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35. Perdidos

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Perdidos

ALASKA

Sé que mi naturaleza es ser dramática, pero esta vez puedo decir que el dolor en mi cuerpo es muy real, es incontrolable y, cuando intento emitir una queja, tengo la sensación de que mi garganta está siendo quemada a carne viva. Siento un fuego y un ardor impresionante en ella, estoy desorientada, pero de alguna manera siento pánico.

¿Qué le pasa a mi cuerpo?

¿Por qué no responde?

¿Por qué me duele tanto?

Mis párpados no responden cuando quiero abrirlos y mi cuerpo tampoco. «Oh, duele mucho». Escucho pitidos acelerados y luego movimiento a mi alrededor. ¿Qué está sucediendo?

De alguna manera consigo luchar para abrir los ojos pese a dolor y todo lo que veo es una luz, también siento que el ardor en mi garganta es más grande.

—Tranquila, cariño, tranquila.

Mamá. Es mamá y quiero tanto verla, que me ayude, que me salve. Que me quite todo este dolor.

«Mami, duele mucho».

La escucho, pero no logro verla, aunque estoy segura de que tengo los ojos abiertos y todo lo que percibo es luz. No hay más, no hay colores.

—Todo está bien, mi cielo.

—Señora, por favor, salga.

—¿Qué van a hacerle a mi niña?

Quiero llamarla, quiero pedirle que no me deje sola. Tengo tanto miedo, pero entonces me siento pesada y mis ojos parecen irse cerrando, pese a mi desespero por obtener alguna reacción de mi cuerpo, voy perdiendo la consciencia.

21 de septiembre de 2016

Duele. ¿Por qué el dolor no se va? En mi garganta persiste una quemazón y un ardor difícil de ignorar, pero no lo siento como antes. Esta vez, cuando me quejo, un sonido ronco y que duele sale de mí. Cuando intento moverme, apenas lo consigo un poco y un grito estrangulado sale de mí porque duele mucho. Siento humedad en mis mejillas.

—Tranquila, mi cielo. —Siento una caricia en mi cabello mientras escucho la voz de mamá—. Está bien, todo está bien, tranquila.

Sus dedos se posan en mi mejilla en una caricia y siento cómo limpia debajo de mis párpados. Tengo miedo de abrir los ojos y enfrentarme a una realidad desconocida. Sin embargo, me arriesgo y, tras varios intentos, parece que lo consigo.

—Alaska, cariño. Abriste tus ojos, oh, Dios, gracias.

Experimento el tacto del beso de mamá en mi frente y dejo ir una lenta respiración cuando poco a poco los colores van haciéndose más nítidos y, pese a que duele un poco, me da alivio verla del todo. Intento llevar mi mano izquierda a mi rostro, el cual duele, pero siento un peso muerto y la mano de mamá me frena.

—Tranquila, llevas un yeso en este brazo.

Muevo mi otra mano y noto que tengo una vía intravenosa en ella; ladeo el rostro y, cuando visualizo un vaso de agua, casi quiero llorar rogando porque sacien la sed que quema mi garganta.

—A… agua —consigo susurrar con voz rasposa.

Mamá humedece un algodón y lo presiona en mis labios secos antes de sostenerme la cabeza con una mano y ayudarme a beber solo un poco. Quema, pero alivia.

—Papá está conversando con el médico que te ha examinado hace un momento, cuando despertaste de nuevo.

¿Hice eso? Porque no lo recuerdo. Me muevo un poco y me quejo, duele mucho. Siento como si todo mi cuerpo hubiese sido golpeado.

—Tienes algunos daños, pero todos ellos sanarán. Lo más importante es que despertaste y todo parece estar en orden en esa cabecita atolondrada tuya, hija.

Noto que tiene los ojos hinchados y luego veo lágrimas que caen por su rostro; una de ellas se desliza por mi mejilla.

Durante unos pocos segundos me permito cerrar los ojos en un vago intento de ubicar lo que sucede, por qué estoy aquí, qué me sucedió. Siento como grandes lagunas en mi cabeza. Vuelvo a abrir los ojos y dirijo mi atención a mamá.

—¿Qué-qué sucedió? —susurro.

Su expresión pasa de la cautela a la preocupación en cuestión de segundos, lo que resulta un poco alarmante. Inclinándose me besa la frente una vez más.

—¿No recuerdas nada?

—No-no lo sé.

—De acuerdo, no vamos a asustarnos. Todo estará bien.

Pero mientras ella repite esas palabras y llora, no me hace sentir segura de tal declaración.

