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El contacto se lo debo a un amigo periodista que trabaja en CN5. Reservó su identidad real por motivos que comprenderán al leer su correo. Y con éste, cierro esta investigación. 

“Estimado Jarré,

Me llamo XXXXXX y vivo justo enfrente del cementerio de Recoleta. Vivo solo, no tengo familia, y tampoco mujer. Trabajo mucho tiempo. Todo lo dedico al trabajo, sin tiempo para otra cosa. Por eso en las noches cuando el aburrimiento se cierne sobre mi, aprovechó y espío con un telescopio las casas vecinas, los edificios, y las calles que se vacían con el paso de las horas. Una de esas noches, me acuerdo era un viernes, observaba con mi telescopio y vi una hermosa mujer de pie en medio de la plaza XXXX. Me pareció raro que tan bien vestida estuviera sola, así que supuse era un gato, o sea, una prostituta. Le reconozco que ese día estaba con ganas de tener una aventura, hacía tiempo que no le prestaba una atención a mi cuerpo. La observé un buen rato, vi que se le acercaban hombres y hablaban, pero ninguno iba con ella. Debe ser carísima, me dije. Viendo su cuerpo tan bien delineado imaginaba que cobraría más de mil pesos la hora de sexo. Fui a la habitación, busqué del pantalón la billetera y conté cuanto tenía. Llegaba a pagarle lo que pidiera. Me vestí y salí sin pensarlo más. Crucé la calle, y enfilé a la plaza XXX. Allí estaba ella. Viéndola de espaldas, con las nalgas tan bien apretadas, me sentí cachondo. A un palmo de ella me presenté. Cuando giró le vi sus hermosos ojos verdes y sus sonrisa sensual. Me dijo que podíamos ir a tener sexo a su casa, que estaba a unos metros, y señaló una construcción con estilo francés que me pareció muy antigua. Fuimos a su casa, un lugar que parecía salido del pasado. Los muebles antiguos, candelabros o las llamadas arañas en los techos, cuadros feos pegados en las paredes. Había poca luz, pero ella fue al grano de una. Se quitó la


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