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TAN SOLO UNA OPINIÓN PERSONAL
No creo que haya existido revolución en el poder que haya mantenido su esencia revolucionaria intacta más allá del tiempo que le ha tomado establecer un nuevo statu quo. ¿Cuánto tiempo dura eso, 10, 15, 20 años? No lo sé, pero después de ese tiempo, que es también el tiempo de caducidad de ciertas ideas metodológicas, si se quiere mantener la senda revolucionaria, habrá que estar dispuesto a dar un paso hacia el costado y permitir que los nuevos revolucionarios, de una manera orgánica y por méritos propios, rompan nuevamente el statu quo y transfundan con sangre nueva el proceso, haciéndolo evolucionar. Cuando la vieja camada se niega a dar paso a las nuevas generaciones, entonces es evidente que se ha corrompido su espíritu revolucionario y se han convertido, sin darse cuenta tal vez, en guardianes del statu quo, o lo que es lo mismo, en conservadores aferrados al poder. La existencia humana (y en general cualquier proceso natural) está compuesta por ciclos. A cada ciclo le sucede otro y luego otro, y así sucesivamente. Los ciclos tienen un inicio y un fin, y pueden iniciar y/o terminar en armonía o pueden iniciar y/o terminar violentamente, algo que suele suceder si existen fuerzan empeñadas en mantener un viejo ciclo en evidente decadencia a costa del futuro y las ilusiones de la gente que nace, crece, se desarrolla y muere en medio de los procesos que se llevan a cabo dentro de ese ciclo. Sin dudas, las revoluciones disecadas como piezas de museo tienen sus admiradores. Estos la miran con cierta nostalgia, les gustaría mantenerlas en su memoria siempre así, tal cual se la imaginan. ¡Qué nadie se atreva a emborronar su inmaculada historia! Pero las revoluciones no caben en una foto ni en un cuadro ni existen para ser exhibidas en una galería. La revolución se hace para el pueblo, y el pueblo somos todos. Así que es imperdonable cuando se alejan del mismo. A continuación, daré tan solo mi opinión personal acerca del artículo de Néstor Kohan, y trataré de ser lo más sincero posible: - Debo comenzar diciendo que no tengo mucho que reprocharle a Kohan con lo expresado con respecto al MSI, la huelga evidentemente fue una farsa, pues nadie mantiene esa vitalidad luego de tantos días en huelga de hambre y sed, y no tiene que venir un doctor a decírmelo en la TVC, una rápida búsqueda en google nos permite comparar el estado en que se encontraban los huelguistas, luego de algunos días de supuesta huelga de hambre y sed, con lo que dice la medicina. Quien quiera dejarse manipular, esa es su elección. En lo personal, yo no les doy nada más de crédito al MSI. Yo no transo con la deshonestidad, con la mentira; no concuerdo con Maquiavelo, para mí existen medios que no quedan justificados con el fin. Sin embargo, la SE nuevamente actuó de la manera en que nos tiene acostumbrado, pero ese ya es otro asunto, y de eso ya se ha dicho bastante. - Es curioso como el autor afirma: «Confieso que desprecio y he despreciado toda mi vida a los obsecuentes, los chupamedias sumisos y obedientes, los que siempre asienten y aplauden, sea lo que sea» Kohan parece desconocer que en Cuba, esa especie que tanto él desprecia, crece como la yerba mala, y que, lejos de hacer un esfuerzo por arrancarla de raíz, se le ha dado abono para que crezca fuerte y se trague todo lo que pueda haber de fértil en el campo de las ideas.

- Se le hace muy fácil a Kohan referirse al imperialismo «duro» y al «suave», a las «socialdemocracias neocoloniales», así las llama, y a la «poblada galaxia oenegera», como una «inmensa orquesta que aparenta interpretar múltiples partituras pero en realidad repite un mismo estribillo con entonaciones apenas distinguibles», y aunque quizá no le falte razón sobre este particular, no va sobrado de razón cuando omite, quiero pensar que por desconocimiento, que en esta orquesta de aquí, presumimos orgullosos de una sinfonía trunca en la que solo se escuchan apenas cuatro notas.

- El autor habla de tomar posición sin perder la brújula, pero a mí no me interesa la soberbia ni el fanatismo ideológico, así que me rehúso a que me defina y me ponga a escoger entre cóncavo o convexo. Yo estoy por una Cuba con justicia social, donde se respete la constitución y las leyes, así como todos los derechos de los ciudadanos; un país libre de trabas para el progreso económico; un país inclusivo, para todas y todos e, incluso, para todes o todxs; un país libre y soberano, sí, pero donde sus hijos sean libres y soberanos también para expresar sus sentimientos y sus pensamientos mientras estos no causen perjuicios a nadie; un país donde nadie tema ser incluido en una lista y se vean así reducidas sus libertades, o que algún jefe, cuidando su puesto, te deje sin el trabajo que ama; un país donde las ideas transiten libremente por las autopistas informativas, y que todos puedan tener acceso a ellas; un país vivo y espontáneo, lleno de gente con proyectos y sueños genuinos. Si hablamos de tomar posición, esta es la mía, yo sigo el faro que me lleve a esa Cuba. No tiene nada que ver con barricadas que hay que defender a ultranza, aunque el país se convierta en un lugar hostil y desconocido, se trata de crear ese lugar lleno de luz, con justicia y argumentos sólidos que defender y un trozo de futuro que conquistar. Se trata de patriotismo y no de ideologías.

