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Epílogo

 

DRAKE

14 de febrero de 2017

Así que este ha sido un San Valentín diferente y tengo que decir que muchísimo mejor que el anterior.

Alaska, que se encuentra sentada entre mis piernas y con la espalda apoyada en mi pecho, se acurruca más contra mí mientras continúa comiendo besos de chocolates que le regalé junto a un gran oso de peluche que me dijo que quería en miles de indirectas muy directas. El peluche se encuentra en la misma posición que ella, pero entre sus piernas.

—¿Cómo se llamará… el oso? —pregunto.

—Es una osa, he decidido que es niña y se llama Daska en honor a sus papis. Ahora, no creas que me engañas y que tomaré esto como nuestro primer bebé.

No puedo evitar reír antes de dejar un beso en su cabeza y apoyar la barbilla en su hombro. Con la mano derecha, que tiene mucha mejor movilidad que hace unos meses, tiro de la oreja del peluche o tal vez deba llamarla Daska por respeto, teniendo en cuenta que Alaska dice que es mi hija.

—Podemos conformarnos con Daska… por un buen tiempo —señalo.

Aunque todavía hago pausas en algunas oraciones y en ocasiones me cuesta ordenar mis ideas antes de emitirlas en voz alta, mi habla ha mejorado mucho. Di lo mejor de mí en las sesiones de terapia, seguí las indicaciones de Jacob y hoy puedo decir que mi manera de hablar se asemeja mucho a lo que era antes. He recorrido un largo camino en el que aún trabajo. El lado derecho de mi rostro recuperó su movilidad en su totalidad y, en cuanto a mi brazo, si bien no es el brazo de un beisbolista ni ha vuelto a ser lo que era antes, responde a mis órdenes. Se mueve con algo de lentitud, pero no me pesa y puedo hacer fuerza con él. Jacob garantiza que queda poco tiempo para que esté en buenas condiciones.

Ha sido un trabajo duro, uno en donde he tenido que armarme de paciencia. He tenido días muy animados y otros en los que lloraba de frustración; días en los que estaba feliz con mi progreso y otros en donde simplemente no quería hablar con nadie y me sentía molesto por no progresar como esperaba. No es fácil lidiar con los cambios en tu cuerpo cuando estos dificultan la movilidad que tenías antes, pero poco a poco vas comprendiendo que no es el final y que puedes trabajar para mejorar.

Volví a trabajar desde casa haciendo trabajos publicitarios para clientes que ya tenía y otros nuevos que llegaron y hace una semana me autorizaron volver a conducir. Antes de ingresar en el hospital y sufrir todos estos cambios en mi cuerpo, mi plan era comprarme un auto y que Dawson conservara el que compartíamos. Además estaba ahorrando para alquilar un apartamento tipo estudio. Pero todo ello quedó en pausa porque tuve que usar ese dinero para cubrir parte de mis gastos médicos. Mi plan actual es reunir nuevamente ese dinero y retomar mis objetivos, pero mientras eso sucede, Dawson no tiene problemas en dejarme el auto cuando lo necesito y me siento bien al hacer algo que era tan cotidiano y normal para mí.

—Hace un año fuiste un idiota —dice Alaska, y ladea su rostro para observarme.

El movimiento hace que estemos ridículamente cerca de besarnos; sonrío al ver que hay chocolate en sus labios.

—¿Lo fui?

—Sí. Dijiste que tenías besos para mí y como una tonta pensé en besos reales. Me volví loca en mi interior cuando repentinamente sacaste besos de chocolate. Quería golpearte. Mucho, quería darte muchos puñetazos y también quería llorar.

—Oh… estuviste a punto de hacerlo. —Río—. Pobre Aska.

—Dime la verdad, ¿lo hiciste adrede?

—No, pero luego lo entendí.

—Y por eso me diste ese beso sexi que no llegó a ser beso y que no me pude sacar de la cabeza por mucho tiempo.

—El plan era besarte…, pero Alice apareció.

