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34. Como un Romeo y una Julieta

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Como un Romeo y una Julieta

DRAKE

—Creo que le gustas mucho a la pequeña Jackie.

Miro a Alice ante su declaración y luego a la pequeña niña que se agarra de mis manos mientras da saltos torpes en el suelo donde me encuentro sentado.

—Es que soy el favorito de las chicas Hans —respondo con un pequeño toque de arrogancia.

—Yo no iría tan lejos. —Se ríe dejándose caer a mi lado y dándole un trozo de chocolate a Jackie—. Será un secreto de los tres que le di chocolate, pero es que debe de tener hambre, y papá y Aska están tardando demasiado en venir.

—Tu hermana no me responde ningún mensaje desde hace un rato.

—Apuesto a que volverán con más compras de las que debían. Aska siempre se antoja de algo.

—Hummm —gorgotea Jaqueline.

Bajo la vista para verla saboreando con deleite el chocolate, la dejo sentada frente a mí en el suelo y la veo gatear hasta un teclado de juguete que comienza de inmediato a atormentarnos con sus sonidos.

—¿Cómo es que Miranda y Jackson no se cansan todavía? Llevan toda una vida comprometidos.

—Ni que lo digas. Siempre bromeo sobre ello, yo digo que se celebrará la boda de Jocker antes que la de Jack, aunque Jock y Ade tampoco parecen tener prisa. Estos hermanos míos parece que se toman su tiempo.

—Al menos quieren casarse. Parece que tú eres la única a bordo que no piensa hacerlo, porque tu hermana básicamente me ha dicho cómo será nuestro pastel de bodas y que tendremos, supuestamente, cuatro hijos.

—¡¿Cuatro?! Uf, trabaja mucho, Drake, porque cuatro hijos no se mantienen fácilmente. Si no, mira a nuestros padres, que han lidiado con muchos dramas por culpa de sus hijos.

—Pobres padres.

—No quiero decir que nunca vaya a casarme, para evitar una maldición o algo, pero preferiría no hacerlo. No creo que llegue a confiar lo suficiente en alguien como para llegar hasta ese punto.

»El amor es una ilusión que acaba por desgastarse, al menos, es lo que pasa con muchos. No quiero sonar dramática ni resentida, pero ¿sabes? Aún siento el ardor de viejas heridas que me impiden volver a ilusionarme de tal forma. Cambié tanto por esa ilusión que ni siquiera puedo reconocer quién fui en ese entonces. No me gusta la versión de mí cuando tengo una relación.

Analizo sus palabras mientras la observo. Supongo que tendría que decir algo típico y odioso como: «Eres joven, no exageres». Pero la verdad es que ¿quién soy yo para cuestionar el ardor de sus heridas? ¿Para juzgar cuánto fue lastimada Alice en el pasado?

—¿Crees que exagero? —me pregunta tras mi silencio.

—No, si es así como te sientes. —Le doy una pequeña sonrisa—. No puedo sentarme aquí y aconsejarte, tu hermana es la primera novia que está conmigo más de dos meses y, para ser sincero, podría ser la primera vez que de verdad me siento atontado de amor. Pero…

—¿Pero?

—Sí puedo decirte que, si no te gusta la versión de ti en las relaciones, entonces, no seas ella. Tal vez la cuestión es que no te pierdas y que te mantengas fiel a quien tú realmente eres. Se acepta mejorar los defectos en pro de que la relación funcione, pero no hay que moldearse para ser la pieza perfecta de otra persona.

»Quién sabe, podrías simplemente conocer a alguien que te haga sentir lo suficientemente cómoda y feliz como para ser simplemente tú. Alguien que, incluso si duele, también te haga sentir feliz. Ya sabes cómo es: lloras y ríes, supongo que la tristeza y la felicidad son una especie de matrimonio viejo que va de la mano.

—Hoy amaneciste poético.

—Paso mucho tiempo con Alaska. —Me río, pero llevo una mano a la zona baja de mi abdomen percibiendo algo de dolor.

—¿Te sientes mal?

—Un poco, pero no quería faltar al almuerzo. Tu mamá me invitó.

—Y tampoco quieres asustar a Aska.

