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Es cierto, por supuesto, que los magos y las brujas verdaderos eran expertos en huir de la hoguera, del tajo y la horca (véanse mis observaciones sobre Lisette de Lapin en el comentario sobre «Babbitty Rabbitty y su cepa carcajeante»). Aun así, se produjeron algunas muertes: a sir Nicholas de Mimsy-Porpington (un mago que fue miembro de la corte y que, al morir, se convirtió en el fantasma de la Torre de Gryffindor) lo despojaron de su varita antes de encerrarlo en una mazmorra, y ni siquiera mediante magia consiguió evitar su ejecución; muchas familias de magos perdieron a sus miembros más jóvenes, cuya incapacidad de controlar sus poderes mágicos los convertía en presas fáciles para los cazadores de brujas muggles.

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