—Le dije que había arruinado un momento perfecto. —Alza un brazo, ubicando la mano en mi cuello ocasionando que nuestros labios se rocen—. Pero no importa, un año después estamos aquí.

—Con besos de chocolate… —digo pasando la lengua por su labio inferior, saboreando la dulzura— y besos reales.

Dejo de jugar y le doy un verdadero beso. Alaska oficialmente es la relación más larga y estable que he tenido. Siempre me creí un pésimo novio, pensé que ese don solo lo tenía Dawson, pero con ella poco a poco he ido aprendiendo y entendiendo que quizá antes no di lo mejor de mí de la manera en la que lo hago con ella.

A veces me asusta el nivel de mis emociones por esta pequeña loca que amo, porque no imaginé que se pudiera sentir tanto por una persona. Sí, a veces ella me enoja o yo la enojo a ella, pero también me enloquece de buena manera, es como estar constantemente corriendo sin cansarse, como escuchar una y otra vez una misma canción sin aburrirte, como leer un libro una y otra vez y seguir sorprendiéndote por su desenlace. Si Alaska fuese un libro, nunca me cansaría de leerlo.

Dejo ir sus labios cuando necesito respirar y, como hago casi siempre, le acaricio la nariz con la mía, lo que de inmediato la hace suspirar.

—¿No te has aburrido? —pregunto.

—¿De ti? —pregunta, y asiento—. No, cada momento es único y me gustas muchísimo. A veces quiero mandarte lejos, pero muchas más veces quiero tenerte cerca.

—Qué romántico.

—Eres mi mejor San Valentín, novio.

—Y tú el mío, pequeña escritora.

Ella me mira a la expectativa y la miro sin entender. Resopla antes de morderse el labio inferior, alejarse y abrazar el peluche. Masculla algo sobre que «no estoy actuando como en los libros» y resopla una vez más.

—¿Qué no hice? —pregunto, es más fácil eso que preguntar qué hice.

—Era la parte romántica en donde decías que me amabas con locura, de una manera en la que nunca imaginaste.

—Lo pensé —miento, y ella resopla.

—No leo mentes.

Paso ambos brazos a su alrededor y una mis manos en la panza de la osa bebé, apretándolas a ambas contra mí en tanto le beso el cuello.

—Ya lo sabes. —Trago con dificultad y ordeno las palabras en mi mente—. Te amo de diferentes maneras. Te amo como Aska…, la pequeña dulzura con la que jugaba… y a la que molestaba.

»Te amo como Alas…, la escritora magnífica que me enseñó… a amar un libro. —Llevo mis labios a su oreja para susurrar esto último—. Y te amo como Alaska…, la novia más genial, comprensiva… e increíble… que pueda existir… Y en el futuro te amaré en muchas… facetas más.

—¡Oh, Jesús enamorado! —Girando su rostro me besa—. Eso fue más de lo que quería. Te amo.

—Aprendo de mi escritora… favorita —susurro antes de besarla de nuevo.

Sí, este es el mejor 14 de febrero que he tenido alguna vez.

23 de febrero de 2017

Noto un peso repentino a mi lado en la cama y luego una mano de manera tosca me palmea la cabeza en tanto escucho un bostezo.

—Vete —murmuro con los ojos cerrados.

—No —responde, y, siendo el tonto que acostumbra a ser, me abraza—. Feliz cumpleaños para mi copia mal hecha.

—¿Es el día?

—Sí, ya amaneció.

Básicamente Dawson está sobre mí mientras canta una tonta canción sobre ser almas gemelas que nadie separará. Eso me hace reír y dejo de luchar al tiempo que lo escucho cantar con el corazón. Cuando termina su elocuente repertorio, escuchamos aplausos desde la puerta de la habitación y, cuando dirijo mi atención hacia ahí, encuentro a mamá y a papá mirándonos.

—Hace veintiún años tuve el doble de dolor para traer a bebés tontos, pero encantadores —dice ella—. ¿No traje bonitos bebés al mundo?