—Entiendes bien.

—¿De verdad las pruebas médicas que te han hecho no son concluyentes o le ocultas la verdad a Alaska? —La expresión en su rostro es seria y parece que mide mi reacción.

—Alice…

—Sé sincero conmigo, Drake.

Apoyando la espalda de la pared estiro las piernas frente a mí, todo bajo su atenta mirada, sopesando sus palabras durante unos instantes antes de suspirar y pasarme las manos por el cabello.

—Tu hermana es escritora. ¿Crees que ella no conoce la posibilidad de que yo hiciera algo tan heroico y egoísta como eso? Nada me haría más feliz que saber qué le está sucediendo a mi cuerpo, porque, créeme, esto es una mierda.

»Es inquietante tener que tranquilizar a todos diciendo que estoy bien cuando no lo sé. Así que soy sincero cuando digo que los exámenes médicos no son concluyentes, Alice. No sé qué tengo, pero sé que no quiero que sea algo trágico de lo que me pueda morir.

Permanecemos en silencio viendo a la pequeña Jackie reír con el teclado de juguete. Es un bebé precioso y aligera bastante el ambiente.

—¿Sabes? Creo que las familias Harris y Hans siempre estarán unidas, somos los mejores vecinos.

—Sin duda alguna. —Golpeo sin fuerza su hombro con el mío—. Ahora, cuéntame sobre tu sueño de diseño de interiores.

De inmediato sus ojos parecen brillar, no queda ninguna duda ante el hecho de que ella se encuentra en el camino correcto para ser feliz. Es gratificante ver la manera en la que ha ido creciendo y mejorando. Particularmente puedo decir que Alice siempre ha sido una gran persona. Como le sucede a cualquier adolescente, hubo un tiempo en el que perdió su horizonte y tuvo una mala actitud. Pero, sin duda, ha cambiado y todos tenemos fe en ella. Así que disfruto escuchándola hablar acerca de los planes sobre esa carrera que ha elegido y planteo preguntas que no hacen más que incrementar su nivel de entusiasmo.

Los minutos comienzan a correr y noto que el ambiente a nuestro alrededor comienza a hacerse un poco ansioso; sin embargo, no me preocupo por ello hasta que escucho en la cocina algo quebrarse. Alice y yo nos observamos antes de ponernos de pie e ir de inmediato a ese lugar. Jackson tropieza con nosotros mientras sale con el teléfono pegado a su oreja, miro hacia la cocina, donde Jollie Hans se lleva las manos temblorosas a su boca en tanto niega con la cabeza. Alice corre hacia ella y toma una toalla de papel, notando que Jollie se ha hecho un corte en la palma de la mano que no deja de sangrar.

—Cuidado en donde pisas, Alice —advierto caminando hasta ellas y evitando los fragmentos de vidrio—. Jollie, ¿estás bien?

—Mi niña, mi niña. —Comienza a derramar lágrimas como si saliese de algún trance—. Albert… Él dijo que… que no la encontra… encontraba…

Me tenso de inmediato y de manera irritante comienzo a sentir los calambres dolorosos que me han estado atormentando desde que comencé a enfermar. Estoy asustado de lo que pueda decir Jollie a continuación y, cuando mi mirada se topa con la de Alice, sé que ella también teme la noticia que aún no nos han dado.

—¿Qué sucede, mamá?

—Dice que alguien se la llevó. —Llora y comienza a hablar de una manera entrecortada que no se logra entender.

Por fortuna o por desgracia, Jackson aparece muy serio y pálido. Él no ha comenzado a hablar, pero de alguna manera sé que lo que va a decir no va a ser bueno y sé… que se trata de Alaska.

—Bien, necesito que guardemos un poco la calma. —No es una buena premisa para dar inicio a lo que sea que vaya a decir, ahora me siento más ansioso—. Papá acaba de llamar, necesitamos dirigirnos al hospital. Alaska ha sido ingresada de emergencia después de haber ocurrido un accidente.

»Papá no ha podido explicarme bien qué ha sucedido, por lo que lo mejor será que nos pongamos en marcha.