- En un afán por minimizar lo sucedido el 27N frente al Mincult, Nestor Kohan se refiere a la cantidad de participantes (300 y pico de personas), como pocas para que hablasen en nombre de una mayoría. No creo que la intensión haya sido usurpar la voz de nadie, ni de mayorías ni de minorías, sino simplemente alzar una voz que existe y que tiene reclamos que merecen ser tenidos en cuenta. No obstante, el autor ignora que en un país donde todo lo que sobrevuele al margen de las instituciones es tratado como un OVNI, el hecho de que ese día se reunieran 300 y pico personas, y que otras tantas estuviésemos pendiente en las redes sociales del desarrollo de los acontecimientos, es un logro popular y demuestra que la voz que reclama puede alzarse hasta llegar al Olimpo.


- El autor ve problemática el sensible tema de la reconciliación entre cubanos, y lo lleva al extremo, comparándolo con la decisión de no reconciliación en contextos como la dictadura militar en Argentina y los crímenes perpetrados por los Nazis durante el llamado Holocausto Judío. Como ya es usual, se mete a todos en un mismo saco, y a mí se me ocurren ahora mismo, sin pensar mucho, una docena de familiares y amigos que viven fuera de Cuba y que tienen discrepancias que parecen insalvables con el Gobierno, y que nada tienen que ver con los términos: gusanos o ultraderechistas neonazis, que usa el autor. Me pregunto qué tan graves puedan ser nuestras diferencias para no poder reconciliarnos con esa gente, cuando en países como Sudáfrica y otros, donde los crímenes han sido horrendos, se han podido instituir comisiones de la verdad para ayudar a la reconciliación nacional. No creo que haga falta algo así aquí, pero sí confío en que podamos acercar posiciones y llegar a consensos. Está clarísimo que existen principios innegociables, La soberanía, el primero de ellos, pero los cubanos, independientemente de cómo pensemos, somos todos, parte de este pueblo, y nadie tiene el derecho de excluir a nadie. También creo que hay gente con la que no habrá posibilidad de reconciliación, ya que ellos mismos se excluirán, pero la voluntad de la reconciliación nacional debería ser un hecho, y quien se oponga a ello no puede querer lo mejor para una nación que ha padecido tanto, y sigue padeciendo, por cuestiones de tipo ideológicas.
- Tampoco quiere para Cuba nuestro amigo argentino, una democratización que es necesaria, donde se vea realizado plenamente El Estado de Derecho refrendado en la constitución que acabamos de aprobar. Duda Kohan de la autosuficiencia de la ley y argumenta que la misma debe estar sujeta a la «correlación de fuerzas y de poder entre las clases sociales», un acertijo que da pie al relativismo que tanto daño nos hace. Si una misma ley puede ser usada como caricia, mordaza o lazo. ¿Entonces, para qué están las leyes? ¿Para utilizarlas cuando juegan a favor y omitirlas cuando van en contra? Bueno… - También menciona Néstor Kohan a los apologistas acríticos de la República, pero se olvida de los apologistas acríticos de la Revolución, y él mismo parece uno de ellos. - Habla el autor de los firmantes de la Articulación Plebeya. Reconoce que entre ellos hay gente a quien admira y otros a los que no admira tanto, como es el caso de un supuesto «ex soplón», así lo llama, que en alguna ocasión acusó a Fernando Martínez Heredia de Trotskista y que ya no vive en Cuba. No puedo evitar pensar si este ex acusador, ahora acusado por Kohan, fue considerado un soplón antes o después de “pasarse al otro bando”. ¿Cuántos «soplones» no habrá todavía acusando a otros compañeros sin pruebas en la prensa escrita, la radio y la televisión? Respóndanse ustedes mismos. - Cuenta Kohan como discutía con sus amigos sobre si Cuba era o no era una dictadura. Evidentemente, el autor sabe lo que es una dictadura. Es argentino, y vivió, seguramente, una violencia horrible. Yo sería incapaz de conversar con él y reírme de sus grandes dolores. Tampoco me reiría de los pequeños dolores que pudiera tener. No podría reírme (inventaré un poco aquí) de aquella vez en que la policía se lo llevó y lo estuvo interrogando por cuatro horas seguidas, sin una orden de detención, y sin que su familia supiese su paradero. Lógicamente, es absurdo comparar la brutalidad de la dictadura en argentina con las “cositas” que pasan en Cuba, pero me atrevo a afirmar que pocos países han conseguido un mayor control de su población que Cuba, por lo que para mantener las cosas “tranquilas”, no ha sido preciso que la sangre llegara al rio. Simplemente la represión en Cuba ha tomado otras formas más “suaves”, pero negar que ha existido represión por motivos ideológicos no tiene ningún sentido. Kohan debería haber respetado un poco más el sentir de sus amigos; que él se haya roto una pierna no debería volverlo insensible al dolor de muela ajeno.