—Lo hiciste, cariño —concuerda papá—, pero también trajiste a dos payasos.

—¡Papá! —nos quejamos Dawson y yo a la vez.

—Mis bebés no son payasos, Henry.

—Son payasos sensibles, pero encantadores —lo arregla, y nos volvemos a quejar haciéndolo reír—. Feliz cumpleaños, gemelos. Ahora ¡arriba! Hay desayuno de cumpleaños y deseo compartirlo con ustedes antes de irme al trabajo. —Se acerca y despeina nuestro cabello antes de salir de la habitación. Mamá nos da un beso a cada uno y dice que nos espera abajo con muchos abrazos. Me incorporo y veo a Dawson hacer lo mismo. Río al ver sus ojos hinchados y su cabello despeinado. Yo debo de verme exactamente igual.

—Te ves horrible…, copia romanticona.

—Tú te ves espantoso, me das ganas de vomitar.

—Creo que piensas… que te ves en un espejo.

—Idiota. —Me golpea el brazo—. Dame un abrazo de feliz cumpleaños, soy tu hermano mayor.

—Por cinco minutos.

—Eso dijo mamá el año pasado, pero sabes que lo cambiará este año. Ahora, mi abrazo.

Finjo que es un fastidio mientras lo abrazo teatralmente y él me palmea el hombro cantando una vez más la canción sobre almas gemelas. Lo dejo sacudirme y gritar en mi habitación hasta que finaliza. Al alejarme le palmeo una de las mejillas en tanto mantengo la mirada fija en él.

—Te pones más guapo… porque te pareces a mí.

—¡Ja! Diría que es lo contrario, te pones más sexi porque no dejas de copiar mi aspecto de una manera barata —garantiza alejándose y bajando de la cama—. Te veo abajo, cumpleañero de respaldo.

—Nos vemos abajo…, cumpleañero impostor.

Lo veo salir mientras me estiro y bostezo. Después tomo mi teléfono de la mesilla de noche y, tal como esperaba, encuentro un mensaje de Alaska, aun cuando fue la primera en felicitarme… frente a frente o, bueno, mejor dicho: desnuda, debajo de mí, gimiendo bajo y con algo mío muy dentro de ella. Sí, hace unas semanas el médico me dio mi tan esperada luz verde y no hemos tardado en intentar ponernos al día con el tiempo que perdimos.

Así que Alaska estuvo aquí toda la madrugada y la acompañé a la puerta de su casa antes del amanecer, de manera que fue la primera persona en desearme un feliz cumpleaños. Sin embargo, aun así se tomó el tiempo de enviarme un mensaje.

Novia candente: ¡Feliz cumpleaños para el novio más atractivo del mundo entero! Te quiero muchísimo y me hace feliz ver que cumples otro sexi año en tu caliente y maravillosa vida. Planeo que hoy sonrías mucho, porque te lo mereces.

Novia candente: Cuando despiertes, avísame para que nos veamos en la ventana.

Drake: Me encantas y te amo.

Drake: Despierto, ven a la ventana.

Tras retirar las cortinas, abro la ventana. Pasan unos pocos segundos cuando ella aparece llevando todavía el pijama que hace unas horas le quité y luego le ayudé a ponerse. Me sonríe antes de comenzar a cantarme el «Cumpleaños feliz» y cuando termina aplaude.

—Tengo un poema de cumpleaños para ti. Aquí va.

Me muestra un avioncito de papel, apunta a mi ventana y lo lanza. Por supuesto este no llega y bajo la vista siguiendo con mis ojos el recorrido del avioncito hasta verlo caer sobre el césped que separa nuestras casas. Alzo la vista hacia ella, que maldice.

—¿Sabes? Si supieras física…, tal vez pudieras… haber calculado la distancia.

—¡No eres gracioso! Baja y ve a buscarlo, ve a por tu regalo.

—Pero hace frío.