Por un momento parece que ninguno de nosotros hablará, luego Jollie llora, Alice maldice y yo solo me llevo una mano a mi abdomen sintiendo el dolor crecer mientras mi cabeza procesa el hecho de que Alaska ha sido ingresada de urgencias, que Jack no ha dicho que no es grave y qué no sabemos qué demonios pasa.

Alguien toma mi brazo indicándome que camine, me doy cuenta de que es Jack y que él le está dando indicaciones a Miranda, que asiente con ojos lagrimosos mientras sostiene a la bebé. Todo pasa tan rápido que de pronto siento que he viajado al interior del auto y que Jackson me abrocha mi cinturón de seguridad.

—¿Entendido?

«No. No entiendo nada».

—¿Drake? ¡Drake! —grita. Llevo una mano a mi abdomen y tomo profundas respiraciones—. Alice, ¿Drake debe tomar algún medicamento?

—No… no lo sé.

—Estoy bien, estoy bien. —Pero más que decírselo a él, me lo digo a mí mismo porque, en este momento en el que comprendo la realidad y seriedad del asunto, solo quiero llegar al hospital y ver que Alaska esté bien—. Solo llévanos al hospital, por favor.

Alice parece susurrarles palabras calmantes a Jollie, Jackson habla por un auricular inalámbrico con Jocker y yo… solo me siento inútil. Me doy cuenta de cuán efímeras son las cosas, no hay nada que pueda hacer para cambiar el hecho de que voy a un hospital sin saber si Alaska está bien. Trato de unir los puntos en mi cabeza, Jollie dijo que ella no estaba allí, que Albert no la encontraba, pero ¿por qué? ¿Cómo pasó de estar haciendo unas compras a sufrir un accidente?

¡Y por amor de lo sagrado! ¿Puede mi puto intestino, estómago o lo que sea dejar de dolerme en este momento?

Estoy asustado.

Tengo miedo del ahora, de lo que viene, de todo. Este es el momento exacto en el que me doy cuenta de que de nada sirve prometer que estaré bien. No tengo control de las cosas. Podría estar bien, pero Alaska podría estar mal.

De acuerdo, de acuerdo. No es el momento para una crisis. La vida pasa, yo mismo lo dije: hay dolor y alegría. No puedo decaer o entrar en una actitud fatalista. No soy así.

Todo va a estar bien, todo estará bien.

Cuando llegamos al hospital de inmediato siento ese sentimiento de rechazo, puesto que últimamente he estado yendo allí a menudo, pero me sacudo la sensación poniendo como prioridad el encontrar a Albert y que nos ponga al tanto de la situación. Jackson abre el camino y no tardamos en encontrarnos con su padre.

El señor Hans está pálido y con sus ojos enrojecidos, sin embargo, nos recibe con una postura serena y abraza a su esposa intentando tranquilizarla. Creo que solo ahora que Alice le ha entregado la responsabilidad de Jollie a Albert, ella se permite perder su fachada y comienza a temblar, la atraigo hacia mí y le rodeo los hombros con uno de mis brazos.

—¿Qué ha sucedido? —pregunta Jackson.

—¿Avisaste a Jocker? —responde Albert.

—Sí, viene en camino.

Albert deja ir una lenta respiración antes de pedirnos que nos acerquemos, veo la preocupación en sus ojos, pero también veo a una persona intentando ser el pilar de una familia que atraviesa un mal momento.

—Alaska me estaba esperando —comienza—. Cuando llegué, no la vi, pero había un señor hablando con un oficial. La llamé, pero no contestaba y entonces me di cuenta de que el oficial tenía su teléfono.

»Alaska fue abordada mientras me esperaba, el testigo asegura que ella luchó, pero el sujeto fingía que solo era una discusión entre parejas. Cuando él se dio cuenta e intentó ayudar, Alaska ya había sido obligada a subir al auto que salía del lugar.

—Mierda, mierda —murmura Alice derramando lágrimas. Jollie solloza.

Cierro mi mano en un puño intentando entender cómo nadie más, aparte de ese señor, la ayudó. Conociendo el carácter guerrero de Alaska tuvo que haber gritado pidiendo ayuda. ¿Cómo nadie intervino?

Veo borroso mientras espero que Albert continúe, porque sé que se pondrá peor.