Jocker acomoda las almohadas detrás de mi espalda y me ayuda a inclinar un poco la cama, intento sonreírle aunque me duela el rostro y él me devuelve el gesto. De nuevo toma asiento y me toma una de las manos con la suya.

—Nos has dado un gran susto, hermanita. —Habla con tranquilidad pese a que parece bastante agotado—. Estoy muy molesto contigo, pero creo que mi reprimenda puede esperar un poco, a que te recuperes.

—No tienes que… quedarte.

Después de las siete horas transcurridas desde que desperté, hablar no me duele tanto como antes. Ahora entiendo que el dolor proviene de haber tenido un tubo atravesando mi garganta durante cuatro días. Sigo sin entender qué hago aquí, cómo llegué. Me siento desorientada ante las lagunas que hay en mi cabeza.

«Estoy olvidando algo importante», tengo esa persistente sensación.

—No seas tonta, papá y mamá no querían despegarse de ti estos últimos días, necesitan descansar. No tengo problemas en hacer la guardia esta noche. —Besa mi mano—. ¿Cómo está la cabeza creativa de mi hermana menor?

—Desorientada —me sincero—. Yo… me siento perdida.

—No tengas miedo, estoy seguro de que poco a poco todo irá regresando.

Me da un largo vistazo repasando mis heridas: mi brazo enyesado, los horribles moretones, los rasguños, la hinchazón, y eso que la herida profunda de mi muslo izquierdo cubierta por el vendaje se encuentra tapada por la sábana. Soy una muñeca defectuosa en este momento.

—Nos asustamos tanto, Alaska… —susurra—. La simple idea de que tú… Solo verte dormida durante días rompió mi corazón.

—Lo siento —susurro, aunque mis recuerdos sean dispersos y no sepa exactamente lo que lamento.

—Alice quería quedarse, pero logré convencerla de que fuera con Adelaide a casa. Jack también se fue a descansar, la pequeña Jackie lo extraña. Mis amigos te envían muchos abrazos.

»Holden tal vez logre colarse dentro de un rato y, si no es así, vendrá mañana temprano.

—¿Holden vino?

Noto que se tensa ante mi pregunta mientras mantiene su mirada en mí como si esperara algo.

«¿Qué sucede?».

—Sí, Holden está aquí.

—No tenía… que venir, no era necesario.

—Lo era, Aska. Créeme, lo es.

Una enfermera entra para hacerme el chequeo nocturno, comprueba mis constantes y aplica un medicamento para el dolor. También trae consigo lo que parece una papilla que sabe horrible y que Jocker me ayuda a comer, al menos la mitad. Bebo agua y comienzo a sentirme soñolienta por el medicamento.

Una vez más, mi hermano me ayuda a acomodar las almohadas para estar cómoda y dormir, baja la cama y coloca la sábana a mi alrededor. Se mantiene hablándome en voz baja hasta que mis ojos comienzan a hacerse pesados hasta cerrarse.

No estoy dormida, poco a poco voy dormitando. Mi mente comienza a relajarse y una conversación por teléfono con mamá comienza a sonar en mi cabeza. «Un supermercado». Me estremezco y siento cómo el corazón se me acelera.

—¿Alaska? —Jocker me llama, al oír cómo la máquina comienza a marcar lo rápido que late mi corazón—. ¿Qué sucede?

«Mi teléfono cayendo, la bolsa de las compras y luego… Ese hombre llevándome con él».

Siento un agarre en mis brazos y grito.

—¡Suéltame! Déjame ir —grito.

—Alaska, soy yo. Tu hermano, soy Jocker. Abre los ojos.

Lo hago y siento humedad en mis mejillas. Me encuentro con sus ojos color café que parecen alarmados y lloro aún más. Me ayuda a incorporarme, me atrae hacia él y comienza a mecernos. Con mi mejilla apoyada en su pecho mi llanto no se detiene hasta que con el transcurso de los minutos mi respiración se va calmando.

—Él me llevó…

—Él se encuentra detenido —susurra—. No te hará daño, estás bien.

—Tengo miedo.

—No vendrá por ti, no volverá a hacerte daño.

—¿Por qué lo hizo?

—Porque hay personas que solo son oscuridad, Alaska, personas que perdieron cualquier consciencia o, sabiendo que obran mal, deciden actuar.

—¿Quién era él?