—Pero es mi poema con mucho amor para ti. —Hace un puchero.

Estoy durante unos duros segundos evaluando los pros y los contras de ir por el poema que ella tontamente envió en un avioncito que nunca tuvo probabilidades de llegar a mi ventana. El amor gana.

—Solo porque lo escribiste… con amor, iré a por él.

Me arroja besos y grita que soy el mejor mientras me anima a bajar. Me pongo un suéter y salgo de mi habitación. En el pasillo me cruzo con Hayley, quien me felicita. Le digo a mamá que voy a por algo y salgo de la casa.

Encuentro el avioncito y alzo la vista. Al ver que Alaska sigue en la ventana, agito la hoja hacia ella después de desdoblarla.

—Objetivo alcanzado —anuncio.

—Misión cumplida —responde ella.

—Solicito autorización para… leer la nota encontrada.

—Permiso otorgado, puede leer la nota, Harris —dice con voz gruesa, y luego ambos rompemos a reír.

Bajo mi vista para leer mi primer regalo de cumpleaños:

Querido Drake:

Te dedico el cielo, la luna y las estrellas. Ya no te dedico mis bragas porque están en tu poder siempre que quieras.

Ya no deseo hacerte sonetos de amor porque ahora te escribo historias muy hot (sigue inspirándome, por favor).

Sigues inspirándome las más dulces palabras y las más bellas escenas… Amo que me inspires muchas escenas calientes.

Drake, Drake. Caliente, caliente.

Quiero decirte que amo tus bonitos ojos y que amo apretar tu culo fogoso.

Amo tu lado dulce y cómo gozo con tu lado salvaje.

En lugar de flores, ahora quiero darte condones para que en nuestras fiestas privadas no haya resbalones.

¡Joder! Es que por eso por lo que te escribo una historia +18 y estoy pensando en hacer una secuela para tener muchos más momentos fogosos.

Y por ser tu cumpleaños, hoy te digo millones de veces que te amo.

Gracias por existir.

Gracias por respirar.

Gracias por los orgasmos que me hacen gritar.

Gracias por llamarme novia.

Gracias por amarme.

Gracias por saber qué hacer con tus habilidades de cama geniales.

Me alegra que no tengas que descubrir esto, que puedas leerlo.

Nada de esto rima, pero ¿no es bonita mi poesía?

Feliz cumpleaños, novio. Te quiero mucho.

Sonrío al terminar de leerlo. Tengo una caja dedicada exclusivamente a los poemas de Alaska, la verdad es que me encanta recibirlos. Cuando me da alguno, lo atesoro como un gran regalo porque es algo muy nuestro, algo especial. Por supuesto que llevo mi mirada hacia ella y es aún más evidente que le arrojo un beso que me muero por darle.

—¿Te gustó?

—Me he vuelto a enamorar —garantizo.

Me encanta la manera en la que su sonrisa crece.

—Feliz cumpleaños, novio.

—Gracias, amor. —Le arrojo otro beso—. ¿Vienes a desayunar?

—Cuenta con ello. Ahora entra en tu casa, hace frío.

—Permiso para retirarme.

—Permiso denegado, Harris. Debe decir las palabras mágicas antes de irse.

—Te amo —digo—. Permiso para retirarme.

—Permiso otorgado.

De nuevo rompemos a reír mientras corro dentro de la casa. Supongo que su locura combina con la mía.

22 de agosto de 2017

Al cerrar la última caja me resulta inevitable no sonreír dándome cuenta de que finalmente todo se encuentra empaquetado. Mi teléfono suena y veo que se trata de uno de mis clientes, así que contesto. Mientras hablamos, abro la ventana y luego me paso la mano por el cabello húmedo intentando peinarlo. La toalla alrededor de mis caderas se afloja y la sostengo con la mano desocupada en tanto asiento a lo que me dicen por teléfono.