—Pocos minutos después, otra patrulla fue informada de un accidente a quince minutos del lugar. Solo Alaska sabe qué sucedió en ese lugar, pero al parecer saltó del auto en movimiento en medio de la carretera y…

—Por favor, no —susurra Jollie—. No…, mi niña.

—Un auto a punto estuvo de arrollarla, pero la esquivó, chocando con otro auto. Sin embargo, el golpe al tirarse de un auto en movimiento ha dejado a Alaska en un estado lamentable. —Él toma otra respiración—. Tiene un par de costillas fracturadas, una herida profunda en el muslo y el rostro de mi pequeño ángel tiene muchas heridas. Tiene una conmoción cerebral debido al golpe de la caída y mientras la inflamación del cerebro baja la han inducido a un coma con el fin de evaluar los daños cuando ella despierte… No se sabe los efectos que esa conmoción pueda provocar, es el daño más grave y preocupante para los médicos.

—¿Indu… Inducida a un coma? —La voz de Alice es temblorosa—. ¿Un coma?

—Es lo mejor en este momento, ella lo necesita, Alice —dice Albert. Ella derrama lágrimas y me abraza con fuerza.

Noto que mi visión borrosa se debía a las lágrimas que estaba conteniendo, las dejo ir.

—¿Lo tienen? —pregunto y todos me miran—. A su atacante.

—Él parecía preocupado, eso dicen los que llamaron a la ambulancia. Dijo que era su novio y que no quería que eso sucediera. No huyó, solo subió a la ambulancia diciendo que era su novio.

—¡Es un enfermo! —grita Alice—. Es un maldito enfermo.

—¿Lo tienen? —vuelvo a preguntar.

—Se encuentra detenido en este momento y está siendo sometido a investigación. El testigo que presenció que se la llevaban en contra de su voluntad ya ha declarado, así como los implicados en el accidente automovilístico. Ellos esperan que Alaska despierte y…

—No pueden liberarlo —dice con calma Jackson—. No pueden.

—¿De dónde salió ese enfermo? —pregunta Alice.

Mis pensamientos son caóticos. El testimonio del señor Hans, los mensajes a Alaska…Todo viene a mí. Y finalmente calzo los puntos.

Los mensajes, el tipo fuera de nuestras casas aquella vez…

¡Dios! Se lo dije, le dije que debía hablar con sus padres sobre los mensajes extraños que recibía en su cuenta, que debíamos informar de ello a la policía. Me prometió que hablaría con Jollie y Albert sobre esto. No la culpo de esta situación, el culpable es el maldito enfermo retorcido que la ha lastimado.

—Es su acosador —interrumpo a Alice, que no deja de maldecir.

Siento la atención de todos puesta en mí. Es ese maldito bastardo. Paso una mano temblorosa por mi cabello. ¿Por qué sucede esto? ¿Cómo es que todo llegó a este punto?

—¿Qué has dicho, Drake? —pregunta Albert.

Siento mi rostro húmedo por las lágrimas y el labio inferior me tiembla, en mi pecho se están construyendo sollozos que no dejo escapar, por lo que me cuesta mucho conseguir hablar y sé que todos están desesperados por mis palabras.

—Desde hace un tiempo Alaska recibe mensajes en la página de internet en donde escribe. Mensajes de alguien que decía amarla y cosas obscenas. Estoy seguro de que ella no pensó que esto llegaría tan lejos, pero tiene que ser él. —Me limpio las lágrimas—. Se trata de él, sus mensajes mostraban un amor obsesivo.

—El hombre que la fotografió en la tienda —jadea Alice—. Las vendedoras no nos creían, pero Alaska insistía en que un hombre la había fotografiado y le creí, estuvo asustada después de eso.

Me llevo una mano temblorosa al cabello. ¿Cómo puede ser que hacer algo que le gusta tanto como escribir acabe provocándole un coma inducido en este hospital? ¿Cómo hacer lo que ama concluye de una manera tan trágica?

Albert se acerca a mí y coloca sus manos sobre mis hombros. Quiero pedirle perdón por no haber insistido más para que Alaska hablara con ellos sobre los mensajes, por no haber hecho más. No es mi culpa, pero siento parte de la responsabilidad por no haber hecho más para evitarlo.

