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11. A ti… A mí. Nosotros

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A ti… A mí. Nosotros

DRAKE

¿Que por qué cargué a Alaska de esta manera? No tengo ni idea.

¿Que si me gusta? No me toquen debajo de la cintura, que hay mucha evidencia.

¿Estoy metido en serios problemas? Es lo más probable.

El dobladillo de la falda de Alaska roza contra mi mejilla mientras llego al final de las escaleras y camino hasta mi habitación. Mamá está tomando una de sus largas siestas y confirmo que sigue dormida cuando paso por la puerta abierta de su habitación y unos suaves ronquidos salen de ella.

Los dedos de Alaska tiran con un poco más de fuerza de mi cabello, creo que teme caer, pero nunca dejaría que eso sucediera. Su muslo golpea con cada uno de mis pasos contra mi pecho y otro contra mi espalda.

Yo mismo me he sometido a esta situación y ahora debo afrontar las consecuencias.

Cierro la puerta de mi habitación una vez que estamos dentro. Y me agacho para ayudarla a bajar, su cuerpo roza el mío y me muerdo el interior de la mejilla para no hacer ningún extraño sonido. Alcanzo a ver su diminuto short negro antes de que acomode su falda. Su camisa está húmeda en varios lugares, lo que hace que una de las copas de su sujetador negro se vislumbre ante la tela blanquecina mojada.

La veo retirar el cabello de su rostro. Me observa con esos ojos grises con rayas marrones o del color que sean, la cosa es que son preciosos. Parece que espera algo de mí a medida que se balancea de un pie a otro.

Resopla como si hubiese perdido la paciencia y río.

—¿Me dirás ahora por qué estaba en tus pensamientos? —pregunta con evidente curiosidad.

—Me gustó mucho tu historia corta, pero estoy deseando que escribas alguna otra historia larga.

—Tengo que pensarlo, tengo mucho trabajo.

—Puedes encontrar un poco de tiempo libre.

—Tal vez…

—Y no reprimirte —agrego.

—¿Qué se supone que significa eso? —Lleva las manos a sus caderas.

—Que sé que no hiciste ninguna escena sexual en tu historia corta porque sabías que yo la leería. Hay un montón de comentarios «¿Y el sexo? Tú no eres así». Ya te lo dije, no debes reprimirte si lo que te avergüenza es que te lea.

Camina hasta mi cama y se deja caer.

—Es que… —comienza.

—¿Sí?

—No puedo evitarlo, porque luego te imagino leyéndolas y no sé. Es raro.

—¿Raro en plan malo?

—No sé, dime, ¿qué piensas cuando lees esas escenas escritas por mí?

La respuesta a esa pregunta muchos la encontrarían interesante, tan interesante como el hecho de que noto que ahora Alaska está un poco más suelta a la hora de hablar de ello conmigo. Como si lo hubiese aceptado y estuviera bien con el hecho que antes la perturbaba. Me gusta eso.

—Depende de qué historia esté leyendo. —Sonrío y me siento a su lado, me giro, apoyando un muslo en el colchón para estar más cómodo—. Si es una de tus historias cursis y dulces no puedo evitar poner los ojos en blanco más de una vez, pero sonrío. Cuando son cortas mayormente estoy sonriendo.

»Has escrito cinco historias. Tres cortas y dos largas. Una de tus historias largas me tenía un poco frustrado porque había mucho drama y quería arrojar mi teléfono, pero me encantó.

Guardamos silencio porque ambos sabemos lo que queda en el aire: su historia no tan dulce y muy apasionada. Poco a poco sus mejillas se van sonrojando aún más mientras espera mis palabras. Siempre he sido un tipo sincero, personalmente a Alaska nunca le he dicho una mentira, así que me es difícil no ser sincero en este momento.

—¿Quieres saber lo que pensé cuando leí Caída apasionada?

—No estoy segura.

—Seré muy sincero, tanto que temo que salgas corriendo o me veas distinto.

Eso parece alarmarla y duda sobre qué decirme. Sinceramente, no sé si quiero que ella sepa lo que pensaba o prefiero que se quede siempre con la incógnita.

—Quiero saberlo.

—Bien. —Lamo mi labio inferior antes de tomar la más profunda de las respiraciones.

«Aquí vamos. ¿Qué es lo peor que puede pasar?».