Cuando escucho un ruidoso suspiro, alzo la vista y me encuentro a Alaska con el culo apoyado en el borde de su ventana mientras me mira y se muerde el labio inferior. No pierdo el ritmo de la conversación telefónica, pero tampoco despego la vista de ella, que, como siempre, se ve hermosa, aunque hoy está mucho más arreglada. Es su cumpleaños, lo que ella llama uno de sus días especiales. Voy algo tarde a la celebración en su casa y estoy seguro de que es algo que mencionará en algún momento.

—Sí, está bien, nos reunimos mañana al mediodía —acepto.

—Excelente, nos vemos mañana. Buenas noches, Drake, es bueno trabajar contigo —se despide mi interlocutor y finaliza la llamada.

Me vuelvo y arrojo el teléfono a la cama antes de volver mi atención a Alaska y apoyarme en el marco de la ventana.

—Hola, cumpleañera.

—Vienes tarde, pero te perdono porque me estás dando una vista estupenda.

—¿Hay algo que quieras ver?

—Hay mucho que quiero volver a ver, pero lo estás escondiendo en la toalla —asegura con una picardía que me encanta.

—Así que Alaska Hans ya tiene diecinueve años.

—¡Sí! ¿Vas a llevarme a tomar bebidas de adultos para celebrarlo? Puedes llevarme a un lujoso hotel en el que nos demos duro. —Sube y baja de manera sugestiva sus cejas—. Eso sí, por favor, todavía no me pidas matrimonio, sigo siendo joven.

—Nota mental: todavía no pedirle matrimonio a Alaska —bromeo.

—No puedo creer que de verdad te mudes. —Hace un puchero—. Extrañaré verte por la ventana.

—Pero podrás venir a mi apartamento y vendré tan a menudo que no notarás que me he mudado.

Y es que al fin logré reunir el dinero para comprarme un auto, con ayuda de Holden, y he alquilado un apartamento para tener mi propio espacio. Es genial haber alcanzado uno de los objetivos que desde hace tiempo quería lograr. Estoy feliz por esta nueva independencia, Alaska también lo está, pero entiendo el sentimiento de nostalgia de romper algo tan cotidiano como era hablar por la ventana en cualquier momento del día o colarnos en la casa del otro. Esos son algunos de los cambios que han sucedido en todo este tiempo.

Mi recuperación ya es completa, pero cada tres meses acudo al médico para chequeos y garantizar que todo esté bien. Alaska terminó sus estudios y, sí, seguí haciendo sus tareas, pero para los exámenes le di muchas clases: algunos los hizo muy bien y otros los pasó con notas no muy altas, pero aprobó todas las asignaturas; sobre la universidad, todavía lo está pensando aunque intuyo que quiere estudiar Letras o algo relacionado con ellas.

Nuestra relación es genial. Sí, en ocasiones siento que la detesto y a ella le pasa igual, a veces discutimos por tonterías y otras por cosas mucho más serias. En abril terminamos nuestra relación, pero para principios de mayo ya habíamos vuelto —nos extrañamos locamente, pero ninguno quería ceder—, desprecié a un imbécil que insistía e insistía en salir con ella incluso cuando ella le hizo saber que tenía novio y ella parecía un mapache rabioso cuando una ex se presentó en la puerta de mi casa con regalos porque había vuelto de un viaje de intercambio.

El pasado mes casi nos dio algo cuando su regla no bajó y tuvimos que comprar dos pruebas de embarazo que, gracias a Jesús multifacético, dieron negativo. Sin embargo, la mayoría de las veces tenemos días buenos, momentos especiales que se sienten únicos y me hacen sentirme agradecido por vivirlos. Ningún día es igual a otro, todos son especiales a su manera.

Ella sigue escribiendo y espero eso nunca cambie. Ahora escribe una historia sucia con mucho contenido +18 que, con gusto, me encargo de inspirar; seguimos leyendo libros juntos, ahora no solo eróticos, aunque admito que esos son los que disfruto más. Alcanzó en JoinApp el número de seguidores necesarios para recibir una compensación económica por escribir en la plataforma y hace unos días una editorial, en donde escribe uno de sus escritores favoritos, le escribió proponiéndole tener una reunión —es algo que no la deja dormir—, así que podemos decir que las cosas marchan estupendamente bien.