Con voz calmada y pausada, Jocker comienza a contarme que mi acosador ha sido identificado. Se llama Desmond y es un hombre de treinta y cinco años que me encontró en JoinApp y se obsesionó conmigo hasta el punto de localizarme y venir a por mí. Él me llamaba «su pequeña novia». Jocker también me explica que han registrado la habitación donde se alojaba, puesto que es de Cheshire, y que por lo visto me tenía muy vigilada: sabía lo que hacía, mis salidas, quiénes eran mi familia y mis amigos…

Jocker no me dice cuáles eran sus planes al raptarme y, con sinceridad, tampoco quiero saberlo, estoy lo suficientemente asustada para no querer tener más detalles. Mientras él habla, mi cuerpo se sacude en espasmos. Estuvo muy cerca de lastimarme.

«¿Cómo el hecho de escribir historias, algo que me encanta, me llevó a vivir esta pesadilla?».

Poco a poco más recuerdos van llegando a mí. El auto, la manera en la que salté. ¿Fui valiente o estúpida?

Me salvé de cualesquiera que hayan sido sus planes.

Al ir recuperando mis recuerdos de ese día y de días antes voy entendiendo por qué Jocker quería reprenderme. Debí haber hablado con mi familia de lo que sucedía, me lo dijeron, pero de alguna manera lo retrasé tanto que al final, restándole importancia, olvidé decirlo.

—Por favor, dame tu teléfono —pido entre lágrimas.

Me siento soñolienta y estoy luchando para mantenerme consciente.

Él me entrega su teléfono, me ayuda a descargar la aplicación y luego observa cómo doy de baja mi cuenta, porque me aterra. Ahora no me creo capaz de volver a compartir alguna vez algo en ese lugar. Posiblemente es egoísta irme sin avisar a mis seguidores, pero tengo tanto miedo y me siento tan asqueada que no me importa. Solo quiero borrarme de cualquier lugar en donde alguien pueda volver a acosarme.

Lloro contra el pecho de mi hermano y él me consuela diciendo que todo estará bien.

«¿Cómo pueden existir personas tan enfermas?». No quiero pensar en ello, pero no puedo evitar imaginar escenarios en donde ese hombre me hubiese llevado con él, y consigo sentir náuseas. No sé cómo volver a sentirme segura y a salvo.

¿Por qué fui tan irresponsable y no lo hablé con mis padres? ¿Por qué no les dije incluso cuando Dra…?

Espera, espera. Me enderezo con demasiada rapidez y siento un dolor muy fuerte en mi cuerpo, pero no me importa porque finalmente logro orientarme y entiendo por qué me sentía extraña y con un vacío.

«Drake. Es Drake».

Miro alrededor como si de alguna manera él fuese a aparecer por arte de magia. Drake, ¿en dónde está? ¿Cómo pude no orientarme antes y darme cuenta de que él no estaba?

—¿Alaska?

Vuelvo mi mirada a mi hermano, parpadeo porque siento el adormecimiento del medicamento haciendo mayor efecto en este momento y lucho para no perder la consciencia. No todavía, no sin saber.

—¿En dónde está Drake? —pregunto, y noto el cambio en la postura de Jocker, cómo su rostro pierde un poco de color—. ¡¿En dónde está Drake?!

Porque incluso sin que yo preguntara, ellos me habrían dicho por qué él no estaba. ¿Qué están ocultando?

—¿Qué pasa con Drake? ¿En dónde está? ¿Por qué no viene? —Mi labio inferior tiembla.

—Chist, hablaremos de ello luego, ahora debes descansar.

—No, no, no.

Lucho contra la manera en la que mis ojos se vuelven pesados mientras le ruego que me diga en dónde está Drake. Mientras pierdo mi lucha contra la inconsciencia, me doy cuenta de algo: conozco lo suficientemente bien a mi hermano como para saber que se está guardando algo que me causará dolor. Algo referente a Drake.

22 de septiembre de 2016

Siento que mi familia me ha estado evitando. No es como si ellos me hubiesen abandonado, pero pese a que primero papá, y después mamá y Alice, han venido a verme, todos parecían huir de mí sin darme la oportunidad de preguntar por Drake. Supongo que no se dan cuenta de que el hecho de que se esfuercen tanto solo hace sonar mis alarmas.

Hace un rato Adelaide vino a verme. Ella actuó mucho más normal y me hizo saber que Romina, mi amiga, ha estado muy pendiente de mí y de mi progreso, sin embargo, fue una visita breve.

Cuando le pedí a Jocker que buscara mi teléfono, dijo que lo haría, pero no ha vuelto y algo me dice que es porque lo oculta. Así que me encuentro inquieta y angustiada por el paradero de Drake. ¿Por qué Dawson tampoco ha venido a verme? Algo grave tiene que estar ocurriendo.