—Estaba muy sorprendido, me preguntaba cómo podía todo eso venir de tu cabeza, cuando…

—¿Sí? —Mi pausa parece desesperarla, sonrío y me rasco la parte baja de mi nuca.

—Cuando estaba consiguiendo que mi cuerpo reaccionara al leer todas esas escenas obscenas —le confieso, y la miro directamente a los ojos—. Pensaba por qué demonios escribirías sobre cosas tan sucias, si eran cosas que hacías o querías hacer. Y…

—¿Y?

—Lo llegué a imaginar.

—¿Qué cosa? —cuestiona queriendo saber más.

—Lo sabes.

—No, no lo sé.

—A ti… A mí. Nosotros.

Lo he dicho en voz alta, ya está. Lo he dicho y me he quitado un peso de encima mientras Alaska Hans me observa fijamente. Luego esos magníficos labios se abren un poco y exhala con lentitud. ¿Por qué pensé que era buena idea que estuviéramos a solas en mi habitación? Ahora que lo recuerdo debo buscar una camisa. Alaska y yo estamos en una zona que está gritando «¡peligro!» con letras rojas y grandes.

—¿Nos imaginabas… hablando? —susurra.

—Ahora solo quieres jugar a ser tonta. ¿Por qué nos imaginaría hablando mientras leo tus escenas sucias?

—Porque tengo miedo de entender lo que me quieres decir.

—¿Tienes miedo de mí? —La idea me decepciona, lo último que deseaba era asustarla.

—No, no. Tengo miedo de… Olvídalo.

—No podré olvidarlo ahora.

Guardamos silencio una vez más, hay algo sobre Alaska que me hace pasar de ser un tipo experimentado a ser un pobre hombre torpe. La veo cerrar sus ojos con fuerza y cuando los abre mira alrededor antes de volver a centrar su atención en mí.

—Tengo miedo de que te molestes conmigo —confiesa.

—¿Por qué?

No me responde, juega con sus manos antes de suspirar. Sin duda hay cosas que te sorprenden y quedarán por siempre en tu memoria, recuerdos que en la vejez te harán sonreír mientras sacudes tu cabeza. Y este es uno de esos momentos.

En un momento ella está insegura y luego, con una rapidez que me sorprende, las manos de Alaska están en mis mejillas, sosteniendo mi rostro antes de que presione de manera suave y rápida su boca contra la mía. Se aleja y me observa con los ojos muy abiertos. En San Valentín recuerdo que hicimos algo raro que no llegó a ser un beso, pero se asemejó mucho. Nunca lo hablamos. Esta vez todo ha sido muy diferente.

Le doy una media sonrisa porque noto lo alarmada y consternada que se encuentra por lo que acaba de hacer.

—Tranquila. No estoy molesto contigo por esto —aseguro.

—¿No? Lo siento, lo siento, lo siento.

Pongo los ojos en blanco y río antes de tomar su rostro en mis manos y esta vez ser yo quien cubre sus labios con los míos. Creo que suspira. En un primer momento estoy dejando cortos besos sobre su boca, pero luego me canso de tanto juego y tomo su labio inferior entre los míos, succionándolo y luego saboreándolo con mi lengua, enviando una clara indirecta para que me deje entrar. Esa boca, que me ha tentado durante mucho tiempo, se abre y mi lengua de inmediato acaricia la suya. Profundizo el beso y ladeo mi cabeza porque deseo mucho más. Siento su mano recorriendo mi brazo y luego la siento en mi muslo, en la parte alta. Separo mi boca de la suya.

—No me toques ahí, eso puede ser peligroso —le advierto.

—¿Sí? —Su sonrisa pretende ser inocente, pero no la creo.

Llevo mi boca a su mejilla, trazando un camino de besos hasta su boca nuevamente. Cuando alcanzo mi objetivo no la beso, mantengo mis labios a centímetros de los suyos preguntándome si debo seguir con esto, si esto va a cambiarnos, si quiero que todo siga igual. Pero cuando lame sus labios con su lengua, no hay nada más que pensar. Vuelvo a besarla.

Y en esta ocasión mis manos bajan de sus mejillas a su cuello y siguen hasta llegar a sus costados, luego llegan a su espalda y la acerco a mí. Todo es dulce… Hasta que ella se vuelve apasionada.

