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0: Calma » Capítulo 2

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Cuando volví en mí yacía en el suelo de una destartalada recepción de hotel. Un desagradable e intenso olor a lana húmeda y a estofado de carne me cosquilleaba en la nariz. Justo encima de mi cara, un reno disecado miraba al vacío con ojos de cristal. Sin verlo, intuí que la habitación estaba llena de gente; gente llorando, gente muda o hablando con agitación.

Intenté incorporarme lentamente.

—No lo hagas —dijo una voz que reconocí del tren.

—Tengo que marcharme —dije ofuscada al reno.

El hombre del traje azul de moto entró de repente en mi campo visual. Por la manera en que se inclinaba, con la cabeza entre mi cuerpo y el animal, parecía tener cuernos.

—Te quedarás aquí un tiempo —dijo con una sonrisa—, como todos los demás. Por cierto, me llamo Geir Rugholmen. ¿Y tú?

No contesté.

No tenía intención alguna de hacer nuevas amistades en ese viaje. Ciertamente, Finse no estaba comunicada por carretera con el mundo exterior. La histórica carretera de Rallar está cerrada al tráfico normal de automóviles incluso en verano. En invierno es, en el mejor de los casos y en días de buen tiempo, una pista para las motos de nieve. Aun con los restos de un tren en medio de la vía de Bergen, y un vendaval que al parecer arreciaba, yo seguía pensando que solo era cuestión de tiempo que llegaran las colosales máquinas quitanieve del Ferrocarril Nacional Noruego desde Haugastøl o Ustaoset, al este de la región. Yo no llegaría a Bergen por el momento, pero tampoco nos quedaríamos mucho tiempo en Finse.

Tal vez unas horas.

Ninguna razón para hacer nuevos amigos.

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