—Debes decírselo a la policía, Drake. Todo lo que sabes. La página, los nombres de usuario, el nombre de usuario de Alaska…

Exponerla. Decir algo que con tanto recelo se guardó. Siento como si eso fuera traicionar su confianza, pero entiendo la situación y por qué debo hacerlo. Solo espero que ella también lo comprenda cuando despierte y sepa que lo dije, porque ella va a despertar. Tiene que hacerlo.

—Quiero verla, por favor.

—Debes hablar primero con las autoridades, Drake, por favor. Es lo que Alaska necesita en este momento, que puedas ayudarla a mantener a ese hombre tras las rejas —me pide Albert—. Sé que estás asustado sobre esto, pero estará bien. Ella saldrá de esta.

»Haz lo correcto hablando con los oficiales, iré contigo y prometo que al volver la verás. Por favor, no comprendes el amor de un padre porque aún no lo eres, pero cuando suceda, entenderás que como padre necesito saber que mi hija no correrá más peligro con ese hombre suelto en las calles.

—Lo-lo entiendo —digo sintiendo mis labios temblar. Asiento con lentitud—. Iremos y luego la veré.

—Haremos eso, lo prometo.

18 de septiembre de 2016

Limpio mis manos en mi pantalón y respiro hondo antes de abrir la puerta y adentrarme en la habitación. Agradezco las habilidades de negociación de Jocker que hicieron posible que pueda ver a Alaska en un horario que claramente no es de visita.

Pasé más tiempo del esperado haciendo una declaración, luego tuve un duro momento cuando durante unos segundos pude ver a la escoria que ocasionó toda esta situación. En un primer momento me resultó vagamente familiar, pero no fue hasta que estuve en el auto de Albert Hans cuando supe que era alguien que vi de manera muy fugaz hace mucho en una librería, aquella tarde él la miraba y pensé que era un tío con una mirada sospechosa, pero no pensé que fuese un enfermo que insistiría una y otra vez en que Alaska era suya.

Desmond, de treinta y cinco años de edad, es el «hombre» que forzó a Alaska a subir a su auto, el que la obligó a arrojarse de un vehículo en movimiento. ¡Qué asustada tuvo que estar Alaska para hacer algo así! Me hace sentir impotente y con ganas de dejar ir toda mi ira contra él.

El señor Hans tuvo que detener el auto para que yo pudiera salir y gritar, incluso lloré de impotencia porque me enferma saber que muchas escorias como él andan libres por el mundo, esparciendo tanto daño. Todo ello conllevó a que tuviera una bajada de tensión y acabara en el hospital yo también. Llamaron a mis padres y cuando ellos vinieron al hospital mi madre lloró mucho, por mí y por Alaska. Fui reprendido por olvidar mi medicación, por descuidar mi propia salud, pero ¿entenderían ellos lo que se siente al no ser capaz de ayudar de alguna manera mejor? ¿De no haber sido más precavido sobre la seguridad de Alaska?

¡Por Dios! Incluso los spoilers que ella me daba de su historia, de alguna manera, resultaron como la vida real con un intento de secuestro. ¿Qué habría pasado si ella no llega a saltar? ¿En dónde estaría ahora? Mi cabeza se llena de muchos interrogantes.

Me obligaron a comer, me dieron medicinas, me pusieron una inyección y me ayudaron a serenarme antes de que pasada la medianoche Jocker negociara con las enfermeras el dejarme ver durante unos pocos minutos a Alaska. Después de todo, me había perdido la hora de visitas y me lo habían prometido. No podría irme sin verla, no quería irme. Así que ahora la observo en la cama, pálida, con los ojos cerrados y un tubo introducido a través de su boca hasta su garganta. Le daría un ataque si supiera que eso se encuentra ahí. Me acerco a ella y veo el monitoreo de una máquina que indica su frecuencia cardíaca, por ahora parece bastante estable.