Me muerde el labio inferior, pero calma el leve ardor con su lengua. ¿Quién siquiera sugirió que Alaska Hans no sabe besar? Su boca está desarmándome mientras se inclina hacia mí. Una de sus rodillas se cuela entre mis piernas a poca distancia de mi entrepierna y sus manos se aferran a mi cabello. Admito que las mías bajan hasta el final de su espalda y luego… a su culo envuelto en la falda de cuadros.

Y mientras nos besamos, lucho contra el impulso de mover aún más mi mano mientras el beso se vuelve algo muy intenso e impresionante. Succiones, jadeos, lenguas y mordiscos. No esperaba esto, pero disfruto cada segundo de ello.

Llaman a mi puerta. Al principio no lo escucho, pero luego me parece percibirlo y con un jadeo separo mi boca de la de Alaska. Me alejo de inmediato mientras ella salta y corre hasta mi ventana dando la espalda justo cuando la puerta se abre.

Lentamente le doy una pequeña sonrisa a Holden, quien enarca una ceja mientras nos observa. No esperaba que apareciera mi hermano mayor. Sin decir nada, él se gira hacia la puerta antes de gritar:

—Jock, tu hermana sí está aquí. Ahora bajamos.

—¡Vale! Pero no la estaba buscando —se burla Jocker respondiendo con un grito que suena más como un eco.

Alaska no se da la vuelta, se mantiene mirando por mi ventana. Holden apoya su costado en el marco de mi puerta.

—Así que… ¿hablamos de esto?, ¿o tenemos una incómoda charla sobre el sexo seguro, Drake? —me pregunta.

—No es lo que necesito. Nosotros estábamos hablando.

—Muy de cerca. Una conversación que incluía succión de bocas… A menos que te aplicaras algo estético. —Finge pensárselo acariciando su barbilla—. Aska, nena. ¿No vienes y me das un abrazo?

—Hola, Holden. ¿Qué tal estás? —No se da la vuelta—. Es que justamente ahora veo algo muy bonito aquí afuera.

—Sí, el jardín que divide nuestras casas es una vista preciosa —asegura mi hermano.

Holden vuelve su vista a mí y me hace una señal de cortarme el cuello con la mano. Rasco la parte baja de mi nuca sin saber muy bien qué decir. Se hace un largo silencio hasta que mi hermano decide volver a hablar.

—Bien, como la conversación entre ustedes fue tan interesante, les daré tiempo para que alivien los resultados y bajen. Pero antes, ¿puedes venir un momento, Drake?

Me pongo de pie y camino hasta él. En cuanto estoy cerca golpea la parte baja de mi nuca y contengo un quejido. Se acerca para susurrarme:

—Espero que no estés siendo un idiota ni que estés experimentando, ¿de acuerdo? Y péinate, es evidente que te estaba tirando del cabello. Te espero abajo.

—No estábamos… —Recibo otro golpe en la parte baja de mi nuca.

—Deja de negarlo, deberías estar orgulloso. Pensé que nadie te soportaría nunca. —Sonríe—. Y yo que pensé que mis hermanos gemelos estaban defectuosos.

—Qué divertido eres.

—Lo sé. —Me guiña un ojo ignorando mi sarcasmo—. Aska, te veo abajo.

Holden sale y me giro hacia Alaska, que tarda unos minutos en darse la vuelta para verme. Si antes esos labios eran de ensueño, ahora que están inflamados y más rojos de lo normal son toda una fantasía.

—Tienes la falda… torcida —digo antes de ir a mi armario a por una camisa, detalle que no recordaba cuando hablaba con Holden.

Vuelvo a girarme y la veo a punto de salir de la habitación. Cuando la llamo se detiene y se gira para observarme muy alarmada. Acorto la distancia y la abrazo. Es algo que simplemente siento que debo hacer.

—¿Va a ser incómoda la situación entre nosotros a partir de ahora? —pregunto.

—No quiero que sea incómoda. —Me abraza ella también.

Sonrío antes de liberarla, me muestra una amplia sonrisa y la sigo mientras salimos de mi habitación. Vuelve a girar su rostro.

—Te quiero, Drake.

—Yo también te quiero, Aska.

28 de marzo de 2016

«Besé a Alaska».

«Nosotros nos besamos».

Este pensamiento ha estado en mi cabeza desde que sucedió hace unos días. Lamo mis labios como si todavía pudiese saborearla en ellos. Paso las manos por mi rostro y suspiro una vez más. Dawson me mira frunciendo el ceño antes de ignorarme una vez más, volver a sus apuntes y ponerse a estudiar para su importante examen parcial.

