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"Beep, beep, beep..." ¿Qué era ese ruido? "Beep, beep, beep..." Abrió los ojos, la alarma no iba a parar de sonar, así que estiró su brazo, y de un preciso manotazo, la apagó.

Había pasado una mala noche, pero haber pasado parte de esta entrenando en la sala de peligro le había ayudado a despejarse. Finalmente, aunque bien entrada la madrugada, había conseguido dormirse. Y ahora, tras apenas unas horas de sueño, tenía que ponerse a funcionar.

Se levantó de la cama tras encender la luz. Pese a que se encontraban en una instalación subterránea, las bombillas de última tecnología instaladas permitían una iluminación parecida a la solar. Se observó en el espejo de cuerpo entero de la pared. ¿Dónde había quedado Ricky? A veces le costaba reconocer a aquel chico. Se metió a la ducha, y puso las noticias en la radio. Se enteró de que habían acabado con la vida del, ahora antiguo, jefe de estudios del instituto Xavier. Nunca había sido particularmente de su agrado, pero era una lástima. No pensaba que nadie mereciese una muerte a sangre fría, menos un educador de y para la comunidad mutante.

No solía llevar corbata, pero hoy le apetecía. Antaño, habría agarrado cualquier sudadera y pantalón de deporte. Pero a día de hoy, se preocupaba por su vestimenta. Una azul, sí, de tela aterciopelada. Un memento. Le recordaba al pelaje de Henry, aunque tampoco pensaba que nadie lo fuese a asociar con ello. Tras comprobar la hora en su reloj de muñeca, abandonó la habitación, cerrando suavemente la puerta. Y se encaminó hacia la habitación de Cole, otra vez. Se imaginaba lo que iba a encontrar dentro, pero tenía un cometido, así que prefirió no darle mayor importancia. Llevaba sus gafas de sol colgadas del bolsillo de su camisa, y la corbata perfectamente anudada y ajustada. Esperaba causar una buena impresión, ahora que tenía que disculparse.

Al llegar frente a la puerta de la habitación, se detuvo. Trató de afinar el oído, por si interrumpía algo, y tras aclararse la garganta tocó con los nudillos en la puerta.