Así que, además de que sigo dolorida, también estoy inquieta. El yeso en mi brazo es un estorbo, la herida en mi muslo casi me hace desmayarme de la impresión esta mañana cuando vinieron a limpiarla y cambiar la venda. No soy idiota, sé que lo más seguro es que me quede una cicatriz ahí y, en cuanto a mi rostro, me han dicho que la hinchazón bajó muchísimo, pero con los moretones y raspones me resultó difícil verme en el espejo. El dolor que sentí desde que desperté de alguna manera me hizo saber que no me encontraba en el mejor estado, pero verme ha sido impresionante y me tuvo llorando durante una hora.

No porque considerara que ya no era bonita o alguna preocupación exterior como esa, aunque admito que el pensamiento pasó en varias ocasiones por mi cabeza; no, el llanto vino ante el hecho de que fue real, de que genuinamente una persona quiso lastimarme.

También me desperté pensando en que di de baja mi cuenta en JoinApp, una aplicación en donde inicié un sueño, y en que siento verdadero miedo ante la idea de volver a escribir. ¿Qué pasa si alguien de nuevo intenta lastimarme por ello? Y duele. Pensar en que no volveré a escribir ni interactuar de la manera en la que lo hacía me duele mucho.

Pero todos esos pensamientos quedan anulados y a un lado cuando pienso en Drake, mi preocupación real. Cada minuto que pasa solo alimenta mi angustia. ¿Qué me ocultan?

—Toc, toc.

Alzo la vista y me encuentro con un peluche de oso panda cubriendo el rostro de Holden, quien se encuentra en la puerta de mi habitación.

Mi sonrisa es inmediata, aunque la borro un poco cuando el estiramiento de mi piel hace que duela.

Él retira el peluche de su rostro y camina hasta mí con una media sonrisa. Estira el muñeco, que tomo con mi mano libre, y se inclina a besar mi frente. Reparo en su barba, su cabello despeinado, las bolsas y ojeras que tiene. Luce muy cansado y sus ojos están inyectados en sangre. Sin embargo, me sonríe.

—Eso fue un gran susto, ¿eh? Me alegro de que te encuentres mejor y que nada malo haya pasado en tu cabeza. —Toma asiento en la silla que está al lado de mi cama—. Y también es un alivio que no huelas mal pese a que estás en un hospital donde te han dado solo baños de esponja.

—¡Oye! —Sé que bromea—. Adelaide me ayudó con un baño de esponja un poco más temprano.

—Bendita sea Adelaide. Lamento mucho lo que te ocurrió, Aska. Espero que esa mierda pague caro el daño que ha hecho.

Me estremezco, porque Adelaide fue sincera conmigo cuando pregunté sobre ese hombre. Antes de mí hubo otras, dos de ellas. Una sobrevive con lesiones graves físicas y mentales; la otra fue asesinada. Espero que Desmond se pudra en la cárcel, un lugar donde no pueda hacer más daño. Es un maldito enfermo.

—Soy afortunada, pero tuve mucho miedo. Aún lo tengo.

—Y es válido que lo tengas, no dudes de tu fortaleza, pequeña.

Estiro mi mano buena y me cuesta alcanzar la suya, pero lo consigo. De esa manera él no podrá huir.

—No te vayas, por favor, ni evites mis preguntas como han hecho los demás. —Prácticamente ruego.

Lo veo tragar y asiente con lentitud, toma mi mano entre las suyas y su vista se clava en mis ojos.

—No voy a huir, tomé la decisión de hablar contigo.

»Nadie de tu familia te lo dijo antes porque acababas de despertar y tus recuerdos estaban confusos. En parte fue un alivio que por un breve momento tu mente bloqueara la idea de mi hermano, eso nos dio tiempo de pensar bien las cosas.

—¿Qué cosas?

Su mano aprieta la mía y ya puedo sentir mis ojos humedecerse.

«No quiero malas noticias, no quiero».

—Mientras estuviste inconsciente, Drake ayudó mucho con su declaración diciendo que ese hombre había estado acosándote. Él estuvo a tu lado durante un tiempo. —Suspira—. Todos sabíamos que la salud de Drake estaba comprometida, no se sabía exactamente qué tenía, pero parecía algo complejo.

»Hace dos días su salud empeoró, mientras estaba en casa las cosas se complicaron.

—No. —Siento las primeras lágrimas caer.

