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Uno de mis momentos perfectos empieza con una cena (menuda sorpresa) en un buen sitio. Me gusta que, desde el principio, seas tú quien empiece con indirectas (o no tan indirectas) sobre lo que va a pasar más tarde.

Luego, quiero que de camino a casa hagas todo lo que se te ocurra para demostrarme que ya no hay vuelta atrás: besos en el cuello, caricias, susurros... cualquier cosa que sepas que me va a hacer desear parar el coche en cualquier sitio y comerte ahí mismo.

Al llegar a casa no hace falta decir nada. Empieza con el mejor beso que me hayas dado nunca y sigue quitándome la ropa hasta que los dos estemos totalmente desnudos. A partir de ahí, empieza con besos en el cuello y sigue hasta donde tú quieras. Esta noche mandas tú.