con voz ronca me susurra suaves palabras e indicaciones. Cuando vamos un poco más lejos y lentamente se desliza entre mis labios, no es un Caleb asesino.

Creo que logra percibir que me pongo un tanto ansiosa y todo lo hace paso a paso, poco a poco. No pretende que sea adivina ni una diosa succionadora en mi primera experiencia, es paciente e, incluso cuando no sé cómo controlar perfectamente la cosa de los dientes, se lo toma con calma. Sé que se está conteniendo por la manera en la que su cuerpo está tenso y el fuerte sonrojo cubriéndole las mejillas, además su voz cada vez es más ronca. Admito que se me cansa la mandíbula y que hay algo de sudor cubriéndome la frente. También me resulta poco glamuroso el hecho de toda la cosa de la saliva, pero entiendo que de hecho eso hace el deslizamiento más fácil. Sin embargo, no me desagrada, me gusta la experiencia y me gusta descubrir que yo también lo disfruto, aun cuando es él quien lo recibe.

Lamo y chupo su punta porque descubro que eso le encanta. Luego paso mi lengua por una de las venas sobresalientes y vuelvo a chupar la punta capturando la gota que se encontraba ahí y bajando la cabeza para acunarlo dentro de mi boca.

—Es algo increíble. Nunca creí que esta fantasía de tu deliciosa boca envolviéndome se haría realidad —murmura con la voz enronquecida, y mi gemido en torno a su miembro le produce un placer increíble.

Me encuentro apretando las piernas porque estoy mojada y hay un pálpito insistente entre ellas. No pensé que darle sexo oral me encendería así, pero cada segundo que pasa lo disfruto mucho más y me vuelvo audaz. Si bien no consigo algo como la famosa garganta profunda, los movimientos de mi boca junto al deslizamiento de mi mano lo tienen jadeando y susurrando palabras, lo que me hace sentir poderosa. Tanto que incluso reúno valentía para indagar un poco más abajo y tocarle las pelotas, eso parece encantarle porque lo tiene alzando las caderas.

—Yo… ¡Mierda! Yo… —balbucea.

Lo aprieto con fuerza y comienzo a mover la mano con mayor rapidez mientras mi boca se vuelve más hambrienta por él, comenzando poco a poco a tragar un poco más e ir más lejos, hasta el punto de que mis ojos se humedecen y retrocedo lamiendo la punta antes de repetirlo de nuevo.

Dejando una caricia gentil en mis pómulos me indica que me aleje y lo hago. Me incorporo sin soltarlo, él ubica su mano sobre la mía y me hace moverla a un ritmo más rápido, uno que lo lleva a estremecerse y ensuciar nuestras manos junto a su abdomen cuando el placer lo envuelve.

Eso fue increíble, un poco desastroso y bastante descoordinado, pero ya saben lo que pienso: no necesita ser perfecto para ser memorable.

Drake no dice nada, él retira nuestras manos pegajosas, se inclina hacia la mesita de noche, saca unas toallas de papel y limpia sus manos y torso antes de limpiar la mía. No hace falta preguntar por qué mantiene toallas de papel al alcance, supongo que está familiarizado con toda la cosa del desastre. Lo observo subirse el bóxer y pantalón, finalmente me mira y sonríe. Yo le doy una sonrisa tímida. Gatea hasta arrodillarse frente a mí, sus manos se deslizan a mis mejillas y me atrae para darme un beso suave. Me abraza y desliza sus labios hasta mi oreja.

—Te quiero —susurra.

Sonrío contra su hombro y le devuelvo las palabras. ¡Me siento tan enamorada!

Drake está hablando por teléfono con un cliente en su habitación, así que me encuentro en la sala de estar sentada en uno de los sofás con un tazón de palomitas de maíz sobre las piernas cuando Dawson, con el rostro hinchado por haberse dormido, aparece.

—Hola, tontita —me saluda dejándose caer a mi lado.

Trae consigo un vaso con algo que parece yogur, me siento tentada a pedirle un poco, pero como no quiero que él me pida palomitas, me aguanto.

—¿Descansaste? Estabas murmurando en sueños.

—Necesitaba ese par de horas de siesta —dice bostezando—. La tesis está acabando con mi cordura. Mi único consuelo es que cada vez estoy más cerca de la meta.

—¿Solo la tesis? Drake ha mencionado algo sobre una chica…

Hace una mueca y bebe de su yogur, luego se encuentra suspirando mientras se pone todavía más cómodo y estira las piernas frente a él.

—Lo que debería ser sencillo se ha vuelto un enredo. —Se pasa una mano por el cabello dejándolo en punta—. No sé si Martin es mi amigo o un verdugo, pero sé que las cosas están enredándose.

»Ella se llama Leah y estoy seguro de que Drake te ha puesto al tanto sobre cómo se inició todo este caos.

