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Hoy en la mañana me dirigí a la oficina de Atención a la Población del MINSAP para ver si podían interceder por mí. Me atendió una señora a la que lamento no haberle pedido el nombre, ni haber grabado la conversación por inocente que soy. Comencé a explicarle detalladamente mi situación y la señora se comenzó a ruborizar justo en el momento que le mencioné a los Estados Unidos. Lo que viví fue surrealista.
Les cuento que en estos momentos estoy recopilando la documentación necesaria para aplicar al Parole Humanitario, ya que mi solicitud de Visa B2 se encuentra en “No Status”, porque las Embajadas Norteamericanas están cerradas por el COVID. El primer documento que necesito para el Parole es una carta de mi médico de cabecera explicando la gravedad del caso, ósea: Qué me puede suceder si no recibo tratamiento y por qué en territorio cubano no se puede hacer más nada para salvar mi vida.

En Cuba hay una ley que prohíbe a los galenos redactar, firmar y acuñar ese tipo de documento, por eso mi médico se negó. Sin esa carta mi caso carece de validez. Si mi doctor no describe la situación, puedo perder el único chance que me queda para recibir tratamiento lo antes posible fuera de Cuba, específicamente en Estados Unidos, que es donde mejor se estudian los sarcomas, con resultados alentadores.


Por esta razón acudí disciplinadamente al MINSAP buscando alguna alternativa y me atendió esta señora. Comenzó diciéndome que, si Estados Unidos está interesado en ayudarme, ellos deberían acogerme sin necesidad de estar exigiéndole a Cuba ningún documento. Yo le expliqué que esa aplicación es estándar para todos los países. Ella me respondió que Cuba no es igual a los demás países. Me dijo que no me podía ayudar, que ningún médico cubano iba a redactar esa carta. Yo le pregunté si no importa el hecho de que yo me esté muriendo. Ella respondió que me veía de lo más bien, que yo no me estaba muriendo. Le dije que por esa razón debe ser mi médico el que redacte el documento, para que se entienda la gravedad del caso. Ella cambió de tema y me cuestionó por haber hecho la gestión y estar en esos trámites de inmigración. Casi comenzó un interrogatorio. Indignado, le pregunté si mi vida no valía nada para el MINSAP, ella me dijo que la ansiedad que estaba sintiendo ahora era culpa del Gobierno de los Estados Unidos, que me exige ese documento para generar confrontación dentro de Cuba. Le dije que si yo fuera mexicano, mi doctor en México redactaba esa carta sin problema. Ella respondió que eso es una estrategia prepotente de Estados Unidos para demostrar superioridad. Me di cuenta de que no iba a ceder, parecía que yo era su enemigo y no un paciente que necesitaba atención. Luego de cinco minutos de no entendernos me percaté de que esa señora no podía resolver mi problema.

Me fui sin respuestas, con una aflicción muy grande. Qué falta de preparación para atender a la población, qué mala forma, cuanto odio, ignorancia, indolencia y desconocimiento. Cuanta ceguera. Como civil, sentí que fui al Cuartel General en plena guerra y me atendió un soldado, explicándome que estamos en una situación excepcional y no podían ayudarme. Yo era un daño menor, hundido en el fango de una trinchera.

Sin rendirme y jugando mi última baraja, pregunté cómo hacerle llegar una carta a algún asistente del Ministro de Salud. La redacté, imprimí y envié. Me dijeron que podían tardar 45 días en responder. Por esta razón, la hago pública y se las comparto para ver si recibo respuesta lo antes posible. Pueden hacerme perder el tiempo para que me queden pocas opciones una vez me atiendan los especialistas en Estados Unidos.

Llevo un mes intentando no politizar el asunto, porque es una cuestión de salud, pero a medida que avanzo, voy descubriendo monstruos ocultos en las profundidades. Cuba salva hasta donde le conviene.

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