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Jueves » Capítulo 63

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—¿Se encuentra bien? —preguntó el joven oficial de cara aniñada.

Kane le agarró con más fuerza, por un instante. Tenía los dedos de la otra mano estirados, en tensión, formando un filo de carne, tendones y hueso. Listo para clavarlo en el cuello del oficial.

Dudó.

Solo unas horas más.

Soltó la muñeca al oficial y dijo:

—Lo siento, me ha asustado. Gracias por el agua.

Kane se bebió el vaso entero y se quedó mirando la pantalla negra del monitor que tenía delante. Su pensamiento derivó hacia Gatsby, extendiendo las manos hacia las aguas oscuras y agitadas, y la tenue luz verde más allá, muy lejos. Si se rendía ahora, si no terminaba su trabajo, otros perderían su vida persiguiendo la luz verde y malgastarían su existencia soñando y esperando algo mejor.

No había esperanza. Los sueños de Kane siempre habían sido oscuros. Plagados de monstruos y niños cavando la tierra en busca de huesos.

Tampoco tuvo que esperar mucho. El oficial le llevó de vuelta a la sala, donde se unió al resto del jurado. El juez les dijo que la defensa había terminado. Eran casi las cinco, pero ambos letrados creían poder pronunciar su discurso final antes de las seis. A continuación, el jurado volvería a su alojamiento a reflexionar sobre el caso y regresaría por la mañana para considerar el veredicto.

El ritmo de aquel juicio le tenía entusiasmado. Se alegró de haber dejado con vida al oficial. No tenía por qué huir. Aún no. No hasta que aquello hubiera acabado.

Pryor se levantó para dirigirse al jurado y el silencio inundó la sala. Kane podía palparlo. El fiscal rompió la quietud con un voto:

—Les prometo, a todos y a cada uno de ustedes, que la decisión que tomen en este caso pasará a formar parte de su vida. Sé que lo hará. Deben tomar la decisión correcta. Si se equivocan, se convertirá en una aguja que avanzará por sus venas un poco cada día. Hasta alcanzar su corazón. Tienen la vida de un hombre en sus manos. Eso es lo que les dirá la defensa. Probablemente, el señor Flynn se lo recuerde muchas veces. Sin embargo, en realidad, en sus manos hay mucho más que eso. En sus manos está el destino de todos los ciudadanos de esta ciudad. Confiamos en que la ley nos proteja. En que castigue a aquellos que son capaces de arrebatarnos la vida. Si no honramos esa responsabilidad, menoscabamos nuestra propia naturaleza. Si no cumplimos con nuestra obligación, olvidamos a las víctimas. Y dejemos una cosa clara: si han escuchado atentamente a todos los testimonios, su obligación en este caso es declarar al acusado culpable de asesinato.

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