—Sí, y opino que Martin es un imbécil al que no le debes lealtad.

—Leah piensa que no me gusta o que estoy loco. Porque a ratos parece que estamos teniendo un momento romántico y luego retrocedo recordando la promesa que le hice a Martin.

—¿Es una promesa que vale la pena cumplir? Algunas promesas a veces deben romperse, Dawson.

—A Martin de verdad le gusta ella y, cuando me implora que no actúe o habla sobre quererla, me hace sentir mal sobre mis propias emociones.

Lo que opino es que Martin es demasiado astuto y está jugando a la manipulación con alguien como Dawson, que siempre ha sido un amigo leal.

—Si a Martin le gusta tanto, ¿por qué no va y le hace saber que fue quien buscó tu imagen y la usó? Por mucho miedo que tenga de que ella se moleste, debería arriesgarse a que ella le dé una oportunidad.

»Creo que a Martin le gusta Leah, pero no lo suficiente para arriesgarse, sin embargo, cree que si él no puede, tú tampoco. Lo detesto, Dawson. Estás siendo un buen amigo, pero él no lo es para ti.

Parece hundirse más en el sofá mientras asimila mis palabras. Poco después Drake se une a nosotros y el tema de Leah queda atrás cuando hablamos de cosas menos complicadas y luego vemos una película sobre un perrito que nos hace lloriquear a los tres. De tanto en tanto le doy miradas de complicidad a Drake, recordando lo que hicimos, o le hice, hace un rato en su habitación. Espero hacerlo pronto de nuevo.

Cuando la película termina, me despido de Dawson, revolviéndole el cabello, y de Drake en la puerta de su casa con un largo y húmedo beso que me tienta a quedarme otro poco más, pero quiero ir a casa porque acabo de ver llegar el auto de mi hermano Jack.

Y, en efecto, apenas entro en la casa corro a los brazos de mi hermano mayor, que me recibe riendo ante mi exagerado entusiasmo por abrazarlo. Siempre he pensado que mientras Alice y yo somos las atolondradas, Jocker y Jackson han sido los más centrados de los cuatro hermanos.

Me decepciona un poco que la pequeña Jackie no haya venido con él, pero me entretengo de igual forma conversando con mi hermano mayor mientras comemos helado en la cocina.

—¿Cómo van las cosas con Drake? —me pregunta.

De inmediato me sonrojo porque me es casi imposible no pensar en cómo le di sexo oral hace apenas unas horas, pero sacudiendo la cabeza me saco esos pensamientos perversos.

—Van muy bien. Él es genial conmigo. —Sonrío con timidez—. Me gusta mucho.

—Es un buen chico, pero eso no quiere decir que no esté dispuesto a patearlo si se porta mal contigo.

—Qué amable eres —digo riendo—, pero dudo que debas hacerlo. De verdad, las cosas entre nosotros van superbién.

Tanto que en varias ocasiones me he tenido que contener de no espantarlo gritándole frente a la cara: «Oye, te amo».

—Mis hermanitas están creciendo y aún no sé cómo asimilarlo. ¿Cómo me sentiré cuando sea Jackie?

—Eso será divertido verlo —aseguro—. Y hablando de relaciones… ¿Cuándo vas a casarte? En serio, llevas comprometido con Miranda desde siempre. Ten cuidado o Jocker se te va a adelantar.

Aunque dudo de igual manera que Jocker y Adelaide tengan mucha prisa en casarse. Pero es cierto que Jack y Miranda llevan mucho tiempo comprometidos, incluso desde antes de que Jackie hiciera su aparición por sorpresa en la panza de Miranda.

—De hecho, fijamos fecha. —Se ríe ante mi expresión de sorpresa—. Pero hasta que no tengamos confirmado el lugar y las invitaciones, no lo diremos.

—¡Vamos! Dime, dime, dime.

—No caeré en tus ojitos, deberás esperar para saberlo.

Me quejo sobre cuán injusto es y todo lo que hace es reír mientras se acerca a hacerme cosquillas. Así que pronto estamos riendo ambos y organizando una escena que hace sonreír a papá cuando aparece en la entrada de la cocina y nos ve siendo tan infantiles.

2 de agosto de 2016

Hoy hay más personas de las que acostumbra a haber en casa porque todos han venido de visita: mis hermanos y sus prometidas, la pequeña Jackie, Alexa, que es la mejor amiga de Adelaide, e incluso los hermanos Harris —todos menos Holden— se encuentran aquí. Eso tiene a mamá loca de felicidad, tanto que no deja de sonreír y repartir amor.