Respiro hondo cuando llego hasta ella y noto las heridas en el lado izquierdo de su rostro. Hay rasguños en su mejilla que no son profundos, uno algo más grande en la curva de su mandíbula, y tiene moretones. En su cuello hay más moretones y cuando mi mirada llega a su brazo izquierdo, me encuentro con el yeso. En su lado derecho también hay daños, pero los más graves son visibles en el izquierdo. Alice me dijo que en su muslo izquierdo parece haberse abierto parte de la piel en una profunda herida que requirió más de veinte puntos.

Sin embargo, me es imposible no sonreír cuando me doy cuenta de que Alaska se salvó. Fue lo suficientemente valiente y veloz para tomar la salida más arriesgada y temerosa. Buscó una salida, hizo su elección.

Arrastro la silla hasta su lado derecho, me siento y tomo su mano. Tiene los nudillos rotos y se la ve tan pálida que de repente una voz en mi cabeza decide recordarme que se encuentra en coma inducido y eso hace que me estremezca.

—Se supone que mi lado de la historia es en esa cama, amor. Se supone que tú ocupas esta silla y yo la cama mientras te obligo a besarme y te digo que todo estará bien. —Sacudo mi cabeza—. Te gustan los dramas incluso en la vida real, ¿no, Alas?

»Estoy tan molesto contigo que cuando despiertes, además de comerte a besos, voy a sacudirte y reñirte por no decirles a tus padres lo que sucedía con los mensajes. —Hago una pausa y suspiro—. También me voy a disculpar por haber dado tu usuario en JoinApp, pero era necesario, Aska, ese tipo debe permanecer en la cárcel, él podría hacerle daño a otras chicas que quizá no tuvieran la oportunidad de salvarse como tú.

Beso sus nudillos magullados.

—Además, estoy seguro de que, si por casualidad tus padres lo leen, verán tu talento. Al principio será vergonzoso para todos ustedes, pero lo superarán. No te delaté por traición, lo hice para ayudar. Puedes comprender eso, ¿verdad? Tú hubieses hecho lo mismo por mí.

»No quiero hacer eso que sé que hacen en las novelas en donde hablas y hablas esperando que te escuchen, es decir, apuesto a que sí escuchas, pero quiero decirte todo cuando abras tus bonitos ojos. Por cierto, quisiera quedarme contigo, pero mamá no me dejaría y tú tampoco querrías que descuidara mi salud.

Hay un toque en la puerta que me indica que ya debo salir, suspiro y me pongo de pie, beso de nuevo su mano antes de dejarla reposar en su cama.

—¿Prometemos que la próxima vez que nos veamos estaremos ambos conscientes? Promesa. —Intento sonreír—. ¡Y Jesús salvador! Despierta ya.

20 de septiembre de 2016

La mañana empieza de alguna manera… bien.

Jackson llamó a primera hora para decirme que la hinchazón en el cerebro de Alaska ha bajado considerablemente y que se espera que hoy la saquen del coma inducido. Son buenas noticias incluso cuando asusta pensar que cuando despierte sabremos si hubo algún daño grave.

Tuve más apetito para comer y cuando comenzó a dolerme toda el área abdominal, me detuve no queriendo exceder mi límite. Pero entonces el dolor no se detuvo, se fue haciendo más latente. Llegó a un punto tan fuerte que ni siquiera pude gritar o sollozar. Solo me acosté en posición fetal en el suelo, abrazándome el estómago y diciendo que todo estaría bien.

Cuando el dolor alcanzó una nueva escala, vomité, pero no me moví.

Esa fue la manera en la que Hayley y papá me encontraron después de un buen rato.

Era plenamente consciente de lo que decían, de la desesperación de papá y sobre cómo avisaba por teléfono a mamá de que me iba a llevar de urgencias al hospital. Una parte de mí, bastante estúpida, por un momento pensó: «Iremos a ver a Aska». Pero el dolor fue lo suficientemente real y fuerte para recordarme que iba a un hospital porque sentía que una mano me arrancaba a sangre fría mis intestinos y revolvía todo en mi interior. Por un momento creí saborear la sangre en mi boca, no sé si lo imaginé.

Solo sé que escuché al médico ladrar dando indicaciones cuando llegué y fui depositado en una camilla, para una operación de emergencia, y tuve muy presente algo: que no quería morir.

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