Cada día me siento más enamorado de nosotros y de nuestras locuras, siento que la química que tengo con Alaska es algo excepcional. El amor es importante en una relación, pero también lo es la pasión y la confianza, y por suerte nosotros tenemos mucho de esas tres. Cada día aprendemos más del otro, no nos aburrimos e ignoramos a todos los que dicen que deberíamos experimentar otras relaciones para saber si esta es la correcta.

No necesito salir con otras chicas, tener sexo con otras o vivir otras relaciones cuando tengo algo tan real, bueno y sólido, cuando me siento feliz y a gusto con mi relación. ¡A la mierda si somos jóvenes! La edad no va a definirnos y mientras estemos enamorados, enloquecidos y apasionados, estaremos juntos. Así que solemos poner los ojos en blanco e ignorar cuando alguien hace este tipo de comentarios sin que se lo pidamos.

Con Alaska descubrí que me gusta tener una relación y, aunque mi experiencia sexual era más amplia que la suya, juntos también hemos aprendido muchas cosas, sobre todo teniendo en cuenta que leemos mucho. Somos curiosos y creativos, y creo que eso también ayuda a que nada sea cotidiano. De verdad, estoy muy enamorado y eso es bueno porque sé que ella me ama de la misma manera y, precisamente porque somos jóvenes, sé que nos queda un largo camino en donde podremos crear recuerdos y momentos que, aunque no sean perfectos, serán verdaderos y memorables.

—Estoy orgullosa de ti, Drake. Sé cuánto querías esto. —Me hace un corazón con sus manos.

—Gracias, amor.

—Pero ahora trae tu culo aquí y ven, eres el invitado especial de mi cumpleaños.

—Me visto y voy, promesa.

—Y oye… —Me da una sonrisa llena de picardía—. Más tarde vendrás y me darás otro tipo de regalo, ¿verdad?

—Lo disfrutarás.

—¡Me encanta! —Ríe—. Ahora ven aquí, novio, date prisa.

—¡Voy, voy!

Me giro para irme, pero entonces recuerdo aquella vez en que la cortina de Alaska se cayó porque me espiaba esperando ver que debajo de la toalla no llevara nada. Me vuelvo a mirarla de nuevo y la llamo.

—¿Sí? —responde.

Dejo caer la toalla —esta vez no hay bóxer de por medio— y, pese a que ya lo ha visto todo, su boca se abre y apuesto a que el sonrojo aparece de inmediato junto a pensamientos pecaminosos.

—¡Jesús descarado!

—Inspírate para otra escena +18, novia.

Le guiño un ojo y cierro la cortina escuchándola decir «Jesús caliente», río y sacudo mi cabeza. Sí, lo +18 definitivamente es lo nuestro y nos quedan muchas escenas por hacer. Tarareo una canción mientras comienzo a vestirme para celebrar el cumpleaños de una de las personas más importantes en mi vida.

La vida consta de cambios y cambiar no siempre es malo. Cada año de mi vida ha sido diferente al anterior y desde que Alaska y yo estamos juntos de una manera romántica y no platónica todo se ha vuelto mucho mejor. Somos felices, somos apasionados y no somos perfectos. ¡Eso es genial!

Si nuestra vida es una montaña rusa, nunca me quiero bajar, y si somos un libro, nunca me quiero acabar.

Soy ese lector nuevo que se enamoró perdidamente de su escritora, el vecino que escondía los sentimientos nuevos por su vecina, el gemelo desastroso que se enamoró y el amigo de infancia que finalmente se declaró.

Ahora cada mensaje de Alaska en el que leo «¿es el momento?» no dudo en responderle: «Es nuestro momento», porque nada nos detiene y nuestra historia +18 se sigue escribiendo.

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