Admito que es bonito cuando se dan estas reuniones, soy fan de ellas porque siempre pasamos un rato genial. Justo ahora me encuentro riendo mientras veo a Adelaide cargar de una manera muy extraña a la pequeña Jackie mientras Miranda y Hayley conversan a su lado, ajenas a los problemas que mi cuñada tiene al cargar con ese bebé tan tierno. Dejo a Alice y Alexa conversando para acercarme a Adelaide y ayudarla con el bebé, que la mira divertida mientras intenta trepar por su pecho.

—No sé adónde intenta llegar, pero sigue escalando. ¿La quieres? —Me la ofrece con una amplia sonrisa.

Asiento y tomo a la bebé, que grita de júbilo y se aferra a mi cabello queriendo ahora trepar por mí. Adelaide sonríe.

—Los bebés son cosas lindas, pero no congeniamos mucho. Me gusta más mirarlos.

—¿Y cuando tengas los tuyos? —la molesto.

—No me preocupo por pensar eso ahora. No es algo del futuro inmediato, además, supongo que los instintos salen, ¿no? —Parece pensativa, luego sonríe—. Brenda no quería ser madre, pero con su instinto de alguna manera logró criarme.

Siempre que habla de su mamá hay amor y tristeza en su mirada, es agridulce para ella. Hago que Jackie deje de trepar sobre mí y camino hasta las escaleras para sentarme y ubicarla a ella frente a mí, sobre mis piernas. Jaqueline ya tiene un año, aunque sus padres seguirán contando los meses hasta que tenga treinta años, por lo que te dirán: trece meses. Es una bebé consentida que dice apenas tres palabras y prefiere hacer saber sus exigencias señalando. Tampoco es una caminadora experta, cada vez que lo intenta y no llega muy lejos, llora asustada.

La observo mientras aplaude y se balancea, lo cual me hace saber que quiere que cante esta canción que Jackson siempre está entonando para ella cuando juegan. Apenas comienzo a entonarla, grita y se emociona aplaudiendo con más fuerzas. Cuando termino, beso su cabellera rubia de color miel como la de mi hermano y luego su sonrojada mejilla. Sin duda alguna se llevó las pocas pecas que parecemos tener todos los hermanos Hans alrededor de nuestros pómulos, son muy sutiles. Escondo mi sonrisa besando su cabeza cuando Drake llega y se sienta un escalón por debajo de mí. Él nos mira y, cuando mi sobrina lo nota, lo señala y balbucea.

—¿Qué? ¿Que es muy atractivo? Lo sé, por eso es el novio de la tía Alaska —bromeo.

Jaqueline, nada tonta, se estira hacia él y Drake la toma haciéndola bailar con los pequeños pies de la bebé afianzándose en sus rodillas. Ella balbucea algo y él finge entenderla mientras le responde cosas al azar que la hacen reír. Cuando se cansa, ella recuesta la cabeza en su pecho y bosteza pareciendo adormilada. Y, ya sabes, eso no me hace pensar en tener muchos bebés con Drake en un futuro, para nada. Así que cuando él me hace una pregunta, estoy demasiado distraída fantaseando con el futuro lleno de bebés para contestarle.

—¿Aska? ¿Puedes volver a conectarte con la Tierra?

—¿Sí? —Sacudo la cabeza.

—Te preguntaba que qué opinas de Dawson y su loca historia.

—Oh, creo que es muy bonita… Y alocada, pero debe deshacerse de Martin. ¿Crees que terminará estando con Leah? No creo que su amigo merezca tal lealtad cuando fue él quien mintió.

—Estoy de acuerdo. No creo que Dawson pueda mantenerse lejos por mucho tiempo.

—Y si a ella le gusta, encontrará excusas para acercarse. —Hago una breve pausa—. Yo lo hacía contigo.

—Y funcionó.

—No, primero tuve que escribir una historia sucia, que me descubrieras y que me dieras unos besos de chocolate.

—Es un buen resumen —me felicita. Acaricia la espalda de la bebé, que ahora está dormida—. Me encanta la pequeña Jackie.

—Y tú a ella, mira cómo se fue a dormir a tus brazos. Tienes un encanto para las chicas Hans.

Apoyando la mejilla en mi rodilla, me dedico a mirarlo fijamente y él me devuelve la mirada. Una de las comisuras de sus labios se alza en una sonrisa y luego dibuja con sus labios lo que estoy segura que son dos palabras importantes que aceleran mi corazón.

—¿Lo entendiste? —pregunta.

—Eso creo.

Ríe y se pone de pie, comenzando a avanzar hacia el cochecito de Jackie. La acuesta y se dispone a llevarla hacia sus padres. Lo llamo y se gira para verme.

—Yo también. —Es una respuesta significativa si gesticuló hace unos instantes lo que creo.

Él me sonríe antes de girarse y avanzar. ¿Entendí correctamente lo que quiso decirme? ¡Jesús borracho! Necesito calmar los latidos de mi corazón.

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