Estoy en su habitación, tirado en su cama después de prometerle que no interrumpiré sus estudios, que solo me quedaría pensando en silencio. Mis pensamientos sobre Alaska me están volviendo loco.

Suspiro una vez más y ruedo en la cama hundiendo mi cabeza en la almohada. ¿Por qué tiene que ser Alaska Hans?

—¡Drake! —Me arroja algo que golpea mi espalda—. Dijiste que no notaría que estabas aquí.

Me giro y descubro que me ha lanzado una goma de borrar. Me incorporo hasta estar sentado con la espalda apoyada en el cabecero de la cama. Finjo hacer un puchero y él pone sus ojos en blanco, ahora es él quien suspira al darse cuenta de que tiene que prestarme atención.

—Te doy cinco minutos de mi atención y después debes irte. Tus suspiros no me dejan estudiar.

—Me conformo con esos cinco minutos.

El muy idiota pone el cronómetro en su teléfono y asiente haciéndome saber que mi tiempo ha comenzado y que debo aprovecharlo. No es la primera vez que me hace algo como esto.

—Te dije que Alaska y yo nos besamos.

—Sí, que fue un beso candente que Holden interrumpió y que te estaba enloqueciendo. ¿Todavía te enloquece?

—¿Cómo evitarlo? Esos besos… Ella… Se sintió tan… No sé cómo decirlo. —Miro al techo—. Alaska invade todos mis pensamientos ahora con muchas más fuerzas.

—Es normal. Ya te gustaba antes, pero ahora que exploraste algo de la química entre ustedes, difícilmente te la puedes sacar de la cabeza. Entonces ¿qué piensas hacer al respecto?

No sé qué responderle y ese es el problema. Quisiera decirle que lo intentaré y que buscaré que me dé una oportunidad, pero todavía hay ciertos obstáculos: la edad, que soy un pésimo novio y que no sé qué sucede exactamente entre nosotros.

¡Cielos! Ella me encanta. ¿Qué se supone que debo hacer al respecto? Me dejo caer de espaldas en la cama y Dawson ríe.

—Estás tan mal, copia mal hecha, creo que tú mismo estás haciendo nudos en algo que se ve tan claro.

—Me estoy volviendo loco, Dawson.

—¿Lo has hablado con ella? —Sacudo la cabeza—. Siento que harán un drama de esto antes de llegar a lo que parece tan claro. —Ríe—. Trata de tranquilizarte, solo fueron unos besos. Estoy seguro de que Aska y tú podrán lidiar con ello.

—Tal vez debo dejar pasar un tiempo para verlo con mejor perspectiva.

—Si piensas que eso te ayudará…

—¡No sé qué me ayudará!

—Hablarlo. Conversar con ella sobre esto es lo que definitivamente va a ayudarte, pero pareces no darte cuenta.

—Bien, hablaré con ella. ¿Feliz?

—Sí, porque eso significa que por fin te irás de mi habitación y me dejarás estudiar.

Río, me pongo de pie y me acerco a él dándole un abrazo demasiado efusivo para molestarlo, luego me voy a mi habitación y le envío un mensaje a Alaska para que salga a la ventana. No nos hemos visto desde ese día.

No tarda en aparecer y me mira de una manera tímida que me creería si no nos hubiésemos besado con abandono y mucha pasión días atrás. Le sonrío y trato de actuar con naturalidad. En parte verla me hace sentir más seguro sobre que las cosas no tienen que ser extrañas entre nosotros.

—Hola, extraña. Llevaba días sin verte.

—Estaba ocupada con la tarea de Historia y Español. —Se sienta sobre el borde de su ventana—. ¿Qué sucede?

La miro durante largos segundos pensando qué decirle, pero me distraigo porque recuerdo cómo sentía esa tentadora boca contra la mía. Ella me mira a la expectativa y al final solo le sonrío.

—Nada, solo quería verte.

—Oh… —Se sonroja—… Bueno.

—¿No te gusta verme? —bromeo haciéndola reír.

—Me encanta, gracias por darme este privilegio.

De esa manera comenzamos a conversar una vez más. No hablamos de aquellos besos y toques ligeros, de cómo se sintió ni lo que cambió entre nosotros, pero aunque no lo mencionemos flota entre nosotros.

Tal vez Dawson tiene razón y hasta que no hablemos de lo que está pasando entre nosotros sentiré que estoy enloqueciendo.

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