- Luego el amigo Néstor cae en el malmirado tema del financiamiento. «El que paga manda», dice él y dicen muchos, y no deja de tener cierto sentido. A pesar que a mí nadie me pagó por escribir esto, y que nadie me paga por pensar como pienso, a pesar de eso, cuando hay dinero de por medio algo parece enturbiarse siempre. Les diré algo de mí. Yo me gano la vida programando, y quien contrata mis servicios, lógicamente, me paga por mi trabajo. Sin embargo, no me puede decir, simplemente porque no está facultado para ello, cómo debo hacer ese trabajo. Hay una sutil diferencia ahí. Utilicemos el ejemplo que plantea el autor. Un simple blog lleva mucho trabajo, mucho esfuerzo, ¿no es verdad? Pues a mí, que lo que me encanta es escribir, inventar historias y eso, si alguien me pagara por escribir, seguro lo haría a tiempo completo. ¿Qué escribiría? Lo mismo que escribo ahora: lo que me da la gana, lo que me provoca en el momento. No digo que todo el que escribe una historia o hace un reportaje lo hace porque le nace, no digo que todos escriben lo que quieren y cuando quieren, de seguro habrá quien lo haga por puro interés mercantilista, pero vamos, todo el que escribe sabe cuándo una historia está escrita con honestidad y pasión por el oficio, y cuando es falsa. De momento, la lógica de que X va a escribir lo que le dicen que tiene que escribir se me desmorona. Si el que paga manda, entonces quienes escriben en Granma y JR lo hacen porque los mandan. Los locutores del NTV dicen lo que dicen porque no tienen otro remedio, y seguro que no se lo creen, y los cibercombatientes, para usar el término correcto y no lo otro que dicen por ahí, postean cosas que les mandan a postear y comentan lo que un jefe les sopla al oído, ¿no es así? ¡Claro, claro que todo eso puede ser así! Pero también estoy seguro de que hay gente con una u otra opinión que está al servicio de sí mismos, de lo que piensan y sienten.

- En otro lapsus del autor, el mismo afirma que la Revolución siempre ha sido plural… ¿En serio? Habría que preguntarle a Néstor Kohan qué entiende él por pluralidad. Yo solo me pregunto: ¿Y toda esa buena gente de la cultura censurada y hasta enterrada en vida cuando el mal llamado (en eso sí coincido con él) quinquenio gris? ¿Y todos los que sufrieron discriminación por su orientación sexual o su religión? ¿Y qué tal los que han sido rechazados o han perdido su trabajo por cuestiones ideológicas? ¿Y dónde hemos podido expresar, o simplemente ver reflejadas nuestras diversas opiniones en todos estos años? ¿Hemos tenido pluralidad exactamente hasta dónde? ¿Blancos en la ANPP, negros en la ANPP, mujeres en los puestos de dirección? ¿Ajá, sí? ¿Y cuándo se trata de incluir al que piensa diferente, no es acaso eso pluralidad también? Si de algo no puede presumir demasiado la revolución cubana, es de pluralidad, al menos no cuando se habla de diferentes maneras de pensar. - Por último, se habla de socialismo «a lo cubano», así, como si fuera una receta de cocina. ¿Será el socialismo «a lo cubano» lo que Néstor Kohar se imagina? Yo diría que a la receta de socialismo «a lo cubano» le faltan muchos ingredientes para hacerlo sabroso y que cause buena digestión.

Nestor Kohar nos habla de tener “lucidez” a la hora de rechazar “manzanas envenenadas”, y en su defensa debo decir que algo de razón seguro tendrá. No hay posibilidades hoy de que algo se mueva de manera independiente, espontánea y sincera en Cuba, y que no pueda ser usado por elementos, alentados, financiados, apadrinados o protegidos por diversas agencias y organizaciones del Gobierno de los Estados Unidos, para hacer avanzar su propia agenda y lograr así sus objetivos. Pero la respuesta a eso no puede ser desconocer la Cuba “real”, hacer oídos sordos a los gritos de tantos y tantos buenos cubanos que necesitan volver a creer en un proyecto de nación, donde se puedan realizar plenamente. Sí, el Gobierno cubano necesita lucidez, lucidez para distinguir a quien viene con la misión expresa de destruirlo todo, de quien quiere cambiar, con todo su derecho de cubano nacido en esta tierra, las cosas que le parecen que no andan bien en su país, así al departamento ideológico del PCC le parezcan disparates. Es imprescindible que existan canales efectivos para el diálogo, para el verdadero diálogo, que es ese que se sostiene de manera respetuosa con el que piensa distinto. Porque de algo sí estoy seguro, y es que asfixiar el diálogo conduciría a la larga, inevitablemente, a la violencia.

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