Mi Drake, mi pobre Drake.

—Todo este tiempo había sido muy difícil dar con lo que tenía, pero al llegar de emergencia al hospital, tuvieron que hacer un examen muy rápido y someterlo a cirugía de urgencia.

—Oh, mierda, mierda. —Mi labio inferior comienza a temblar.

Él estira una de sus manos y me limpia las lágrimas de las mejillas, veo el dolor en su mirada mientras habla de su hermano menor.

—Drake tenía una obstrucción intestinal. —Todo lo que hago es mirarlo—. Lo sé, quedé igual de desconcertado que tú. Los doctores dijeron que se debía a una pseudoobstrucción intestinal idiopática, después de buscar y buscar como un loco, entendí que se llama «idiopática» porque no se conocen sus causas, simplemente sucede y no puedes explicarlo.

»La manera en la que colapsó se debió a una infección en su cavidad abdominal —continúa.

—Yo… yo no lo entiendo. —O tal vez me niego a hacerlo.

—Él corría el riesgo de sufrir una parálisis cerebral, algún trastorno en su sistema nervioso, problemas cardíacos o pulmonares. Si él seguía sin un diagnóstico, los escenarios no hubiesen sido buenos, Alaska. Era un riesgo enorme.

—Pero ahora está bien —digo.

Él vuelve a suspirar y entonces derrama un par de lágrimas y sacude su cabeza. Un sollozo escapa de mí y retiro mi mano de las suyas para presionármela contra la boca en un intento de controlarme.

—Normalmente después de la operación, el problema tendría que haber sido erradicado y él tendría que ponerse bien. Pero existía la posibilidad de que los síntomas reaparecieran con los años o de que empeoraran.

»La operación fue una emergencia, algo inesperado. Los médicos debieron actuar con rapidez. Drake nunca en su vida había sido sometido a una operación, por lo que no conocíamos el hecho de que dentro de ese pequeño porcentaje de uno entre miles estaría él.

—¿Porcentaje de qué?

—Tuvo una reacción alérgica a la anestesia durante la cirugía. Lo extraño es que sucedió cuando estaban ya finalizando. Comenzó a sufrir hipotensión, intentaron controlarlo…

—No puede ser, esto no puede ser —murmuro una y otra vez, odiando a mi imaginación cuando dibuja en mi mente los escenarios de lo que Holden me dice.

Drake toda su vida ha sido sano, muy pocas veces enfermó al crecer, Dawson era más propenso a pillar algún virus o a sentir algún malestar. No es posible que haya habido un cambio tan drástico en su salud. Me es difícil de entenderlo y procesarlo.

—¿Qué sucedió, Holden?

—Tuvo un paro cardíaco súbito.

—No, no, no. No puede ser, eso no es real.

Estiro una mano, arrancándome la vía intravenosa y lastimándome, intento bajar de la cama aun cuando todo me da vueltas. «Debo llegar hasta Drake, él estará bien». Es un chico sano y él está bien. Holden está diciendo mi nombre e intenta tocarme, pero lo golpeo con mi mano que sangra al haber extraído la intravenosa y grito que me deje ir con Drake.

«Drake no puede estar solo. Necesita que esté con él, no puedo dejarlo solo».

Holden me abraza desde atrás mientras grito que me suelte, lloro y siento que me duele el pecho. Atrás queda mi dolor, solo puedo pensar en el de Drake, solo puedo pensar en que necesito verlo.

—Déjame verlo, déjame verlo —ruego—. ¡Déjame verlo! ¡Déjame ver que él está bien!

No importa cuánto grito y ruego, Holden no me suelta y, en algún momento, Jocker entra. Todo es confuso cuando entran enfermeras y trato de evitar que me suministren calmantes. No importa que diga sin parar que los odiaré si me hacen dormir cuando quiero verlo, nadie me escucha. Y aunque siento angustia, ira y dolor, no puedo evitar que mi cuerpo reaccione al medicamento. Curan la herida en mi mano, me acuestan en la cama y las lágrimas se me escapan. Quiero que Jocker suelte mi mano, no quiero que me toque porque me ha impedido ver a Drake. Me hizo dejarlo solo.

—Lo siento, Alaska, lo siento. Pero es necesario que te calmes —dice, solo lo observo, no le digo nada—. Lo siento.

—Drake —susurro.

—Lo siento, lo siento mucho.

Cierro mis ojos porque no quiero verlos. Quiero ver a Drake, quiero estar con él.

«Por favor, no te vayas, dime que no te has ido, Drake».

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