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Soy un periodista y voy a hacerme detener ahora por la policía. Sin forcejeo. Sin drama. Sereno, y hasta contento.

Les diré, por favor, deténganme. Y subiré sin aleteo a la patrulla. Yo soy pájaro.

Creo que no tienen experiencia con gente que les pide, de favor, que se las lleven. Casi todo el mundo se crispa si se lo van a llevar. Yo no.

Lo mejor que me puede pasar es que me lleven. No por Denis Solís ni por el cierre de las tiendas en MLC. Tengo la misma razón moral de Thoreau: si hay alguien injustamente preso, lo único honesto que se puede hacer es estar en la cárcel. Cito de memoria, no recuerdo si dijo eso exactamente.

La conciencia no me dejaba quedarme en casa.

Lo que está pasando rebasa ampliamente a San Isidro. Es una violación de cada uno de nosotros. No hablo solo del asedio, sino de este estilo de administrar el país y nuestras vidas con la panacea que se inventaron de control, miedo y carestía.

Mis posiciones sobre el drama político cubano ustedes las conocen bien. No comparto la pasión Trump, los extremismos ni la ridiculez analfa de buena parte de la oposición y los influencers cubanos de la última hornada floridana.

Hice mi trabajo lo mejor que pude. Sin guardarle las espaldas al gobierno. Sin paños tibios para la triste oposición que tenemos.

Hoy la noticia está aquí en San Isidro. Como no puedo entrar como reportero para confirmar si hay huelga o no, si Denis Solís es terrorista o no, como dice el gobierno, vengo a pedir a la policía que deje acompañarlos un rato. Hay que estar en San Isidro o ninguna parte.

Estoy feliz de haber venido.

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